Mientras Axel se giraba para salir, Alicia lo observó fijamente, con pensamientos oscuros cruzando por su mente. Stella no era una buena mujer. Había sido siempre arrogante y prepotente, utilizando su posición como hermana de Axel para justificar su comportamiento.
Alicia recordó cómo, en el pasado, la empresa de sus padres había enviado gente a cobrar las deudas que el novio de Stella había acumulado, y todo había terminado en tragedia, cuando Stella perdió el hijo que esperaba. Ella, para vengarse, le lloró a su hermano, quien, furioso, convencido de que sus padres eran responsables del aborto espontáneo de su hermana, utilizó su influencia para hundir la empresa familiar de sus padres. Fue un golpe devastador. La reputación de los padres de Alicia quedó hecha añicos, rodeada por un gran escándalo y acusaciones legales que llevaron a los medios a perseguirlos sin descanso. En ese momento, todos pensaron que los padres de Alicia se habían quitado la vida debido a la presión, pero eso no era cierto. Habían hecho creer que murieron y habían comenzado de nuevo, en otro país, lejos de las miradas indiscretas. Sin embargo, Axel nunca lo supo. Creyó durante todos estos años que había sido indirectamente responsable de sus muertes. Ya sea por culpa o venganza, la buscó y al encontrarla se casó con ella. Pero para Alicia, las cosas habían tomado un giro diferente. En un principio, el matrimonio había sido una imposición, una forma de ayuda, sin embargo, con el tiempo, sus sentimientos cambiaron. Se había enamorado de su esposo, a pesar de su frialdad, a pesar de su desprecio. Había esperado, contra toda lógica, que ese corazón helado pudiera derretirse algún día, lo cual hasta ese momento no había sucedido. Ahora, sin embargo, las palabras de Axel resonaban en su mente. Stella estaba embarazada. Una vez más, la sombra de su cuñada caía sobre su matrimonio. Alicia apretó los puños con fuerza. No podía permitir que esa mujer, que tanto daño había causado, continuara arruinando su vida. Se apresuró tras Axel antes de que pudiera salir. —¿Tu hermana está embarazada y su hombre la abandonó otra vez? —preguntó, con un tono deliberadamente desafiante. Axel se detuvo de golpe. Giró lentamente para mirarla, sus ojos encendidos con una furia que parecía a punto de desbordarse. —¿Qué acabas de decir? —Su voz era baja, pero cada palabra estaba cargada de amenaza. Alicia no retrocedió. Había soportado demasiado para seguir guardando silencio. —Es la verdad, ¿no? Stella no cambia. Siempre se mete en problemas y luego espera que tú la rescates. ¿Por qué su marido no le ofrece dónde vivir? ¿Por qué tienes que ser tú quien le dé techo y sobre todo que quiera echarme para venir? Así como se busca maridos, que estos se encarguen de responderle. El golpe fue rápido y brutal. La mano de Axel conectó con la mejilla de Alicia antes de que pudiera reaccionar. El sonido resonó en la habitación, seguido de un silencio absoluto. Alicia llevó una mano a su mejilla ardiente, con los ojos llenos de incredulidad y dolor. Era la primera vez que la golpeaba, nunca pensó que se atrevería a hacerlo. —Si no controlas tu boca —gruñó Axel—, serás más miserable que simplemente salir de esta casa. Alicia se tambaleó hacia atrás, aturdida por el golpe. El dolor pulsaba en su mejilla, pero era insignificante comparado con el dolor en su corazón. Nunca, en todos estos años, Axel la había golpeado físicamente. Este era un nuevo nivel de crueldad que ella no había anticipado. Sintió que algo se rompía dentro de ella. No solo estaba desconsolada por el golpe, sino por lo que representaba. Como su esposa, no solo tenía que lidiar con las amantes de su marido, sino que también era menos valorada que una hermana arrogante y sin modales. En ese momento, sintió cuán insignificante era para Axel, cuán poco significaba en su vida. Las lágrimas amenazaban con caer, pero se negó a darle esa satisfacción. En cambio, levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Axel. Lo que vio allí la sorprendió, aunque fue tan breve que creyó imaginárselo, un destello de algo que parecía remordimiento, rápidamente reemplazado por su habitual frialdad. En ese momento, sus pensamientos se dirigieron al niño en su vientre. —Esta es mi casa —dijo con firmeza, a pesar de la lágrima que amenazaba con rodar por su mejilla—. No me iré, esposo. Y tengo una noticia importante para contarte. Axel alzó una ceja, pero antes de que pudiera responder, el sonido del timbre interrumpió la tensión. Alicia se giró hacia la puerta, con enfado. Sin decir una palabra más, Axel se dirigió hacia la puerta principal, dejando a Alicia sola en el comedor, aún conmocionada por lo que acababa de suceder. Alicia escuchó voces en el vestíbulo, una de ellas inconfundiblemente femenina. Su corazón se aceleró cuando reconoció a quién pertenecía. Stella. La hermana de Axel había llegado antes de lo esperado. Con pasos vacilantes, Alicia se acercó al vestíbulo, deteniéndose en el umbral para observar la escena que se desarrollaba frente a ella. Axel abrazaba a Stella, quien lucía visiblemente agotada y angustiada. Sus ojos estaban hinchados, como si hubiera estado llorando durante horas. —Oh, Axel, gracias a Dios que estás aquí, —sollozó Stella, aferrándose a su hermano como si fuera un salvavidas. —No sabía a dónde más ir. Axel la sostuvo con firmeza, su rostro una máscara de preocupación fraternal que Alicia nunca había visto dirigida hacia ella. —Está bien, Stella. Estás a salvo aquí, esta es tu casa. Fue entonces cuando Stella notó la presencia de Alicia. Sus ojos se entrecerraron, y una mueca de disgusto cruzó su rostro. —¿Qué hace ella aquí todavía? Pensé que te habías encargado de eso, Axel. Alicia sintió que la sangre le hervía ante el tono despectivo de Stella, pero antes de que pudiera responder, Axel intervino. —Alicia estaba a punto de irse, —dijo Axel, lanzando una mirada de advertencia a su esposa. —¿No es así, Alicia? La tensión en el aire era palpable. Alicia miró a Axel, luego a Stella, y finalmente de vuelta a su esposo. No iba a ser expulsada de su propia casa, no iba a permitir que la trataran como si fuera prescindible. —¡No! —dijo Alicia, su voz firme a pesar del temblor en sus manos. —No me voy a ninguna parte. Esta es mi casa tanto como la tuya, Axel. Stella jadeó, indignada, mientras Axel daba un paso amenazador hacia Alicia. Aunque ella no retrocedió. En cambio, Alicia se volvió hacia Stella y le tendió una mano. —Bienvenida a la casa de tu hermano, cuñada —pronunció con una sonrisa en su cara.Alicia sostenía la taza de té con delicadeza, observando cómo el líquido ámbar formaba círculos diminutos al girar. La luz del atardecer que atravesaba la ventana del elegante café caía sobre su rostro, pero las grandes gafas de sol que llevaba ocultaban cualquier emoción que pudiera delatarse en sus ojos. Frente a ella, Lupita, su mejor amiga desde la infancia, movía la cuchara dentro de su propia taza, creando un tintineo constante que delataba su impaciencia.—No entiendo por qué insistes en vivir de esa manera —dijo Lupita finalmente, dejando caer la cuchara con un sonido seco—. Tienes una fortuna que cualquier persona envidiaría, pero prefieres esconderte detrás de esas gafas y fingir que no tienes nada, para recibir humillaciones de esa gente —siseó dejando en evidencia su molestia.Alicia sonrió, aunque la sonrisa apenas rozó sus labios. Bajó la taza y apoyó los dedos en el borde del plato. —Es necesario, eso es lo que mi marido cree —respondió con voz tranquila—. Que vengo d
Parecía que eso era una situación de nunca acabar, y a pesar de eso no pudo evitar sentir como si el aire hubiese sido arrancado de sus pulmones. Axel, se veía aparentemente cariñoso mientras la mujer lo envolvía con sus brazos, mientras estaban rodeados de algunos de los amigos de su marido.Una mezcla de emociones la atravesó, asco, rabia y sintió un dolor en su pecho. Se mareó y se aferró al marco de la puerta, para no tambalearse. Entretanto, la mujer, en el regazo de Axel, se levantó y se giró hacia ella con una expresión altiva al notar su presencia. Sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y desafío.—¡Oh! Mírenla, la señora finalmente decidió aparecer —dijo Brenda, con una sonrisa despectiva.Alicia respiró profundamente para contenerse. Sus manos temblaban, pero su rostro permanecía imperturbable. Dio un paso hacia adelante, clavando sus ojos en Brenda antes de hablar con un tono helado.—Gracias por tu servicio esta noche. Parece que mi esposo quedó muy satisfech
Axel se detuvo en seco. Los murmullos de sus amigos desaparecieron en el eco del salón cuando giró lentamente sobre sus talones. Su mirada, helada y cargada de una autoridad incuestionable, se clavó en Alicia.—¿Qué dijiste? —preguntó, su tono bajo, pero con un filo cortante que hacía que cualquier persona retrocediera, excepto Alicia.Ella levantó la barbilla, sosteniendo su mirada con una frialdad que no sentía del todo, pero que había aprendido a fingir. Sabía que cualquier muestra de debilidad solo lo alimentaría.—Dije que, al menos, deberías elegir mejor. Siento que tu visión y tus gustos empeoran cada vez más y para ser un miembro de la familia Thorne, es patético.Un murmullo ahogado surgió entre los amigos de Axel. Nadie se atrevía a hablarle de esa manera. Sin embargo, Alicia no apartó la mirada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero también sabía que Axel no soportaba los desafíos. Era un hombre que, aunque no conocía la empatía, encontraba placer en dominar.Efectivamen
Alicia se despertó con los primeros rayos del amanecer que se filtraban a través de las cortinas. La habitación estaba fría y silenciosa, un reflejo perfecto de la ausencia de Axel. Miró hacia el lado de la cama que él solía ocupar, pero no estaba. No había regresado. No era una sorpresa. Había pasado tantas noches vacías como esta que ya había aprendido a no esperar su regreso.Con un suspiro, se levantó y se envolvió en una bata de seda. Caminó hasta el ventanal, mirando hacia el jardín que estaba cubierto por una ligera neblina matutina. La vista le daba una extraña sensación de paz, pero su mente estaba lejos de estar tranquila. Recordando los eventos de la noche anterior, apretó los puños con determinación.Caminó hacia la mesita donde había dejado su teléfono. Marcó un número que tenía memorizado y esperó con paciencia mientras el tono sonaba.“Buenos días, señora Alicia” respondieron al otro lado de la línea.—Necesito que investigues a Brenda Smith —dijo sin preámbulos, su vo