El sol brillaba con fuerza aquel día, presagiando una boda perfecta. Matthew había aceptado sin dudar la condición que Emilia le impuso para casarse. De hecho, no solo la aceptó con alegría, sino que le aseguró que jamás intentaría separarlas. En los días previos a la boda, Emilia pudo ver cómo él estaba más consciente de la forma en que sus tíos las trataban. Los comentarios críticos y la falta de afecto de sus tíos no pasaban desapercibidos, y Matthew comprendió que mantener a Emma cerca de Emilia no solo era lo correcto, sino también una protección que ambas necesitaban.
El día de la boda llegó rápidamente, apenas dos semanas después del compromiso. Los preparativos habían sido intensos, pero Matthew se había asegurado de que todo saliera a la perfección. El salón de la mansión estaba decorado con elegancia y flores blancas adornaban cada rincón, mientras que la familia y los amigos cercanos de Matthew llenaban el lugar con sonrisas y charlas animadas. Emilia, en su habitación, se preparaba para el que sería uno de los momentos más importantes de su vida.
Vestida de blanco, con un vestido de encaje que resaltaba su figura esbelta, Emilia se miraba al espejo. Se veía radiante, más hermosa de lo que jamás se había sentido. El velo caía suavemente sobre su cabello recogido, y su rostro reflejaba la mezcla de emoción, nervios y felicidad. Iba a casarse con un hombre que la había defendido, que la respetaba, y aunque todo había comenzado con una mentira, ahora no había duda en su corazón de que sus sentimientos por Matthew eran reales.
Emma, por su parte, estaba a su lado, arreglándole el último detalle del velo antes de que salieran al altar. Lucía igualmente hermosa, vestida de dama de honor, aunque una tristeza velada se escondía tras su sonrisa. Sabía que el futuro de su hermana estaba asegurado, pero su propio destino seguía siendo incierto. Aún así, Emma intentó disfrutar el día, por amor a Emilia, aunque evitaba mirar directamente a Leonardo, quien también estaba presente entre los invitados, con su habitual actitud altiva.
Al salir hacia el altar, Emilia vio a Matthew esperándola, luciendo imponente en su uniforme militar. A su lado estaba Evan, el amigo más cercano de Matthew, que se había ofrecido como padrino de boda. Evan había aceptado gustoso, no solo porque Matthew se lo pidiera, sino porque también había sentido un impulso inexplicable al saber que Emma sería la dama de honor. Aunque no había intercambiado más que unas pocas palabras con ella hasta entonces, no podía dejar de mirarla en cada ocasión que la veía.
La ceremonia fue breve pero emotiva, con cada palabra del sacerdote resonando en el aire. Los votos intercambiados entre Emilia y Matthew fueron sinceros, y cuando llegó el momento del beso, ambos sintieron que el futuro que se desplegaba ante ellos estaba lleno de promesas. Los aplausos de los invitados resonaron mientras los novios se tomaban de las manos, caminando por el pasillo decorado con pétalos de rosa hacia el salón de baile.
Evan no apartaba la vista de Emma mientras caminaban. Desde la primera vez que la había visto, algo en ella le llamaba la atención, algo más allá de su belleza física. Había una profundidad en sus ojos que lo intrigaba, como si guardara secretos y miedos que él deseaba conocer. Sin embargo, ella siempre parecía distante, como si estuviera envuelta en una burbuja de tristeza y misterio.
Tras el banquete, llegó el momento del primer baile entre los recién casados. Matthew y Emilia, tomados de la mano, se dirigieron a la pista de baile mientras los músicos comenzaban a tocar una suave melodía. La pareja giraba lentamente bajo las luces cálidas del salón, sus ojos fijos el uno en el otro, y cualquiera podía ver el amor que compartían. Pero entre los invitados, Evan solo podía ver a Emma. La observaba desde la distancia, esperando el momento adecuado para acercarse.
Cuando el vals de los novios terminó, los invitados comenzaron a unirse a la pista de baile. Evan aprovechó la oportunidad y se acercó a Emma, quien estaba sentada a un lado, aparentemente perdida en sus pensamientos.
—Emma, ¿me concedes este baile? —preguntó, extendiéndole la mano.
Emma levantó la vista, sorprendida, pero algo en la calidez de su tono y en la sinceridad de sus ojos la hizo sentir segura. Dudó solo por un momento antes de colocar su mano en la de él. En cuanto lo hizo, una sensación reconfortante la envolvió. El contacto con Evan era diferente a cualquier otro que había sentido antes. No era incómodo ni forzado. Al contrario, había algo en su toque que la hacía sentir protegida, como si estuviera segura a su lado.
Evan la condujo a la pista de baile, y mientras la música fluía a su alrededor, ambos se movieron en sincronía, casi como si hubieran practicado aquel baile toda su vida. Para Emma, era extraño sentirse tan cómoda con alguien que apenas conocía. Sin embargo, a pesar de la atracción que comenzaba a sentir hacia él, un recuerdo oscuro se mantenía firme en su mente: su embarazo. Sabía que no podía permitirse sentir algo por Evan, no mientras ocultaba la verdad. Él merecía una vida sin complicaciones, y ella no podía darle eso.
—Estás hermosa esta noche —le susurró Evan, su voz profunda y suave.
Emma sonrió, aunque sus pensamientos seguían nublados. Cada giro en los brazos de Evan la hacía sentir más ligera, como si pudiera olvidar momentáneamente todo lo que la preocupaba. Pero al mismo tiempo, sentía el peso de su secreto cada vez más fuerte.
Cuando la canción terminó, ambos se quedaron unos segundos más juntos, sus cuerpos aún cercanos. Evan la miró fijamente, como si intentara descifrar lo que ella ocultaba. Emma, sintiendo la presión de su mirada, apartó la vista.
—Gracias por el baile —murmuró ella, soltando su mano suavemente.
Evan asintió, pero no pudo evitar sentirse desconcertado. Sin embargo, no pudo decir nada, porque en ese momento Leonardo se acercó a ellos y le exigió a Emma, mostrando evidentemente su borrachera.
—¿Me aceptas este baile? —ella quiso negarse apartándose de su camino, pero Leonardo la tomó con fuerza de la muñeca, causándole un gesto de dolor—. A mí no me ignoras, m*****a.
Y eso bastó para que Evan se encendiera en su ira.
—Y yo te advierto, o la sueltas ahora mismo o te parto la mano en dos —ambos hombres se vieron retadoramente, mientras Emma sentía el temor de que Leonardo dijera más de la cuenta y la expusiera delante de todos, incluso de Evan.
El ambiente en la fiesta estaba cargado de tensión cuando Matthew y Emilia se acercaron al grupo. Emilia, percibiendo la incomodidad en el rostro de su hermana, no dudó ni un segundo en intervenir.—Emma, ven conmigo —dijo suavemente, pero con la suficiente firmeza para que Emma se apartara del agarre de Leonardo. Mientras lo hacía, Matthew, de pie junto a Emilia, observaba la escena con ojos fríos.—Es mejor que te vayas de nuestra fiesta —dijo Matthew, su tono no admitía discusión.Leonardo, claramente alterado, frunció el ceño y dio un paso adelante, con la intención de imponer su presencia.—¿Quién te crees que eres para decirme lo que debo hacer? —espetó, su voz llena de resentimiento.Antes de que Matthew pudiera responder, Evan intervino. Dio un paso hacia adelante, situándose entre Emma y Leonardo, sus ojos fijos en el hombre que había estado molestando a Emma toda la noche con sus miradas y comentarios.—No me importas ni tú ni tus amenazas —dijo Evan con una calma aterradora
El suave crepitar de la madera bajo sus pies llenaba la casa vacía mientras Emma caminaba de una habitación a otra, supervisando los últimos detalles. Desde que Emilia y Matthew se habían ido de luna de miel, la casa había quedado en sus manos. Era una tarea monumental, pero Emma se había refugiado en ella, intentando mantenerse ocupada y, sobre todo, distraída.La casa que Matthew había comprado era amplia, con suficiente espacio para que todos pudieran vivir cómodamente. Los muebles comenzaban a llegar, y Emma se aseguraba de que cada pieza estuviera en su lugar, siguiendo las indicaciones de su hermana. Pero no estaba sola en esta labor. Evan había estado presente en casi todos los pasos del proceso, ofreciéndose voluntario para ayudar en lo que fuera necesario.La presencia de Evan, aunque reconfortante, también la inquietaba. Desde la boda, había sentido un cambio en su relación con él. No era solo que él la mirara de una manera diferente, como si tratara de leer los secretos que
El roce cálido del brazo de Evan contra su cuerpo hizo que el corazón de Emma martilleara en su pecho. Sus ojos permanecían cerrados, esperando lo inevitable: ese beso que parecía flotar entre ellos, inminente, pero aún no consumado. Podía sentir el calor de su respiración, el leve temblor de sus propios labios al borde de la rendición.Pero el beso nunca llegó.Evan se apartó con una suavidad dolorosa, liberándola de su abrazo protector. Emma abrió los ojos lentamente, encontrándose con su mirada, una mezcla de confusión y algo más… ¿Resignación? Evan parecía debatirse internamente, como si supiera que algo lo detenía, que no todo estaba dicho entre ellos.—Perdón —murmuró él, su voz ronca, rompiendo la burbuja de tensión que los rodeaba—. No quer&iac
La mañana comenzó con una agitación inusual en la casa. El sonido de maletas siendo cerradas, pasos acelerados y voces susurrantes llenaban el ambiente. Emma observaba desde la ventana de su habitación mientras Evan y Matthew se preparaban para marcharse. Matthew, con su porte siempre serio y metódico, daba instrucciones a uno de los empleados de la casa, mientras que Evan, más relajado, se dedicaba a guardar el equipaje de su amigo en el auto, colocando con cuidado los bolsos para dirigirse a la misión que los alejaría por un tiempo indefinido.Emilia entró en la habitación de Emma con una sonrisa en los labios, cargando una taza de té caliente. Se había recuperado de la emoción del viaje, pero aún parecía irradiar esa alegría inconfundible de una recién casada. Emma, por otro lado, se sentía atrapada en una m
Las tres semanas que siguieron a la partida de Evan y Matthew se sintieron eternas para Emma. Cada día pasaba arrastrando una sensación de angustia que no lograba disipar. Aunque Emilia intentaba mantener el ánimo elevado, la preocupación era palpable entre ambas. Emma se encontraba pegada al teléfono, esperando al menos una llamada de Matthew para informarles que estaban bien. Sin embargo, el silencio solo alimentaba sus temores.En más de una ocasión, se sorprendió a sí misma mirando por la ventana, preguntándose dónde estaría Evan, si estaría bien. Cada vez que la incertidumbre le ganaba, sus pensamientos volvían al momento en que casi se besaron. ¿Qué habría pasado si hubiera dejado de lado sus reservas? Pero más allá de la nostalgia por lo que pudo ser, el miedo de que algo le sucediera a Evan, de q
Emma permaneció en silencio, intentando encontrar las palabras adecuadas. Las emociones en su interior eran como un remolino: miedo, esperanza, deseo, y ese dolor persistente que se negaba a desaparecer. Evan la miraba con atención, esperando su respuesta con una mezcla de paciencia y ansiedad. Había sido un largo tiempo de espera para ambos, y ahora, finalmente, el momento había llegado.—Evan… —comenzó ella, sin saber exactamente por dónde empezar—. Lo que siento por ti es... profundo. Nunca dejé de pensarte durante estas semanas. Cada día me preocupaba, te extrañaba… —se detuvo un instante, sintiendo la emoción subir por su garganta—. Pero también siento miedo.Evan frunció el ceño, tomando su mano suavemente, tratando de ofrecerle el consuelo que ella tanto necesitaba.—¿
Varios días pasaron desde la llegada de los hombres de la misión, Evan ya había sido dado de alta por el médico de base y aprovechaba el tiempo pasándolo con Emma. Incluso, Matthew, bromeaba con darle un cuarto en la casa para que no tuviera que marcharse cada día.El aire en el jardín estaba impregnado de una brisa suave que, sin embargo, no lograba calmar el remolino de pensamientos en la mente de Emma. A pesar de la tranquilidad aparente que la rodeaba, las palabras que Evan había pronunciado el día de su llegada resonaban en su cabeza. «Lo único que deseo es estar a tu lado». Era una promesa sincera, pero ¿podía realmente confiar en alguien después de todo lo que había vivido?Caminaban en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que Evan se detuvo frente a un rosal y cortó una flor, entreg&aacut
La tarde comenzaba a teñirse de tonos naranjas y dorados, pero en el interior de Emma, la calma del atardecer parecía distante. Evan seguía frente a ella, esperando una respuesta, una verdad que aún no había sido revelada. El peso de los secretos comenzaba a sentirse insoportable, y justo cuando Emma pensaba que no podría mantenerlo más tiempo en su pecho, el teléfono de Evan sonó nuevamente, interrumpiendo el tenso momento.Con un suspiro frustrado, Evan sacó el móvil de su bolsillo, echando una rápida mirada a la pantalla antes de contestar.—Es la base —murmuró, mientras se alejaba un par de pasos para contestar la llamada.Emma observó cómo la expresión de Evan cambiaba a medida que escuchaba al otro lado de la línea. Los minutos se hacían eternos mientras él asentía, intercambiando palabras breves. Cuando finalmente colgó, regresó hacia Emma con una expresión más seria.—Tienen una misión para mí —anunció con tono grave—. No será algo largo, pero debo presentarme cuanto antes par