Leonardo se acomodó en el estrado, visiblemente nervioso. Sus ojos se pasearon por la sala antes de fijarse en Emma, sentada junto a Evan y Héctor. La incomodidad en su postura era evidente, pero había un atisbo de determinación en su mirada, como si finalmente estuviera dispuesto a cargar con el peso de sus acciones.
Héctor, siempre impecable en su labor, se levantó con calma y avanzó hacia el estrado. Su porte transmitía seguridad, cada paso medido. Se detuvo frente a Leonardo y, con una voz firme, pero sin hostilidad, inició su interrogatorio.
—Señor McMillan, ¿podría explicarnos cuál era su relación con la señora Emma Williams?
Leonardo tragó saliva, sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su chaqueta.
—Emma y yo tuvimos... una relación —respondió, su voz temblorosa al principio, pero
Todos los contratiempos habían quedado en el pasado para todos. Las relaciones familiares se habían afianzado más y la presencia de Leonardo en la vida de la pequeña Eva se hizo más constante. A pesar de que el dolor que sentía Leonardo a veces era evidente, estar con su pequeña hija, la única que iba a tener, le permitía sentir que cada segundo con ella era único, especial e irrepetible.El primer cumpleaños de Eva se acercaba, y los días transcurrían llenos de emociones y cambios significativos para todos. La pequeña, con su risa contagiosa y su andar tambaleante, se había convertido en el centro de atención de la familia. Tanto Emma como Evan disfrutaban cada momento con su hija, y ahora Leonardo comenzaba a formar parte de esos recuerdos de manera constante.Desde que se le permitió visitar a Eva, Leonardo había demostrado un e
Los meses pasaron llenos de alegrías y cambios para la familia. Emma y Evan se encontraban en la cúspide de una etapa nueva y emocionante en sus vidas, especialmente con la llegada de su segundo hijo, un hermoso niño al que decidieron llamar Ian, un nombre que les pareció perfecto por su significado, «Dios es misericordioso», algo que habían sentido mucho desde que se conocieron.El nacimiento de Ian fue un momento lleno de emociones. Emma, aunque experimentó nervios al principio, encontró consuelo en el apoyo constante de Evan, quien no se separó de su lado ni un solo instante.—Es igual a ti —susurró Emma, sosteniendo al recién nacido en sus brazos mientras miraba a Evan con una sonrisa cansada pero plena.Evan, con los ojos llenos de lágrimas, acarició la cabecita del bebé.—Y también tiene tu fuerza, lo sé
Habían pasado cuatro años desde aquellos tiempos llenos de incertidumbre y dificultades, y ahora las vidas de todos parecían transitar un camino lleno de logros y felicidad. Las familias habían crecido, los sueños comenzaban a cumplirse y los lazos entre ellos se fortalecían cada día más.En el hogar de Matthew y Emilia, la espera de su segundo hijo era motivo de alegría constante. Emilia, a punto de graduarse como analista de sistemas, no podía estar más emocionada por incorporarse a trabajar junto a Matthew en la empresa de seguridad que él y Evan habían fundado años atrás. La idea de apoyarlo a que siguiera creciendo en el rubro le dio ánimo cada día para lograr su meta, después de todo, era por un futuro para ellos.—¿Te imaginas? —decía Emilia mientras acariciaba su creciente vientre—. Estaremos
La mansión de los tíos de Emma siempre había sido un lugar imponente, con sus paredes de mármol blanco y los vastos jardines perfectamente cuidados. A pesar de la majestuosidad del lugar, Emma, de diecinueve años, sentía que nunca había podido llamar a ese lugar su hogar. Desde la muerte de sus padres, la frialdad de sus tíos había sido su única compañía, excepto por su hermana, Emilia, que siempre estaba a su lado.Esa noche, sin embargo, Emma no estaba pensando en su hermana ni en sus tíos. Su mente estaba ocupada por una sola persona: Leonardo. El joven perteneciente a una de las familias más ricas de la ciudad había capturado su corazón desde el primer momento en que lo vio en una de las fiestas de sociedad que sus tíos organizaban regularmente.Acercarse a él no había sido sencillo, especialmente porque sus tíos no las trataban como iguales, sino como lastres de la sociedad por haber perdido todo con la muerte de sus progenitores. Pero con detalles simples, palabras sencillas y s
La casa estaba más resplandeciente que nunca esa noche, con un aire de celebración que no lograba disipar la tensión que Emma sentía en el ambiente. La velada prometía ser una de las más grandes del año, con invitados selectos de la alta sociedad y un aire de opulencia que flotaba entre las lámparas de araña y los arreglos florales.Los tíos de las chicas habían estado organizando esta fiesta por semanas, con el propósito no tan oculto de encontrar un pretendiente para Emilia, solo para deshacerse de una de sus sobrinas al menos. A sus veintitrés años, era el objetivo principal de los rumores de la familia, quienes no podían entender por qué no había aceptado a ninguno de los muchos pretendientes que la habían cortejado.Por otro lado, Emma observaba el salón desde una esquina, con las manos temblorosas y el corazón oprimido. Aunque llevaba puesta una de las hermosas joyas que le había prestado su tía, y un vestido lujoso que ocultaba su figura, se sentía más expuesta que nunca. Sabía
Emilia mantuvo la mirada fija en los ojos de Emma, esperando pacientemente a que hablara. El silencio que las rodeaba era abrumador, y el sonido lejano de la música de la fiesta solo hacía más palpable la tensión entre las dos. Emma bajó la vista al suelo, como si el peso de su secreto fuera demasiado para cargarlo sola.—Emma… —insistió Emilia suavemente—. ¿Quién es el padre? Nunca me dijiste que tenías novio.Emma tembló ligeramente, su garganta cerrada por la vergüenza y el miedo. Sabía que su hermana no la juzgaría, pero el simple hecho de pronunciar el nombre de Leonardo la paralizaba. ¿Cómo decirle a Emilia que el hombre al que amó la había traicionado de la manera más cruel?—No puedo decírtelo —murmuró Emma, su voz apenas un susurro.Emilia suspiró, sabiendo que no podría sacarle más información. Por un momento, pensó en presionar más, pero al ver la expresión de angustia en el rostro de su hermana, decidió dejarlo estar. No era el momento de forzar respuestas. Lo importante a
El día había llegado. Emilia no había dejado de pensar en la visita de Matthew durante toda la semana, y aunque trataba de mostrarse indiferente frente a sus tíos, por dentro sentía una mezcla de ansiedad y emoción. Oswald, su primo, la había puesto al tanto de la visita, mencionando entre bromas que Matthew parecía interesado, y que había comentado varias veces sobre su última conversación con ella en la fiesta.Cuando la puerta principal de la casa se abrió esa tarde, el sonido de las botas de Matthew resonó por el pasillo. Emilia, quien había estado esperando en la sala con las manos entrelazadas sobre su regazo, se puso de pie rápidamente al escuchar su voz. El mayor Harrington tenía una presencia tan imponente como recordaba, pero esta vez no la intimidaba; al contrario, había algo reconfortante en su porte.—Emilia —dijo Matthew, saludándola con una sonrisa cálida—. Espero no haber llegado muy temprano.—Para nada, mayor Harrington —respondió ella, tratando de mantener la compos
El aire dentro del departamento de Matthew estaba cargado de una mezcla de anticipación y nerviosismo. Emilia se sentía fuera de lugar, pero al mismo tiempo, una parte de ella no podía evitar emocionarse. Sentada en el sillón, veía cómo Matthew se movía por el pequeño espacio, abriendo un gabinete de la cocina.—¿Te gustaría algo de beber? —preguntó él, girándose para mirarla con una sonrisa tranquila, como si supiera lo nerviosa que estaba y quisiera calmarla.Emilia asintió, su voz atascada en la garganta. Su mente iba a mil por hora, y aunque sabía que lo que estaba por suceder podía cambiarlo todo, no se detuvo. Sabía que debía asegurarse de que Matthew se comprometiera con ella, no solo por ella misma, sino también por Emma.Matthew volvió con dos copas de vino y se sentó a su lado, ofreciéndole una. Los primeros sorbos fueron silenciosos, pero la tensión en el ambiente creció a medida que las miradas se volvían más intensas. Emilia sentía que su corazón latía más rápido, como si