Emilia mantuvo la mirada fija en los ojos de Emma, esperando pacientemente a que hablara. El silencio que las rodeaba era abrumador, y el sonido lejano de la música de la fiesta solo hacía más palpable la tensión entre las dos. Emma bajó la vista al suelo, como si el peso de su secreto fuera demasiado para cargarlo sola.
—Emma… —insistió Emilia suavemente—. ¿Quién es el padre? Nunca me dijiste que tenías novio.
Emma tembló ligeramente, su garganta cerrada por la vergüenza y el miedo. Sabía que su hermana no la juzgaría, pero el simple hecho de pronunciar el nombre de Leonardo la paralizaba. ¿Cómo decirle a Emilia que el hombre al que amó la había traicionado de la manera más cruel?
—No puedo decírtelo —murmuró Emma, su voz apenas un susurro.
Emilia suspiró, sabiendo que no podría sacarle más información. Por un momento, pensó en presionar más, pero al ver la expresión de angustia en el rostro de su hermana, decidió dejarlo estar. No era el momento de forzar respuestas. Lo importante ahora era mantenerla a salvo.
—Está bien, no voy a insistir —dijo Emilia con ternura, tomando las manos de su hermana y apretándolas con fuerza—. Pero sabes que tienes que confiar en mí, ¿verdad? Vamos a salir de esto, te lo prometo.
Emma asintió en silencio, los ojos llenos de lágrimas que no se atrevía a derramar. El alivio de no tener que confesarle todo a Emilia, mezclado con el miedo de lo que les esperaba, la dejó emocionalmente exhausta. Sabía que su hermana siempre había sido su mayor defensora, pero esto… esto era algo que ni siquiera Emilia podría solucionar tan fácilmente.
Emilia le besó la frente con suavidad y, después de un momento, se puso de pie.
—Tenemos que regresar a la fiesta o nuestros tíos empezarán a buscarte. Y créeme, no queremos darles una razón para sospechar —dijo, intentando sonar calmada, aunque por dentro sabía que el tiempo corría en su contra.
Sabía que no podían permanecer mucho tiempo fuera de la vista, y, sobre todo, sabía que debía proteger a Emma a toda costa. Pero lo que más le preocupaba era la realidad que las esperaba. Sus tíos no dudarían en echarlas si descubrieran el embarazo. El escándalo sería imperdonable para la familia, y si Emma caía, ella caería con ella.
—Vamos —añadió Emilia, tomando la mano de Emma para guiarla de vuelta hacia el salón—. Quédate cerca de mí. No dejaré que nadie más se acerque, y menos Leonardo.
Al reingresar en el salón, Emilia se cuidó de estar al lado de su hermana en todo momento. La tensión entre ellas era palpable, pero Emilia no mostraba debilidad. Sabía que Leonardo podía intentar acercarse a Emma de nuevo, y no lo permitiría. Su mirada recorría el salón, buscando cualquier amenaza, y sus ojos se detuvieron en el mayor Harrington, que no la perdía de vista.
Matthew no había dejado de observar a Emilia desde que entraron nuevamente en la fiesta. A pesar de la evidente incomodidad de la joven, él no se apartaba. Le intrigaba, y cuanto más esquiva se mostraba, más interés sentía por ella. Había algo en su carácter fuerte y protector hacia su hermana que lo atraía de una manera que no podía explicar.
Decidido a no dejarse intimidar, Matthew se acercó nuevamente a Emilia.
—Me alegra verte de nuevo —dijo él, con esa sonrisa encantadora que parecía desarmar a cualquiera.
Emilia, a pesar de su malestar, respondió con educación.
—Mayor Harrington —dijo, manteniendo el tono formal—, espero que estés disfrutando de la fiesta.
—Mucho más ahora —respondió Matthew, mirándola intensamente. Pero entonces, su atención se desvió por un momento hacia Emma, quien se mantenía en silencio a su lado, y no pudo evitar notar la cercanía entre las dos. Algo en la relación entre ambas hermanas lo intrigaba profundamente.
A su lado, Evan, siempre discreto, seguía observando a Emma desde la distancia. Había algo en su fragilidad y tristeza que lo conmovía. Aunque no la conocía, sentía una conexión inexplicable con ella, como si su silencio hablara más que cualquier palabra. Cada vez que ella decía algo, aunque fuese un simple "gracias" o "con permiso", sentía que su pecho se aceleraba. Quería acercarse, pero temía que cualquier intento fuera malinterpretado.
La noche avanzaba, y la fiesta comenzaba a desvanecerse lentamente. Los invitados comenzaban a despedirse, y Matthew vio su oportunidad. Antes de irse, se acercó una vez más a Emilia.
—Voy a estar fuera de la ciudad por una semana. Pero cuando regrese, me gustaría volver a verte —dijo, su tono firme pero amable—. Vendré a visitarte.
Emilia mantuvo su expresión neutral, aunque por dentro la sensación de presión y urgencia aumentaba. No podía permitirse rechazarlo. Si Matthew estaba dispuesto a seguir cortejándola, quizás él sería su única salvación, su única manera de proteger a Emma.
—Claro, mayor Harrington. Estaré aquí cuando regreses —respondió, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Una vez que los invitados se habían marchado y el silencio reinaba nuevamente en la mansión, Emilia y Emma subieron juntas las escaleras hacia sus habitaciones. El día había sido largo y agotador, pero Emilia no podía descansar. Mientras Emma se retiraba a su cuarto, Emilia se quedó de pie frente a la puerta, sumida en sus pensamientos.
Sabía lo que debía hacer. Tenía que salvar a su hermana de la humillación y la ruina. No importaba lo que tuviera que sacrificar, no dejaría que Emma sufriera las consecuencias de su error sola. Si tenía que casarse con el mayor Matthew Harrington para asegurar la protección de ambas, lo haría. Era su única opción.
Al entrar en su habitación, Emilia cerró la puerta con suavidad y se sentó en el borde de la cama. La decisión ya estaba tomada. No había vuelta atrás.
El día había llegado. Emilia no había dejado de pensar en la visita de Matthew durante toda la semana, y aunque trataba de mostrarse indiferente frente a sus tíos, por dentro sentía una mezcla de ansiedad y emoción. Oswald, su primo, la había puesto al tanto de la visita, mencionando entre bromas que Matthew parecía interesado, y que había comentado varias veces sobre su última conversación con ella en la fiesta.Cuando la puerta principal de la casa se abrió esa tarde, el sonido de las botas de Matthew resonó por el pasillo. Emilia, quien había estado esperando en la sala con las manos entrelazadas sobre su regazo, se puso de pie rápidamente al escuchar su voz. El mayor Harrington tenía una presencia tan imponente como recordaba, pero esta vez no la intimidaba; al contrario, había algo reconfortante en su porte.—Emilia —dijo Matthew, saludándola con una sonrisa cálida—. Espero no haber llegado muy temprano.—Para nada, mayor Harrington —respondió ella, tratando de mantener la compos
El aire dentro del departamento de Matthew estaba cargado de una mezcla de anticipación y nerviosismo. Emilia se sentía fuera de lugar, pero al mismo tiempo, una parte de ella no podía evitar emocionarse. Sentada en el sillón, veía cómo Matthew se movía por el pequeño espacio, abriendo un gabinete de la cocina.—¿Te gustaría algo de beber? —preguntó él, girándose para mirarla con una sonrisa tranquila, como si supiera lo nerviosa que estaba y quisiera calmarla.Emilia asintió, su voz atascada en la garganta. Su mente iba a mil por hora, y aunque sabía que lo que estaba por suceder podía cambiarlo todo, no se detuvo. Sabía que debía asegurarse de que Matthew se comprometiera con ella, no solo por ella misma, sino también por Emma.Matthew volvió con dos copas de vino y se sentó a su lado, ofreciéndole una. Los primeros sorbos fueron silenciosos, pero la tensión en el ambiente creció a medida que las miradas se volvían más intensas. Emilia sentía que su corazón latía más rápido, como si
El sol de la mañana se filtraba por las cortinas cuando Emilia se quedó mirando fijamente la prueba de embarazo que sostenía en sus manos. El resultado era negativo. Un alivio inmediato recorrió su cuerpo, pero no pasó mucho tiempo antes de que otro sentimiento la invadiera: desilusión. Una parte de ella había comenzado a imaginar cómo sería llevar en su vientre el hijo de Matthew, el hombre por el que sentía algo cada vez más profundo. A pesar del alivio, no podía negar que algo en su interior había deseado que ese resultado fuera diferente.Suspiró, dejando la prueba sobre el lavabo, y luego se dirigió a la habitación de su hermana. Emma no estaba, seguramente aún dormía en el jardín o la biblioteca, como acostumbraba en las mañanas, pero Emilia sabía lo que buscaba. En silencio, abrió el cajón donde Emma guardaba sus cosas personales y allí encontró lo que buscaba: la prueba de embarazo que su hermana había hecho días atrás.Tomó la prueba positiva y, sin pensarlo mucho, la guardó
El sol brillaba con fuerza aquel día, presagiando una boda perfecta. Matthew había aceptado sin dudar la condición que Emilia le impuso para casarse. De hecho, no solo la aceptó con alegría, sino que le aseguró que jamás intentaría separarlas. En los días previos a la boda, Emilia pudo ver cómo él estaba más consciente de la forma en que sus tíos las trataban. Los comentarios críticos y la falta de afecto de sus tíos no pasaban desapercibidos, y Matthew comprendió que mantener a Emma cerca de Emilia no solo era lo correcto, sino también una protección que ambas necesitaban.El día de la boda llegó rápidamente, apenas dos semanas después del compromiso. Los preparativos habían sido intensos, pero Matthew se había asegurado de que todo saliera a la perfección. El salón de la mansión estaba decorado con elegancia y flores blancas adornaban cada rincón, mientras que la familia y los amigos cercanos de Matthew llenaban el lugar con sonrisas y charlas animadas. Emilia, en su habitación, se
El ambiente en la fiesta estaba cargado de tensión cuando Matthew y Emilia se acercaron al grupo. Emilia, percibiendo la incomodidad en el rostro de su hermana, no dudó ni un segundo en intervenir.—Emma, ven conmigo —dijo suavemente, pero con la suficiente firmeza para que Emma se apartara del agarre de Leonardo. Mientras lo hacía, Matthew, de pie junto a Emilia, observaba la escena con ojos fríos.—Es mejor que te vayas de nuestra fiesta —dijo Matthew, su tono no admitía discusión.Leonardo, claramente alterado, frunció el ceño y dio un paso adelante, con la intención de imponer su presencia.—¿Quién te crees que eres para decirme lo que debo hacer? —espetó, su voz llena de resentimiento.Antes de que Matthew pudiera responder, Evan intervino. Dio un paso hacia adelante, situándose entre Emma y Leonardo, sus ojos fijos en el hombre que había estado molestando a Emma toda la noche con sus miradas y comentarios.—No me importas ni tú ni tus amenazas —dijo Evan con una calma aterradora
El suave crepitar de la madera bajo sus pies llenaba la casa vacía mientras Emma caminaba de una habitación a otra, supervisando los últimos detalles. Desde que Emilia y Matthew se habían ido de luna de miel, la casa había quedado en sus manos. Era una tarea monumental, pero Emma se había refugiado en ella, intentando mantenerse ocupada y, sobre todo, distraída.La casa que Matthew había comprado era amplia, con suficiente espacio para que todos pudieran vivir cómodamente. Los muebles comenzaban a llegar, y Emma se aseguraba de que cada pieza estuviera en su lugar, siguiendo las indicaciones de su hermana. Pero no estaba sola en esta labor. Evan había estado presente en casi todos los pasos del proceso, ofreciéndose voluntario para ayudar en lo que fuera necesario.La presencia de Evan, aunque reconfortante, también la inquietaba. Desde la boda, había sentido un cambio en su relación con él. No era solo que él la mirara de una manera diferente, como si tratara de leer los secretos que
El roce cálido del brazo de Evan contra su cuerpo hizo que el corazón de Emma martilleara en su pecho. Sus ojos permanecían cerrados, esperando lo inevitable: ese beso que parecía flotar entre ellos, inminente, pero aún no consumado. Podía sentir el calor de su respiración, el leve temblor de sus propios labios al borde de la rendición.Pero el beso nunca llegó.Evan se apartó con una suavidad dolorosa, liberándola de su abrazo protector. Emma abrió los ojos lentamente, encontrándose con su mirada, una mezcla de confusión y algo más… ¿Resignación? Evan parecía debatirse internamente, como si supiera que algo lo detenía, que no todo estaba dicho entre ellos.—Perdón —murmuró él, su voz ronca, rompiendo la burbuja de tensión que los rodeaba—. No quer&iac
La mañana comenzó con una agitación inusual en la casa. El sonido de maletas siendo cerradas, pasos acelerados y voces susurrantes llenaban el ambiente. Emma observaba desde la ventana de su habitación mientras Evan y Matthew se preparaban para marcharse. Matthew, con su porte siempre serio y metódico, daba instrucciones a uno de los empleados de la casa, mientras que Evan, más relajado, se dedicaba a guardar el equipaje de su amigo en el auto, colocando con cuidado los bolsos para dirigirse a la misión que los alejaría por un tiempo indefinido.Emilia entró en la habitación de Emma con una sonrisa en los labios, cargando una taza de té caliente. Se había recuperado de la emoción del viaje, pero aún parecía irradiar esa alegría inconfundible de una recién casada. Emma, por otro lado, se sentía atrapada en una m