La mujer termina de darme el masaje y sé que no quiero levantarme, me espera una dura batalla contra la ambiciosa de Lucrecia, sonrío con los ojos cerrados complacido de saber que tenía la razón, esa cazafortunas está desesperada por ayuda.
—¿De qué te ríes? —pregunta Aurelio.
—Me llamó, me llamó y me pidió que habláramos, no sé qué le dijiste, pero funcionó.
Chasquea la lengua y suspira con pesadez.
—No debí, me siento un asqueroso por hacerlo, pero tienes razón, si no me mantengo a tu lado, igual lo harás y será peor, esa chica, te lo digo, no tuvo nada que ver con lo que le pasó a tu hermano, ella ha sido víctima de la situación.
—Claro, sí. Cualquier chica, despreciaría una fortuna de setenta millones de dólares, solo porque es muy humilde.
Me levanto por fin y me coloco una toalla alrededor de la cintura y me sirvo un whiskey, lo saboreo pensando que será más fácil de lo que pensé, podré con ella, podré con Lucrecia.
—Ella no sabe de números, no sabe que es esa cantidad, no quiere nada…
—Le has creído tú, como le creyó mi hermano.
—¡Que Dios me perdone por lo que voy a decir! —exclama y se hace la señal de la cruz —¿No has pensado que fue Lucrecia más bien? Sí es que alguien intervino, yo creo que fue un desafortunado accidente y ya.
—Lucrecia no deja nada al descuido y al azar, de haber sido ella, se habría asegurado de que Mauricio firmara ciertos papeles, lo hubiese hecho firmar un acuerdo post nupcias. Qué sé yo. No se habría metido en este paquete.
—¿Amelia sí?
Me encojo de hombros.
—Pues sí, además, sé que Lucrecia es difícil, pero no es una asesina, no me mataría a mi por dinero, no lo habría hecho con Mauricio, es una rata traidora, sí, aprovechada y m*****a, pero no es una asesina.
—¿Amelia sí?
—Pues sí, es más probable, y como te dije, no pasa nada si no es ella, no sufrirá consecuencias, pero sabes que necesito seguir el dinero para descubrir la verdad, y sin ella no hay dinero.
—¿Seguro de que no le harás daño?
—Ya te dije, lo que peor que le puede pasar y peor, bueno, entre comillas, es que se quede usada y ya. Porque me la voy a llevar a la cama.
Niega y resopla.
—¡Qué horror! Le he dicho que puede confiar en ti.
—¿Pero es que la voy a forzar? Para nada, va a caer sola. Lo va a disfrutar. —Río.
—No hay necesidad, ¿la vas a ilusionar? Es una madre soltera, una pobre muchacha de pueblo.
—¡Basta! —espeto.
Se queda mirándome con recelo.
—No quiero oírte más defendiéndola, la evidencia la exculpará si no es culpable, si es tan santa como dices, no accederá a mis tácticas de seducción, que consisten en que solo respire —digo y me carcajeo para relajar el ambiente.
Niega y se levanta ofuscado.
—No te conozco. No sé qué buscas, claro que me quedaré a tu lado, velaré porque no le hagas daño a esa muchacha.
Camina a pasos rápidos y sale de la habitación azotando la puerta.
No me importa que se ponga moralista y fastidioso, le voy a demostrar que ella irá detrás de mí como hizo con Mauricio e intentará quedarse con todo. Aurelio no sabe, y no le diré que, Mauricio firmó muchos papeles dejándola a ella y a su hijo como herederos, algunos papeles se notarizaron, otros se extraviaron, y ella firmó, ella sabía lo que hacía, no es una santa paloma como se quiere hacer pasar.
Me doy una ducha y mientras lo hago, voy pensando en cómo hacer para seducirla, sé que ella caerá fácil ante mí, pero debo ser cuidadoso, sutil. Debo interpretar un papel para ella, delante de su hijo, a quien de verdad no quiero perjudicar, solo quiero vengar la muerte de Mauricio.
Tendré que ser considerado, escucharla, acompañarla, ser protector, cuidar de ella y de su pequeño, ofrecerle un ambiente seguro y tranquilo, estable, hacerla reír, atenderla. Chasqueo la lengua al darme cuenta de que con ella quizás no me convenga usar mis tácticas de siempre, sería tan fácil seducirla y llevarla a la cama.
¿Por qué no? Pienso que podría hacerlo, en lugar de hacerme el Juan bueno, ser yo, un seductor implacable, hacer que sus bragas se queden húmedas al verme, suspiro y niego, no, no puedo porque necesito que crea que puede joderme, como a Mauricio, si me presento como hábil seductor, no le abriré a la puerta a lo que quiero: descubrirla.
Llevarla a la cama es un bono, sé que a ella no le disgustará, y es un sacrificio que hay que hacer para darle realismo a la actuación, sería raro que mostrara interés en ella y no quisiera llegar más lejos. Además, quiero, no es fea, esa boca carnosa la imagino haciéndome cochinadas, pude darme cuenta de que su cuerpo es seductor, curvilíneo, ardiente, puedo darme gusto mientras ejecuto mi venganza. Es más, será parte de mi venganza.
Se abre la puerta del baño, giro la cabeza, de pie junto a la puerta está Lucrecia en un vestido azul marino de mangas largas, el pelo recogido y expresión adusta.
—¿Qué diablos te pasa, Lucrecia?
—¿Cómo es que regresas a Venezuela y no me dices, no me avisas, qué planeas?
—¿Es que tu marido no te ha atendido bien, amargada?
—Bestia, ¿crees que una mujer solo sirve para eso? Cerebro de maní, por eso yo dirijo el imperio de nuestra familia y no tú. Sal, necesitamos hablar.
Sale y b**e la puerta.
M*****a bruja, lo dirige porque se lo robó, porque hizo trampas, porque avasalló a todo el mundo, porque no tiene corazón ni escrúpulos. Recuerdo el día que despidió a los empleados de más confianza de mi padre, los que tenían años junto a él, Aurelio incluido, yo moría de vergüenza, ella sonreía sin disimulo, los sacó porque no la querían, no decían amén a todo lo que hacía.
Me pongo ropa deportiva y sacudo mi cabello aún húmedo, salgo a la sala donde la veo beber de mi whiskey.
—Puedes servirte, hermana.
—¿Me trajiste algo de Alemania? —inquiere con burla.
—Lubricantes de una sex shop…
—Ves, qué cavernícola eres, por eso no te has casado, solo follarás eternamente con descerebradas como tú.
—¿De qué querías hablarme?
—¿Ya no temes que te secuestren? —pregunta con burla haciendo pucheros.
—Desgraciada —me quejo, me tenso, alzo mi mano izquierda y la pongo frente a ella —. Siempre dijiste que yo me autosecuestré, por dinero, atención, fuiste capaz de decir que yo mismo me corté estos dos dedos para fingir.
Aparta la cara y se ríe con sorna.
—Conservaste los dedos y te los pusieron de nuevo, como si nada, apenas una cicatriz, dramático.
—Pude morir y a ti no te iba a importar.
—Recuerdo que eso de los dedos lo hiciste para sacar la mano de la esposa, porque quién sabe dónde dejaste la llave, pero quisiste hacernos creer que convenientemente los secuestradores te dejaron conservar los dedos, ay ya, y no es de eso que quiero que hablemos, cálmate.
—¿De qué entonces?, bruja.
—La perra oportunista que se casó con Mauricio meses antes de que muriera. La odio, la necesito fuera del camino, es accionista en nuestros negocios, qué asco tener que depender de esa mujer para tomar una decisión, creo que ni sabe leer, tener que entenderme con ella es horrible, no. Qué horror.
—Lo sé, ¿qué quieres que haga? ¿Qué viaje al pasado e impida que se case? Está hecho, es su viuda.
Ladea la cabeza. Resopla y hace un gesto amargo.
—Sácamela del medio. Sé que tu firma es poderosa, Mauricio solo confiaba en ti, sácala del medio…
Alzo la mano frente a ella para que se detenga.
—Sí, me imagino que quieres que la deje en la calle, sola, le quite todo y eso y que, de además, te lo dé a ti.
—Convéncela para que te firme esos papeles, sé que puedes convencerla, una sopladita en la oreja y se te abre de piernas. El inútil de mi marido ni eso pudo hacer bien.
—¿Cómo?
—La estúpida gritó que él que la quería abusar, él se asustó, dije seducirla y no sé qué intentó hacer el bruto ese, tuve que intervenir y ella no volvió a confiar en él. Es un inútil.
«Puedo matar dos pájaros de un solo tiro».
—Está bien, Lucrecia, lo haré, pero deberás dejar que la lleve a cenas familiares, que le haga creer que la he puesto a salvo.
Me mira con extrañeza, ladea la cabeza.
—¿A qué viniste? Hablas como si ya lo habías pensado.
—La vi en fotos —miento—, si me provoca darme un gustito vulgar.
Arruga el gesto.
—Cerdo, es una sin clase. Allá tú, pero sí. Cuenta con eso.
«Bingo».
Estoy nerviosa, aunque acepté con miedo, también estoy desesperada, necesito salir de este laberinto familiar y si ese hombre puede ayudarme, al menos lo intentaré, andaré con cuidado por si es lo contrario. Me mantendré con los ojos muy abiertos.Sirvo la merienda de Joaquín y espero a que sea la hora en la que me cité con él. Lo veo comerse sus galletas tarareando unas canciones, inocente de todo lo que pasa a su alrededor, pienso también que todas las decisiones que tome, lo afectarán, debo elegir bien, por su futuro.Cuando se acerca la hora, escucho varios autos, acercarse a la propiedad, me levanto para asomarme por la ventana, es él, se baja de una Hummer negra, viene con más gente, pero estos se quedan en el auto, deben ser sus guardias.Es imponente, alto y bien vestido, aunque viene informal, es guapo, mucho las facciones de su cara parecen talladas a mano. Abro, antes de que toque a la puerta, se sonríe al verme desde la distancia, con los labios cerrados y una mueca que me
La tengo donde la quiero, sabía que el enano me ayudaría a llegar a ella de forma inocente, como quien no quiere. Aquí la tengo sonriéndome más, relajada, seguro pensó cuando llegué que le quitaría lo que bien planeó quedarse, pero ahora que sabe que solo estoy dolido por la muerte de mi hermano, se relaja, ahora le dejaré saber que también puede sacarme más a mí.Comemos en silencio en medio de miradas furtivas que provoco, le lanzo una mirada intensa mientras come, cuando me mira desvío la vista hacia la ciudad, ella se pone roja y baja la cabeza, tan ensayada. Debe estar acostumbrada a engañar a los hombres con su pose de chica virginal cuando ya trae un niño debajo del brazo que ni se sabe de quién es.—Mi estudio es muy exitoso. La verdad es que no vivo de la fortuna de mi familia. No me meto en los asuntos de la compañía, pero eso no impide que Lucrecia me quiera fuera.Ella pone mal semblante cada vez la que nombro. Sonríe forzada y afirma sin mirarme.—Es una mujer muy dura.—U
Una semana después.Tengo en mis manos los papeles del instituto tecnológico donde Sergio dice que puedo estudiar. Me hace ilusión, nunca antes me pude ver como estudiante de algo, mis oportunidades estuvieron siempre en la última lista de cosas por conseguir. Me parece una locura, pero no puedo negar que estoy emocionada.—¿Qué es eso, mami?—Papeles de mami, creo que estudiaré de nuevo.—¿Cómo los niños?—No, como los grandes.—¿Me vas a dejar solo?—No, Carmen regresará está semana. Debió dejar su otro empleo para regresar con nosotros.—Sii, mami, sí, yo quiero a Carmen, es mi favorita.—¿Favorita de qué? —inquiero con suspicacia.Se ríe con picardía.—Como una abuelaaaa.—Ummm, ay, muchachito.—Señora, el joven Sergio acaba de llegar —anuncia Matilde, otra de las chicas que Sergio hizo que regresara.Me preocupa el sobresalto y la alegría que siento al oír que llegó. No es que me guste, pero es amable y dulce con nosotros, ha sido un ángel, Ignacio lo adora. Pasan horas jugando, y
Me miro al espejo, cabello perfecto, perfume puesto; me dirijo a vestirme y miro dentro del vestidor en el que camino libremente en bóxer, es muy amplio: camisa negra, chaqueta negra, pantalón negro, lo usaré sin corbata, y dejaré dos botones de la camisa abiertos arriba, todo de Óscar de la renta, decido que eso luciré para mi cuñada viuda.Los zapatos son igual de impecables, todo lo que llevo puesto cuesta más que lo que costó la casa donde ella creció, de pronto se sienta en los muebles de cuero de la casa de mi hermano, mi hermano que ahora está muerto.Debo controlar la irá, la rabia, sentarme con ella a comer y sonreírle, seducirla, no veo la hora de humillarla, dejarle saber que conozco todo su plan y que no le compro su carita de mosca muerta. Me imagino como sedujo a mi hermano, pretendió quedarse con todo, por alguna razón él le estorbó.Salgo de la casa, ya está oscureciendo, ha llovido y los grillos hacen su ruido característico, extrañaba ese sonido de Caracas, de casa: g
Cierro la puerta y me quedo congelada contra ella, repaso mis labios con los dedos, hacía mucho que no sentía lo que sentí con su beso, sus labios sobre los míos, desde que el padre de Joaquín me besó por primera vez, éramos adolescentes, fue un romance juvenil, hermoso, sentía mariposas; la emoción de verlo cada vez, y un temblor en el cuerpo que he vuelto a sentir en los brazos de Sergio.Es una locura, no puedo permitírmelo, es el hermano de Mauricio, mi hijo está por medio, no puedo pensar en esas cosas, ¿enamorarme? Es una locura. Soy madre, me debo a mi hijo, es todo a lo que debo aferrarme.Subo y voy a su cuarto, está dormido aferrado a su almohada. Beso su frente, ver su carita, me calienta el corazón, el alma y me da sosiego, él es mi plan, mi objetivo y mi futuro, nada más.Me meto a la cama y repaso cada conversación con Sergio, suspiro pensando que sí, es muy tentador salir con un hombre como él, guapo, elegante, inteligente, encantador, amable y dulce, el hombre perfecto,
La mirada que me lanza Aurelio es de reproche, me será fácil acostumbrarme a esa mirada. Lucrecia aplaude y sonríe con cinismo.—Me encanta como se hizo la dura y llamo a Aurelio primero, y tú, hermanito, eres todo un actor.—Está hecho, se quería hacer la difícil, pero no tengo tiempo de jugar a eso, puedo ser paciente, con ella no me da la gana —explico.—Te la quieres llevar a la cama, es todo, eres un barbarito —comenta Lucrecia y pone cara de asco.Me levanto del sofá y miro a mi hermana a los ojos.—Tendrás que hacerle la vida imposible, no dejes que salga de un juzgado, llénala de demandas, y quejas.—¿Qué crees que hacía cuando apareciste? Esa mujer no puede entrar a la junta directiva de la compañía, o el vago con el que se case en un futuro. Es más, Sergio, tú deberías casarte con ella, aseguraríamos el patrimonio.—Te adelantas, si tengo que hacerlo, lo hago.—Debo irme, Sergio —interrumpe Aurelio.Lo miro con desconfianza. Lo sigo hasta la salida, me fijo en que Lucrecia no
Termino de empacar las cosas de Joaquín, las chicas me ayudan a bajar las maletas.—Lamento esto, quedarán sin empleo de nuevo —me lamento con ellas.—No se preocupe —responde Carmen—, cuídese, cuide al niño y ojalá que todos estos problemas pasen rápido.—También lo deseo.Voy al comedor donde veo que mi hijo aún no ha tocado la comida, acaricio su cabello y lo beso en la frente.—Mi amor, ¿no te gusta la comida?—¿Por qué tenemos que irnos? No quiero irme.—Mi vida, esta casa es muy grande para los dos. Estaremos bien, lo prometo. Sergio nos prestó su casa mientras buscamos una ¿Qué te parece?Sonríe.—¿La casa de Sergio?—Sí, genial ¿Cierto?Afirma sonriente. Tocan una bocina, es el señor Aurelio, ha llegado por nosotros. Salimos con las maletas, los hombres que vienen con él nos ayudan.—¿Cómo están? —pregunta con expresión serio.—Bien, Joaquín no quería dejar la casa, cuando le expliqué que iríamos a casa de Sergio, lo aceptó mejor.—Le cae bien Sergio, ¿No?—Sí. Dice que es su a
Dos meses después.Me echo a la cama, agotado después de un día largo. Por fin se ha inaugurado el restaurante en el que mi estudio trabajaba, se tomó más de lo esperado, pero ha valido la pena. No puedo descuidar mi trabajo por mi venganza personal, además todo ha ido sobre ruedas.Aurelio instaló a Amelia y a Joaquín en una casa que dispuse para ellos, hablo con ella a diario, Joaquín sigue sus lecciones de alemán, yo me ocupo financieramente de ellos, y tengo suficientemente endulzada a Amelia. Regresaré mañana a Venezuela, a llevar a cabo la segunda parte de mi plan. Me voy quedando dormido, cierro los ojos y dejo que el sueño venza.Me despierto con la alarma. Hoy es el día que regreso por ella, me levanto de la cama y entro al baño, tras una ducha y asear mis dientes, me visto de una vez y recojo mi maleta, debo ir al aeropuerto. Estoy agotado por el trabajo duro de las últimas semanas, espero, además, poder relajarme.Hago una parada en un restaurante cercano, como huevos revuel