CAPÍTULO 49

Roxanne Meyers.

Me desperté con una resaca emocional después de llorar toda la noche. Aunque físicamente me sentía mejor tras la pérdida de mi bebé, el peso de la tristeza seguía ahí, aplastándome.

Miré a mi alrededor con la vana esperanza de encontrar sus ojos grises, esos que solían darme consuelo con solo mirarme. Pero mi corazón se quebró al darme cuenta de que lo único que quedaba en esa habitación era su recuerdo. Salvatore no estaba allí.

La puerta se abrió, y el doctor entró con unos papeles en la mano. Me dirigió una sonrisa cálida, como si eso pudiera sanar algo dentro de mí.

—Qué bueno que ya despertaste, Roxanne. Dormir ayuda al cuerpo a recuperarse. ¿Cómo te sientes esta mañana?

Su pregunta me provocó un nudo en el estómago. ¿Cómo podía siquiera responder? Mi cuerpo, extraño e irónicamente, estaba bien: sin dolores, sin mareos, sin señales de enfermedad. Pero mi mente, mi alma, mi corazón... estaban hechos pedazos, rotos de una forma que sentía que me consumía por dentro.
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