El silencio que siguió a la pregunta de Emilia se rompió de golpe cuando, desde el avión, se escuchó un grito conocido.
—¡Emilia! —La voz fuerte y urgente de Matthew resonó en la pista.
Emilia giró en redondo y, al verlo, se llevó las manos a la boca, reprimiendo un sollozo de alivio. Matthew caminaba hacia ella, cubierto de polvo y sangre, pero completamente ileso. Sin contenerse, corrió hacia él, y él la levantó en el aire con facilidad, apretándola contra su cuerpo mientras la llenaba de besos. Sus labios se encontraron una y otra vez, como si no existiera nadie más en el mundo.
—¡No sabes cuánto te he extrañado! —dijo él, sin soltarla.
Emilia no pudo decir nada. Estaba llorando de alivio, aferrada a Matthew como si temiera que desapareciera de nuevo. A su alrededor, algunos soldados los mirab
Desde que llegaron al hospital, Evan había estado sometido a una serie de exámenes para asegurarse de que su recuperación iba bien. Emma había intentado hablar con él, pero cada vez que se acercaba, lo llevaban de nuevo a revisión. Además, no quería arruinar el momento de felicidad que Emilia y Matthew vivían, especialmente después de la angustia que ambos habían sufrido.Matthew disfrutaba de sus días en casa, agradecido de estar vivo. Sin embargo, esa paz fue interrumpida cuando lo llamaron para una nueva misión. Aunque le aseguraron que no era peligrosa, Matthew sabía que tardaría algunos días en regresar.—Cuida de ellas, Evan. No te preocupes, estarás bien acompañado —dijo Matthew antes de despedirse, guiñándole un ojo a su amigo y dejando a Evan instalado en la casa para que se recuperara en compa&nt
Al día siguiente, fue Evan quien se llevó a casa a Emma. El auto se detuvo frente a la casa, y Evan ayudó a Emma a salir con cuidado. Ella aún se sentía débil, pero al menos el susto había pasado. Emilia los esperaba en la puerta, con una expresión de alivio al verlos llegar.—¿Todo está bien? —preguntó Emilia mientras abrazaba a su hermana.—Sí, ya estamos en casa —respondió Evan con una sonrisa tranquila—. Todo ha salido bien con el bebé. Debe regresar en unos días para cerciorarse de que todo se mantiene perfectamente.Entraron juntos a la sala, donde el ambiente parecía cargado de tensiones no dichas. Emma tomó asiento, acariciando distraídamente su vientre. Había mucho que hablar, demasiadas cosas que aclarar, pero no sabían por dónde empezar. Evan se sentó a su
Matthew abrió nuevamente la puerta de la sala de hospital con un nudo en el estómago. Sabía que dentro lo esperaba una verdad que no estaba seguro de conocer, también temía lo que podría escuchar. Al entrar, sus ojos se posaron sobre Emilia, que yacía en la cama, dormida y frágil, como si fuera una versión diminuta de la mujer fuerte y decidida que él amaba. Los mechones de su cabello caían desordenados sobre la almohada, y su rostro estaba pálido, aunque respiraba de manera tranquila.Sin embargo, Matthew no podía dejar de sentir que todo su mundo se estaba desmoronando. La imagen de ella sin vientre era lo que no lo dejaba en paz. Se apoyó contra la pared, cruzándose de brazos mientras la miraba, intentando desesperadamente ordenar sus pensamientos.¿Cómo era posible que todo lo que habían compartido fuera una mentira? «&iq
Varios minutos después de la partida de Matthew, el doctor cerró la puerta tras de sí y se quedó unos segundos observando a Emilia, quien seguía llorando, desconsolada. Su rostro pálido y los sollozos entrecortados llenaban la sala, cargada de un silencio tenso. El médico avanzó hasta la cama con pasos firmes, pero su mirada denotaba preocupación.—Señora, no puede seguir así —dijo con voz serena, colocando una mano en el borde de la cama—. Este estrés no es bueno para su salud, ni para el bebé.Emilia dejó de llorar casi de inmediato. Levantó el rostro, con los ojos enrojecidos y la expresión completamente desorientada.—¿Bebé…? —susurró, apenas procesando las palabras.El médico la observó, algo confundido por la reacción.—¿No lo sabía? —preguntó con suavidad—. Señora, está embarazada. Tiene alrededor de siete semanas, y el estrés que está experimentando no le hace ningún bien ni a usted ni al feto.El mundo de Emilia se detuvo por completo. La noticia del embarazo la golpeó con un
Matthew despertó en su cuarto de la base, con la cabeza martillándole como si alguien estuviera golpeando su cráneo desde dentro. Apretó los ojos, maldiciendo la resaca que lo había embargado tras la noche anterior. El licor no había sido suficiente para hacerle olvidar, ni siquiera para adormecer el dolor lo suficiente. Cada pensamiento, cada imagen de Emilia y su mentira, lo perseguía como una pesadilla que se negaba a desaparecer.Se incorporó lentamente, pasándose una mano por el rostro, notando la barba incipiente que había crecido en su mandíbula durante los últimos días de descuido. No podía quedarse ahí. Necesitaba irse. Lo más lejos posible.Con esfuerzo, se levantó y se puso el uniforme. Su mente solo tenía un propósito en ese momento: alejarse de todo lo que le recordaba a Emilia. Salió del cuarto con paso firme, aunque internamente se sentía como un hombre roto. Cada paso que daba era pesado, pero se obligó a seguir adelante.Llegó al despacho del coronel poco después. Toc
Evan había regresado de una misión corta algo cansado, pero con el ánimo elevado. Había estado pensando en Emma cada día que estuvo fuera, imaginando el momento perfecto para tener una conversación que había postergado por demasiado tiempo. Después de todo lo que habían vivido juntos, sentía que finalmente era el momento de dar un paso más. Al llegar a la casa donde vivían Emma y Emilia, su mente ya estaba completamente decidida.—Emma, ¿te gustaría que te lleve a cenar esta noche? —le preguntó suavemente en medio de su paseo habitual por el jardín, con una sonrisa que dejaba entrever su emoción.Emma lo miró, sorprendida. Desde que Matthew se había ido, su vida había estado sumida en una mezcla de preocupaciones y el dolor de ver a su hermana destrozada. Aunque la idea de salir le resultaba tentadora, no podía evitar sentirse culpable por dejar a Emilia sola en ese estado.—Evan, no sé si sea buena idea. Emilia ha estado mal, y no quiero dejarla s
—¿Evan...? —murmuró Emma, su voz entrecortada por la emoción, apenas conteniendo las lágrimas.Él seguía arrodillado, con los ojos fijos en ella, la esperanza brillando en su mirada. Emma respiró hondo, sintiendo que todo lo que había vivido hasta ese momento la había llevado a este instante. Cada paso, cada desafío, todo tenía sentido ahora.—Sí... —dijo finalmente, con una sonrisa amplia y lágrimas en los ojos—. Sí, Evan. Quiero ser tu esposa.Evan exhaló, aliviado y emocionado a la vez, y se levantó con una sonrisa radiante. Con delicadeza, colocó el anillo en su dedo, y ambos se miraron, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos. El amor que habían compartido en silencio durante tanto tiempo ahora se materializaba en ese momento, en ese compromiso de futuro juntos.El rest
Al día siguiente, Evan llegó temprano a la casa, más temprano de lo que Emma había imaginado. Llevaba un ramo de flores en la mano y una sonrisa que iluminaba su rostro. Estaba decidido a dar el siguiente paso en su relación con Emma, y sabía que para continuar, debía hablar con Emilia.—¿Emilia? —preguntó al entrar, encontrándola en la cocina, preparándose una taza de té. Emma estaba arriba, acomodando las habitaciones.Emilia giró y le sonrió débilmente, aunque la tristeza todavía nublaba sus ojos por todo lo que había sucedido con Matthew. Aun así, Evan no pudo evitar notar que el brillo en sus ojos se avivó al verlo.—Evan, ¿todo bien? —preguntó mientras se sentaba en una silla. Se veía cansada, pero intentaba mantenerse firme por su hermana.—Sí, to