Me he quedado sin aliento, está bellísima y huele muy rico. Juega con sus manos sobre la mesa de la sala de conferencia, me siento frente a ella. Estaba decidido a darle su espacio, pero al ver a los abogados mi corazón se cayó al suelo, para solo recuperarlo cuando los oí decir que ella estaba en la sala de juntas esperando para firmar.—Me alegro de que hayas venido, pero eres bienvenida allá, en la junta con todos.Sonríe de medio lado.—Tengo abogados que se ocupan de eso, además no sé de qué va el asunto, no entiendo nada, mi opinión poco aportaría.—Pero así te vas enterando.—Sergio, si no es necesario, no vale la pena.—¿Qué haces? Te vi en mono quirúrgico cuando fui a tu casa.—Soy enfermera en una clínica de cuidados especiales para adultos mayores.—¿Has pensado montar una clínica tú?Se echa hacia atrás, abre mucho los ojos y niega.—No sé de esas cosas.—Yo, no es que sea un experto, soy arquitecto, no un financiero, pero yo fundé mi propio negocio y mira ahora donde está.
Un año después.Aurelio se acerca y me pasa el billete que compró, es para el tren de la tarde.—¿Se van hoy mismo?—Sí, Amelia. Me gustó pasear por Barcelona, pero debo volver a Alemania, recoger mis cosas, arreglar un asunto de Sergio y regresar a Paris, mis nietas me lo demandan, se supone que allí tendríamos nuestras vacaciones. Deben estar por llegar hoy.—Gracias por estar para el cumpleaños de Joaquín, fue muy importante que estuvieras, eres familia.Sonríe y me abraza.—Feliz de venir, de que me perdonaras, de que…—No menciones eso. Es pasado. Hace tanto ya.Soba mis manos y nos abrazamos de nuevo. Llegamos a casa y él se lanza sobre el sofá con cansancio evidente. Mi hijo está armando un rompecabezas y apenas ha dado el saludo al vernos. Jared prepara postres como loco para su presentación en la escuela de cocina.—Joaquín, ¿No quedaste en que ayudarías a Jared?Alza los hombros.—Él dice que lo evaluarán solo, solo pruebo lo que hace, todo rico, pero engordaré.Me acerco a l
He llegado de nuevo a mi país, pisaré suelo venezolano y no me iré hasta descubrir la verdad, hasta descubrirla a ella. Al salir del avión aspiro el aire de la ciudad, cierro los ojos y por unos segundos contengo las emociones, mi hermano murió y no estuve para él. Murió y nunca más lo veré. Me recompongo y bajo las escaleras del avión privado.Una comitiva me espera en autos negros, subo a la segunda Hummer como indica el protocolo para encontrarme con la cara de Aurelio Sotomayor, el abogado de mi difunto padre.—Sergio, regio. Imponente como siempre, eres la viva imagen de tu padre, bienvenido.—Aurelio.—Siento mucho lo de tu hermano. Te lo quería decir en persona —se lamenta meneando la cabeza. Su cabello cano y liso se b**e con el movimiento de cabeza.—¿Cómo está el clima en Caracas estos días? —inquiero mirando con interés por la ventana.Aurelio suelta un suspiro quieto seguido de una risa suave.—Fresco, en general fresco. Sabes como es.—Extraño el clima fresco. En Berlín no
Joaquín ha tenido otra pesadilla, me acuesto a su lado en su pequeña cama. Beso su frente y espero a que se duerma. Me abraza tan fuerte que me parte el alma. Es mi tesoro más grande. Lo veo con sus ojitos marrón claro, su piel blanca y su cabello castaño y recuerdo a su padre. Los ojos se me llenan de lágrimas, no puedo creer su suerte.Al padre de mi hijo lo mataron cuando yo tenía cuatro meses de embarazo, y al hombre que lo iba a adoptar lo mataron a unos pocos días de firmar los papeles. El destino de mi pobre hijo es no tener padre.Al menos, no pasamos necesidades ya. Desde que Mauricio llegó a nuestras vidas, nos acostamos con la barriga llena, puedo darle atención médica a mi hijo y tenemos un techo sobre nuestras cabezas. Un techo que pronto no podré mantener, tendremos que mudarnos a un sitio más pequeño.Suena un relámpago que ilumina la habitación, él ya ha cerrado los ojos, sin embargo, se sobresalta. Lo abrazo más a mí y lo beso en la frente. La lluvia no ha cesado, me d
La mujer no me parece nada del otro mundo. Apocada, rellena y sin gracia. Su hijo me ha sorprendido. Parece que quería a Mauricio, o lo manipularon para eso. Viven en una casa lujosa, pero sin personal, me pregunto por qué. Ella huele a mantequilla y las manos las tiene llenas de grasa.Es una chica demasiado simple, con el rostro redondo, el cabello de un negro intenso, su piel demasiado blanca, no estaría mal para una noche, pero se ve que no es más que una vulgar cazafortunas.Le sonrío con interés, ella se ve incómoda. Me concentro en el niño, es más fácil así, agarraré a la madre por el vástago. El niño me mira fijamente, parece conmocionado por mi parecido con Mauricio, debí pensarlo mejor antes de aparecerme así en su casa.—Siento lo de Mauricio —dice ella con una débil voz sin atreverse a mirarme.—Igual yo. ¿Cómo se conocieron? —pregunto.Ella aspira aire y sonríe nerviosa, se toca la cara, el cabello, es una mentirosa manipuladora. Tendré que dejarla creer que me creo su pos
Lo veo caminar con su aire de dominio, es muy guapo e imponente, lo sabe y camina como si fuera el dueño del mundo.—Mami, ¿ese señor es hermano de Mauricio?—Sí, mi amor.—¿Y puede ser mi papá? Mauricio iba a ser mi papá.Se me parte el alma. Mi niño quiere un padre. Soy madre soltera, esa es una realidad que él debe aceptar, no hoy, ni mañana, algún día. No puedo aceptar a ningún otro hombre en mi vida, lo hice con Mauricio, y murió, ahora estamos solos de nuevo, yo puedo aceptarlo, aunque fue difícil, pero ver a mi bebé pasar por eso fue devastador.—Vamos, entra. Debo lavarte las manos.Paso hacia el baño con Joaquín y veo el teléfono descolgado. Mantengo mi celular apagado, los abogados como buitres ofrecen su servicio para que termine de quedarme con todo lo de Mauricio, ahora que ha regresado su hermano, menos quiero hacerlo.Lucrecia es cruel, incluso se ha metido con mi hijo, he entendido las amenazas en su tono de voz. Yo no quiero saber nada de ese dinero. Solo quiero estar
La mujer termina de darme el masaje y sé que no quiero levantarme, me espera una dura batalla contra la ambiciosa de Lucrecia, sonrío con los ojos cerrados complacido de saber que tenía la razón, esa cazafortunas está desesperada por ayuda.—¿De qué te ríes? —pregunta Aurelio.—Me llamó, me llamó y me pidió que habláramos, no sé qué le dijiste, pero funcionó.Chasquea la lengua y suspira con pesadez.—No debí, me siento un asqueroso por hacerlo, pero tienes razón, si no me mantengo a tu lado, igual lo harás y será peor, esa chica, te lo digo, no tuvo nada que ver con lo que le pasó a tu hermano, ella ha sido víctima de la situación.—Claro, sí. Cualquier chica, despreciaría una fortuna de setenta millones de dólares, solo porque es muy humilde.Me levanto por fin y me coloco una toalla alrededor de la cintura y me sirvo un whiskey, lo saboreo pensando que será más fácil de lo que pensé, podré con ella, podré con Lucrecia.—Ella no sabe de números, no sabe que es esa cantidad, no quiere
Estoy nerviosa, aunque acepté con miedo, también estoy desesperada, necesito salir de este laberinto familiar y si ese hombre puede ayudarme, al menos lo intentaré, andaré con cuidado por si es lo contrario. Me mantendré con los ojos muy abiertos.Sirvo la merienda de Joaquín y espero a que sea la hora en la que me cité con él. Lo veo comerse sus galletas tarareando unas canciones, inocente de todo lo que pasa a su alrededor, pienso también que todas las decisiones que tome, lo afectarán, debo elegir bien, por su futuro.Cuando se acerca la hora, escucho varios autos, acercarse a la propiedad, me levanto para asomarme por la ventana, es él, se baja de una Hummer negra, viene con más gente, pero estos se quedan en el auto, deben ser sus guardias.Es imponente, alto y bien vestido, aunque viene informal, es guapo, mucho las facciones de su cara parecen talladas a mano. Abro, antes de que toque a la puerta, se sonríe al verme desde la distancia, con los labios cerrados y una mueca que me