Roxanne MeyersEsa caótica mezcla de sentimientos estaba destruyendo mi cordura. La imagen de Salvatore caminando con Hope en brazos, colmándola de caricias y amor de padre, era una condena en sí misma.Caminé a su lado con fingida indiferencia; si lo miraba a los ojos, me rompería como una vil cobarde. Al subir al auto, observé nuestro alrededor y noté que nos escoltaban al menos cinco vehículos oscuros, seguramente repletos de hombres armados.No sentía aquella opresiva sensación desde hacía mucho tiempo, y encontrarme de nuevo en esa posición me llenaba de desprecio hacia mí misma. Debería haber huido del país, desaparecer por completo, pero estaba segura de que Salvatore me habría encontrado de todas formas.Me acomodé en el asiento trasero junto a él, mientras Danielle se sentaba adelante con Zane. Ella, en cambio, parecía hechizada. Pobre ilusa, ni siquiera imaginaba en qué infierno se estaba metiendo. No tenía la más mínima idea de lo que significaba ser la mujer de un mafioso.
SALVATORE GIANLUCA Disparaba con todas las fuerzas de mi alma, al punto de sentir las manos temblorosas por las vibraciones del arma. No lograba ver con claridad quiénes nos estaban atacando y, para colmo, mi camioneta estaba siendo hackeada. Mi hombre perdió por completo el control.—Señor, es posible que nos estrellemos… ¡Señor! —Zane gritaba desesperado, y ninguno de nuestros hombres estaba a mi disposición. No comprendía realmente quién nos atacaba. Posiblemente era Renato… ese malnacido no nos dejaría vivir en paz.Y podría ser de mi familia, pero si tenía que acabar con él para proteger a mis mujeres, lo haría. Con Hope en mi vida, todo cambiaba. Solo viviría… y, si era necesario, mataría por ella.—Zane, deja que el auto siga en automático. Al final, no vas a poder manejarlo. Sal por la ventana y dame apoyo, siento que no puedo seguir disparando.Las manos seguían temblándome, e intentaba recargar el arma otra vez, pero era casi imposible.Zane salió por la ventana y, con una
Salvatore Gianluca¡Maldita sea!Ese cálido aliento que atravesaba mis fosas nasales, esa respiración agitada y sus labios temblando me incitaban al placer. No me pude resistir y terminé plantando mis labios sobre los suyos, pero Roxanne se resistió y dio dos pasos hacia atrás, dejándome la boca estirada.—¿Qué te pasa, Salvatore? —Roxanne me miró furiosa; sus ojos ardían como fuego.—Te deseo.—¿Qué? —Se echó dos pasos hacia atrás y negó con la cabeza—. ¿Me deseas? ¿Lo único que te inspiro es eso, SEXO? —Esa última palabra la dijo con fastidio.—¿Sexo? ¿Por qué siempre debes ser tan despectiva, Roxanne? No he tenido sexo contigo, te deseo porque eres la mujer que me gusta, eres la madre de mi hija. ¡Mierda! ¿Por qué siempre hablas de esa manera?—Ah, ¿no? ahora simplemente quieres matar dos pájaros de un solo tiro? Que rapaz eres, Salvatore, ¡como siempre! Maldito. —refunfuñó entre dientes, y aunque pude haberme puesto molesto por su pésima actitud, me hizo sonreír, es que si quería
Roxanne Meyers Salvatore era lo peor. Si creía que iba a convertirme en su juguete cada vez que le diera la gana, estaba completamente equivocado. Mi corazón y mi mente no estaban dispuestos para él… o eso pensaba, porque con cada uno de sus actos, lograba quebrar mi resistencia, volviéndome más débil. Lo vi acercarse a Hope, y la imagen de sus rostros juntos me estremeció. ¿Cómo no hacerlo? Eran padre e hija, aunque admitirlo me doliera. Entonces, Salvatore rompió en llanto como un niño pequeño. Su pecho subía y bajaba con fuerza, sus sollozos eran profundos, desgarradores. No era solo dolor, era algo más hondo, algo que le nacía desde el alma.Su rostro se enrojeció mientras sus manos rodeaban con fuerza a nuestra pequeña. En ese instante, aunque solo por un par de minutos, comprendí que él también la necesitaba. No podía negarlo, la conexión entre ellos era innegable, algo que iba más allá de lo que fuera nuestra relación.Él no me dijo una sola palabra más, simplemente le dio un
Roxanne Meyers—Salvatore… te necesito.Él me miró completamente confundido, se cruzó de brazos y negó con la cabeza. ¡Maldita sea! ¿Qué acabo de decir?—Quiero decir, Salvatore, que te necesito porque Hope ya no tiene pañales ni artículos de aseo y, bueno, ya sabes cómo es con los bebés… Está en plena etapa de cambio y pues… —Los nervios me jugaron una mala pasada.Él dirigió la mirada hacia las escaleras de la mansión y, justo en ese momento, unas empleadas subían con cajas repletas de pañales y cosas de bebé. Me sentí como una completa estúpida y simplemente esbocé una sonrisa con la comisura de los labios.—Creo que con eso estará bien por unos días, mientras decidimos salir a hacer algunas compras. ¿Está bien? —dijo con voz seria.Parecía que el Salvatore que había salido hace solo unos minutos de mi habitación había desaparecido.Bajé la mirada, sintiéndome la estúpida más miserable, y solo asentí dos veces con la cabeza.—Si, claro está bien, gracias.Seguí jugueteando con mis
Salvatore Gianluca Era el hombre más detestable del universo. No podía tener cámaras en toda la casa, pero, aun así, las tenía. Y justo ahora estaba observando la de la habitación de Roxanne. Fue imposible no verla, con esas pequeñas manos, entregándose al placer.Yo nunca había sido fanático de masturbarme, pero esta vez no pude evitarlo. Verla disfrutar me hizo perder el control. Sin embargo, algo me desconcertaba: ¿lo hacía por mí o simplemente se dejaba llevar, pensando en otro hombre? ¿Acaso en mi ausencia hubo alguien más? Solo imaginarlo hacía que las manos me temblaran y los celos me devoraran por dentro.Pero, en el fondo, una pequeña esperanza ardía en mi pecho. ¿Y si, en realidad, pensaba en mí? La idea me consumió tanto que, cuando ella salió de la habitación, decidí hacerlo también. Necesitaba una excusa, cualquier pretexto que me permitiera saber si lo que había sentido tenía algo que ver conmigo.—Salvatore, hay que descansar.—Sí, debemos descansar —respondí, aunque mi
Salvatore Gianluca Consumido por el placer, recorría su cuerpo con la yema de mis dedos, maravillado por el don sublime de las mujeres: concebir vida. Sí, yo había puesto la semilla para que esa concepción fuera posible, pero Roxanne lo había entregado todo.Sus pechos, se descolgaban un poco de su posición, y sus pezones marrones estaban un poco ajados producto de la lactancia. Bajo ellos, una línea tenue aún se desvanecía, y su vientre, aunque no del todo plano, llevaba las huellas de la vida que había albergado. Sus caderas eran más anchas, su piel adornada con algunas estrías, testigos silenciosos de su transformación.En otro tiempo, quizá esas marcas no habrían sido de mi agrado, pero ahora, al recorrer cada centímetro de Roxanne, sentía que tocaba el cielo. Su cuerpo era mi adoración, y cada una de sus imperfecciones, mi deleite. Besarlas, venerarlas, jugar con sus senos, y, ¿por qué no?, concebir más hijos con ella.Roxanne comenzó a quedarse dormida. Su respiración se volvía
Salvatore Gianluca. Fruncí el ceño al ver el gesto de mi escolta y respiré hondo, intentando calmarme.—Bueno, dejemos los sentimentalismos y pongamos la cabeza en lo importante. Necesito que todo esté listo lo más pronto posible. ¿Cuento contigo, Zane?—Cuenta conmigo, señor.—Perfecto. Tienes dos días. Son doscientos hombres, no cien, ni ciento cincuenta, son doscientos. Vamos a atacar a Renato de frente, sin rodeos, y depende de ti que la información no se filtre. No le dirás a nuestros hombres a dónde vamos. Simplemente llegaremos al lugar.—Dos días es muy poco, señor. Dame más tiempo.Me acerqué a Zane, chasqueando los dientes, consciente de que me estaba sacando de mis casillas. Rugí.—Escucha, Zane, puedes ser como un hermano para mí, pero en este momento no hay tiempo, y mucho menos margen para cometer errores. Es sencillo: necesito que organices todo. Evidentemente, voy a ayudarte con eso, pero necesito tu máximo esfuerzo. Renato me respira en la nuca. ¿Olvidas lo que nos