Evan caminó junto a Emma, sintiendo la ligera rigidez de su cuerpo ante la mirada acusadora de Eleanor, quien observaba cada uno de sus movimientos con una mezcla de rabia y frustración. Sin pensarlo demasiado, Evan rodeó la cintura de Emma con su brazo, atrayéndola hacia él con una firmeza que parecía transmitir una promesa de protección. Eleanor, ya visiblemente molesta, apretó los labios con desaprobación, sus ojos entrecerrándose mientras lo miraba con creciente desdén.—Emma no se casará con nadie que no sea yo —dijo Evan con voz clara y decidida. Sus palabras, cargadas de una firmeza innegociable, resonaron en la habitación, haciendo que el silencio cayera como una losa pesada.Emma, con el corazón latiendo a toda velocidad, se quedó paralizada. Apenas podía asimilar lo que acababa de decir Evan. ¿Acaso realmente hab&iac
El beso continuó por un instante que pareció eterno. Emma sentía la calidez de los labios de Evan sobre los suyos, una mezcla de deseo y confusión que la invadía, consumiéndola por completo. Su mente le gritaba que se detuviera, pero su cuerpo seguía adelante, perdido en la seguridad que encontraba en él. Sin embargo, la realidad pronto comenzó a imponerse sobre la fantasía.Evan fue el primero en separarse, dejando el suave rastro de sus labios sobre los de Emma antes de apartarse por completo. Sus ojos se encontraron, y él le susurró, con una voz cargada de ternura:—Te extrañé más de lo que puedo describir —dijo, manteniendo su mirada fija en ella, como si quisiera grabar ese momento en su memoria—. Solo quería recordarte cuánto te amo.Emma suspiró, una sonrisa débil asomó en sus labios, p
Aquella mañana, Emma luchaba con la faja, tratando de ajustarla alrededor de su vientre, pero con cada tirón parecía que el esfuerzo era inútil. Su barriga ya no era fácil de ocultar; con diecisiete semanas de embarazo, su cuerpo estaba transformándose visiblemente. Respiró hondo y tiró una vez más, pero la tela no cedió. Se miró al espejo, frustrada. Ya no podía engañar ni a sí misma.Soltó la faja sobre la cama, resignada. Tenía que admitir que, a partir de ahora, sería más difícil ocultar lo que había estado guardando en secreto. Su vientre ya tenía una curva suave, pero definida, y la ropa ajustada ya no le quedaba como antes. Suspiró y decidió que lo mejor sería salir a comprar ropa nueva, algo que la ayudara a disimular mejor su estado.Se colocó un abrigo grueso, una de las po
Emma entró en la tienda con pasos decididos, pero su mente estaba lejos de estar tranquila. Se dirigió de inmediato a la sección de ropa holgada, buscando camisas anchas, suéteres largos y pantalones que no marcaran su figura. Sentía la mirada de Evan sobre ella mientras pasaba de una prenda a otra. Desde que lo conocía, él siempre la había visto vestida de forma más ajustada y femenina, nunca con ropas que intentaran esconder su cuerpo. Sin embargo, ahora no tenía más opción. Debía hacerlo.—¿Te estás cambiando el estilo? —preguntó Evan, con una sonrisa en los labios, mientras la observaba seleccionar prendas que no se parecían en nada a lo que ella solía usar.—Algo así —respondió Emma, tratando de mantener el tono ligero—. Me apetecen cosas más cómodas, nada más.Evan levantó una ceja, claramente intrigado por el cambio, pero no insistió. No era su estilo presionar por respuestas, aunque no podía evitar que la curiosidad lo mantuviera alerta. Mientras ella continuaba revisando la r
El silencio que siguió a la pregunta de Emma parecía interminable. Ella no sabía qué esperar, pero el miedo la invadía. Sin embargo, cuando Evan finalmente habló, lo hizo con una firmeza que la tomó por sorpresa.—Sí, Emma. La aceptaría —dijo, mirándola directamente a los ojos—. Adoptaría a ese niño como mío porque, si no está con el padre, es por una razón de peso. Algo que yo jamás juzgaría. Todos tenemos un pasado, pero eso no definiría quiénes somos ni lo que podríamos construir juntos.Emma sintió una punzada de alivio mezclada con incredulidad. ¿De verdad estaba diciendo eso? ¿De verdad podría él aceptar todo sin mirarla de forma diferente?Evan, viendo la confusión en su rostro, continuó hablando, esta vez con un tono más suave y n
El sol comenzaba a ocultarse cuando Emma y Emilia, sumidas en una conversación tranquila, preparaban una tanda de galletas para recibir a Matthew y Evan, quienes volverían al día siguiente de su misión breve. El aroma dulce llenaba la cocina, dándoles una sensación de calma tras esos días de incertidumbre, mientras ellas se reían al estar sucias con harina por estar jugando. Sin embargo, esa paz pronto se vería interrumpida.El timbre de la puerta sonó, y ambas se miraron, sorprendidas. No esperaban a nadie. Emma se adelantó para abrir, pero antes de llegar, la puerta se abrió bruscamente, y allí estaba Leonardo, su silueta arrogante y burlona llenando el umbral.—¿Qué haces aquí? —preguntó Emma, sintiendo cómo se le tensaba el cuerpo.Leonardo no respondió de inmediato. En cambio, caminó hacia el i
El rugido del motor del vehículo militar rompía el silencio tenso dentro de la cabina. Emma y Emilia estaban sentadas en los asientos traseros, con el paisaje urbano difuminándose a su alrededor mientras se dirigían hacia la base aérea. El viaje parecía interminable, cada segundo se sentía como una eternidad mientras sus mentes estaban inundadas de pensamientos oscuros e inciertos. Emma se retorcía las manos, su respiración agitada, mientras Emilia intentaba mantener la compostura, pero las lágrimas silenciosas que corrían por su rostro revelaban el miedo que compartían.En lo poco que Emma había logrado articular, accedió a que la base enviara por ellas, porque la incertidumbre de lo ocurrido no las dejaría tranquilas en casa.Finalmente, el vehículo se detuvo frente a un gran edificio gris. Un soldado les indicó que debían bajar
El silencio que siguió a la pregunta de Emilia se rompió de golpe cuando, desde el avión, se escuchó un grito conocido.—¡Emilia! —La voz fuerte y urgente de Matthew resonó en la pista.Emilia giró en redondo y, al verlo, se llevó las manos a la boca, reprimiendo un sollozo de alivio. Matthew caminaba hacia ella, cubierto de polvo y sangre, pero completamente ileso. Sin contenerse, corrió hacia él, y él la levantó en el aire con facilidad, apretándola contra su cuerpo mientras la llenaba de besos. Sus labios se encontraron una y otra vez, como si no existiera nadie más en el mundo.—¡No sabes cuánto te he extrañado! —dijo él, sin soltarla.Emilia no pudo decir nada. Estaba llorando de alivio, aferrada a Matthew como si temiera que desapareciera de nuevo. A su alrededor, algunos soldados los mirab