—Roxanne, levántate del suelo —me acerqué a ella, intentando ayudarla a ponerse de pie, pero ella se resistía, aferrándose al suelo. Comenzó a llorar, completamente descontrolada.—¡No! ¡No! Déjame aquí, Salvatore, no quiero irme contigo a ningún lado, no quiero seguir viviendo este maldito infierno. Prefiero que mi hijo y yo muramos. ¡No quiero! ¡No quiero!Sus palabras me atravesaban como puñales, y el dolor que sentía era insoportable. No quería que se sintiera así, pero era el precio por haber traicionado mi confianza.—Escucha, Roxanne, ya no voy a tolerar un capricho más de tu parte. Levántate, o nos vamos a morir aquí, los dos, ¿es eso lo que quieres? Dime, porque si es así, me largo y te dejo aquí. No me importa lo que pase contigo.Roxanne no dejaba de sollozar y maldecir. La tomé del brazo, pero con la maldita resaca y la debilidad que me causaba el alcohol, no pude levantarla. Ella, finalmente, se puso de pie, miró a su alrededor y salió del cuarto, sollozando sin cesar.—S
—¿Qué? No, tú vas a irte conmigo. No quiero dinero, quiero que tú estés conmigo, Salvatore. Vamos, vámonos por favor.Se me arrugó el corazon con desespero.En ese momento, una ráfaga de disparos atravesó el cristal de la ventana de la sala, y la silla en donde ella solía sentarse salió volando.Roxanne gritó desesperada y se abalanzó sobre mí. Ambos caímos al piso.—¡Salvatore, salgamos de aquí! —La pobre estaba tan desesperada que me sentía una mierda por no protegerla como debía.Me levanté rápidamente y, a lo lejos, vi a Renato, apuntando directo a la mansión con una metralleta. Nuestros ojos se encontraron y disparó. Hice lo mismo, y el enfrentamiento fue certero, pero ninguno de los tiros alcanzó al otro.—Corre, Roxanne, corre hacia la cocina. Ahí está la salida hacia el helicóptero.—No, vamos juntos.—¡Roxanne, maldita sea! ¡Por favor! ¡Corre! ¡Corre, Roxanne!Roxanne salió corriendo lo más rápido que pudo, atravesando el pasillo ilesa. Mientras tanto, yo mantenía la vista fi
Roxanne MeyersEstaba perpleja. De todos los ataques que Salvatore había recibido, este había sido el más mortífero. Las palabras no fluían de mi ser; por el contrario, sentía que mi lengua se había atorado en mi garganta, impidiéndome pronunciar palabra alguna.Por lo menos, Salvatore logró llegar al helicóptero, y en sus brazos traía a Gloríe. La mujer estaba gravemente herida, y eso me dolió profundamente. Ella se había convertido en parte de mis seres queridos, a pesar de las diferencias que habíamos tenido. Era muy amable conmigo, y al verla así, en los brazos de uno de los gemelos, completamente inerte, como si no respirara, me desesperé por completo.—¿Está muerta? —pregunté mientras la acomodaban en el helicóptero. Salvatore sacudió la cabeza, lleno de dudas, mientras los gemelos la miraban con nostalgia. Kane apenas comenzaba a recuperarse de su lesión, y su hermano Zane no era tan fuerte.—No lo sabemos, Roxanne. —respondió Salvatore con indiferencia.El helicóptero comenzó
Me senté sobre una pequeña silla de madera en la parte trasera de la cabaña y me balanceé un poco, intentando recordar la mecedora que tenía en la antigua casa, ahora reducida a cenizas.Esa noche era fría, inhóspita, y me sentía profundamente triste por todo lo ocurrido con la nana. Perder la mansión también me había dolido demasiado, especialmente por lo que significaba el cuarto de mi bebé: los objetos que habíamos traído desde Croacia y los hermosos trajes que Salvatore había preparado para el nacimiento. Aunque todavía faltaba mucho para ese momento, me llenaba de nostalgia lo cruel que resultaba todo en mi estado.Fue inevitable que las lágrimas cayeran en cascada por mis mejillas. Acaricié mi vientre y sentí cómo mi pequeño se movía dentro de mí. Aunque aún era muy pequeñito, amaba esas señales que confirmaban su existencia en mi interior. En medio de tanta desolación, aquello me llenaba de melancolía.«I love you». Una voz chillona me tomó por sorpresa. Levanté la mirada porqu
Salvatore Gianluca Roxanne se quedó dormida entre mis brazos, con su respiración tibia acariciando mi piel. Aunque la noche nos envolvía, no había frío; el ambiente era cálido, y su cuerpo desnudo reposaba sobre el mío con la tranquilidad de quien confía plenamente.En su vientre ya se notaba una pequeña protuberancia sobre su pelvis, una prueba evidente de su embarazo. Cada día, el bebé parecía crecer un poco más, y junto con esa certeza también crecía mi angustia. Renato seguía al acecho y ni hablar de mis otros enemigos, porque en la mafia, no solamente se tiene uno, esto es un juego de poderes. No le temía a él, pero su manera sanguinaria de resolver las cosas se había convertido en un verdadero dolor en el trasero.Moví ligeramente mi brazo para acomodarme, lo que hizo que Roxanne se agitara. Abrió los ojos y me regaló una sonrisa que, lamentablemente, se desvaneció casi de inmediato cuando un dolor intenso pareció atacarla en la parte baja del vientre.—¡Ay! —soltó un quejido.
Roxanne MeyersSentía que prácticamente estaba perdiendo la conciencia, y el dolor en mi pelvis se desvanecía a medida que los doctores trabajaban allí abajo. No necesitaba haber sido madre antes para reconocer que esos dolores no eran más que contracciones. Quise realmente desfallecer, pues todas las esperanzas que había depositado en aquella personita que creció en mi vientre, en ese ser que representaba todo por lo que alguna vez deseé vivir, ya no estaban.Lo sabía. No necesitaba que ningún médico me lo confirmara. Y aunque estaba despierta en ese momento, lo único que realmente quería era morir. Ya no tenía más razones para estar viva.La enfermera se acercó a mí con un paño húmedo y frotó mi frente. Su mirada era suave, amigable, como si sintiera compasión por mí, y ella sonrió.—¡Vas a estar bien! —me dijo con voz suave, y yo la miré, suplicante y expectante, con la intención de que me dijera qué era lo que había pasado.—Mi bebé, ¿está bien?Ella simplemente suspiró, pasó de n
Roxanne Meyers.Me desperté con una resaca emocional después de llorar toda la noche. Aunque físicamente me sentía mejor tras la pérdida de mi bebé, el peso de la tristeza seguía ahí, aplastándome.Miré a mi alrededor con la vana esperanza de encontrar sus ojos grises, esos que solían darme consuelo con solo mirarme. Pero mi corazón se quebró al darme cuenta de que lo único que quedaba en esa habitación era su recuerdo. Salvatore no estaba allí.La puerta se abrió, y el doctor entró con unos papeles en la mano. Me dirigió una sonrisa cálida, como si eso pudiera sanar algo dentro de mí.—Qué bueno que ya despertaste, Roxanne. Dormir ayuda al cuerpo a recuperarse. ¿Cómo te sientes esta mañana?Su pregunta me provocó un nudo en el estómago. ¿Cómo podía siquiera responder? Mi cuerpo, extraño e irónicamente, estaba bien: sin dolores, sin mareos, sin señales de enfermedad. Pero mi mente, mi alma, mi corazón... estaban hechos pedazos, rotos de una forma que sentía que me consumía por dentro.
Salvatore Gianluca Ante la petición de Roxanne, decidí respetar su voluntad. Por mis malditos caprichos, ella había perdido a nuestro hijo. Ya no me importaba si era hijo de Renato o mío; lo único que realmente importaba en este momento era que ella debía sanar y ser feliz, y yo no iba a impedírselo por mis propios deseos egoístas.Regresé a la cabaña, ese lugar oscuro, frío y desolado, que por ahora era mi refugio. La verdad, ni siquiera tenía ánimos de buscar un espacio lleno de lujos, aunque mi mundo me ofreciera infinitas posibilidades. El dinero no podía darme la satisfacción que significaba haber tenido a Roxanne en mis brazos.Encendí un cigarrillo y le di una larga calada. Durante el tiempo que ella estuvo conmigo, había evitado fumar, pero ahora, al menos, calmaba un poco mi ansiedad. Me senté en la silla donde estuvimos juntos por última vez y noté que, en el suelo, al lado, estaba el monchichi. Sentí un nudo en el estómago. Lo recogí, apreté la felpa entre mis manos, y el