El suave crepitar de la madera bajo sus pies llenaba la casa vacía mientras Emma caminaba de una habitación a otra, supervisando los últimos detalles. Desde que Emilia y Matthew se habían ido de luna de miel, la casa había quedado en sus manos. Era una tarea monumental, pero Emma se había refugiado en ella, intentando mantenerse ocupada y, sobre todo, distraída.La casa que Matthew había comprado era amplia, con suficiente espacio para que todos pudieran vivir cómodamente. Los muebles comenzaban a llegar, y Emma se aseguraba de que cada pieza estuviera en su lugar, siguiendo las indicaciones de su hermana. Pero no estaba sola en esta labor. Evan había estado presente en casi todos los pasos del proceso, ofreciéndose voluntario para ayudar en lo que fuera necesario.La presencia de Evan, aunque reconfortante, también la inquietaba. Desde la boda, había sentido un cambio en su relación con él. No era solo que él la mirara de una manera diferente, como si tratara de leer los secretos que
El roce cálido del brazo de Evan contra su cuerpo hizo que el corazón de Emma martilleara en su pecho. Sus ojos permanecían cerrados, esperando lo inevitable: ese beso que parecía flotar entre ellos, inminente, pero aún no consumado. Podía sentir el calor de su respiración, el leve temblor de sus propios labios al borde de la rendición.Pero el beso nunca llegó.Evan se apartó con una suavidad dolorosa, liberándola de su abrazo protector. Emma abrió los ojos lentamente, encontrándose con su mirada, una mezcla de confusión y algo más… ¿Resignación? Evan parecía debatirse internamente, como si supiera que algo lo detenía, que no todo estaba dicho entre ellos.—Perdón —murmuró él, su voz ronca, rompiendo la burbuja de tensión que los rodeaba—. No quer&iac
La mañana comenzó con una agitación inusual en la casa. El sonido de maletas siendo cerradas, pasos acelerados y voces susurrantes llenaban el ambiente. Emma observaba desde la ventana de su habitación mientras Evan y Matthew se preparaban para marcharse. Matthew, con su porte siempre serio y metódico, daba instrucciones a uno de los empleados de la casa, mientras que Evan, más relajado, se dedicaba a guardar el equipaje de su amigo en el auto, colocando con cuidado los bolsos para dirigirse a la misión que los alejaría por un tiempo indefinido.Emilia entró en la habitación de Emma con una sonrisa en los labios, cargando una taza de té caliente. Se había recuperado de la emoción del viaje, pero aún parecía irradiar esa alegría inconfundible de una recién casada. Emma, por otro lado, se sentía atrapada en una m
Las tres semanas que siguieron a la partida de Evan y Matthew se sintieron eternas para Emma. Cada día pasaba arrastrando una sensación de angustia que no lograba disipar. Aunque Emilia intentaba mantener el ánimo elevado, la preocupación era palpable entre ambas. Emma se encontraba pegada al teléfono, esperando al menos una llamada de Matthew para informarles que estaban bien. Sin embargo, el silencio solo alimentaba sus temores.En más de una ocasión, se sorprendió a sí misma mirando por la ventana, preguntándose dónde estaría Evan, si estaría bien. Cada vez que la incertidumbre le ganaba, sus pensamientos volvían al momento en que casi se besaron. ¿Qué habría pasado si hubiera dejado de lado sus reservas? Pero más allá de la nostalgia por lo que pudo ser, el miedo de que algo le sucediera a Evan, de q
Emma permaneció en silencio, intentando encontrar las palabras adecuadas. Las emociones en su interior eran como un remolino: miedo, esperanza, deseo, y ese dolor persistente que se negaba a desaparecer. Evan la miraba con atención, esperando su respuesta con una mezcla de paciencia y ansiedad. Había sido un largo tiempo de espera para ambos, y ahora, finalmente, el momento había llegado.—Evan… —comenzó ella, sin saber exactamente por dónde empezar—. Lo que siento por ti es... profundo. Nunca dejé de pensarte durante estas semanas. Cada día me preocupaba, te extrañaba… —se detuvo un instante, sintiendo la emoción subir por su garganta—. Pero también siento miedo.Evan frunció el ceño, tomando su mano suavemente, tratando de ofrecerle el consuelo que ella tanto necesitaba.—¿
Varios días pasaron desde la llegada de los hombres de la misión, Evan ya había sido dado de alta por el médico de base y aprovechaba el tiempo pasándolo con Emma. Incluso, Matthew, bromeaba con darle un cuarto en la casa para que no tuviera que marcharse cada día.El aire en el jardín estaba impregnado de una brisa suave que, sin embargo, no lograba calmar el remolino de pensamientos en la mente de Emma. A pesar de la tranquilidad aparente que la rodeaba, las palabras que Evan había pronunciado el día de su llegada resonaban en su cabeza. «Lo único que deseo es estar a tu lado». Era una promesa sincera, pero ¿podía realmente confiar en alguien después de todo lo que había vivido?Caminaban en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que Evan se detuvo frente a un rosal y cortó una flor, entreg&aacut
La tarde comenzaba a teñirse de tonos naranjas y dorados, pero en el interior de Emma, la calma del atardecer parecía distante. Evan seguía frente a ella, esperando una respuesta, una verdad que aún no había sido revelada. El peso de los secretos comenzaba a sentirse insoportable, y justo cuando Emma pensaba que no podría mantenerlo más tiempo en su pecho, el teléfono de Evan sonó nuevamente, interrumpiendo el tenso momento.Con un suspiro frustrado, Evan sacó el móvil de su bolsillo, echando una rápida mirada a la pantalla antes de contestar.—Es la base —murmuró, mientras se alejaba un par de pasos para contestar la llamada.Emma observó cómo la expresión de Evan cambiaba a medida que escuchaba al otro lado de la línea. Los minutos se hacían eternos mientras él asentía, intercambiando palabras breves. Cuando finalmente colgó, regresó hacia Emma con una expresión más seria.—Tienen una misión para mí —anunció con tono grave—. No será algo largo, pero debo presentarme cuanto antes par
Las horas se habían vuelto días, y aún no había señales de Evan. Emma intentaba distraerse, pero su mente siempre volvía al mismo punto: la misión. Aunque Evan le había prometido que no estaría mucho tiempo fuera, la espera comenzaba a desgastarla. Su ansiedad crecía, pero no podía decirle nada a Emilia. Su hermana ya lidiaba con su propia preocupación por Matthew, quien tampoco había regresado.Esa mañana, Emma se levantó más temprano de lo habitual. El insomnio la había mantenido en vela, y aunque intentó descansar, las imágenes perturbadoras que invadían su mente la dejaron exhausta. Durante la noche, las pesadillas habían vuelto con fuerza. En sus sueños, Leonardo aparecía, no como el hombre que alguna vez conoció, sino como una sombra amenazante, burlándose de sus sentimientos y destru