ARIA
Hace 2 años… En la sala de reuniones de la manada Luna Menguante, se reunían las figuras más importantes o influyentes de la manada, cada una ocupando su lugar con una presencia imponente. En el centro de la gran mesa, se encontraban los guerreros de la manada, en su mayoría machos, aquellos a quienes se respetaba y, en ocasiones, se temía; su sola presencia llenaba el ambiente de autoridad y reverencia. Un poco más a la izquiera, se encontraban los lobos con linaje antiguo, cuyas características físicas y psíquicas eran superiores al resto. Estos lobos y lobas se encargaban de la política y administración de la manada, junto al Alfa y su heredero, quienes gobernaban sobre todos. Y, aunque parezca increíble, en esa sala también estaba yo… observando a esos imponentes lobos, mientras intentaba, sin mucho éxito, descifrar qué había hecho para terminar en medio de tanta solemnidad ¿Había perdido alguien una apuesta o simplemente necesitaban un relleno de último minuto?. Las mentes brillantes de la manada estaban discutiendo sobre asuntos de dinero y mi Maestro les miraba con cara de pocos amigos. Mi maestro, Cornelio, es un hombre lobo respetado de 60 años, viudo, con una piel pálida y una larga cabellera blanca. Se encarga de dirigir al grupo de almas desafortunadas que trabajan en la administración de la manada, además de ser uno de los consejeros del Alfa. Es un hombre lobo muy estricto, que me acogió cuando tenía quince años y me enseñó tareas relacionadas con la administración, redacción de contratos, gestión de recursos, entre otras cosas. Básicamente, se ha encargado personalmente de mi formación, preparándome para la profesión más ‘apasionante’ del mundo. La sala de reuniones era un mar de rostros graves y discusiones intensas, especialmente cuando se trataba de dinero, un tema que siempre parecía nublar el ambiente. Había murmullos sobre negocios fracasados, proyectos que se habían desmoronado antes de despegar, fugas de capital etc. Estos asuntos me parecían más aburridos que ver crecer la hierba, después de todo, la manada siempre me ha dejado de lado, así que, ¿por qué debería importarme sus problemas ahora?. Traté de no perderme en mis propios pensamientos, cuando de repente, mi maestro levantó la voz, buscando a alguien en la sala con la mirada y dijo contundentemente: —Bueno, ¿alguien me va a decir por qué mi aprendiz está aquí?. El Alfa Lucciano fue el primero en hablar, su voz resonando en la sala con autoridad. —Como sabes, el conflicto en los lindes de nuestra manada se agudizaba con cada día que pasa, con el dinero escaseando, las patrullas se ven reducidas, y no podemos mantener una vigilancia constante… —¿Y qué pinta Aria en todo esto?—dijo mi Maestro cortando el discurso del Alfa. El sarcasmo brotó de sus labios, al rato, se puso tenso, sabe que es una falta de respeto hablarle así al Alfa. La atmósfera se volvió pesada, y sentí las miradas de los presentes clavarse en mí, sobre todo la de aquel hombre, mi padre, que actuaba con indiferencia. Mi padre, el beta de la manada, es el hombre más frío y autoritario del mundo, o quizá solo era así conmigo. Claro, ¿cómo no iba a ser así? Yo era la hija de la Omega, esa mujer que lo embrujó. Así lo había dicho él mismo, casi con desprecio. Se había acostado con mi madre porque, según él, “no estaba en sus cabales” y de esa noche de locura, nací yo: una hija ilegítima y débil. Que injusto, porque…¡vamos! no soy yo quien debería cargar con las consecuencias de su “pequeño desliz”. Si no quería tener una hija que le recordara su torpeza, ¡que se hubiera asegurado de usar protección! Pero claro, en lugar de eso, aquí estaba yo, lidiando con su mal humor y su incapacidad para aceptar la realidad. Maldición, lo odiaba. Odiaba su desprecio, su indiferencia, y cómo su propia falta de amor me recordaba que ni siquiera merecía su atención. He de decir, que mi familia no me maltrataba (seguramente por el qué dirán), pero yo les era indiferente. Mi padre hacía claras distinciones entre mis hermanos y yo, y prácticamente desde que nací no he tenido opción de elegir. Día tras día, solo me limito a obedecer las órdenes de mi padre, sin cuestionarlo.ARIALa voz firme del alfa me arrancó de mis pensamientos...—Hemos pensado que sería lo mejor mandar a Aria, junto con algunos guerreros, para visitar la manada Sombra Nocturna y convencerles para renovar el tratado de paz entre las dos manadas. Necesitamos tenerlos de nuestro lado para pedirles que se hagan cargo de proteger el territorio colindante a la zona irregular.La zona irregular, es un denso bosque de árboles torcidos y retorcidos que se entrelazan con espesas brumas que apenas dejaban entrever el suelo en que crecen una gran cantidad de plantas de acónito. Estas características del terreno hacían que cada paso fuera una trampa potencial para los guerreros y rastreadores. Algunos rouges se escondían en la zona irregular pudiendo así saquear y matar a los comerciantes y otros lobos que pasaban cerca. Por lo tanto, el terreno colindante a la zona irregular se había vuelto cada vez más difícil de proteger. Con el dinero escaseando, las patrullas se veían reducidas y la manad
ARIAA la mañana siguiente, recibí la visita de mi maestro. Él quería encontrar una manera de realizar la ‘misión’ que me habían encomendado sin que mi vida dependiera de ello. — Escucha Aria, el Alfa Lucciano está desesperado por ‘llevarse bien’ con la manada Sombra Nocturna. Sabe que son buenos guerreros y que el dinero no les importa. Lo que ellos valoran es la fuerza, la lealtad y la seguridad de su territorio.—Pero... ¿por qué tanto interés en ellos? —insistí, notando cómo sus palabras me ponían cada vez más inquieta.—Porque son nuestros vecinos y, si algún día decidieran ocupar nuestro territorio y desafiarnos, créeme, ellos ganarían—. El maestro hizo una pausa para que asimilara sus palabras.— El Alfa quiere evitar un conflicto y asegurarse de que, si ocurre algo en la zona irregular, los tengamos de nuestro lado. Bueno, sinceramente... quiere usarlos como perros de caza. Así que, si llegas a negociar con ellos, ofrece lo que sea necesario para renovar el tratado. Proporcio
ARIAMe esperaba un viaje de aproximadamente siete horas hasta el territorio de Sombra Nocturna, y, aunque intentaba mantenerme tranquila, una inquietud persistente me rondaba. Me dirigí al punto de encuentro, donde me esperaban los guerreros de la manada que habían asignado para acompañarme. Al verlos, noté que todos eran novatos, reclutados de familias menos influyentes. Pobres desgraciados… apenas empezaban y ya los mandaban a una misión con alto riesgo. La manada Sombra Nocturna había sido avisada de nuestra llegada con antelación, y en el límite de ambos territorios nos esperaba un grupo de sus guerreros. Su sola presencia imponía respeto. Eran altos, robustos, con miradas frías y calculadoras que reflejaban años de experiencia y entrenamiento. Era como si llevaran la palabra “peligro” grabada en la piel. Sentí cómo mis propios guerreros se tensaban a mi lado; se miraban unos a otros, y sus rostros dejaban entrever una creciente preocupación. Tratando de aliviar el ambiente, sol
SEIK Después de la reunión con mi padre, mis compañeros y yo nos dirigimos a la sala de armamento, era un espacio amplio y austero, que albergaba el equipamiento necesario para realizar las inspecciones semanales de nuestro territorio. Mientras el bullicio de risas y planes para la noche resonaba a mi alrededor, mi beta se acercó, su expresión seria contrastando con el ambiente festivo.—¿Seik, tienes un momento? —me preguntó, su voz apenas audible entre las carcajadas de los demás. Delante del resto de la manada, me llamaba Comandante, pero cuando estábamos solos, prefería usar mi nombre de pila, como solía hacerlo cuando éramos niños.—Sí—dije con la voz cansada.—¿Cuáles son los planes del Alfa Axel con la manada Luna Menguante?—dijo con determinación.—No lo sé—dije preocupado. La verdad, no me gustaba tratar con lobos de otras manadas, especialmente con los de Luna Menguante. Aquellos lobos estaban más obsesionados con aparentar riqueza y poder que con el bienestar de su manada.
SEIKSin perder tiempo, salí junto a mis guerreros, dirigiéndonos a la sala de interrogatorios. Carles ya sabía lo que le esperaba: un castigo que no podría eludir. Mi beta hizo un intento de intervenir, extendiendo la mano hacia Carles, pero le lancé una mirada que le indicó que me encargaría yo mismo de la situación. En un abrir y cerrar de ojos, le propiné un golpe contundente en la boca del estómago, haciéndolo tambalear. Su expresión se tornó de incertidumbre a miedo en un instante, y algunos novatos lo miraban con inquietud, sus ojos reflejando una mezcla de temor y sorpresa. En contraste, los guerreros más veteranos se mantuvieron impasibles, rígidos como estatuas, observando la escena con calma. Me acerqué a Carles, inclinándome un poco hacia él y agarrándole del cuello por detrás, mientras hablaba con una voz fuerte y clara.—Parece que no has entendido cómo la manada Sombra Nocturna trata a las hembras.El silencio que siguió fue tan afilado que casi podía cortarse con un c
ARIAEn los últimos días, Melia me ha estado mostrando el territorio de Sombra Nocturna, y parece que le caigo bien. La verdad es que en mi propia manada no tengo una conexión cercana con ninguna hembra, ni siquiera con mi hermana. La mayoría de ellas se reúnen para charlar y compartir, mientras que yo estoy tan absorbida por mis responsabilidades que apenas tengo tiempo para salir con amigos. De alguna manera, esto se siente como unas vacaciones, un respiro del ajetreo habitual. Aunque las reuniones suelen ser agotadoras y tengo que soportar las miradas llenas de desdén que me lanzan los hombres y mujeres lobo de la manada Sombra Nocturna, nunca imaginé que tendría tanto tiempo libre para hacer lo que se me antoje.Pasé varios días deambulando por el territorio de Sombra Nocturna. Nunca imaginé que estuviera tan bien organizada. Estoy sorprendida; el territorio está excepcionalmente cuidado y es hermoso. En cuanto a los habitantes de este lugar, tengo que decir que se ayudan mutuamen
ARIAEl Alfa Axel parecía dispuesto a renovar el tratado con nuestra manada, pero en cuanto le mencioné el problema de la zona irregular, su expresión se endureció. Los ancianos me lanzaron miradas frías, y sin poder evitarlo, un escalofrío recorrió mi espalda. La sala de reuniones se llenaba de murmullos a medida que la tensión se hacía más palpable.—No podemos permitir que esa área siga fuera de control —dije, tratando de mantener la firmeza en mi voz. Pero, a medida que hablaba, noté cómo los ancianos comenzaban a intercambiar miradas. Sus rostros reflejaban descontento, y el ambiente se volvió más pesado.—No veo por qué deberíamos involucrarnos en un problema que no nos concierne —replicó uno de los ancianos, un hombre de voz profunda y porte autoritario. Su tono no dejaba lugar a dudas: no estaba dispuesto a ceder.—Es un riesgo para todos —dije con preocupación—. Si no hacemos nada, podríamos enfrentarnos a…—No es nuestra responsabilidad resolver los problemas de otros —el an
ARIA--Presente-- La sala de banquetes estaba abarrotada de rostros conocidos y desconocidos y un esplendor evidente en cada rincón: grandes candelabros colgaban del techo, lanzando una luz cálida y excesivamente ceremonial, mientras las mesas de madera tallada se alineaban con copas y platos que brillaban como si nunca hubieran sido usados. Cada detalle reflejaba el derroche de una reunión a la que asistían manadas de los territorios vecinos y de algunos más lejanos, cada una ansiosa por demostrar su poderío, especialmente la mía.Yo estaba en medio de todo, abrumada y moviéndome de un lado para otro, como un pollo sin cabeza, porque ¿es evidente, no? estaba trabajando, como siempre. Vestía un sencillo vestido gris que destacaba entre los trajes adornados y llamativos de los invitados, y sin embargo, no me importaba. Cada nombre, cada detalle, todo tenía que ser perfecto o me iban a llover gritos. Fruncí el ceño y seguí tachando nombres, concentrada en esa tarea frustrante,