CAPÍTULO 59

Roxanne Meyers

Sentada a la orilla del mar, la brisa fresca rozaba mi rostro, haciendo que un leve estremecimiento recorriera mi cuerpo. El embarazo había dejado huellas claras en mí: mis pies estaban hinchados, mi vientre enorme y redondeado, y mi rostro reflejaba el cambio con suavidad. A pesar de todo, era la mujer más feliz del mundo. Dentro de mí crecía la motivación más grande de mi existencia, y lo mejor era saber que venía fuerte, sana y llena de vida.

¡Si! Era una hermosa niña, según lo habían confirmado las ecografías. Decidí llamarla Hope, porque ella representaba la esperanza de mi vida. Al acariciar mi vientre, sentí cómo su pequeña patada respondía a mi toque, estirándose dentro de mí, justo antes de que una contracción intensa me invadiera la entrepierna.

Faltaban aún dos semanas para su llegada, pero parecía que mi hija estaba decidida a nacer antes de tiempo. El dolor me hizo estremecer, y supe que era peligroso quedarme en el agua por más tiempo. Con esfuerzo, me lev
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