CAPÍTULO 68

Danielle, aunque desconfiaba al igual que yo, a regañadientes nos subimos al auto. Yo quité el manto del fular y saqué a mi pequeña hija, colocándola en mi pecho para que se alimentara, mientras sentía cómo esos ojos nos recorrían a través del retrovisor.

—Y díganme, ¿qué hacen dos mujeres como ustedes por aquí? Solas, estos terrenos son peligrosos —la pelirroja abrió la conversación, y ambas nos miramos con Danielle. Pero fui yo quien habló.

—Estábamos perdidas, veníamos a visitar a un amigo, pero nos robaron y, bueno, nos perdimos —mentí para no llamar la atención. La mujer no quitaba la mirada del retrovisor, ni siquiera podía mantenerla sobre la carretera, y eso nos ponía nerviosas.

—Menos mal que las encontré yo y no un traficante de órganos. En estos terrenos, las mafias son horribles —dijo con un tono de voz terrorífico, y Danielle apenas me apretó el brazo. ¿Y yo qué podía hacer? Si también le tenía miedo a todo.

—Gra… gracias por recogernos —dije mientras mi voz se atoraba, t
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