Marido desconcertado. LA FUGA DE LA ESPOSA REBELDE.
Marido desconcertado. LA FUGA DE LA ESPOSA REBELDE.
Por: Jeda Clavo
Capítulo 1. El secreto de Alicia.

Alicia sostenía la taza de té con delicadeza, observando cómo el líquido ámbar formaba círculos diminutos al girar. La luz del atardecer que atravesaba la ventana del elegante café caía sobre su rostro, pero las grandes gafas de sol que llevaba ocultaban cualquier emoción que pudiera delatarse en sus ojos. 

Frente a ella, Lupita, su mejor amiga desde la infancia, movía la cuchara dentro de su propia taza, creando un tintineo constante que delataba su impaciencia.

—No entiendo por qué insistes en vivir de esa manera —dijo Lupita finalmente, dejando caer la cuchara con un sonido seco—. Tienes una fortuna que cualquier persona envidiaría, pero prefieres esconderte detrás de esas gafas y fingir que no tienes nada, para recibir humillaciones de esa gente —siseó dejando en evidencia su molestia.

Alicia sonrió, aunque la sonrisa apenas rozó sus labios. Bajó la taza y apoyó los dedos en el borde del plato. 

—Es necesario, eso es lo que mi marido cree —respondió con voz tranquila—. Que vengo de una familia pobre y que mis padres están muertos debido a él. No puedo permitir, bajo ninguna circunstancia, que descubra la verdad, de que mis padres supuestamente "muertos" están creciendo en sus negocios en otro país.

Lupita arqueó una ceja, mirando a su amiga con reprobación.

—¿Y por qué sigues permitiendo que lo crea? Si supiera la verdad, no se atrevería a ignorarte y tratarte como lo hace.

Alicia inclinó la cabeza ligeramente, sus labios curvándose en una sonrisa que no llegó a sus ojos. 

—No lo entiendes, Lupita. Lo amo y todo lo que hago es por ese amor que siento por él.

Lupita soltó una risa breve y amarga. 

—¿Amor? —repitió, recargando los codos en la mesa para mirarla directamente—. ¿Llamas amor a lo que él te da? ¡Eso no es amor, Alicia! Perdóname, para mí eso es masoquismo.

Alicia desvió la mirada, observando las pequeñas burbujas que subían a la superficie de su té. 

—Cuando te enamores, te darás cuentas de que, si amas a un hombre, debes mantener siempre su autoestima alta —murmuró—. Incluso…

—¿Incluso qué? —insistió Lupita, inclinándose hacia adelante con curiosidad.

—Incluso usar algunas mentiras —respondió Alicia, levantándose con gracia y alisando la falda de su vestido.

Sin decir más, llamó al camarero con un movimiento de cabeza. Pagó la cuenta rápidamente, ignorando las miradas de las otras personas en el café, y recogió su bolso. 

—Nos vemos después, Lupita, tengo prisa.

Mientras Alicia se alejaba, su amiga se quedó sentada, observándola con una mezcla de frustración y compasión. Alicia, como siempre, se aferraba a sus secretos como un escudo, dejando fuera a cualquiera que intentara penetrar su coraza.

Cuando salió del café, el sol brillaba con fuerza, pero Alicia no se quitó las gafas. Caminó con pasos tranquilos hacia el auto estacionado al otro lado de la calle. Era un vehículo destartalado, de segunda mano, con la pintura deslucida y varias abolladuras en la carrocería. Axel se lo había regalado como una especie de "caridad", aunque lo había disfrazado como un gesto generoso.

Se sentó al volante y encendió el motor, que rugió como un animal herido antes de estabilizarse. Mientras esperaba a que el tráfico avanzara, sus pensamientos comenzaron a vagar. Era su aniversario. Había preparado una cena especial y se había esforzado por crear un ambiente acogedor en la fría casa que compartían. Pero lo que realmente ocupaba su mente era la noticia que debía darle esa noche.

Instintivamente, llevó una mano a su vientre. Era un gesto inconsciente, pero cada vez más frecuente en los últimos días. Cerró los ojos por un momento y suspiró. El peso de lo que tenía que decirle a Axel era abrumador.

El tráfico avanzó lentamente, y Alicia maniobró con cuidado, aunque su mente estaba en otro lugar. Recordaba el día en que se casaron, cuando todavía albergaba la esperanza de que su matrimonio podría ser algo más que un rescate compasivo, aunque pronto había comprendió que todo eso habían sido ilusiones, porque Axel no la amaba en absoluto, e incluso la odiaba por lo que había pasado entre sus padres y él.

Sin embargo, a pesar de todo, ella se había enamorado de él. No sabía en qué momento exacto ocurrió, pero lo aceptó como una verdad innegable. Amaba a Axel, incluso si él nunca le devolvía ese amor.

Mientras pensaba en esto, sus dedos volvieron a posarse en su vientre, como si buscaran consuelo en la pequeña vida que crecía dentro de ella. Esa noche, le diría la verdad. No toda, pero sí la parte que importaba.

Porque aunque Axel la tratara con frialdad, aunque su relación estuviera llena de silencios y heridas no resueltas, Alicia todavía creía en la posibilidad de algo mejor. Creía que este nuevo comienzo podría ser el puente que los conectara, aunque fuera solo un poco.

Esa noche era su aniversario. Y estaba segura de que esa noche, todo cambiaría.

Cuando finalmente llegó a casa, estacionó el auto frente a la entrada y apagó el motor. La casa estaba oscura, como siempre, y el silencio que la envolvía era casi opresivo. Alicia respiró hondo antes de salir del auto, ajustándose las gafas y alisando su vestido una vez más.

Entró al vestíbulo y dejó las llaves en la mesa. El eco de sus pasos resonó en el pasillo mientras se dirigió directamente a la cocina para revisar la cena. Todo estaba en su lugar, desde las velas encendidas hasta los platos perfectamente dispuestos en la mesa. 

De pronto escuchó la risa obsequiosa proveniente del salón de fiesta de la gran casa, frunció el ceño y caminó hacia allí. Como era de esperar, se encontró una mujer con mucho maquillaje sentada en el regazo de su marido y apoyando sus brazos en él.

No importa cuántas veces haya sucedido, estas escenas todavía hacían que ella se sintiera desconsolada y le produjera... náuseas.

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