El roce cálido del brazo de Evan contra su cuerpo hizo que el corazón de Emma martilleara en su pecho. Sus ojos permanecían cerrados, esperando lo inevitable: ese beso que parecía flotar entre ellos, inminente, pero aún no consumado. Podía sentir el calor de su respiración, el leve temblor de sus propios labios al borde de la rendición.Pero el beso nunca llegó.Evan se apartó con una suavidad dolorosa, liberándola de su abrazo protector. Emma abrió los ojos lentamente, encontrándose con su mirada, una mezcla de confusión y algo más… ¿Resignación? Evan parecía debatirse internamente, como si supiera que algo lo detenía, que no todo estaba dicho entre ellos.—Perdón —murmuró él, su voz ronca, rompiendo la burbuja de tensión que los rodeaba—. No quer&iac
La mañana comenzó con una agitación inusual en la casa. El sonido de maletas siendo cerradas, pasos acelerados y voces susurrantes llenaban el ambiente. Emma observaba desde la ventana de su habitación mientras Evan y Matthew se preparaban para marcharse. Matthew, con su porte siempre serio y metódico, daba instrucciones a uno de los empleados de la casa, mientras que Evan, más relajado, se dedicaba a guardar el equipaje de su amigo en el auto, colocando con cuidado los bolsos para dirigirse a la misión que los alejaría por un tiempo indefinido.Emilia entró en la habitación de Emma con una sonrisa en los labios, cargando una taza de té caliente. Se había recuperado de la emoción del viaje, pero aún parecía irradiar esa alegría inconfundible de una recién casada. Emma, por otro lado, se sentía atrapada en una m
Las tres semanas que siguieron a la partida de Evan y Matthew se sintieron eternas para Emma. Cada día pasaba arrastrando una sensación de angustia que no lograba disipar. Aunque Emilia intentaba mantener el ánimo elevado, la preocupación era palpable entre ambas. Emma se encontraba pegada al teléfono, esperando al menos una llamada de Matthew para informarles que estaban bien. Sin embargo, el silencio solo alimentaba sus temores.En más de una ocasión, se sorprendió a sí misma mirando por la ventana, preguntándose dónde estaría Evan, si estaría bien. Cada vez que la incertidumbre le ganaba, sus pensamientos volvían al momento en que casi se besaron. ¿Qué habría pasado si hubiera dejado de lado sus reservas? Pero más allá de la nostalgia por lo que pudo ser, el miedo de que algo le sucediera a Evan, de q
Emma permaneció en silencio, intentando encontrar las palabras adecuadas. Las emociones en su interior eran como un remolino: miedo, esperanza, deseo, y ese dolor persistente que se negaba a desaparecer. Evan la miraba con atención, esperando su respuesta con una mezcla de paciencia y ansiedad. Había sido un largo tiempo de espera para ambos, y ahora, finalmente, el momento había llegado.—Evan… —comenzó ella, sin saber exactamente por dónde empezar—. Lo que siento por ti es... profundo. Nunca dejé de pensarte durante estas semanas. Cada día me preocupaba, te extrañaba… —se detuvo un instante, sintiendo la emoción subir por su garganta—. Pero también siento miedo.Evan frunció el ceño, tomando su mano suavemente, tratando de ofrecerle el consuelo que ella tanto necesitaba.—¿
Varios días pasaron desde la llegada de los hombres de la misión, Evan ya había sido dado de alta por el médico de base y aprovechaba el tiempo pasándolo con Emma. Incluso, Matthew, bromeaba con darle un cuarto en la casa para que no tuviera que marcharse cada día.El aire en el jardín estaba impregnado de una brisa suave que, sin embargo, no lograba calmar el remolino de pensamientos en la mente de Emma. A pesar de la tranquilidad aparente que la rodeaba, las palabras que Evan había pronunciado el día de su llegada resonaban en su cabeza. «Lo único que deseo es estar a tu lado». Era una promesa sincera, pero ¿podía realmente confiar en alguien después de todo lo que había vivido?Caminaban en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, hasta que Evan se detuvo frente a un rosal y cortó una flor, entreg&aacut
La tarde comenzaba a teñirse de tonos naranjas y dorados, pero en el interior de Emma, la calma del atardecer parecía distante. Evan seguía frente a ella, esperando una respuesta, una verdad que aún no había sido revelada. El peso de los secretos comenzaba a sentirse insoportable, y justo cuando Emma pensaba que no podría mantenerlo más tiempo en su pecho, el teléfono de Evan sonó nuevamente, interrumpiendo el tenso momento.Con un suspiro frustrado, Evan sacó el móvil de su bolsillo, echando una rápida mirada a la pantalla antes de contestar.—Es la base —murmuró, mientras se alejaba un par de pasos para contestar la llamada.Emma observó cómo la expresión de Evan cambiaba a medida que escuchaba al otro lado de la línea. Los minutos se hacían eternos mientras él asentía, intercambiando palabras breves. Cuando finalmente colgó, regresó hacia Emma con una expresión más seria.—Tienen una misión para mí —anunció con tono grave—. No será algo largo, pero debo presentarme cuanto antes par
Las horas se habían vuelto días, y aún no había señales de Evan. Emma intentaba distraerse, pero su mente siempre volvía al mismo punto: la misión. Aunque Evan le había prometido que no estaría mucho tiempo fuera, la espera comenzaba a desgastarla. Su ansiedad crecía, pero no podía decirle nada a Emilia. Su hermana ya lidiaba con su propia preocupación por Matthew, quien tampoco había regresado.Esa mañana, Emma se levantó más temprano de lo habitual. El insomnio la había mantenido en vela, y aunque intentó descansar, las imágenes perturbadoras que invadían su mente la dejaron exhausta. Durante la noche, las pesadillas habían vuelto con fuerza. En sus sueños, Leonardo aparecía, no como el hombre que alguna vez conoció, sino como una sombra amenazante, burlándose de sus sentimientos y destru
La tarde comenzaba a caer, y la casa estaba llena de aromas cálidos que emanaban de la cocina. Emma y Emilia habían pasado gran parte del día preparando la cena para la llegada de Matthew y Evan, quienes las habían llamado desde Boston unas horas antes, anunciando su regreso. El ambiente en la casa, que normalmente estaba lleno de una ligera melancolía, hoy brillaba con una energía diferente, anticipando la llegada de los hombres que tanto significaban para ambas.Emma, sin embargo, no podía evitar sentir cierta incomodidad. Mientras se miraba en el espejo del vestíbulo, ajustó el vestido holgado que había elegido cuidadosamente para la ocasión. El embarazo comenzaba a hacerse evidente, y aunque la faja que llevaba ayudaba a disimularlo, cada día resultaba más difícil ocultar la curva creciente de su vientre. Sabía que no podría seguir así por mucho tiempo, pero aún no estaba preparada para enfrentar lo que vendría cuando la verdad saliera a la luz. Especialmente ahora, con Leonardo a