Salvatore Gianluca Ante la petición de Roxanne, decidí respetar su voluntad. Por mis malditos caprichos, ella había perdido a nuestro hijo. Ya no me importaba si era hijo de Renato o mío; lo único que realmente importaba en este momento era que ella debía sanar y ser feliz, y yo no iba a impedírselo por mis propios deseos egoístas.Regresé a la cabaña, ese lugar oscuro, frío y desolado, que por ahora era mi refugio. La verdad, ni siquiera tenía ánimos de buscar un espacio lleno de lujos, aunque mi mundo me ofreciera infinitas posibilidades. El dinero no podía darme la satisfacción que significaba haber tenido a Roxanne en mis brazos.Encendí un cigarrillo y le di una larga calada. Durante el tiempo que ella estuvo conmigo, había evitado fumar, pero ahora, al menos, calmaba un poco mi ansiedad. Me senté en la silla donde estuvimos juntos por última vez y noté que, en el suelo, al lado, estaba el monchichi. Sentí un nudo en el estómago. Lo recogí, apreté la felpa entre mis manos, y el
Cada imagen era más desgarradora que la anterior, y lo peor fue llegar a aquella donde el diminuto cuerpo inerte de mi hijo no nacido yacía sobre la fría bandeja de la sala de cirugía, donde atendían a Roxanne.Lamentaba haber revivido mi dolor de esta manera, lamentaba tener que enfrentar esto de nuevo, porque en realidad me dolía demasiado. Sin embargo, era la única forma de que Renato creyera que lo que sucedía era verdad.Pero él no estaba tan afectado como Rose. Con sus pocas fuerzas, ella se acercó al televisor, pausó el video justo en la imagen del bebé sin vida, y comenzó a deslizar los dedos sobre la pantalla. Negó con la cabeza, incrédula. No era la única que se sentía así, porque, al igual que Rose, mi corazón daba vuelcos, inseguro de lo que veía. De lo que había perdido.—¡No! ¡No! Esto no puede ser cierto. ¡Fuiste tú, Salvatore! ¡Fuiste tú! Tú le provocaste la pérdida a Roxanne. Tú fuiste el culpable —Rose, desesperada, gritaba con demasiada frustración. Y la comprendía.
NARRADORRenato, al ver que Salvatore salió de la mansión de sus abuelos con total tranquilidad, sintió que todo a sus pies se removía. Sin embargo, al encontrarse con la firmeza en la mirada de su abuela, tuvo que tragarse todos sus sentimientos. La situación con su esposa tampoco le ayudaba. Rose estaba teniendo una crisis, y él debía ayudarla.—Pero ¿qué le pasa a Rose, muchacho? —La abuela de Renato se acercó, dejó las armas sobre la mesa de centro y puso la palma de su mano sobre la frente de la mujer, que estaba tendida en la silla.La respiración de Rose estaba acelerada, y su pecho se contraía de arriba abajo. El sufrimiento era demasiado evidente en sus ojos.—Abuela, no te metas. Es una crisis normal de su enfermedad; voy a llevarla con el doctor. —Renato tomó a su mujer y la sostuvo en sus brazos. No era la primera vez que ella se desencajaba de esa manera ni se sentía tan enferma.—Llama al doctor, m*****a sea. Llámalo ya, a que venga él. Tu mujer está helada, pobrecita. ¿C
Roxanne Meyers Seguí cada una de las instrucciones al pie de la letra que me había dejado Salvatore en el sobre. La primera, aunque mi antigua mansión y mi compañía me pertenecían, no debía volver allí, pues con mi nueva identidad, Roxanne había quedado en el pasado para convertirse en Leonella Fiorenci. Mi cabello ahora era corto, el color era completamente diferente, mis cejas más pobladas, llevaba lentes y, bueno, un montón de cosas más que no me hacían lucir como antes.Me instalé en un pequeño departamento a las afueras de la ciudad, y todo el dinero que debía obtener por mi patrimonio estaba consignado en una cuenta a mi nombre, así que por un buen tiempo no tendría que preocuparme por dinero.Pero si había algo que realmente me preocupaba cada vez que me miraba al espejo, era que mi estómago estaba más inflamado, mis caderas más anchas y mis senos, demasiado sensibles, con su contorno tornándose más marrón.Había leído que los síntomas de un embarazo podrían desaparecer hasta
Salvatore Gianluca 2 meses más tarde. Había pasado tiempo desde que Roxanne se fue de mi vida, y juro que han sido los meses más difíciles; ha sido como una condena que, día tras día, amenaza con enloquecerme.Dos largos meses en los que me he confinado a la soledad de esta oscura cabaña, que se roba poco a poco mis expectativas. Pero el gran Salvatore Gianluca debe volver. No he vuelto a escuchar de Renato tampoco; imagino que, por la muerte de su esposa, ha estado guardando duelo. Más bien, todo se torna en una extraña tranquilidad que me estresa un poco.Me miré al espejo y noté que he subido unos cuantos kilos. Mi pecho fornido y mis brazos musculosos se han ido perdiendo debido a los malos hábitos y a la falta de ejercicio.Suspiré profundamente porque parecía que había perdido el control absoluto de mi persona. Así que alisté mi última maleta y abotoné el último botón de mi camisa. La mierda ya no sería más una opción.En la sala de estar, los gemelos ya estaban esperándome, t
Roxanne MeyersLeí cada mensaje que Salvatore envió a mi teléfono. Cada uno me confundía más, porque, aunque deseaba estar con él, su maldita profesión de mafioso y sus manos manchadas de sangre no eran lo que quería para mi vida, y mucho menos para mi hijo.Entonces llegué a una conclusión: Roxanne Meyers debía desaparecer, de cualquier manera, en cualquier forma, desde cualquier lugar.Desde la mecedora que había comprado para mi casa, observaba todos los días a aquel hombre misterioso que llevaba dos meses pintando la acera de enfrente. Era una mecedora como la que tenía en la casa de Salvatore, y cada vez que me sentaba en ella, sentía una brisa que me relajaba, como si acariciarme el vientre se hubiera convertido en un acto casi religioso.Esa mañana, el sol brillaba con fuerza y apenas quedaban provisiones en la despensa. Sin embargo, ya había organizado todo para desaparecer. Sabía que aquel hombre que no dejaba de vigilar mi casa y cada uno de mis movimientos no era más que un
Salvatore GianlucaEstábamos a punto de llegar a la ciudad donde se encontraba Roxanne cuando mi teléfono sonó de nuevo. Era mi hombre. No perdí ni un segundo en responder, pero al escuchar su voz, supe de inmediato que algo andaba mal.—Mason, estamos cerca.—Señor… —Su voz temblaba, cargada de un nerviosismo palpable. Mason guardó silencio por un momento, y ese intervalo hizo que mi corazón se acelerara.—¿Qué pasa, Mason?—Señor, acaba de ocurrir una tragedia en la casa de la señorita Meyers. Los bomberos llegaron aquí… La casa está en llamas, completamente envuelta. No sé qué sucedió. Ella estaba en el jardín, pero, de repente, la casa… la casa comenzó a arder ferozmente.Un mareo profundo me golpeó al escuchar sus palabras. Era tan impactante lo que decía que por un momento sentí que iba a desmayarme. La presión se me desplomó, y todo a mi alrededor se volvió borroso. ¿Quién diablos le hizo esto a Roxanne?Colgué la llamada sin esperar que Mason dijera una sola palabra más y golpe
Tomé la mano de Violetta y deposité un beso en el dorso, sintiendo la suavidad de su piel. A pesar de lo llamativa que era aquella mujer, su tacto no se comparaba en lo más mínimo con el de Roxanne. Un nudo amargo se formó en mi garganta, como si mi piel se volviera frágil, casi de cristal. Extrañar nunca había sido algo común en mí, pero ahora Roxanne había logrado despertar en mi interior un cúmulo de sentimientos que ni siquiera creía posibles.—Gracias por tus deseos, Violetta. ¿Te gustaría bailar? —pregunté, intentando deshacerme de mis pensamientos, aunque sabía que era un intento estúpido.Los ojos encendidos de Violetta se clavaron en los míos, ardientes y seguros. Su boca se curvó en una sonrisa ladina, triunfante, mientras las mujeres a su alrededor nos observaban con envidia apenas disimulada, como si ella se hubiera ganado un premio.Violetta tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos mientras comenzábamos a danzar en medio del jardín. Poco a poco, otras parejas se un