Roxanne MeyersAlcanzada por mis peores temores y sintiendo el corazón martillear salvajemente en mi pecho, me levanté de la cama donde yacía mi hija. Mis ojos buscaron desesperados algo con lo que defendernos, hasta que se detuvieron en la lámpara de porcelana sobre la mesa de noche. La tomé con ambas manos y la levanté, amenazante, apuntando directamente al mayor de los gemelos. Sabía que era Kane; había aprendido a distinguirlos durante los días que viví con Salvatore.Mis manos temblaban al sostener la lámpara, pero mi determinación era inquebrantable. Si tenía que luchar contra él, lo haría, sin importar el costo. La única fuerza capaz de detenerme sería mi propia muerte.—¿A qué han venido, Kane? —mi voz se quebró, pero no me importó—. No voy a permitir que te acerques a mi hija ni a mí. Los mandó Salvatore, ¿verdad?Mi mente era un torbellino de pensamientos oscuros, pero el más cruel de todos me golpeó como un puñal: había sido una completa idiota al confiar en que Riviera man
Roxanne MeyersLos gemelos me llevaron a una mansión, y al verla sentí un vacío en el pecho. Me dolía, porque eso rememoraba las veces que había tenido que huir junto a Salvatore de nuestros antiguos hogares. Era como si una cadena volviera a cerrarse. Suspiré amargamente. No quería eso para mi vida, mucho menos para la de Hope.Tan solo ver a mi pequeña hija, era como si mi vida se hubiera diseñado única y exclusivamente para cuidar de ese ser tan pequeñito que conmovía mi corazón: esa pequeña niña de ojos grises y cabello oscuro, justo como el de su padre. Era la dueña de todos mis pensamientos y cada uno de mis pasos.—Señorita Roxanne, póngase cómoda. Mañana temprano iremos al hospital para visitar al señor Gianluca —dijo Zane. Él era un poco más calmado que Kane y me trataba con más delicadeza. Por lo menos eso me daba algo de alivio en medio de todo lo que sentía.Simplemente asentí con la cabeza, miré a mi alrededor y noté lo diferente que era todo en comparación con la antigua
Roxanne MeyersUn par de lágrimas se escaparon de mis mejillas, las únicas testigos silentes de la mezcla de sentimientos aterradores que se agitaban en mi interior. Tragué entero y miré a mi pequeña hija. Era la misma estampa de Salvatore, solo que en una versión diminuta.Mientras acariciaba la mano de Salvatore, sentí unos ojos clavados sobre mí. Levanté la mirada con prudencia y me di cuenta de que Kane me observaba en silencio, como sentenciándome, como si fuera culpable de la situación de Salvatore, como si todo esto fuera mi responsabilidad.Solté la mano de Salvatore con suavidad y me sequé las lágrimas que habían escurrido por mis mejillas. Recuperé la compostura y lo miré, un tanto desafiante.—¿Qué haces mirándome? —le pregunté directamente, sin reparos, sin miedo alguno por lo que pudiera decirme o, más bien, hacerme.—¿Por qué llora, Roxanne? —Su pregunta estaba cargada de sarcasmo; podía notarlo y entenderlo. Se suponía que yo no sentía nada bueno por Salvatore. Sin emba
Precisamente cuando acabábamos de maquinar todo el plan para seducir al menor de los gemelos, un duro golpe resonó en la puerta, haciéndonos dar un sobresalto, asustadas por lo que pudiera ser.Danielle abrió los ojos de par en par, y yo la tomé de la mano, intentando calmar sus nervios. Le estaba pidiendo demasiado; tratar con los gemelos era realmente un desafío enorme. La comprendía a la perfección si no quería acceder a nuestro plan. Era entendible.—Tranquila, no va a pasar nada —le dije mientras apretaba su mano y protegía a Hope con mi cuerpo.La puerta comenzó a abrirse lentamente, y una sombra grande se proyectó en el umbral. Sentí cómo los nervios me carcomían porque, posiblemente, podía ser Kane. Si era él, nuestros planes estaban completamente perdidos, ¡muertos!Danielle apretó mi mano con fuerza y cerró los ojos, pero nuestras almas regresaron a nuestros cuerpos cuando vimos que quien se asomaba era Zane.Danielle me soltó de inmediato, y, como si fuera parte del plan, s
Pero, a medida que avanzaba por el pasadizo, unas luces se encendían iluminándome el sendero, exactamente como cuando escapábamos de las antiguas mansiones. Pero no, no podía hacerle eso a Danielle. No podía dejarla a merced de ese par de animales, y aunque la vida de Salvatore era todavía más importante, no podía ser esa perra traidora que la dejaba allí a su suerte mientras me salvaba sola, incluso cuando ella accedió a venir conmigo desde Rockford.Ya había avanzado unos tres metros, y el cargo de conciencia fue más fuerte que los deseos de salir de aquel maldito lugar. Entonces me devolví.Besé la frente de Hope, que, por fortuna para mí, dormía profundamente en mi pecho, envuelta por el fular, y rápidamente volví a la cocina. Cerré el pasadizo y, con todos los demonios juntos y el dolor rebosando en mi interior, abrí la puerta de la cocina.El malnacido de Kane estaba frente a Danielle. Ya la había golpeado: ella tenía la boca rota y estaba llorando. Al verla, quise desfallecer.
Danielle, aunque desconfiaba al igual que yo, a regañadientes nos subimos al auto. Yo quité el manto del fular y saqué a mi pequeña hija, colocándola en mi pecho para que se alimentara, mientras sentía cómo esos ojos nos recorrían a través del retrovisor.—Y díganme, ¿qué hacen dos mujeres como ustedes por aquí? Solas, estos terrenos son peligrosos —la pelirroja abrió la conversación, y ambas nos miramos con Danielle. Pero fui yo quien habló.—Estábamos perdidas, veníamos a visitar a un amigo, pero nos robaron y, bueno, nos perdimos —mentí para no llamar la atención. La mujer no quitaba la mirada del retrovisor, ni siquiera podía mantenerla sobre la carretera, y eso nos ponía nerviosas.—Menos mal que las encontré yo y no un traficante de órganos. En estos terrenos, las mafias son horribles —dijo con un tono de voz terrorífico, y Danielle apenas me apretó el brazo. ¿Y yo qué podía hacer? Si también le tenía miedo a todo.—Gra… gracias por recogernos —dije mientras mi voz se atoraba, t
Roxanne Meyers El sonido del Doppler llenó la sala mientras el doctor movía el aparato sobre mi vientre. Mi corazón latía a la par del pequeño ser que crecía dentro de mí. Las lágrimas nublaron mi vista, por fin, después de tantos intentos fallidos, estaba embarazada. —Felicidades, señora Meyers. Está embarazada de seis semanas.—El Dr. seguía explorando mi vientre, y no pude ocultar mis lagrimas, que extraña sensación tener a mi bebe allí dentro. Apenas podía hablar, por fin lo había logrado. Abracé las imágenes del ultrasonido, sabiendo que esta noticia lo cambiaría todo, ahora si, mi familia estaba completa, suspire al pensar en él. —Gracias, doctor —dije, aunque mi mente ya estaba en otra parte. Pensaba en Andrew, en lo feliz que estaría al enterarse.Tres años de matrimonio y una vida fascinante. ¿Quién dijo que no se podía ser feliz en estos tiempos? Una hermosa mansión, una carrera prometedora y un esposo amoroso... realmente tenía mucha suerte de estar en este lugar.—Señor
CAPÍTULO 2Roxanne MeyersAhogada en el sufrimiento, salí corriendo por los pasillos de la compañía, incapaz de pronunciar palabra. El dolor que me atravesaba era indescriptible, como si me desgarraran por dentro. No podía asimilar lo que mi amado esposo me había hecho. Andrew, el hombre que había sido mi todo, mi vida entera, me había traicionado. Pero no, no dejaría que mi matrimonio se acabara así.Al llegar a casa, me derrumbé sobre nuestra cama, hundiendo el rostro en su almohada, todavía impregnada con su aroma. El olor familiar me envolvió, y el llanto comenzó a brotar de lo más profundo de mi ser. Lloré hasta perder la noción del tiempo, hasta que el agotamiento me venció y me sumergió en un sueño oscuro y doloroso.Horas después, cuando la noche ya había caído, me desperté con los ojos hinchados y la cabeza pesada, como si el llanto hubiese dejado una resaca imborrable. Me levanté con lentitud, tambaleante, y fui hacia las escaleras con una débil esperanza de que Andrew ya hu