La mujer no me parece nada del otro mundo. Apocada, rellena y sin gracia. Su hijo me ha sorprendido. Parece que quería a Mauricio, o lo manipularon para eso. Viven en una casa lujosa, pero sin personal, me pregunto por qué. Ella huele a mantequilla y las manos las tiene llenas de grasa.
Es una chica demasiado simple, con el rostro redondo, el cabello de un negro intenso, su piel demasiado blanca, no estaría mal para una noche, pero se ve que no es más que una vulgar cazafortunas.
Le sonrío con interés, ella se ve incómoda. Me concentro en el niño, es más fácil así, agarraré a la madre por el vástago. El niño me mira fijamente, parece conmocionado por mi parecido con Mauricio, debí pensarlo mejor antes de aparecerme así en su casa.
—Siento lo de Mauricio —dice ella con una débil voz sin atreverse a mirarme.
—Igual yo. ¿Cómo se conocieron? —pregunto.
Ella aspira aire y sonríe nerviosa, se toca la cara, el cabello, es una mentirosa manipuladora. Tendré que dejarla creer que me creo su pose de chica buena de pueblo.
—Yo limpiaba en casa de su amigo Rodolfo.
—Ah, Rodolfo. El buen Rodolfo. Médico, muy bueno. Me alegra que se haya cruzado en tu camino, sé que vivió poco, pero si se quiso casar contigo es porque estaba enamorado de ti, murió pronto, pero conoció el amor.
«Qué ridículo y curso, Sergio».
Ella me sonríe con timidez, por fin me mira a los ojos.
—Mauricio era un buen hombre.
—¿Lo amabas?
Aspira aire levente, cualquiera podría no darse cuenta, pero yo la estoy examinando de pie a cabeza.
—Sí. Claro.
«Falsa, mentirosa, maldita».
—Entiendo, que bien, gracias por amar a mi hermano.
—Joaquín lo adoraba.
Me vuelvo a ver al pequeño que no me quita los ojos de encima. Así será está mujer que usa a su propio hijo para dar lástima, con él conmovió a Mauricio, es de lo peor.
—Joaquín. ¿Te gustaría que te visitara?
El niño abre mucho los ojos y sonríe, afirma con un movimiento repetido de cabeza.
—Y jugaremos a la pelota.
—Sí, puedo enseñarte a jugar a la pelota.
—Sí, quiero.
—Esta casa es muy grande, ¿No tienes personal? —pregunto intrigado. Ella se sobresalta.
—No… ¿Cómo lo pagaría?
«Sí, claro, ¿cómo no?»
Sé que ha habido un problema para hacerse con la parte más líquida de los bienes de mi hermano. Ella tiene las propiedades, autos, acciones, pero no puede vender nada sin mi autorización, es dueña de todo, sí, pero me necesita. Pero había una cuenta que si podía movilizar y sé que ya la vacío. «¿Pensaba irse del país antes, pero este inconveniente la retuvo?».
—¿Cómo que no puedes pagarlo?
—Las cuentas están congeladas, son temas legales que no comprendo. Debo buscar algo más pequeño para vivir.
—Descuida, firmaré en algunas cuentas para que puedas movilizar dinero —le informo. Ladea la cabeza y alza las cejas.
«Sí, me estoy poniendo en bandeja de plata, ven por mí, m*****a oportunista».
—No es necesario, gracias.
—No seas boba. A mi hermano le habría gustado que estuvieras bien, no pasando trabajo sin necesidad, además, es tu dinero.
Menea la cabeza. B**e su cabello ridículamente liso y brillante.
—Era dinero de Mauricio. Solo quiero estar bien con mi hijo, no metida en problemas legales y familiares.
Habla de mi hermana Lucrecia y de su esposo José Armando. Son unos buitres, desde la muerte de Mauricio han tratado de ponerle las manos a su fortuna.
—Conmigo cuentas, quiero apoyarte, Amelia.
Sonríe.
—Es muy bueno, como Mauricio.
—Bueno, él era mejor persona que yo, me gusta que nos compares.
«Maldita sea, detesto que nos comparen».
—Sé que Lucrecia puede ser dura, créeme, es mi hermana mayor, para hablar delante de ella debíamos pedir permiso, si no lo hacíamos, nos golpeaba con su cinturón Balenciaga.
Ella ríe. Veo sus dientes, perfectos, me pregunto cuanto habrá costado su ortodoncia, luce como una prepago que se vende por dinero al mejor postor, debe estar operada. No es más que una m*****a prepago.
—Sí, a mí me odia, y prefiero no estar en su radar, que ella haga lo que quiera.
—No, conmigo cuentas, no estás sola.
—No tiene que hacerlo.
—Háblame de tú. Claro que debo hacerlo, no estuve con mi hermano cuando murió, al menos quiero hacer las cosas bien con la familia que deja.
Suspira y suelta el aire, aliviada. Le sonrío con picardía inocente. Debo abordarla poco a poco, hacerla caer.
—debemos irnos, Sergio —dice Aurelio.
Me levanto y le tiendo la mano, me da asco, sé que la tiene llena de mantequilla, huele a mantequilla como el niño.
—No, tengo las manos sucias, qué pena, no esperaba a nadie.
«Sí, claro, te creo el cuento de niña buena, de santa».
—Hasta eso haré por ti. Los visitaré, pronto deberé regresar a Alemania, créeme que quiero hacer algo bueno con mi tiempo acá, quiero estar con ustedes que estuvieron en los últimos días de vida de mi hermano.
—Claro, será un placer compartir ese tiempo. También lo extrañamos.
«Tranquila, que acabo de decidir que si te voy a follar, ¿por qué no?».
—No estás sola, Amelia. Cuentas conmigo. —Beso su mejilla, ella se sobresalta y ríe nerviosa.
—Gracias.
Aurelio y yo salimos tras despedirnos del pequeño con la promesa de volver pronto. Subimos al auto. Aurelio me lanza una mirada acusadora, apenas cierran la puerta.
—¿Qué haces, Sergio? ¿Quieres un Óscar?
—Quiero acercarme a esa mujer, averiguar lo que le pasó a mi hermano.
—Para todos los efectos, tu hermano murió en un accidente de auto. No más, Sergio, esa pobre muchacha con ese niño, ya han pasado por mucho.
Bufo.
—¿Tú de verdad crees su cara de pueblerina sufrida? ¿Le viste los pechos? ¿Los dientes? Debe tener operado hasta el trasero. No sé qué hizo para embaucar a mi hermano, pero yo lo voy a descubrir.
—Dios te perdone si te estás equivocando, ahora la muchacha no puede ser voluptuosa, porque está operada y es puta. ¡Qué locura, Sergio!
Sacudo la mano frente a él.
—Quedaste en ayudarme. Hazlo, no me juzgues. Si estoy equivocado, no pasará nada, no pienso ser injusto.
—¿Y el niño? Juegas con los sentimientos de un niño, es que te has convertido en un desalmado, ¿y qué pretendes con ella?
—Darle un marido de reemplazo, para que no se quede sola —digo y me señalo.
Se echa hacia atrás meneando la cabeza.
—¡Qué horror! Quieres engañarla…
—No, quiero descubrir la verdad. Si no es culpable, solo habremos intimado y ya.
Se espanta. Se hace la señal de la cruz.
—Dios te perdone. No puedo ayudarte a hacer eso.
—Pues peor para ella si lo hago sin ti.
Mira por la venta con expresión adusta. Sabe que tengo razón, no se apartará de mi lado, él me ayudará a descubrir la verdad, a descubrirla a ella y por fin cobrarme mi venganza.
Lo veo caminar con su aire de dominio, es muy guapo e imponente, lo sabe y camina como si fuera el dueño del mundo.—Mami, ¿ese señor es hermano de Mauricio?—Sí, mi amor.—¿Y puede ser mi papá? Mauricio iba a ser mi papá.Se me parte el alma. Mi niño quiere un padre. Soy madre soltera, esa es una realidad que él debe aceptar, no hoy, ni mañana, algún día. No puedo aceptar a ningún otro hombre en mi vida, lo hice con Mauricio, y murió, ahora estamos solos de nuevo, yo puedo aceptarlo, aunque fue difícil, pero ver a mi bebé pasar por eso fue devastador.—Vamos, entra. Debo lavarte las manos.Paso hacia el baño con Joaquín y veo el teléfono descolgado. Mantengo mi celular apagado, los abogados como buitres ofrecen su servicio para que termine de quedarme con todo lo de Mauricio, ahora que ha regresado su hermano, menos quiero hacerlo.Lucrecia es cruel, incluso se ha metido con mi hijo, he entendido las amenazas en su tono de voz. Yo no quiero saber nada de ese dinero. Solo quiero estar
La mujer termina de darme el masaje y sé que no quiero levantarme, me espera una dura batalla contra la ambiciosa de Lucrecia, sonrío con los ojos cerrados complacido de saber que tenía la razón, esa cazafortunas está desesperada por ayuda.—¿De qué te ríes? —pregunta Aurelio.—Me llamó, me llamó y me pidió que habláramos, no sé qué le dijiste, pero funcionó.Chasquea la lengua y suspira con pesadez.—No debí, me siento un asqueroso por hacerlo, pero tienes razón, si no me mantengo a tu lado, igual lo harás y será peor, esa chica, te lo digo, no tuvo nada que ver con lo que le pasó a tu hermano, ella ha sido víctima de la situación.—Claro, sí. Cualquier chica, despreciaría una fortuna de setenta millones de dólares, solo porque es muy humilde.Me levanto por fin y me coloco una toalla alrededor de la cintura y me sirvo un whiskey, lo saboreo pensando que será más fácil de lo que pensé, podré con ella, podré con Lucrecia.—Ella no sabe de números, no sabe que es esa cantidad, no quiere
Estoy nerviosa, aunque acepté con miedo, también estoy desesperada, necesito salir de este laberinto familiar y si ese hombre puede ayudarme, al menos lo intentaré, andaré con cuidado por si es lo contrario. Me mantendré con los ojos muy abiertos.Sirvo la merienda de Joaquín y espero a que sea la hora en la que me cité con él. Lo veo comerse sus galletas tarareando unas canciones, inocente de todo lo que pasa a su alrededor, pienso también que todas las decisiones que tome, lo afectarán, debo elegir bien, por su futuro.Cuando se acerca la hora, escucho varios autos, acercarse a la propiedad, me levanto para asomarme por la ventana, es él, se baja de una Hummer negra, viene con más gente, pero estos se quedan en el auto, deben ser sus guardias.Es imponente, alto y bien vestido, aunque viene informal, es guapo, mucho las facciones de su cara parecen talladas a mano. Abro, antes de que toque a la puerta, se sonríe al verme desde la distancia, con los labios cerrados y una mueca que me
La tengo donde la quiero, sabía que el enano me ayudaría a llegar a ella de forma inocente, como quien no quiere. Aquí la tengo sonriéndome más, relajada, seguro pensó cuando llegué que le quitaría lo que bien planeó quedarse, pero ahora que sabe que solo estoy dolido por la muerte de mi hermano, se relaja, ahora le dejaré saber que también puede sacarme más a mí.Comemos en silencio en medio de miradas furtivas que provoco, le lanzo una mirada intensa mientras come, cuando me mira desvío la vista hacia la ciudad, ella se pone roja y baja la cabeza, tan ensayada. Debe estar acostumbrada a engañar a los hombres con su pose de chica virginal cuando ya trae un niño debajo del brazo que ni se sabe de quién es.—Mi estudio es muy exitoso. La verdad es que no vivo de la fortuna de mi familia. No me meto en los asuntos de la compañía, pero eso no impide que Lucrecia me quiera fuera.Ella pone mal semblante cada vez la que nombro. Sonríe forzada y afirma sin mirarme.—Es una mujer muy dura.—U
Una semana después.Tengo en mis manos los papeles del instituto tecnológico donde Sergio dice que puedo estudiar. Me hace ilusión, nunca antes me pude ver como estudiante de algo, mis oportunidades estuvieron siempre en la última lista de cosas por conseguir. Me parece una locura, pero no puedo negar que estoy emocionada.—¿Qué es eso, mami?—Papeles de mami, creo que estudiaré de nuevo.—¿Cómo los niños?—No, como los grandes.—¿Me vas a dejar solo?—No, Carmen regresará está semana. Debió dejar su otro empleo para regresar con nosotros.—Sii, mami, sí, yo quiero a Carmen, es mi favorita.—¿Favorita de qué? —inquiero con suspicacia.Se ríe con picardía.—Como una abuelaaaa.—Ummm, ay, muchachito.—Señora, el joven Sergio acaba de llegar —anuncia Matilde, otra de las chicas que Sergio hizo que regresara.Me preocupa el sobresalto y la alegría que siento al oír que llegó. No es que me guste, pero es amable y dulce con nosotros, ha sido un ángel, Ignacio lo adora. Pasan horas jugando, y
Me miro al espejo, cabello perfecto, perfume puesto; me dirijo a vestirme y miro dentro del vestidor en el que camino libremente en bóxer, es muy amplio: camisa negra, chaqueta negra, pantalón negro, lo usaré sin corbata, y dejaré dos botones de la camisa abiertos arriba, todo de Óscar de la renta, decido que eso luciré para mi cuñada viuda.Los zapatos son igual de impecables, todo lo que llevo puesto cuesta más que lo que costó la casa donde ella creció, de pronto se sienta en los muebles de cuero de la casa de mi hermano, mi hermano que ahora está muerto.Debo controlar la irá, la rabia, sentarme con ella a comer y sonreírle, seducirla, no veo la hora de humillarla, dejarle saber que conozco todo su plan y que no le compro su carita de mosca muerta. Me imagino como sedujo a mi hermano, pretendió quedarse con todo, por alguna razón él le estorbó.Salgo de la casa, ya está oscureciendo, ha llovido y los grillos hacen su ruido característico, extrañaba ese sonido de Caracas, de casa: g
Cierro la puerta y me quedo congelada contra ella, repaso mis labios con los dedos, hacía mucho que no sentía lo que sentí con su beso, sus labios sobre los míos, desde que el padre de Joaquín me besó por primera vez, éramos adolescentes, fue un romance juvenil, hermoso, sentía mariposas; la emoción de verlo cada vez, y un temblor en el cuerpo que he vuelto a sentir en los brazos de Sergio.Es una locura, no puedo permitírmelo, es el hermano de Mauricio, mi hijo está por medio, no puedo pensar en esas cosas, ¿enamorarme? Es una locura. Soy madre, me debo a mi hijo, es todo a lo que debo aferrarme.Subo y voy a su cuarto, está dormido aferrado a su almohada. Beso su frente, ver su carita, me calienta el corazón, el alma y me da sosiego, él es mi plan, mi objetivo y mi futuro, nada más.Me meto a la cama y repaso cada conversación con Sergio, suspiro pensando que sí, es muy tentador salir con un hombre como él, guapo, elegante, inteligente, encantador, amable y dulce, el hombre perfecto,
La mirada que me lanza Aurelio es de reproche, me será fácil acostumbrarme a esa mirada. Lucrecia aplaude y sonríe con cinismo.—Me encanta como se hizo la dura y llamo a Aurelio primero, y tú, hermanito, eres todo un actor.—Está hecho, se quería hacer la difícil, pero no tengo tiempo de jugar a eso, puedo ser paciente, con ella no me da la gana —explico.—Te la quieres llevar a la cama, es todo, eres un barbarito —comenta Lucrecia y pone cara de asco.Me levanto del sofá y miro a mi hermana a los ojos.—Tendrás que hacerle la vida imposible, no dejes que salga de un juzgado, llénala de demandas, y quejas.—¿Qué crees que hacía cuando apareciste? Esa mujer no puede entrar a la junta directiva de la compañía, o el vago con el que se case en un futuro. Es más, Sergio, tú deberías casarte con ella, aseguraríamos el patrimonio.—Te adelantas, si tengo que hacerlo, lo hago.—Debo irme, Sergio —interrumpe Aurelio.Lo miro con desconfianza. Lo sigo hasta la salida, me fijo en que Lucrecia no