Al día siguiente, Evan llegó temprano a la casa, más temprano de lo que Emma había imaginado. Llevaba un ramo de flores en la mano y una sonrisa que iluminaba su rostro. Estaba decidido a dar el siguiente paso en su relación con Emma, y sabía que para continuar, debía hablar con Emilia.
—¿Emilia? —preguntó al entrar, encontrándola en la cocina, preparándose una taza de té. Emma estaba arriba, acomodando las habitaciones.
Emilia giró y le sonrió débilmente, aunque la tristeza todavía nublaba sus ojos por todo lo que había sucedido con Matthew. Aun así, Evan no pudo evitar notar que el brillo en sus ojos se avivó al verlo.
—Evan, ¿todo bien? —preguntó mientras se sentaba en una silla. Se veía cansada, pero intentaba mantenerse firme por su hermana.
—Sí, to
Unos días después de aquel incidente, Evan se había marchado temprano esa mañana para una misión corta, prometiendo que volvería en pocos días. Emma lo despidió con un abrazo largo, su corazón dividido entre el miedo de perderlo y la ilusión de un futuro juntos. Después de todo, estaban a punto de casarse. Pero mientras tanto, ella y Emilia habían decidido aprovechar el día para hacer algo que las distraería y emocionaría, ir de compras para la boda.La ceremonia sería sencilla, tal como lo fue la de Emilia y Matthew. No había necesidad de grandes lujos, solo de estar rodeados por quienes más amaban. Las dos hermanas caminaban por las calles del centro, observando las tiendas con vitrinas decoradas para la temporada. La luz del sol las bañaba y, por un momento, todo parecía estar en calma.—Estoy muy feliz por t
Pasaron algunos minutos hasta que Emilia salió nuevamente de la cafetería, con una pequeña sonrisa en el rostro.—Me han dicho que puedo empezar mañana mismo —dijo, su tono mezclando alivio y una pequeña chispa de emoción.Emma la abrazó, sintiendo una profunda mezcla de orgullo y alivio. A pesar de todos los desafíos, al menos Emilia estaba comenzando a tomar las riendas de su vida.—Estoy tan orgullosa de ti —murmuró Emma, sin poder contener las lágrimas—. Sé que todo va a salir bien. Y recuerda, siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.Emilia asintió, abrazándola con fuerza.—Gracias, Emma. No sé qué haría sin ti —respondió Emilia, su voz suave, cargada de emoción.Ambas comenzaron a caminar de regreso a casa, compartiendo un silencio c&oac
El ambiente entre los primos se volvió tenso tras la ida de Leonardo. Oswald se quedó de pie, con los brazos cruzados, mirando a Emma y Emilia con una mezcla de preocupación y determinación. Sus ojos oscuros, normalmente tranquilos, estaban llenos de preguntas, pero también de la firme intención de protegerlas. Las dos hermanas intercambiaron una mirada, sabiendo que era el momento de decirle la verdad. No podían seguir ocultándole lo que estaba pasando, especialmente después de que había intervenido para defenderlas.—Oswald —comenzó Emma, su voz temblando ligeramente—, hay muchas cosas que no sabes, y es hora de que te lo contemos todo.Emilia permanecía en silencio, con la mirada baja, sabiendo que lo que estaban a punto de confesar no sería fácil de procesar para su primo. Oswald se paró frente a ellas, tomándola por los br
Había pasado ya una semana desde que Emilia había comenzado a trabajar en la pequeña cafetería. A pesar de los malestares propios del embarazo, se sentía contenta de tener algo en lo que enfocarse, algo que la distraía de los problemas que pesaban sobre su vida. El ambiente cálido del lugar y la rutina diaria le brindaban una especie de refugio. Cada día, se levantaba temprano, caminaba hasta su trabajo y se dedicaba a aprender con dedicación, siempre con una sonrisa, aunque por dentro los sentimientos encontrados la desgastaban.El joven jefe de la cafetería, un hombre de unos veintiocho años llamado Marco, la trataba con una amabilidad que iba más allá de la simple cortesía laboral. Él sabía que Emilia estaba embarazada y, aunque no conocía todos los detalles de su vida personal, percibía que ella atravesaba una situación dif&iac
Las cajas se acumulaban ya en la sala de lo que Emma y Emilia llamaban hogar desde hacía meses. Aunque Emma intentaba enfocarse en la tarea de empacar, su mente estaba en otro lugar, especialmente después de la llamada de Evan. El hecho de que él estuviera tan decidido a buscar a Matthew le llenaba de esperanza, pero al mismo tiempo, sabía que esa decisión no sería fácil para su cuñado. Matthew se había marchado sin mirar atrás, y nadie estaba seguro de si estaría dispuesto a regresar.Emma suspiró, cerrando una de las cajas y mirando alrededor. La casa que una vez fue su refugio ahora se sentía como una jaula. Sabía que había tomado la decisión correcta al aceptar la sugerencia de Evan de mudarse a su departamento, pero eso no hacía el proceso más sencillo.—¿Cómo vas? —preguntó Emilia, entrando en
Las semanas transcurrieron lentamente, cada día una prueba de resistencia tanto física como emocional para Emilia. Su embarazo había alcanzado las doce semanas, y aunque intentaba mantenerse optimista, su cuerpo comenzaba a resentirse. Los malestares típicos del embarazo no la habían abandonado, todo lo contrario, a las náuseas, los mareos, el cansancio extremo, se les había sumado un dolor constante en la espalda baja que parecía empeorar con cada jornada en la cafetería.Emma, por su parte, estaba sumida en una mezcla de incertidumbre y ansiedad. La falta de noticias sobre Evan la atormentaba día y noche. Solo sabía lo que el coronel le había contado hacía una semana, que Evan había sido enviado a la misma misión que Matthew. Esa información, lejos de consolarla, solo incrementaba su miedo. Los dos hombres más importantes para ella estaban en
La ambulancia llegó rápidamente, con las luces parpadeando en la entrada de la cafetería y el sonido de la sirena cortando el aire, como una advertencia de la gravedad de la situación. Marco estaba de rodillas junto a Emilia, sosteniendo su mano, su rostro pálido y lleno de preocupación. Los paramédicos corrieron hacia ellos, uno de ellos comenzando a examinar a Emilia con cuidado.—Ella... está embarazada —dijo Marco, su voz temblorosa. Las palabras parecían difíciles de pronunciar, como si el miedo de perderla le impidiera hablar con claridad—. Ha estado sangrando mucho. Se golpeó al caerse.Los paramédicos intercambiaron miradas rápidas, asintiendo en silencio mientras trabajaban. Con eficiencia, la subieron en una camilla y la aseguraron, colocándole una máscara de oxígeno. Marco no se separó de ella, aunque apenas e
El avión se movía suavemente sobre las nubes, pero dentro de la cabina el ambiente estaba cargado de tensión. Matthew miraba por la ventana, sin prestar atención a las vistas espectaculares que normalmente le habrían impresionado. Esta vez, lo único que ocupaba su mente era la imagen de Emilia en una cama de hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte. No había podido sacarse de la cabeza las palabras del coronel. «Tu esposa y tu hijo están en peligro». Todavía le costaba asimilar lo del bebé. Su bebé. ¿Cómo no se había dado cuenta?A su lado, Evan permanecía en silencio, concentrado en sus propios pensamientos. Ambos vestían el uniforme de combate, listos para cualquier cosa... excepto para enfrentar la realidad que los esperaba en Nueva York. El zumbido del motor del avión era la única banda sonora en un momento