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Capítulo 3: Decisiones difíciles

Emilia mantuvo la mirada fija en los ojos de Emma, esperando pacientemente a que hablara. El silencio que las rodeaba era abrumador, y el sonido lejano de la música de la fiesta solo hacía más palpable la tensión entre las dos. Emma bajó la vista al suelo, como si el peso de su secreto fuera demasiado para cargarlo sola.

—Emma… —insistió Emilia suavemente—. ¿Quién es el padre? Nunca me dijiste que tenías novio.

Emma tembló ligeramente, su garganta cerrada por la vergüenza y el miedo. Sabía que su hermana no la juzgaría, pero el simple hecho de pronunciar el nombre de Leonardo la paralizaba. ¿Cómo decirle a Emilia que el hombre al que amó la había traicionado de la manera más cruel?

—No puedo decírtelo —murmuró Emma, su voz apenas un susurro.

Emilia suspiró, sabiendo que no podría sacarle más información. Por un momento, pensó en presionar más, pero al ver la expresión de angustia en el rostro de su hermana, decidió dejarlo estar. No era el momento de forzar respuestas. Lo importante ahora era mantenerla a salvo.

—Está bien, no voy a insistir —dijo Emilia con ternura, tomando las manos de su hermana y apretándolas con fuerza—. Pero sabes que tienes que confiar en mí, ¿verdad? Vamos a salir de esto, te lo prometo.

Emma asintió en silencio, los ojos llenos de lágrimas que no se atrevía a derramar. El alivio de no tener que confesarle todo a Emilia, mezclado con el miedo de lo que les esperaba, la dejó emocionalmente exhausta. Sabía que su hermana siempre había sido su mayor defensora, pero esto… esto era algo que ni siquiera Emilia podría solucionar tan fácilmente.

Emilia le besó la frente con suavidad y, después de un momento, se puso de pie.

—Tenemos que regresar a la fiesta o nuestros tíos empezarán a buscarte. Y créeme, no queremos darles una razón para sospechar —dijo, intentando sonar calmada, aunque por dentro sabía que el tiempo corría en su contra.

Sabía que no podían permanecer mucho tiempo fuera de la vista, y, sobre todo, sabía que debía proteger a Emma a toda costa. Pero lo que más le preocupaba era la realidad que las esperaba. Sus tíos no dudarían en echarlas si descubrieran el embarazo. El escándalo sería imperdonable para la familia, y si Emma caía, ella caería con ella.

—Vamos —añadió Emilia, tomando la mano de Emma para guiarla de vuelta hacia el salón—. Quédate cerca de mí. No dejaré que nadie más se acerque, y menos Leonardo.

Al reingresar en el salón, Emilia se cuidó de estar al lado de su hermana en todo momento. La tensión entre ellas era palpable, pero Emilia no mostraba debilidad. Sabía que Leonardo podía intentar acercarse a Emma de nuevo, y no lo permitiría. Su mirada recorría el salón, buscando cualquier amenaza, y sus ojos se detuvieron en el mayor Harrington, que no la perdía de vista.

Matthew no había dejado de observar a Emilia desde que entraron nuevamente en la fiesta. A pesar de la evidente incomodidad de la joven, él no se apartaba. Le intrigaba, y cuanto más esquiva se mostraba, más interés sentía por ella. Había algo en su carácter fuerte y protector hacia su hermana que lo atraía de una manera que no podía explicar.

Decidido a no dejarse intimidar, Matthew se acercó nuevamente a Emilia.

—Me alegra verte de nuevo —dijo él, con esa sonrisa encantadora que parecía desarmar a cualquiera.

Emilia, a pesar de su malestar, respondió con educación.

—Mayor Harrington —dijo, manteniendo el tono formal—, espero que estés disfrutando de la fiesta.

—Mucho más ahora —respondió Matthew, mirándola intensamente. Pero entonces, su atención se desvió por un momento hacia Emma, quien se mantenía en silencio a su lado, y no pudo evitar notar la cercanía entre las dos. Algo en la relación entre ambas hermanas lo intrigaba profundamente.

A su lado, Evan, siempre discreto, seguía observando a Emma desde la distancia. Había algo en su fragilidad y tristeza que lo conmovía. Aunque no la conocía, sentía una conexión inexplicable con ella, como si su silencio hablara más que cualquier palabra. Cada vez que ella decía algo, aunque fuese un simple "gracias" o "con permiso", sentía que su pecho se aceleraba. Quería acercarse, pero temía que cualquier intento fuera malinterpretado.

La noche avanzaba, y la fiesta comenzaba a desvanecerse lentamente. Los invitados comenzaban a despedirse, y Matthew vio su oportunidad. Antes de irse, se acercó una vez más a Emilia.

—Voy a estar fuera de la ciudad por una semana. Pero cuando regrese, me gustaría volver a verte —dijo, su tono firme pero amable—. Vendré a visitarte.

Emilia mantuvo su expresión neutral, aunque por dentro la sensación de presión y urgencia aumentaba. No podía permitirse rechazarlo. Si Matthew estaba dispuesto a seguir cortejándola, quizás él sería su única salvación, su única manera de proteger a Emma.

—Claro, mayor Harrington. Estaré aquí cuando regreses —respondió, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Una vez que los invitados se habían marchado y el silencio reinaba nuevamente en la mansión, Emilia y Emma subieron juntas las escaleras hacia sus habitaciones. El día había sido largo y agotador, pero Emilia no podía descansar. Mientras Emma se retiraba a su cuarto, Emilia se quedó de pie frente a la puerta, sumida en sus pensamientos.

Sabía lo que debía hacer. Tenía que salvar a su hermana de la humillación y la ruina. No importaba lo que tuviera que sacrificar, no dejaría que Emma sufriera las consecuencias de su error sola. Si tenía que casarse con el mayor Matthew Harrington para asegurar la protección de ambas, lo haría. Era su única opción.

Al entrar en su habitación, Emilia cerró la puerta con suavidad y se sentó en el borde de la cama. La decisión ya estaba tomada. No había vuelta atrás.

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