Axel se detuvo en seco. Los murmullos de sus amigos desaparecieron en el eco del salón cuando giró lentamente sobre sus talones. Su mirada, helada y cargada de una autoridad incuestionable, se clavó en Alicia.
—¿Qué dijiste? —preguntó, su tono bajo, pero con un filo cortante que hacía que cualquier persona retrocediera, excepto Alicia. Ella levantó la barbilla, sosteniendo su mirada con una frialdad que no sentía del todo, pero que había aprendido a fingir. Sabía que cualquier muestra de debilidad solo lo alimentaría. —Dije que, al menos, deberías elegir mejor. Siento que tu visión y tus gustos empeoran cada vez más y para ser un miembro de la familia Thorne, es patético. Un murmullo ahogado surgió entre los amigos de Axel. Nadie se atrevía a hablarle de esa manera. Sin embargo, Alicia no apartó la mirada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero también sabía que Axel no soportaba los desafíos. Era un hombre que, aunque no conocía la empatía, encontraba placer en dominar. Efectivamente, sus palabras lo hicieron reaccionar. Los dedos de Axel se tensaron alrededor de la copa de vino que tenía en la mano. Sus nudillos se volvieron blancos, y un segundo después, el cristal se estrelló contra el espejo de la pared, haciéndolo añicos. Los fragmentos cayeron al suelo en un caos brillante que reflejaba la rabia que ardía en él. El salón quedó en silencio absoluto. Los amigos de Axel retrocedieron, pero Alicia se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho. Antes de que pudiera reaccionar, Axel cerró la distancia entre ellos en dos pasos largos. Su mano se cerró sobre la barbilla de Alicia, forzándola a levantar el rostro hacia él, y se lo pellizcó con fuerza. —Tú, una persona tan insignificante de clase baja, que no tiene un centavo y depende de mí para mantenerte, ¿cómo te atreves a hablarme así? —gruñó. Sus ojos, oscuros y llenos de furia, eran como un abismo que amenazaba con consumirla. El dolor del pellizco era insignificante comparado con el peso de sus palabras. Alicia contuvo la respiración, negándose a apartar la mirada. En el fondo de su corazón, sentía que cada una de sus palabras era un recordatorio cruel de por qué se había casado con ella. —Si no te hubiera acogido, habrías estado viviendo en la calle, como una mendiga. ¿No sabes lo que es ser agradecida? —Axel presionó aún más su barbilla, como si quisiera grabar esas palabras en su piel. Alicia no respondió. Su silencio no era resignación, sino una forma de protegerse. Sus ojos, que antes habían reflejado vulnerabilidad, ahora eran un escudo. Lo miró fijamente, sin derramar una sola lágrima. Axel podía decir lo que quisiera, pero ella no le daría la satisfacción de verla romperse. Molesto por su falta de reacción, Axel soltó su barbilla con un movimiento brusco. Dio un paso hacia atrás, intentando recobrar el control que sentía resbalándose entre sus dedos. —Hablarme de esa manera... —murmuró, más para sí mismo que para ella, mientras pasaba una mano por su cabello, intentando calmarse. Pero no se calmó. La furia seguía burbujeando bajo su piel, y Alicia lo sabía. Por eso, cuando él se giró hacia ella de nuevo, su corazón dio un vuelco. Axel se acercó, esta vez con una determinación oscura en su mirada. Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, la tomó por la muñeca y la arrastró fuera del salón sin ninguna contemplación. —¡Axel, suéltame! —protestó Alicia, pero él no se detuvo. Su agarre era firme, doloroso, al parecer no tenía ningún reparo en hacerle daño. Los amigos de Axel no se atrevieron a intervenir. Sabían que enfrentarse a él era un error, y ninguno de ellos estaba dispuesto a arriesgarse. Axel llevó a Alicia a la habitación principal. Cerró la puerta con un golpe seco y la empujó hacia la cama. Alicia se tambaleó, pero logró recuperar el equilibrio antes de caer. Lo miró con desafío, aunque su corazón latía con fuerza. —¿Qué estás haciendo? —exigió, su voz temblando ligeramente. Axel no respondió. Se acercó a ella, y sin decir una palabra, la hizo caer sobre la cama. La despojó de la ropa, sus movimientos eran bruscos, carentes de cualquier delicadeza. Alicia intentó resistirse, pero él era demasiado fuerte. No había espacio para la ternura en los gestos de Axel esa noche. Alicia cerró los ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con escapar. El peso de Axel sobre ella era abrumador, sofocante. Sus manos ásperas recorrían su cuerpo sin gentileza, como si quisiera marcarla, recordarle que le pertenecía. Ella sabía que esto no era amor. Era poder, dominación, una demostración cruda de quién estaba al mando. Axel la tomaba con una urgencia frenética, sin preocuparse por su placer o comodidad. Cada embestida era un recordatorio de su posición, de su vulnerabilidad, sin embargo, su cuerpo se sentía atraído por sus movimientos. Alicia se mordió el labio para no gemir, negándose a darle la satisfacción de saber que, a pesar de todo, su cuerpo respondía a él. Cerró los ojos con fuerza, intentando abstraerse de la situación, pero el aroma de Axel, mezclado con el sudor y el whisky, la envolvió por completo. Terminó gimiendo tras cada arremetida de su esposo, sin poder contener el calor que corría por sus venas, avergonzada de su propia debilidad. Sus uñas se clavaron en la espalda de Axel, dejando marcas rojas sobre su piel bronceada. Alicia sabía que esto estaba mal, que debería apartarlo, gritarle que se detuviera, pero su cuerpo la traicionaba una vez más. Axel gruñó en su oído, su aliento caliente contra su cuello, pero no pudo entender sus palabras. ¿Es esto lo que quieres?, se preguntó Alicia en su mente, “¿Provocarlo deliberadamente para que te llevara a la cama a tener intimidad sexual con él?” “Deberías decirle que ya no sientes nada por él, y ¡Dejarlo sufrir por ello!”, pero las palabras se ahogaron en su garganta, reemplazadas por gemidos de placer que no podía contener. Con cada embestida, Alicia sentía que una parte de su resolución se desmoronaba. Había jurado que esta sería la última vez, que después de esta noche lo dejaría para siempre. Pero en el fondo de su corazón, sabía que era una mentira. Siempre volvería a él, atrapada en este ciclo tóxico de pasión y dolor. Para Alicia, a pesar de todo, fue una noche marcada por la frialdad y la distancia emocional que siempre había existido entre ellos. Sin embargo, en medio de ese torbellino de sensaciones, Alicia pensó en el bebé que llevaba en el vientre, era un regalo que ella y Axel tuvieron juntos y no pudo evitar pensar que eso podría cambiar las circunstancias. Cuando todo terminó, Axel se levantó sin decir una palabra, se vistió rápidamente —Axel, tengo algo que… —No me importa. El hombre se alejó muy rápido y no le dio oportunidad a Alicia de mencionar a la pequeña vida que crecía en su vientre.Alicia se despertó con los primeros rayos del amanecer que se filtraban a través de las cortinas. La habitación estaba fría y silenciosa, un reflejo perfecto de la ausencia de Axel. Miró hacia el lado de la cama que él solía ocupar, pero no estaba. No había regresado. No era una sorpresa. Había pasado tantas noches vacías como esta que ya había aprendido a no esperar su regreso.Con un suspiro, se levantó y se envolvió en una bata de seda. Caminó hasta el ventanal, mirando hacia el jardín que estaba cubierto por una ligera neblina matutina. La vista le daba una extraña sensación de paz, pero su mente estaba lejos de estar tranquila. Recordando los eventos de la noche anterior, apretó los puños con determinación.Caminó hacia la mesita donde había dejado su teléfono. Marcó un número que tenía memorizado y esperó con paciencia mientras el tono sonaba.“Buenos días, señora Alicia” respondieron al otro lado de la línea.—Necesito que investigues a Brenda Smith —dijo sin preámbulos, su vo
Mientras Axel se giraba para salir, Alicia lo observó fijamente, con pensamientos oscuros cruzando por su mente. Stella no era una buena mujer. Había sido siempre arrogante y prepotente, utilizando su posición como hermana de Axel para justificar su comportamiento. Alicia recordó cómo, en el pasado, la empresa de sus padres había enviado gente a cobrar las deudas que el novio de Stella había acumulado, y todo había terminado en tragedia, cuando Stella perdió el hijo que esperaba.Ella, para vengarse, le lloró a su hermano, quien, furioso, convencido de que sus padres eran responsables del aborto espontáneo de su hermana, utilizó su influencia para hundir la empresa familiar de sus padres. Fue un golpe devastador. La reputación de los padres de Alicia quedó hecha añicos, rodeada por un gran escándalo y acusaciones legales que llevaron a los medios a perseguirlos sin descanso. En ese momento, todos pensaron que los padres de Alicia se habían quitado la vida debido a la presión, pero e
Stella ignoró por completo la mano que Alicia le extendió en un intento de cordialidad. Con una actitud altiva, le pasó a un lado y se dirigió directamente hacia la habitación que Axel había preparado para ella. Axel siguió a su hermana sin decir nada, dejando a Alicia sola en el vestíbulo con un nudo en el estómago.Dentro de la habitación, Stella se giró hacia su hermano, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza fingida y determinación.—Hermano, ¿por qué sigues con esa mujer? —preguntó con voz temblorosa, intentando sonar dolida—. Ella y sus padres son las peores personas del mundo, están cortados todos con el mismo patrón. ¡No me gusta! ¡Deberías divorciarte de ella!Axel cerró la puerta tras él y cruzó los brazos, observándola con una mezcla de cansancio e incredulidad.—Hermana, creo que primero deberías ocuparte de tus propios asuntos, antes de meter tus narices en las mías, Stella. ¿Quién es el padre del bebé? —preguntó, sin rodeos, su tono helado y directo.Stella inmediata
Axel salió de la sala dejando a Alicia sola. Su expresión no mostraba ningún signo de las emociones que lo atravesaban, pero una vez fuera, sacó su teléfono y marcó un número con rapidez.—Necesito que los cinco mejores chefs y las cinco mejores mujeres de servicio lleguen a mi casa lo antes posible —dijo directamente, sin molestarse en saludar. Tras recibir una confirmación inmediata, colgó sin más y guardó el teléfono en su bolsillo.Mientras tanto, Stella se había acercado a Alicia, quien aún estaba en la sala tratando de calmar su mente tras la última discusión. Stella, con su habitual arrogancia, se cruzó de brazos y comenzó a hablar en un tono que destilaba desprecio.—No entiendo cómo mi hermano sigue soportándote. Eres una muerta de hambre, Alicia. No tienes nada que ofrecerle, y tarde o temprano me encargaré de que se divorcie de ti y te vayas de esta casa.Alicia la miró fijamente, pero no respondió. Sabía que enfrentarse a Stella solo empeoraría las cosas. Sin embargo, la
Stella que estaba recostada en su cama, escuchó el ruido de pasos y un alboroto en el pasillo. Curiosa, abrió la puerta de su habitación y se encontró con una fila de nuevos sirvientes alineados, esperando instrucciones. Al verlos, sonrió con satisfacción. Estaba convencida de que Axel los había contratado para cuidarla a ella. “Por supuesto”, pensó, “mi hermano siempre me trata como a una reina”, pensó mientras sonreía de manera maliciosa.Con un aire de superioridad, Stella avanzó hacia ellos, pero cuando vio a Axel aparecer al final del pasillo, corrió hacia él emocionada, agarrándolo del brazo y llevándolo frente a su puerta.—¡Sabía que mi hermano era el mejor! —exclamó con un tono triunfante, mientras sus ojos se llenaban de falsa gratitud—. ¡Sabía que siempre cuidarías de mí!Axel, sin embargo, no mostró ninguna reacción emocional. Su rostro se mantuvo impasible mientras se zafaba de su agarre con un movimiento brusco. Sus pasos firmes dejaron a Stella atrás, confundida, mient
Alicia se sentó en el borde de su cama, sosteniendo el teléfono con una mano, mientras con la otra jugaba distraídamente con el borde de su bata luego de ducharse. Había llamado a Lupita, su mejor amiga, en busca de consuelo. La voz de ella era suave, intentando calmarla, tras escuchar todo lo que había ocurrido.—Tal vez, Alicia… él realmente quiso salvarte a ti. Algunos hombres simplemente no saben cómo expresarse y creo que él tuyo es de esos, de pocas palabras —dijo Lupita tras un silencio reflexivo.Alicia frunció el ceño, recordando la mirada que había captado en los ojos de Axel momentos antes de que se llevara a Stella en brazos. Había algo allí, una preocupación genuina, algo que no cuadraba con su habitual frialdad. Esa duda comenzó a instalarse en su mente, confundiéndola.—¿De verdad crees eso, Lupita? —preguntó Alicia, su voz cargada de escepticismo, aunque también de un poco de esperanza.—¿Conoces la forma más efectiva de comprobar si un hombre te ama o no? —dijo Lupit
Axel escuchó la voz del guardaespaldas al otro lado de la línea, informándole de la escena en el restaurante. Al terminar la llamada, una ira indescriptible lo invadió. Su rostro se oscureció como una tormenta, y con un movimiento brusco lanzó el teléfono contra la pared, destrozándolo en decenas de pedazos.Se levantó de su silla de golpe, haciéndola caer de manera ruidosa en el suelo, con sus movimientos firmes y cargados de energía contenida. Salió de la oficina con pasos largos y rápidos, sin mirar a nadie. Cuando cruzó por el área común, su asistente intentó detenerlo para discutir un asunto urgente, pero Axel solo ladró una orden—Quiero un nuevo teléfono en mi escritorio antes de que vuelva. Y no me molesten.Su voz helada y cortante dejó al asistente paralizado mientras Axel desaparecía en dirección al ascensor. No le importaba lo que estaba dejando pendiente. Su única prioridad era llegar al restaurante y enfrentar la situación que lo estaba enloqueciendo.El estacionamient
La paciencia de Alicia había llegado a su límite. Habían pasado horas desde que llegó al restaurante, y Axel no había aparecido. La conversación con Lupita y Chad había perdido su gracia, y su frustración solo había crecido con cada minuto que pasaba. Finalmente, dejó el tenedor sobre el plato con un golpe seco y miró a sus acompañantes.—Esto es ridículo. Vamos a un lugar más animado. Necesito despejarme —susurró, cruzando los brazos con determinación.Lupita la miró con preocupación.—Pero Alicia, ¿estás segura? No puedes beber, y... bueno, Axel podría enfadarse si se entera de que te fuiste por allí.Alicia soltó una risa amarga, al mismo tiempo que se encogía de hombros.—¿Enfadarse? Parece que no le importa lo que haga. Quizás debería darle una razón para molestarse. Vamos, aunque si no quieren venir conmigo, puedo irme sola —sentenció decidida.Sin darles tiempo a replicar, Alicia se levantó y ellos caminaron detrás de ella, mientras se dirigía hacia la salida. Chad, con su act