Capítulo 5: Consecuencias Inesperadas

El aire dentro del departamento de Matthew estaba cargado de una mezcla de anticipación y nerviosismo. Emilia se sentía fuera de lugar, pero al mismo tiempo, una parte de ella no podía evitar emocionarse. Sentada en el sillón, veía cómo Matthew se movía por el pequeño espacio, abriendo un gabinete de la cocina.

—¿Te gustaría algo de beber? —preguntó él, girándose para mirarla con una sonrisa tranquila, como si supiera lo nerviosa que estaba y quisiera calmarla.

Emilia asintió, su voz atascada en la garganta. Su mente iba a mil por hora, y aunque sabía que lo que estaba por suceder podía cambiarlo todo, no se detuvo. Sabía que debía asegurarse de que Matthew se comprometiera con ella, no solo por ella misma, sino también por Emma.

Matthew volvió con dos copas de vino y se sentó a su lado, ofreciéndole una. Los primeros sorbos fueron silenciosos, pero la tensión en el ambiente creció a medida que las miradas se volvían más intensas. Emilia sentía que su corazón latía más rápido, como si el simple hecho de estar cerca de Matthew la electrificara.

Poco a poco, se fueron acercando. Matthew tomó su mano, esta vez sin que ella la apartara. El toque era suave, pero en el fondo, ambos sabían que el momento estaba cargado de un significado más profundo. Matthew la miró a los ojos y, sin decir una palabra, se inclinó hacia ella, besándola con una mezcla de ternura y deseo.

El vino, el ambiente íntimo, todo parecía conspirar para que ese beso se transformara en algo más. Emilia no supo en qué momento dejaron las copas a un lado ni cómo llegaron a la cama, pero lo siguiente que sintió fue el calor de los labios de Matthew recorriendo su cuello, sus caricias firmes, pero delicadas. Todo parecía suceder en cámara lenta, y cuando finalmente se entregaron el uno al otro, el mundo a su alrededor desapareció.

La noche pasó en un suspiro.

Cuando Emilia abrió los ojos por la mañana, lo primero que sintió fue una mezcla de confusión y miedo. La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por la luz del amanecer que se colaba entre las cortinas. Se giró hacia un lado y vio a Matthew aún dormido a su lado, con una expresión tranquila y satisfecha.

Pero lo que realmente la sobresaltó fue lo que vio cuando se levantó de la cama. La marca inconfundible de su virginidad rota estaba en las sábanas, y el terror la inundó. Sus tíos, su hermana... Había pasado la noche entera fuera de casa, y sabía que no habría manera de ocultar lo sucedido.

Tomó su teléfono con manos temblorosas y, como temía, vio una serie de llamadas perdidas. Su tía, su tío y Emma habían intentado comunicarse con ella durante toda la noche. La preocupación y el pánico eran evidentes en cada notificación. Emilia sintió cómo el peso de sus acciones caía sobre ella de golpe.

—Buenos días —dijo Matthew, su voz ronca por el sueño, mientras se incorporaba lentamente—. ¿Todo bien?

Emilia, aún en shock, no respondió de inmediato. Matthew notó su agitación y frunció el ceño.

—¿Estás preocupada por lo que pasó anoche? —preguntó con suavidad.

Ella negó con la cabeza, pero las palabras seguían atoradas en su garganta.

—Mis tíos... Emma... me están buscando. Pasé la noche fuera... —dijo finalmente, con la voz entrecortada.

Matthew la miró fijamente y, con una seriedad que no había visto antes, se levantó y caminó hacia ella, colocando una mano firme en su hombro.

—No te preocupes por eso —dijo con una calma que contrastaba con la tormenta interna de Emilia—. Te llevaré a casa y hablaré con ellos. No voy a deshacerme de mi responsabilidad. Esto entre nosotros es serio.

La mirada de Emilia se suavizó. Nunca nadie había hablado de ella con tanta determinación, y aunque el miedo aún latía en su pecho, había algo en las palabras de Matthew que le dio paz.

Cuando llegaron a la mansión, el ambiente era tenso. Nada más entrar por la puerta, su tía apareció con una expresión de furia en el rostro.

—¡¿Dónde has estado toda la noche?! —gritó, avanzando hacia ella con una mirada feroz—. ¡Nos has hecho pasar una vergüenza terrible! ¿Qué crees que haces desapareciendo así? ¡Eres una irresponsable!

Antes de que Emilia pudiera responder, su tía levantó la mano, con la clara intención de abofetearla. Pero el golpe nunca llegó. Matthew, con rapidez y firmeza, se interpuso entre ambas, agarrando la muñeca de su tía en el aire.

—No voy a permitir que la toque —dijo con voz firme, mirando a la mujer a los ojos—. Lo que Emilia y yo tenemos es serio, y no voy a dejar que la trate así.

La habitación quedó en silencio. La tía de Emilia lo miró con los ojos muy abiertos, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Matthew la soltó lentamente y dio un paso atrás, colocándose junto a Emilia como si dejara claro a todos en la habitación que estaba de su lado.

Emilia lo miró, sorprendida por su gesto. Nunca nadie había hecho algo así por ella. Esa defensa pública, esa manera de mostrar que la valoraba, la llenó de una devoción que no esperaba sentir tan pronto.

—Ve a descansar —le dijo Matthew con suavidad—. Esta noche nos veremos de nuevo.

Pero esa promesa se rompió más tarde. Una llamada de última hora obligó a Matthew a regresar a una misión imprevista. Antes de partir, le prometió que volvería en una semana, pero pasaron dos sin señales de él. Emilia, ya en la mansión, se angustiaba más cada día. No era solo la preocupación por Matthew lo que la atormentaba.

Había algo más que no llegaba, algo que estaba tardando demasiado.

Y esa mañana, con el corazón en la garganta, se enfrentó a sus sospechas. Con las manos temblorosas, tomó la prueba de embarazo que había comprado en secreto, cerrando los ojos mientras esperaba el resultado que podía cambiar su vida para siempre.

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