Un par de meses después.Samuel observó su reflejo en el espejo mientras ajustaba su corbata. No recordaba la última vez que había sentido la necesidad de prepararse con tanto esmero para una cita, pero esta vez era diferente. Clara era la mujer ideal.Desde su primer encuentro, hubo algo en ella que lo atrajo de manera irremediable. Su sonrisa reservada, la calma que transmitía con cada palabra y la manera en que observaba el mundo como si escondiera secretos que solo ella entendía. No era una mujer que se deslumbrara fácilmente, lo supo desde el principio. Y tal vez por eso mismo, sentía la necesidad de demostrarle que valía la pena confiar en él.Inspiró profundamente y tomó las llaves. Hoy quería que todo fuera perfecto.Clara, por su parte, intentaba estar serena, como si esa salida fuera una más, pero su reflejo en el espejo la delataba.Se había cambiado de vestido tres veces, algo poco común en ella. Al final, eligió uno sencillo, de tela fluida y un color que resaltaba la c
El resplandor de las luces flotando en el cielo se reflejaba en los ojos de Clara, quien apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. Su corazón latía con una intensidad que casi le dolía en el pecho.Samuel, aún sujetando su mano con firmeza, se arrodilló frente a ella.—Clara… —Su voz era profunda, pero tenía un leve temblor que delataba su emoción—. Desde el momento en que te vi por primera vez, supe que eras la mujer perfecta para mí. Que eras la clase de mujer con la que vale la pena compartir cada instante, cada sonrisa y cada sueño.Clara sintió cómo sus labios se entreabrían, incapaz de encontrar palabras para interrumpirlo.—He esperado este momento con ansias, pero también con certeza. Porque no tengo dudas de que eres la persona con la que quiero despertar cada día. —Samuel sacó una pequeña caja aterciopelada de su bolsillo, y lo abrió, dejando ver el hermoso anillo de diamantes.Los murmullos entre los demás comensales que se habían asomado para ver el espectáculo de dr
El amanecer tiñó el cielo de tonos dorados cuando Samuel se levantó para llevarla. Aunque ella tenía pereza de levantarse, quería llegar a su casa antes de que llegara su hermano.Una hora después, Samuel estacionó el auto frente a la casa que Clara compartía con su madre y Guillermo antes de mudarse con Stella.La ciudad ya se había despertado, el aire de la mañana estaba impregnado de la fragancia fresca de los árboles y la promesa de un nuevo día.Clara, aún con la emoción de la noche anterior latiendo en su pecho, se giró para mirar a Samuel. Sus ojos se encontraron en un instante que se sintió eterno.—Gracias por todo, me encantó —susurró ella, apretando ligeramente su mano.Samuel sonrió y llevó su mano a sus labios, depositando un beso suave en su piel.—No tienes que agradecerme nada —murmuró—. Eres mi futura esposa. Mi única tarea es hacerte feliz. No tienes idea de la emoción que tengo al saber que me aceptaste en tu vida.Clara sintió una calidez expandirse en su pecho. To
El sonido de las olas rompiéndose suavemente contra la orilla creaba una melodía hipnótica. El sol del atardecer teñía el cielo de tonalidades doradas y naranjas, mientras la brisa marina traía consigo la fragancia salada del océano.Stella y Guillermo caminaban descalzos por la arena húmeda, con los dedos entrelazados. Era su luna de miel, un viaje soñado después de la boda. Decidieron llevar a los niños con ellos, con la ayuda de una niñera, para no separarse ni un solo día.—No puedo creer que ya estamos aquí —susurró Stella, contemplando el horizonte—. Todo ha pasado tan rápido…Guillermo sonrió, mirándola con devoción.—¿Te arrepientes?Stella giró la cabeza y lo miró con incredulidad.—Por supuesto que no —respondió con suavidad—. ¿Cómo podría?Guillermo le acarició el rostro, deslizando los dedos por su mejilla con ternura.—No sabes cuánto me alegra escuchar eso. Porque yo tampoco cambiaría nada —su voz era firme, pero en sus ojos había algo más—. No importa lo que pase, Stell
El aire era denso. La tensión se extendía como un manto invisible, cuando el hombre con un movimiento se removió, aún jadeante y con las marcas de los golpes en el rostro, bajo el agarre de los guardias. Sin embargo, su instinto de supervivencia era más fuerte, en un solo movimiento, pateó con fuerza el suelo, creando el impulso necesario para zafarse del agarre de uno de los guardias. Su codo impactó con brutalidad en la mandíbula del otro, logrando liberarse.Los ojos de Guillermo se encendieron con furia.—¡Deténganlo! —bramó, pero el hombre ya se había echado a correr.Guillermo no lo pensó dos veces y corrió tras él.Mientras el otro corría con la desesperación de un animal acorralado, moviendo las piernas con torpeza mientras zigzagueaba entre los callejones que rodeaban el hotel. Sin embargo, Guillermo estaba entrenando en persecución, sus pasos eran precisos, su cuerpo impulsado con una fuerza calculada, no en vano había sido soldado del ejército.Los latidos de su corazón r
Tres años después. El tiempo pasó volando. Antes de que se dieran cuenta, ya habían transcurrido dos años desde aquel incidente en la playa. La mansión Thorne estaba iluminada y llena de risas. Era el cumpleaños número tres de los mellizos de Axel y Alicia, y toda la familia se había reunido para celebrar. En el jardín, decorado con globos y serpentinas, los niños correteaban entre risas. Leonel, con su cabello oscuro y ojos penetrantes como los de su padre, perseguía a su hermana Celia, quien había heredado la dulzura en la mirada de Alicia. Hope, ahora una niña de tres años, jugaba con ellos, su risa melodiosa llenando el aire y Matías tenía cinco. Stella la observaba con una sonrisa, apoyada en el hombro de Guillermo. —¿Quién diría que después de todo lo que pasamos, estaríamos aquí? —murmuró Stella. Guillermo besó su frente con ternura. —Yo siempre lo supe. Estábamos destinados a esto. No lejos de allí, Clara ayudaba a Samuel a colgar un cartel de "Feliz cumpleaños". Su vie
Alicia sostenía la taza de té con delicadeza, observando cómo el líquido ámbar formaba círculos diminutos al girar. La luz del atardecer que atravesaba la ventana del elegante café caía sobre su rostro, pero las grandes gafas de sol que llevaba ocultaban cualquier emoción que pudiera delatarse en sus ojos. Frente a ella, Lola, su mejor amiga desde la infancia, movía la cuchara dentro de su propia taza, creando un tintineo constante que delataba su impaciencia. —No entiendo por qué insistes en vivir de esa manera —dijo Lola finalmente, dejando caer la cuchara con un sonido seco—. Tienes una fortuna que cualquier persona envidiaría, pero prefieres esconderte detrás de esas gafas y fingir que no tienes nada, para recibir humillaciones de esa gente —siseó dejando en evidencia su molestia. Alicia sonrió, aunque la sonrisa apenas rozó sus labios. Bajó la taza y apoyó los dedos en el borde del plato. —Es necesario, eso es lo que mi marido cree —respondió con voz tranquila—. Que vengo de
Parecía que eso era una situación de nunca acabar, y a pesar de eso no pudo evitar sentir como si el aire hubiese sido arrancado de sus pulmones. Axel, se veía aparentemente cariñoso mientras la mujer lo envolvía con sus brazos, mientras estaban rodeados de algunos de los amigos de su marido.Una mezcla de emociones la atravesó, asco, rabia y sintió un dolor en su pecho. Se mareó y se aferró al marco de la puerta, para no tambalearse. Entretanto, la mujer, en el regazo de Axel, se levantó y se giró hacia ella con una expresión altiva al notar su presencia. Sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y desafío.—¡Oh! Mírenla, la señora finalmente decidió aparecer —dijo Brenda, con una sonrisa despectiva.Alicia respiró profundamente para contenerse. Sus manos temblaban, pero su rostro permanecía imperturbable. Dio un paso hacia adelante, clavando sus ojos en Brenda antes de hablar con un tono helado.—Gracias por tu servicio esta noche. Parece que mi esposo quedó muy satisfech