Unos días más tardeSalvatore GianlucaTentado por los incontables mensajes de Violetta y nuestro intercambio de sentimientos, su padre finalmente había decidido darme su bendición para casarme con ella.Aunque mi corazón seguía sumido en un duelo desgarrador por mis pérdidas, necesitaba una escapatoria, una salida que me arrancara de este maldito infierno que consumía cada fibra de mi ser. Mi imponente figura comenzaba a desmoronarse, y mis ganas de vivir estaban al borde de la extinción. Pero seguía vivo, aunque fuera en contra de mi voluntad. Siempre había despreciado el suicidio, considerándolo un acto de cobardes, y sin embargo, aquí estaba, existiendo como un cadáver con vida.Actuaba como el peor de los idiotas. Violetta, cegada por el espejismo de amor, parecía convencida de que un contrato matrimonial entre dos mafiosos era el evento más grandioso de nuestras vidas.—Quiero que nuestra boda sea anunciada en todos los medios, Salvatore. Que no escatimemos en absolutamente nada
Roxanne MeyersSentada a la orilla del mar, la brisa fresca rozaba mi rostro, haciendo que un leve estremecimiento recorriera mi cuerpo. El embarazo había dejado huellas claras en mí: mis pies estaban hinchados, mi vientre enorme y redondeado, y mi rostro reflejaba el cambio con suavidad. A pesar de todo, era la mujer más feliz del mundo. Dentro de mí crecía la motivación más grande de mi existencia, y lo mejor era saber que venía fuerte, sana y llena de vida.¡Si! Era una hermosa niña, según lo habían confirmado las ecografías. Decidí llamarla Hope, porque ella representaba la esperanza de mi vida. Al acariciar mi vientre, sentí cómo su pequeña patada respondía a mi toque, estirándose dentro de mí, justo antes de que una contracción intensa me invadiera la entrepierna.Faltaban aún dos semanas para su llegada, pero parecía que mi hija estaba decidida a nacer antes de tiempo. El dolor me hizo estremecer, y supe que era peligroso quedarme en el agua por más tiempo. Con esfuerzo, me lev
NarradorRoxanne aún no podía creer que el amor que había esperado durante tanto tiempo estuviera ahora durmiendo plácidamente en sus brazos. Hope era la encarnación del amor pleno, la respuesta a sus más profundas esperanzas.Mientras tanto, el doctor Riviera, con la lealtad palpitando bajo su piel, abordaba un vuelo de regreso a la ciudad. Allí, trabajaba junto a Salvatore, un hombre con quien compartía más diferencias que afinidades. Riviera había conocido a la hija de Roxanne, y en los ojos de la pequeña reconoció una innegable semejanza con su señor. Sabía que ese secreto podía poner en peligro no solo a Roxanne, sino también su propia vida.Antes de partir, Riviera se despidió de su esposa.—Ya debo volver al trabajo, cariño.Ella sacudió la cabeza, frustrada. Él le había prometido que pasarían más tiempo juntos, pero una vez más, rompía su palabra.—No quiero que regreses tan pronto. Dijiste que te tomarías unos días, pero aquí estás, yendo contra lo que me prometiste. ¿Por qué
Salvatore Gianluca Abrí los ojos lentamente, sintiendo los párpados pesados, el pecho oprimido. Respirar se había convertido en un abismo constante; no tenía fuerzas para intentarlo. Estaba agotado.Al reconocer el lugar donde me encontraba, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Miré mis brazos: estaban conectados a cables.—¿Qué putas...? ¿Qué me pasó? —era lo único que podía preguntarme, con la mente aún nublada.Una enfermera, con una tabla en la mano, escribía algo mientras revisaba el monitor que mostraba mis signos vitales. Intenté modular palabra, pero mi cuerpo se sentía rígido, como si estuviera atrapado en una jaula invisible.—Enfermera... ¿Qué... qué me pasó? —pregunté con voz temblorosa, apenas un hilo de sonido.Ella se giró hacia mí con una sonrisa amable, como si quisiera infundirme calma.—Señor Gianluca, qué bueno tenerlo de vuelta.—Pero... ¿qué me pasó? —insistí, notando que la garganta me ardía y el pecho se sentía como si hubiera sido quemado desde dentro.—Sufrió u
NARRADORAquellos hombres incondicionales que habían acompañado a Salvatore los últimos años miraban desde la ventana de la habitación cómo el pobre se rendía sobre esa cama, sin ningún control sobre su vida. Y es que los gemelos se sentían agradecidos con Salvatore, porque él siempre los trataba como si fueran sus propios hermanos. Prácticamente, Salvatore daba la vida por ellos, y desde que eran unos jovencitos siempre habían estado juntos.—Zane, ¿estás pensando lo mismo que yo? —Kane deslizó su mano sobre el cristal, mientras su hermano asintió con la cabeza.—Sí, no podemos permitir que el señor se muera sin que hagamos algo por cumplir la misión que nos recomendó. Debemos ir a buscar a Roxanne, si es que está viva, porque tú lo viste y yo lo vi, Kane, ella estaba chamuscada.Kane se giró hacia su hermano y levantó las cejas.—Sí, pero yo no vi el rostro de la señorita Roxanne, lo que vi fue un cuerpo quemado. Además, Riviera debe saber algo, así que vamos a hablar con ese imbéci
Roxanne MeyersAlcanzada por mis peores temores y sintiendo el corazón martillear salvajemente en mi pecho, me levanté de la cama donde yacía mi hija. Mis ojos buscaron desesperados algo con lo que defendernos, hasta que se detuvieron en la lámpara de porcelana sobre la mesa de noche. La tomé con ambas manos y la levanté, amenazante, apuntando directamente al mayor de los gemelos. Sabía que era Kane; había aprendido a distinguirlos durante los días que viví con Salvatore.Mis manos temblaban al sostener la lámpara, pero mi determinación era inquebrantable. Si tenía que luchar contra él, lo haría, sin importar el costo. La única fuerza capaz de detenerme sería mi propia muerte.—¿A qué han venido, Kane? —mi voz se quebró, pero no me importó—. No voy a permitir que te acerques a mi hija ni a mí. Los mandó Salvatore, ¿verdad?Mi mente era un torbellino de pensamientos oscuros, pero el más cruel de todos me golpeó como un puñal: había sido una completa idiota al confiar en que Riviera man
Roxanne MeyersLos gemelos me llevaron a una mansión, y al verla sentí un vacío en el pecho. Me dolía, porque eso rememoraba las veces que había tenido que huir junto a Salvatore de nuestros antiguos hogares. Era como si una cadena volviera a cerrarse. Suspiré amargamente. No quería eso para mi vida, mucho menos para la de Hope.Tan solo ver a mi pequeña hija, era como si mi vida se hubiera diseñado única y exclusivamente para cuidar de ese ser tan pequeñito que conmovía mi corazón: esa pequeña niña de ojos grises y cabello oscuro, justo como el de su padre. Era la dueña de todos mis pensamientos y cada uno de mis pasos.—Señorita Roxanne, póngase cómoda. Mañana temprano iremos al hospital para visitar al señor Gianluca —dijo Zane. Él era un poco más calmado que Kane y me trataba con más delicadeza. Por lo menos eso me daba algo de alivio en medio de todo lo que sentía.Simplemente asentí con la cabeza, miré a mi alrededor y noté lo diferente que era todo en comparación con la antigua
Roxanne MeyersUn par de lágrimas se escaparon de mis mejillas, las únicas testigos silentes de la mezcla de sentimientos aterradores que se agitaban en mi interior. Tragué entero y miré a mi pequeña hija. Era la misma estampa de Salvatore, solo que en una versión diminuta.Mientras acariciaba la mano de Salvatore, sentí unos ojos clavados sobre mí. Levanté la mirada con prudencia y me di cuenta de que Kane me observaba en silencio, como sentenciándome, como si fuera culpable de la situación de Salvatore, como si todo esto fuera mi responsabilidad.Solté la mano de Salvatore con suavidad y me sequé las lágrimas que habían escurrido por mis mejillas. Recuperé la compostura y lo miré, un tanto desafiante.—¿Qué haces mirándome? —le pregunté directamente, sin reparos, sin miedo alguno por lo que pudiera decirme o, más bien, hacerme.—¿Por qué llora, Roxanne? —Su pregunta estaba cargada de sarcasmo; podía notarlo y entenderlo. Se suponía que yo no sentía nada bueno por Salvatore. Sin emba