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Capítulo 7: Un vals bajo las estrellas

El sol brillaba con fuerza aquel día, presagiando una boda perfecta. Matthew había aceptado sin dudar la condición que Emilia le impuso para casarse. De hecho, no solo la aceptó con alegría, sino que le aseguró que jamás intentaría separarlas. En los días previos a la boda, Emilia pudo ver cómo él estaba más consciente de la forma en que sus tíos las trataban. Los comentarios críticos y la falta de afecto de sus tíos no pasaban desapercibidos, y Matthew comprendió que mantener a Emma cerca de Emilia no solo era lo correcto, sino también una protección que ambas necesitaban.

El día de la boda llegó rápidamente, apenas dos semanas después del compromiso. Los preparativos habían sido intensos, pero Matthew se había asegurado de que todo saliera a la perfección. El salón de la mansión estaba decorado con elegancia y flores blancas adornaban cada rincón, mientras que la familia y los amigos cercanos de Matthew llenaban el lugar con sonrisas y charlas animadas. Emilia, en su habitación, se preparaba para el que sería uno de los momentos más importantes de su vida.

Vestida de blanco, con un vestido de encaje que resaltaba su figura esbelta, Emilia se miraba al espejo. Se veía radiante, más hermosa de lo que jamás se había sentido. El velo caía suavemente sobre su cabello recogido, y su rostro reflejaba la mezcla de emoción, nervios y felicidad. Iba a casarse con un hombre que la había defendido, que la respetaba, y aunque todo había comenzado con una mentira, ahora no había duda en su corazón de que sus sentimientos por Matthew eran reales.

Emma, por su parte, estaba a su lado, arreglándole el último detalle del velo antes de que salieran al altar. Lucía igualmente hermosa, vestida de dama de honor, aunque una tristeza velada se escondía tras su sonrisa. Sabía que el futuro de su hermana estaba asegurado, pero su propio destino seguía siendo incierto. Aún así, Emma intentó disfrutar el día, por amor a Emilia, aunque evitaba mirar directamente a Leonardo, quien también estaba presente entre los invitados, con su habitual actitud altiva.

Al salir hacia el altar, Emilia vio a Matthew esperándola, luciendo imponente en su uniforme militar. A su lado estaba Evan, el amigo más cercano de Matthew, que se había ofrecido como padrino de boda. Evan había aceptado gustoso, no solo porque Matthew se lo pidiera, sino porque también había sentido un impulso inexplicable al saber que Emma sería la dama de honor. Aunque no había intercambiado más que unas pocas palabras con ella hasta entonces, no podía dejar de mirarla en cada ocasión que la veía.

La ceremonia fue breve pero emotiva, con cada palabra del sacerdote resonando en el aire. Los votos intercambiados entre Emilia y Matthew fueron sinceros, y cuando llegó el momento del beso, ambos sintieron que el futuro que se desplegaba ante ellos estaba lleno de promesas. Los aplausos de los invitados resonaron mientras los novios se tomaban de las manos, caminando por el pasillo decorado con pétalos de rosa hacia el salón de baile.

Evan no apartaba la vista de Emma mientras caminaban. Desde la primera vez que la había visto, algo en ella le llamaba la atención, algo más allá de su belleza física. Había una profundidad en sus ojos que lo intrigaba, como si guardara secretos y miedos que él deseaba conocer. Sin embargo, ella siempre parecía distante, como si estuviera envuelta en una burbuja de tristeza y misterio.

Tras el banquete, llegó el momento del primer baile entre los recién casados. Matthew y Emilia, tomados de la mano, se dirigieron a la pista de baile mientras los músicos comenzaban a tocar una suave melodía. La pareja giraba lentamente bajo las luces cálidas del salón, sus ojos fijos el uno en el otro, y cualquiera podía ver el amor que compartían. Pero entre los invitados, Evan solo podía ver a Emma. La observaba desde la distancia, esperando el momento adecuado para acercarse.

Cuando el vals de los novios terminó, los invitados comenzaron a unirse a la pista de baile. Evan aprovechó la oportunidad y se acercó a Emma, quien estaba sentada a un lado, aparentemente perdida en sus pensamientos.

—Emma, ¿me concedes este baile? —preguntó, extendiéndole la mano.

Emma levantó la vista, sorprendida, pero algo en la calidez de su tono y en la sinceridad de sus ojos la hizo sentir segura. Dudó solo por un momento antes de colocar su mano en la de él. En cuanto lo hizo, una sensación reconfortante la envolvió. El contacto con Evan era diferente a cualquier otro que había sentido antes. No era incómodo ni forzado. Al contrario, había algo en su toque que la hacía sentir protegida, como si estuviera segura a su lado.

Evan la condujo a la pista de baile, y mientras la música fluía a su alrededor, ambos se movieron en sincronía, casi como si hubieran practicado aquel baile toda su vida. Para Emma, era extraño sentirse tan cómoda con alguien que apenas conocía. Sin embargo, a pesar de la atracción que comenzaba a sentir hacia él, un recuerdo oscuro se mantenía firme en su mente: su embarazo. Sabía que no podía permitirse sentir algo por Evan, no mientras ocultaba la verdad. Él merecía una vida sin complicaciones, y ella no podía darle eso.

—Estás hermosa esta noche —le susurró Evan, su voz profunda y suave.

Emma sonrió, aunque sus pensamientos seguían nublados. Cada giro en los brazos de Evan la hacía sentir más ligera, como si pudiera olvidar momentáneamente todo lo que la preocupaba. Pero al mismo tiempo, sentía el peso de su secreto cada vez más fuerte.

Cuando la canción terminó, ambos se quedaron unos segundos más juntos, sus cuerpos aún cercanos. Evan la miró fijamente, como si intentara descifrar lo que ella ocultaba. Emma, sintiendo la presión de su mirada, apartó la vista.

—Gracias por el baile —murmuró ella, soltando su mano suavemente.

Evan asintió, pero no pudo evitar sentirse desconcertado. Sin embargo, no pudo decir nada, porque en ese momento Leonardo se acercó a ellos y le exigió a Emma, mostrando evidentemente su borrachera.

—¿Me aceptas este baile? —ella quiso negarse apartándose de su camino, pero Leonardo la tomó con fuerza de la muñeca, causándole un gesto de dolor—. A mí no me ignoras, m*****a.

Y eso bastó para que Evan se encendiera en su ira.

—Y yo te advierto, o la sueltas ahora mismo o te parto la mano en dos —ambos hombres se vieron retadoramente, mientras Emma sentía el temor de que Leonardo dijera más de la cuenta y la expusiera delante de todos, incluso de Evan.

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