La tengo donde la quiero, sabía que el enano me ayudaría a llegar a ella de forma inocente, como quien no quiere. Aquí la tengo sonriéndome más, relajada, seguro pensó cuando llegué que le quitaría lo que bien planeó quedarse, pero ahora que sabe que solo estoy dolido por la muerte de mi hermano, se relaja, ahora le dejaré saber que también puede sacarme más a mí.
Comemos en silencio en medio de miradas furtivas que provoco, le lanzo una mirada intensa mientras come, cuando me mira desvío la vista hacia la ciudad, ella se pone roja y baja la cabeza, tan ensayada. Debe estar acostumbrada a engañar a los hombres con su pose de chica virginal cuando ya trae un niño debajo del brazo que ni se sabe de quién es.
—Mi estudio es muy exitoso. La verdad es que no vivo de la fortuna de mi familia. No me meto en los asuntos de la compañía, pero eso no impide que Lucrecia me quiera fuera.
Ella pone mal semblante cada vez la que nombro. Sonríe forzada y afirma sin mirarme.
—Es una mujer muy dura.
—Una perra cruel —digo.
—¡Por favor! El lenguaje —dice señalando al enano.
—¡Oh! Lo siento, perdóname.
El niño ríe sin levantar la cara.
—Sí, nos ha hecho la vida difícil, por así decirlo.
—Entiendo. Ya no tienes que preocuparte por ella. Yo me ocuparé, te lo dije, ustedes estarán bien.
—Gracias.
Viéndola bien de cerca, con la cabeza más fría y habiendo pensado ya mis planes, debo admitir que es hermosa, tiene un rostro hermoso y es llamativa, está buena, y no creo que esté sola, debo descubrir con quien sale, con quien se ve, quien es el vago con el que anda y que quizás esté detrás de todo. Al dejarla en su casa lo primero que haré será ponerle vigilancia.
Aspiro y suelto el aire para relajarme, mis pensamientos me avasallan, quiero gritarle a la cara que es una m*****a asesina, pero, en cambio, debo sonreírle, ser amable, ser lindo. Decido que después de todo, quizás intente la de seductor de una noche, si cae, adelantaré camino. Esto de salidas, comidas, me aburre.
Termínanos la comida y recorremos el resto del parque nacional, el niño es el que más se divierte, parece que lo tenía encerrado.
—¿Y, tú estás sola?
—Sí, bueno, con Joaquín. Somos nosotros dos.
—¿Amigos?
—No, los dejé en Guanare.
—Guanare, ya, ¿qué hacías allá?
—Estudiaba administración, pero cuando quedé embarazada, pues detuve todo.
—¿El padre del niño?
—Murió.
—Lo siento. ¿Cómo?
Desvía la mirada, sorbe por la nariz y mira al enano.
—Prefiero no hablar de eso.
—Está bien. Es tiempo de volver a la ciudad.
Regresamos a la ciudad, el enano se durmió sobre sus piernas y ella lo lleva abrazado a ella. Lo mira y acaricia con devoción. No lleva las uñas hechas, pero si limpias y en forma. Tiene el cabello demasiado liso, no podría saber si se lo hace, su cutis es lozano, quizás se haga tratamientos. Me cuesta ver que sea una mujer de esas a las que nada le importa, pero la idea me dura medio segundo, recuerdo que así fue como atrapó al tonto de mi hermano.
Me cuenta sobre que quería ser enferma antes, que quiere el mejor futuro para su hijo y que si está decidida a vender la casa de Mauricio, bingo, en medio de una conversación casual, ya me suelta que quiere los tres millones y medio de dólares que cuesta la casa.
—Claro, cuenta conmigo para eso. Y aún eres muy joven, puedes estudiar para ser enfermera, es más, prepara tus papeles hoy, mañana mismo te inscribimos y a Joaquín le pondremos niñera, pero ya.
—No, como crees. No —ríe nerviosa.
—Sí, es más, llamarás a Carmen, siempre trabajó para Mauricio. Ahora puedes pagarles.
Se ve dudosa, necesito ver su reacción, me parece que se deshizo de todos los empleados porque eso le convenía, necesito que estén todos aquí, Carmen me ayudará a vigilarla.
—No sé, tengo que pensarlo.
—Pues piénsalo. Me ilusiona que dediques tus horas a eso y no a llorar a mi hermano por los rincones.
Sé que ella no lo llora, se le nota. Lo confirma su lenguaje corporal cuando desvía la mirada y se toca el cabello mientras mira hacia el piso.
—Eres muy considerado, Sergio, no tienes que hacer esto por nosotros.
—Lo hago porque siento que es lo que mi hermano habría querido.
Se acerca a mí y me abraza, quedo estupefacto, no esperaba contacto físico tan pronto, ella comienza a llorar sobre mi pecho, la rodeo por la cintura con mis manos, me doy cuenta de lo inapropiado que es eso y las subo y la sostengo por la espalda. Su olor es sensual y mezclado con mi perfume impregnado en ella por mi chaqueta, solo pone imágenes salvajes en mi mente.
Se separa, se limpia la cara y niega.
—Lo siento.
Yo también lo sentí, sus pechos contra los míos. Lo que lleva debajo de la ropa sí que promete. La miro paciente esperando a ver qué explicación me dará por su espectáculo.
—Tranquila, te dije que contabas conmigo, incluso para esto.
—Nadie se había ocupado de nosotros, de mí. Se siente bien, pero sospecho que no puedo acostumbrarme, han sido meses de persecución y odio, se siente bien que alguien quiere ayudarme en lugar de hundirme. Rodolfo se equivocó.
—¿En qué?
—Me dijo que el dinero no tiene familia ni amigos, que me esperaba un calvario si no me deshacía de tu hermana ahora.
«Rodolfo, cómo no lo pensé antes».
—Son muy cercanos ustedes.
—Nos llevamos bien. Ahora está en Estados unidos, dijo que volvería pronto, pero no ha vuelto, así que no cuento con nadie.
—Gran amigo, te dejó sola.
—No es su obligación, como no es la tuya.
—Mauricio era mi hermano, es diferente. Yo no te dejaré.
—Gracias.
La abrazo para despedirme, aprovecho de ser ese amigo tocón sin intención, recorro con mis manos su espalda y la miro a los ojos.
—Todo va a estar bien —aseguro—, despídeme del enano.
Ella me sonríe.
Me enciende el olor que desprende su cabello cuando lo mueve. Debe ser una loba en la cama, eso lo comprobaré después. Ahora debo hacer más papeleo para evitar que se quede con todo lo que era de mi hermano.
Al subirme en la Hummer llamo a quien la mantendrá vigilada, aseguro la información y llamo a Aurelio.
—Dime, amo.
—No te portes así conmigo —digo.
—¿Qué quieres?
—Ayúdame a buscarle una escuela de enfermería a la actriz esta, Amelia.
—Por Dios. ¿Qué vas a hacer?
—Ayudarla, no necesitaría el dinero, pero dice que quiere ser enfermera, pues la pondré a estudiar para cumplir sus sueños, a ver si es tan cierto.
—Lo haré, no me queda de otra. —Cuelga resignado.
Busco el teléfono de Rodolfo. Le marco. Atiende tras el primer repique, lo que me causa suspicacia. Habla con ella.
—Sergio. ¿Ya en Venezuela?
—Sí, conocí a la viuda de mi hermano, vengo de verla a ella y al niño —comento.
—Ah, sí —titubea—, buena chica.
—¿Sí, lo es?
—Claro. Sí, bueno. ¿Para qué me llamas?
—Se me hace buena gente, quería ayudarla, me dices entonces que si es de confiar.
—Por supuesto, me parece genial que la ayudes, necesita ayuda, mucha, tu hermana le quiere hacer la vida gris.
—Eso no pasará. La ayudaré.
—Me alegra.
Al terminar la llamada con Rodolfo me queda claro, que o estaba involucrado o sospecha. Debo investigarlo mejor a los dos.
Una semana después.Tengo en mis manos los papeles del instituto tecnológico donde Sergio dice que puedo estudiar. Me hace ilusión, nunca antes me pude ver como estudiante de algo, mis oportunidades estuvieron siempre en la última lista de cosas por conseguir. Me parece una locura, pero no puedo negar que estoy emocionada.—¿Qué es eso, mami?—Papeles de mami, creo que estudiaré de nuevo.—¿Cómo los niños?—No, como los grandes.—¿Me vas a dejar solo?—No, Carmen regresará está semana. Debió dejar su otro empleo para regresar con nosotros.—Sii, mami, sí, yo quiero a Carmen, es mi favorita.—¿Favorita de qué? —inquiero con suspicacia.Se ríe con picardía.—Como una abuelaaaa.—Ummm, ay, muchachito.—Señora, el joven Sergio acaba de llegar —anuncia Matilde, otra de las chicas que Sergio hizo que regresara.Me preocupa el sobresalto y la alegría que siento al oír que llegó. No es que me guste, pero es amable y dulce con nosotros, ha sido un ángel, Ignacio lo adora. Pasan horas jugando, y
Me miro al espejo, cabello perfecto, perfume puesto; me dirijo a vestirme y miro dentro del vestidor en el que camino libremente en bóxer, es muy amplio: camisa negra, chaqueta negra, pantalón negro, lo usaré sin corbata, y dejaré dos botones de la camisa abiertos arriba, todo de Óscar de la renta, decido que eso luciré para mi cuñada viuda.Los zapatos son igual de impecables, todo lo que llevo puesto cuesta más que lo que costó la casa donde ella creció, de pronto se sienta en los muebles de cuero de la casa de mi hermano, mi hermano que ahora está muerto.Debo controlar la irá, la rabia, sentarme con ella a comer y sonreírle, seducirla, no veo la hora de humillarla, dejarle saber que conozco todo su plan y que no le compro su carita de mosca muerta. Me imagino como sedujo a mi hermano, pretendió quedarse con todo, por alguna razón él le estorbó.Salgo de la casa, ya está oscureciendo, ha llovido y los grillos hacen su ruido característico, extrañaba ese sonido de Caracas, de casa: g
Cierro la puerta y me quedo congelada contra ella, repaso mis labios con los dedos, hacía mucho que no sentía lo que sentí con su beso, sus labios sobre los míos, desde que el padre de Joaquín me besó por primera vez, éramos adolescentes, fue un romance juvenil, hermoso, sentía mariposas; la emoción de verlo cada vez, y un temblor en el cuerpo que he vuelto a sentir en los brazos de Sergio.Es una locura, no puedo permitírmelo, es el hermano de Mauricio, mi hijo está por medio, no puedo pensar en esas cosas, ¿enamorarme? Es una locura. Soy madre, me debo a mi hijo, es todo a lo que debo aferrarme.Subo y voy a su cuarto, está dormido aferrado a su almohada. Beso su frente, ver su carita, me calienta el corazón, el alma y me da sosiego, él es mi plan, mi objetivo y mi futuro, nada más.Me meto a la cama y repaso cada conversación con Sergio, suspiro pensando que sí, es muy tentador salir con un hombre como él, guapo, elegante, inteligente, encantador, amable y dulce, el hombre perfecto,
La mirada que me lanza Aurelio es de reproche, me será fácil acostumbrarme a esa mirada. Lucrecia aplaude y sonríe con cinismo.—Me encanta como se hizo la dura y llamo a Aurelio primero, y tú, hermanito, eres todo un actor.—Está hecho, se quería hacer la difícil, pero no tengo tiempo de jugar a eso, puedo ser paciente, con ella no me da la gana —explico.—Te la quieres llevar a la cama, es todo, eres un barbarito —comenta Lucrecia y pone cara de asco.Me levanto del sofá y miro a mi hermana a los ojos.—Tendrás que hacerle la vida imposible, no dejes que salga de un juzgado, llénala de demandas, y quejas.—¿Qué crees que hacía cuando apareciste? Esa mujer no puede entrar a la junta directiva de la compañía, o el vago con el que se case en un futuro. Es más, Sergio, tú deberías casarte con ella, aseguraríamos el patrimonio.—Te adelantas, si tengo que hacerlo, lo hago.—Debo irme, Sergio —interrumpe Aurelio.Lo miro con desconfianza. Lo sigo hasta la salida, me fijo en que Lucrecia no
Termino de empacar las cosas de Joaquín, las chicas me ayudan a bajar las maletas.—Lamento esto, quedarán sin empleo de nuevo —me lamento con ellas.—No se preocupe —responde Carmen—, cuídese, cuide al niño y ojalá que todos estos problemas pasen rápido.—También lo deseo.Voy al comedor donde veo que mi hijo aún no ha tocado la comida, acaricio su cabello y lo beso en la frente.—Mi amor, ¿no te gusta la comida?—¿Por qué tenemos que irnos? No quiero irme.—Mi vida, esta casa es muy grande para los dos. Estaremos bien, lo prometo. Sergio nos prestó su casa mientras buscamos una ¿Qué te parece?Sonríe.—¿La casa de Sergio?—Sí, genial ¿Cierto?Afirma sonriente. Tocan una bocina, es el señor Aurelio, ha llegado por nosotros. Salimos con las maletas, los hombres que vienen con él nos ayudan.—¿Cómo están? —pregunta con expresión serio.—Bien, Joaquín no quería dejar la casa, cuando le expliqué que iríamos a casa de Sergio, lo aceptó mejor.—Le cae bien Sergio, ¿No?—Sí. Dice que es su a
Dos meses después.Me echo a la cama, agotado después de un día largo. Por fin se ha inaugurado el restaurante en el que mi estudio trabajaba, se tomó más de lo esperado, pero ha valido la pena. No puedo descuidar mi trabajo por mi venganza personal, además todo ha ido sobre ruedas.Aurelio instaló a Amelia y a Joaquín en una casa que dispuse para ellos, hablo con ella a diario, Joaquín sigue sus lecciones de alemán, yo me ocupo financieramente de ellos, y tengo suficientemente endulzada a Amelia. Regresaré mañana a Venezuela, a llevar a cabo la segunda parte de mi plan. Me voy quedando dormido, cierro los ojos y dejo que el sueño venza.Me despierto con la alarma. Hoy es el día que regreso por ella, me levanto de la cama y entro al baño, tras una ducha y asear mis dientes, me visto de una vez y recojo mi maleta, debo ir al aeropuerto. Estoy agotado por el trabajo duro de las últimas semanas, espero, además, poder relajarme.Hago una parada en un restaurante cercano, como huevos revuel
Debo estar loca, no puedo creer nada de lo que está pasando, pero mi corazón está hinchado, estoy feliz y no puedo ocultármelo, él es hermoso, atento, dulce, pícaro, sensual, todas las cosas a la vez, nunca soñé con estar con alguien como él, la forma como toca mi cuerpo hace que vibre como no sabía que podía.Nunca habría aceptado a nadie así, pero no puedo resistirme a él, a su boca, a la forma como me mira, a como me toca, a como se ocupa de mí y de mi hijo. Como me motiva a ser mejor. Volví a estudiar y fue por él, de no haber sido por él, tampoco tendría paz, ni un techo sobre la cabeza ahora mismo.—¿De qué te ríes? —pregunta.—Nunca me imaginé con un hombre como tú, siempre pensé que alguien como tú sería presumido, preponte, tonto, prejuicioso.Se echa a reír.—¿Todas esas cosas buenas pensabas de mí?—Sí, lo siento, una no sabe cómo es la gente detrás de sus mansiones y sus camionetas blindadas, y tú además —digo y me callo, él alza mi mentón y me mira a los ojos.—¿Yo qué?—A
Me toca darme una ducha fría, sé que se hace la tonta, pero lo más importante ya pasó. Cayó ante mí, debo tener cuidado, sé que puede estar jugando sus cartas, que no me conviene creer que la tengo donde quiero, porque ella puede estar pensando lo mismo de mí.La verdad no veo la hora de llevármela a la cama, me tenía encendido, su boquita es mucha tentación, debo tener cuidado de no perder de vista mi objetivo, sé que me di permiso de divertirme con ella, pero es peligroso, porque la deseo, no debería desearla, ella me da asco, su cara de mosca muerta, su pose de chica buena, sé que actuaba, la forma como me besaba me lo decía.Debo saber separar las cosas. Debo actuar rápido, no quiero seguir fingiendo que ella me interesa, no quiero escucharla, decir más sus tonterías. Aspiro aire y apago la luz, debo dormir para despertarme al día siguiente con energías, me sentaré con el abogado a ver como impedimos que ella toque el dinero de mi hermano.Al día siguiente, al despertar, tras darme