El avión aterriza en Caracas, a lo lejos veo a Aurelio de pie frente al auto y al resto de mis guardias; lo primero que hago al bajar del avión es llamar a Amelia, no responde, llamo al jefe de seguridad.—Señor.—¿Todo en orden?—Sí, la señora paso la tarde en el centro comercial, está descansando ahora.—Bien, ¿la acompañaron? ¿Cierto?, ¿no le quitaron el ojo de encima en ningún momento?—No, claro que no, señor.—Buen trabajo. —Cuelgo.Le marco a Joaquín.—Sergio.—Campeón. Ya llegué, todo bien. Quería avisarle a tu mamá, pero me dicen que está descansando.—Sí, se fue al centro comercial, no trajo nada, creo que porque solo fue a ver a Rodolfo.«¿Rodolfo?».Mi corazón se acelera, miro a todos lados, no puede ser posible que ese maldito haya llegado hasta Alemania y se halla acercado a ella, no sé ni cómo reaccionar, está en peligro, es mi culpa, maldición, una vez más es mi culpa, no le advertí sobre él.—Sergio.—Sí, Joaquín, aquí sigo —respondo mientras camino hacia donde está Au
He recogido mis cosas, Joaquín está nervioso, quisiera poder no trasmitirle mi rabia y mis nervios, pero no puedo. Tocan a la puerta, los guardias de Sergio me dicen que es la policía, mi corazón se acelera pensando que han venido por mí, estoy dispuesta a luchar con dientes y uñas por mí y por mi hijo.Entra un señor de traje y una mujer detrás de él, traen papeles y una caja.—Buenas tardes, ¿Amelia?Afirmo de pie abrazada a mi hijo, mi cuerpo tiembla, pero me siento segura, no dejaré que me pisen más.—Soy el detective de la policía de Berlín, Sergio, me ha pedido que comparta con usted información sobre la investigación que llevamos a cabo sobre el asesinato de su hermano en Venezuela.«Asesinato»«Me llevarán con ellos, está pasando, como dijo Rodolfo, me llevarán presa, por eso se fue».—Dígame.Señala el sofá, asiento con la cabeza, él y la mujer se sientan, lo hago yo con Joaquín a quien no suelto.—Es mejor que el niño no esté presente.Le pido a Joaquín que espere en su habit
Dos años después.Alzamos las copas y brindamos por el año nuevo, le sonrío a mi asistente y ella aplaude, sale y corre el mueble donde está oculto el televisor, se revela una pantalla y ella con misterio la enciende. Todos se giran a ver y hacen silencio.Se revela que ya están operativas las oficinas en Hamburgo, Madrid, Barcelona, Caracas, Bogotá y París. Todos gritan y aplauden eufóricos. Se abrazan y celebran alzando las copas.Se acerca Susana y me besa en los labios, la aprieto a mí y le devuelvo el beso en la mejilla, me abraza y posamos para una foto.—Faltó Nueva York, los Ángeles.Me rio.—Estás loca, no me meteré en ese negocio en esa ciudad de locos. No estoy listo.—Estás más que listo, no sé por qué dudas de eso. Me muero por verte triunfar en esa ciudad.—Poco a poco, ¿sí?Me guiña un ojo y se lleva la copa a la boca.La celebración termina y vamos a nuestro apartamento. Al llegar miro la ciudad desde la ventana, me saco la corbata y pienso en las palabras de Susana, sí
No sé cómo he logrado mantener mi calma al verlo, mi corazón late de prisa y me odio por sentirme así al verlo. Han pasado dos años, lo quiero, no hay forma de que me lo niegue y lo he perdonado por lo que hizo, porque sé que lo movió el amor por su hermano y no quiso ver la verdad, pero eso no significa que soporte tenerlo en mi vida.Me quedo recostada de la puerta, aspirando el olor que dejó tras de sí, los recuerdos me golpean, y contengo las ganas de llorar, unas que casi no controlo cuando vi a mi hijo llorar por él. Lo quiere, sé que quiere a mi hijo honestamente.—Se puede saber quién ese papacito divino que vino a vernos.Me giro y le sonrío a Jared.—Un ex.Abre la boca exageradamente.—¿Te comías ese manjar?—Baja la voz. Es mi exesposo.—¿Por qué ex? ¿Eres estúpida? ¿Quieres que te abofeteé? —pregunta con tono afectado.—No todo lo que brilla es oro, Jared.—No me importa que no sea oro, si luce así. Me basta.Me carcajeo y corro hacia la habitación de Joaquín, se gira a ve
Me he quedado sin aliento, está bellísima y huele muy rico. Juega con sus manos sobre la mesa de la sala de conferencia, me siento frente a ella. Estaba decidido a darle su espacio, pero al ver a los abogados mi corazón se cayó al suelo, para solo recuperarlo cuando los oí decir que ella estaba en la sala de juntas esperando para firmar.—Me alegro de que hayas venido, pero eres bienvenida allá, en la junta con todos.Sonríe de medio lado.—Tengo abogados que se ocupan de eso, además no sé de qué va el asunto, no entiendo nada, mi opinión poco aportaría.—Pero así te vas enterando.—Sergio, si no es necesario, no vale la pena.—¿Qué haces? Te vi en mono quirúrgico cuando fui a tu casa.—Soy enfermera en una clínica de cuidados especiales para adultos mayores.—¿Has pensado montar una clínica tú?Se echa hacia atrás, abre mucho los ojos y niega.—No sé de esas cosas.—Yo, no es que sea un experto, soy arquitecto, no un financiero, pero yo fundé mi propio negocio y mira ahora donde está.
Un año después.Aurelio se acerca y me pasa el billete que compró, es para el tren de la tarde.—¿Se van hoy mismo?—Sí, Amelia. Me gustó pasear por Barcelona, pero debo volver a Alemania, recoger mis cosas, arreglar un asunto de Sergio y regresar a Paris, mis nietas me lo demandan, se supone que allí tendríamos nuestras vacaciones. Deben estar por llegar hoy.—Gracias por estar para el cumpleaños de Joaquín, fue muy importante que estuvieras, eres familia.Sonríe y me abraza.—Feliz de venir, de que me perdonaras, de que…—No menciones eso. Es pasado. Hace tanto ya.Soba mis manos y nos abrazamos de nuevo. Llegamos a casa y él se lanza sobre el sofá con cansancio evidente. Mi hijo está armando un rompecabezas y apenas ha dado el saludo al vernos. Jared prepara postres como loco para su presentación en la escuela de cocina.—Joaquín, ¿No quedaste en que ayudarías a Jared?Alza los hombros.—Él dice que lo evaluarán solo, solo pruebo lo que hace, todo rico, pero engordaré.Me acerco a l
He llegado de nuevo a mi país, pisaré suelo venezolano y no me iré hasta descubrir la verdad, hasta descubrirla a ella. Al salir del avión aspiro el aire de la ciudad, cierro los ojos y por unos segundos contengo las emociones, mi hermano murió y no estuve para él. Murió y nunca más lo veré. Me recompongo y bajo las escaleras del avión privado.Una comitiva me espera en autos negros, subo a la segunda Hummer como indica el protocolo para encontrarme con la cara de Aurelio Sotomayor, el abogado de mi difunto padre.—Sergio, regio. Imponente como siempre, eres la viva imagen de tu padre, bienvenido.—Aurelio.—Siento mucho lo de tu hermano. Te lo quería decir en persona —se lamenta meneando la cabeza. Su cabello cano y liso se b**e con el movimiento de cabeza.—¿Cómo está el clima en Caracas estos días? —inquiero mirando con interés por la ventana.Aurelio suelta un suspiro quieto seguido de una risa suave.—Fresco, en general fresco. Sabes como es.—Extraño el clima fresco. En Berlín no
Joaquín ha tenido otra pesadilla, me acuesto a su lado en su pequeña cama. Beso su frente y espero a que se duerma. Me abraza tan fuerte que me parte el alma. Es mi tesoro más grande. Lo veo con sus ojitos marrón claro, su piel blanca y su cabello castaño y recuerdo a su padre. Los ojos se me llenan de lágrimas, no puedo creer su suerte.Al padre de mi hijo lo mataron cuando yo tenía cuatro meses de embarazo, y al hombre que lo iba a adoptar lo mataron a unos pocos días de firmar los papeles. El destino de mi pobre hijo es no tener padre.Al menos, no pasamos necesidades ya. Desde que Mauricio llegó a nuestras vidas, nos acostamos con la barriga llena, puedo darle atención médica a mi hijo y tenemos un techo sobre nuestras cabezas. Un techo que pronto no podré mantener, tendremos que mudarnos a un sitio más pequeño.Suena un relámpago que ilumina la habitación, él ya ha cerrado los ojos, sin embargo, se sobresalta. Lo abrazo más a mí y lo beso en la frente. La lluvia no ha cesado, me d