Roxanne MeyersUn par de lágrimas se escaparon de mis mejillas, las únicas testigos silentes de la mezcla de sentimientos aterradores que se agitaban en mi interior. Tragué entero y miré a mi pequeña hija. Era la misma estampa de Salvatore, solo que en una versión diminuta.Mientras acariciaba la mano de Salvatore, sentí unos ojos clavados sobre mí. Levanté la mirada con prudencia y me di cuenta de que Kane me observaba en silencio, como sentenciándome, como si fuera culpable de la situación de Salvatore, como si todo esto fuera mi responsabilidad.Solté la mano de Salvatore con suavidad y me sequé las lágrimas que habían escurrido por mis mejillas. Recuperé la compostura y lo miré, un tanto desafiante.—¿Qué haces mirándome? —le pregunté directamente, sin reparos, sin miedo alguno por lo que pudiera decirme o, más bien, hacerme.—¿Por qué llora, Roxanne? —Su pregunta estaba cargada de sarcasmo; podía notarlo y entenderlo. Se suponía que yo no sentía nada bueno por Salvatore. Sin emba
Precisamente cuando acabábamos de maquinar todo el plan para seducir al menor de los gemelos, un duro golpe resonó en la puerta, haciéndonos dar un sobresalto, asustadas por lo que pudiera ser.Danielle abrió los ojos de par en par, y yo la tomé de la mano, intentando calmar sus nervios. Le estaba pidiendo demasiado; tratar con los gemelos era realmente un desafío enorme. La comprendía a la perfección si no quería acceder a nuestro plan. Era entendible.—Tranquila, no va a pasar nada —le dije mientras apretaba su mano y protegía a Hope con mi cuerpo.La puerta comenzó a abrirse lentamente, y una sombra grande se proyectó en el umbral. Sentí cómo los nervios me carcomían porque, posiblemente, podía ser Kane. Si era él, nuestros planes estaban completamente perdidos, ¡muertos!Danielle apretó mi mano con fuerza y cerró los ojos, pero nuestras almas regresaron a nuestros cuerpos cuando vimos que quien se asomaba era Zane.Danielle me soltó de inmediato, y, como si fuera parte del plan, s
Pero, a medida que avanzaba por el pasadizo, unas luces se encendían iluminándome el sendero, exactamente como cuando escapábamos de las antiguas mansiones. Pero no, no podía hacerle eso a Danielle. No podía dejarla a merced de ese par de animales, y aunque la vida de Salvatore era todavía más importante, no podía ser esa perra traidora que la dejaba allí a su suerte mientras me salvaba sola, incluso cuando ella accedió a venir conmigo desde Rockford.Ya había avanzado unos tres metros, y el cargo de conciencia fue más fuerte que los deseos de salir de aquel maldito lugar. Entonces me devolví.Besé la frente de Hope, que, por fortuna para mí, dormía profundamente en mi pecho, envuelta por el fular, y rápidamente volví a la cocina. Cerré el pasadizo y, con todos los demonios juntos y el dolor rebosando en mi interior, abrí la puerta de la cocina.El malnacido de Kane estaba frente a Danielle. Ya la había golpeado: ella tenía la boca rota y estaba llorando. Al verla, quise desfallecer.
Danielle, aunque desconfiaba al igual que yo, a regañadientes nos subimos al auto. Yo quité el manto del fular y saqué a mi pequeña hija, colocándola en mi pecho para que se alimentara, mientras sentía cómo esos ojos nos recorrían a través del retrovisor.—Y díganme, ¿qué hacen dos mujeres como ustedes por aquí? Solas, estos terrenos son peligrosos —la pelirroja abrió la conversación, y ambas nos miramos con Danielle. Pero fui yo quien habló.—Estábamos perdidas, veníamos a visitar a un amigo, pero nos robaron y, bueno, nos perdimos —mentí para no llamar la atención. La mujer no quitaba la mirada del retrovisor, ni siquiera podía mantenerla sobre la carretera, y eso nos ponía nerviosas.—Menos mal que las encontré yo y no un traficante de órganos. En estos terrenos, las mafias son horribles —dijo con un tono de voz terrorífico, y Danielle apenas me apretó el brazo. ¿Y yo qué podía hacer? Si también le tenía miedo a todo.—Gra… gracias por recogernos —dije mientras mi voz se atoraba, t
Roxanne Meyers El sonido del Doppler llenó la sala mientras el doctor movía el aparato sobre mi vientre. Mi corazón latía a la par del pequeño ser que crecía dentro de mí. Las lágrimas nublaron mi vista, por fin, después de tantos intentos fallidos, estaba embarazada. —Felicidades, señora Meyers. Está embarazada de seis semanas.—El Dr. seguía explorando mi vientre, y no pude ocultar mis lagrimas, que extraña sensación tener a mi bebe allí dentro. Apenas podía hablar, por fin lo había logrado. Abracé las imágenes del ultrasonido, sabiendo que esta noticia lo cambiaría todo, ahora si, mi familia estaba completa, suspire al pensar en él. —Gracias, doctor —dije, aunque mi mente ya estaba en otra parte. Pensaba en Andrew, en lo feliz que estaría al enterarse.Tres años de matrimonio y una vida fascinante. ¿Quién dijo que no se podía ser feliz en estos tiempos? Una hermosa mansión, una carrera prometedora y un esposo amoroso... realmente tenía mucha suerte de estar en este lugar.—Señor
CAPÍTULO 2Roxanne MeyersAhogada en el sufrimiento, salí corriendo por los pasillos de la compañía, incapaz de pronunciar palabra. El dolor que me atravesaba era indescriptible, como si me desgarraran por dentro. No podía asimilar lo que mi amado esposo me había hecho. Andrew, el hombre que había sido mi todo, mi vida entera, me había traicionado. Pero no, no dejaría que mi matrimonio se acabara así.Al llegar a casa, me derrumbé sobre nuestra cama, hundiendo el rostro en su almohada, todavía impregnada con su aroma. El olor familiar me envolvió, y el llanto comenzó a brotar de lo más profundo de mi ser. Lloré hasta perder la noción del tiempo, hasta que el agotamiento me venció y me sumergió en un sueño oscuro y doloroso.Horas después, cuando la noche ya había caído, me desperté con los ojos hinchados y la cabeza pesada, como si el llanto hubiese dejado una resaca imborrable. Me levanté con lentitud, tambaleante, y fui hacia las escaleras con una débil esperanza de que Andrew ya hu
Salvatore GianlucaNo toleraba a quienes tenían deudas conmigo; para mí, eran seres putrefactos que simplemente no existían. En mi lista negra estaba enmarcado el nombre de Andrew Thompson, el maldito jugador empedernido que apostaba como si tuviera el mundo a sus pies. Y no le importaba ofrecer lo que fuera.Le había dado plazo hasta la medianoche, pero su silencio era ensordecedor. Sin ninguna llamada de su parte, no me quedaba otra opción: debía acabar con él. Me puse el gabán y los guantes de cuero, odiaba hacer cobros personalmente, pero es que él, me debía demasiado dinero.Llamé a un par de hombres y les di instrucciones claras. —Vamos a la casa de Thompson. Apenas escuchen mis órdenes, acaban con todo. Disparen contra lo que encuentren; no me importa quién esté allí. ¿Entendido? —Sí, señor —respondieron mis hombres al unísono. Confiaba en ellos; eran unos rudos gemelos que nunca fallaban a su jefe.Nos subimos a mi auto oscuro y condujimos por la carretera hacia la mansión d
El doctor me miró, titubeante, estaba curioso por mi evidente preocupación por Roxanne, nunca antes me vio así. —Señor, puedo preguntarle algo—Si, ¿que pasa? —respondí cortante —¿Ella es su familiar? es que lo noto algo preocupado desde que la trajo aquí, pero le aseguro que todo va a estar bien Lo fulminé con la mirada, arqueando las cejas. ¿Acaso quien se creía este tipo? —¿Eso qué importa? Haz tu trabajo y asegúrate de que mejore. No acepto otra opción. — Le advertí en un tono amenzanate, no había lugar para errores, no cuando una mujer como Roxanne estaba en juego.El doctor simplemente asintió y continuó su trabajo en un silencio incómodo, pero ese día como los anteriores, no hubo una señal de recuepración de Roxanne. Pasaron dos semanas en la misma rutina. Mi vida se redujo a un ir y venir entre la mansión y el hospital. El tiempo parecía congelarse.Intenté localizar al imbécil de Thompson, pero parecía haber desaparecido del mapa. Para mi suerte, ahora yo era el nuevo C