El silencio que siguió a la pregunta de Emma parecía interminable. Ella no sabía qué esperar, pero el miedo la invadía. Sin embargo, cuando Evan finalmente habló, lo hizo con una firmeza que la tomó por sorpresa.
—Sí, Emma. La aceptaría —dijo, mirándola directamente a los ojos—. Adoptaría a ese niño como mío porque, si no está con el padre, es por una razón de peso. Algo que yo jamás juzgaría. Todos tenemos un pasado, pero eso no definiría quiénes somos ni lo que podríamos construir juntos.
Emma sintió una punzada de alivio mezclada con incredulidad. ¿De verdad estaba diciendo eso? ¿De verdad podría él aceptar todo sin mirarla de forma diferente?
Evan, viendo la confusión en su rostro, continuó hablando, esta vez con un tono más suave y n
El sol comenzaba a ocultarse cuando Emma y Emilia, sumidas en una conversación tranquila, preparaban una tanda de galletas para recibir a Matthew y Evan, quienes volverían al día siguiente de su misión breve. El aroma dulce llenaba la cocina, dándoles una sensación de calma tras esos días de incertidumbre, mientras ellas se reían al estar sucias con harina por estar jugando. Sin embargo, esa paz pronto se vería interrumpida.El timbre de la puerta sonó, y ambas se miraron, sorprendidas. No esperaban a nadie. Emma se adelantó para abrir, pero antes de llegar, la puerta se abrió bruscamente, y allí estaba Leonardo, su silueta arrogante y burlona llenando el umbral.—¿Qué haces aquí? —preguntó Emma, sintiendo cómo se le tensaba el cuerpo.Leonardo no respondió de inmediato. En cambio, caminó hacia el i
El rugido del motor del vehículo militar rompía el silencio tenso dentro de la cabina. Emma y Emilia estaban sentadas en los asientos traseros, con el paisaje urbano difuminándose a su alrededor mientras se dirigían hacia la base aérea. El viaje parecía interminable, cada segundo se sentía como una eternidad mientras sus mentes estaban inundadas de pensamientos oscuros e inciertos. Emma se retorcía las manos, su respiración agitada, mientras Emilia intentaba mantener la compostura, pero las lágrimas silenciosas que corrían por su rostro revelaban el miedo que compartían.En lo poco que Emma había logrado articular, accedió a que la base enviara por ellas, porque la incertidumbre de lo ocurrido no las dejaría tranquilas en casa.Finalmente, el vehículo se detuvo frente a un gran edificio gris. Un soldado les indicó que debían bajar
El silencio que siguió a la pregunta de Emilia se rompió de golpe cuando, desde el avión, se escuchó un grito conocido.—¡Emilia! —La voz fuerte y urgente de Matthew resonó en la pista.Emilia giró en redondo y, al verlo, se llevó las manos a la boca, reprimiendo un sollozo de alivio. Matthew caminaba hacia ella, cubierto de polvo y sangre, pero completamente ileso. Sin contenerse, corrió hacia él, y él la levantó en el aire con facilidad, apretándola contra su cuerpo mientras la llenaba de besos. Sus labios se encontraron una y otra vez, como si no existiera nadie más en el mundo.—¡No sabes cuánto te he extrañado! —dijo él, sin soltarla.Emilia no pudo decir nada. Estaba llorando de alivio, aferrada a Matthew como si temiera que desapareciera de nuevo. A su alrededor, algunos soldados los mirab
Desde que llegaron al hospital, Evan había estado sometido a una serie de exámenes para asegurarse de que su recuperación iba bien. Emma había intentado hablar con él, pero cada vez que se acercaba, lo llevaban de nuevo a revisión. Además, no quería arruinar el momento de felicidad que Emilia y Matthew vivían, especialmente después de la angustia que ambos habían sufrido.Matthew disfrutaba de sus días en casa, agradecido de estar vivo. Sin embargo, esa paz fue interrumpida cuando lo llamaron para una nueva misión. Aunque le aseguraron que no era peligrosa, Matthew sabía que tardaría algunos días en regresar.—Cuida de ellas, Evan. No te preocupes, estarás bien acompañado —dijo Matthew antes de despedirse, guiñándole un ojo a su amigo y dejando a Evan instalado en la casa para que se recuperara en compa&nt
Al día siguiente, fue Evan quien se llevó a casa a Emma. El auto se detuvo frente a la casa, y Evan ayudó a Emma a salir con cuidado. Ella aún se sentía débil, pero al menos el susto había pasado. Emilia los esperaba en la puerta, con una expresión de alivio al verlos llegar.—¿Todo está bien? —preguntó Emilia mientras abrazaba a su hermana.—Sí, ya estamos en casa —respondió Evan con una sonrisa tranquila—. Todo ha salido bien con el bebé. Debe regresar en unos días para cerciorarse de que todo se mantiene perfectamente.Entraron juntos a la sala, donde el ambiente parecía cargado de tensiones no dichas. Emma tomó asiento, acariciando distraídamente su vientre. Había mucho que hablar, demasiadas cosas que aclarar, pero no sabían por dónde empezar. Evan se sentó a su
Matthew abrió nuevamente la puerta de la sala de hospital con un nudo en el estómago. Sabía que dentro lo esperaba una verdad que no estaba seguro de conocer, también temía lo que podría escuchar. Al entrar, sus ojos se posaron sobre Emilia, que yacía en la cama, dormida y frágil, como si fuera una versión diminuta de la mujer fuerte y decidida que él amaba. Los mechones de su cabello caían desordenados sobre la almohada, y su rostro estaba pálido, aunque respiraba de manera tranquila.Sin embargo, Matthew no podía dejar de sentir que todo su mundo se estaba desmoronando. La imagen de ella sin vientre era lo que no lo dejaba en paz. Se apoyó contra la pared, cruzándose de brazos mientras la miraba, intentando desesperadamente ordenar sus pensamientos.¿Cómo era posible que todo lo que habían compartido fuera una mentira? «&iq
Varios minutos después de la partida de Matthew, el doctor cerró la puerta tras de sí y se quedó unos segundos observando a Emilia, quien seguía llorando, desconsolada. Su rostro pálido y los sollozos entrecortados llenaban la sala, cargada de un silencio tenso. El médico avanzó hasta la cama con pasos firmes, pero su mirada denotaba preocupación.—Señora, no puede seguir así —dijo con voz serena, colocando una mano en el borde de la cama—. Este estrés no es bueno para su salud, ni para el bebé.Emilia dejó de llorar casi de inmediato. Levantó el rostro, con los ojos enrojecidos y la expresión completamente desorientada.—¿Bebé…? —susurró, apenas procesando las palabras.El médico la observó, algo confundido por la reacción.—¿No lo sabía? —preguntó con suavidad—. Señora, está embarazada. Tiene alrededor de siete semanas, y el estrés que está experimentando no le hace ningún bien ni a usted ni al feto.El mundo de Emilia se detuvo por completo. La noticia del embarazo la golpeó con un
Matthew despertó en su cuarto de la base, con la cabeza martillándole como si alguien estuviera golpeando su cráneo desde dentro. Apretó los ojos, maldiciendo la resaca que lo había embargado tras la noche anterior. El licor no había sido suficiente para hacerle olvidar, ni siquiera para adormecer el dolor lo suficiente. Cada pensamiento, cada imagen de Emilia y su mentira, lo perseguía como una pesadilla que se negaba a desaparecer.Se incorporó lentamente, pasándose una mano por el rostro, notando la barba incipiente que había crecido en su mandíbula durante los últimos días de descuido. No podía quedarse ahí. Necesitaba irse. Lo más lejos posible.Con esfuerzo, se levantó y se puso el uniforme. Su mente solo tenía un propósito en ese momento: alejarse de todo lo que le recordaba a Emilia. Salió del cuarto con paso firme, aunque internamente se sentía como un hombre roto. Cada paso que daba era pesado, pero se obligó a seguir adelante.Llegó al despacho del coronel poco después. Toc