CAPÍTULO 44

—¿Qué? No, tú vas a irte conmigo. No quiero dinero, quiero que tú estés conmigo, Salvatore. Vamos, vámonos por favor.

Se me arrugó el corazon con desespero.

En ese momento, una ráfaga de disparos atravesó el cristal de la ventana de la sala, y la silla en donde ella solía sentarse salió volando.

Roxanne gritó desesperada y se abalanzó sobre mí. Ambos caímos al piso.

—¡Salvatore, salgamos de aquí! —La pobre estaba tan desesperada que me sentía una mierda por no protegerla como debía.

Me levanté rápidamente y, a lo lejos, vi a Renato, apuntando directo a la mansión con una metralleta. Nuestros ojos se encontraron y disparó. Hice lo mismo, y el enfrentamiento fue certero, pero ninguno de los tiros alcanzó al otro.

—Corre, Roxanne, corre hacia la cocina. Ahí está la salida hacia el helicóptero.

—No, vamos juntos.

—¡Roxanne, maldita sea! ¡Por favor! ¡Corre! ¡Corre, Roxanne!

Roxanne salió corriendo lo más rápido que pudo, atravesando el pasillo ilesa. Mientras tanto, yo mantenía la vista fi
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