Capítulo 6: Una mentira entre verdades

El sol de la mañana se filtraba por las cortinas cuando Emilia se quedó mirando fijamente la prueba de embarazo que sostenía en sus manos. El resultado era negativo. Un alivio inmediato recorrió su cuerpo, pero no pasó mucho tiempo antes de que otro sentimiento la invadiera: desilusión. Una parte de ella había comenzado a imaginar cómo sería llevar en su vientre el hijo de Matthew, el hombre por el que sentía algo cada vez más profundo. A pesar del alivio, no podía negar que algo en su interior había deseado que ese resultado fuera diferente.

Suspiró, dejando la prueba sobre el lavabo, y luego se dirigió a la habitación de su hermana. Emma no estaba, seguramente aún dormía en el jardín o la biblioteca, como acostumbraba en las mañanas, pero Emilia sabía lo que buscaba. En silencio, abrió el cajón donde Emma guardaba sus cosas personales y allí encontró lo que buscaba: la prueba de embarazo que su hermana había hecho días atrás.

Tomó la prueba positiva y, sin pensarlo mucho, la guardó en su propio bolso. El plan se estaba formando en su mente, aunque una punzada de culpa la atravesó. Sabía que aquello era una mentira, pero también sabía que el tiempo apremiaba y que, si no hacía algo pronto, tanto ella como Emma podrían terminar en la calle.

Un par de horas después, mientras se acomodaba en su cuarto, una de las mujeres del servicio apareció en la puerta.

—Señorita Emilia, alguien la busca abajo —anunció.

Emilia sintió cómo su corazón se aceleraba. Bajó corriendo las escaleras, y allí, en el vestíbulo, estaba Matthew, de pie, esperándola con una sonrisa que la hizo detenerse un instante antes de lanzarse hacia él. Sin pensarlo, lo abrazó con fuerza, apoyando su cabeza contra su pecho, sintiendo cómo toda la tensión de las últimas semanas desaparecía al tenerlo allí, seguro y a salvo.

—Te extrañé tanto —murmuró, sin soltarlo.

Matthew rio suavemente y la estrechó más contra sí.

—Nunca pensé que me alegraría tanto regresar de una misión —admitió él, con una sonrisa cálida—. Siempre me emocionaba irme, pero esta es la primera vez que siento que regresar es lo mejor que me ha pasado.

Emilia lo miró a los ojos, sintiendo una mezcla de felicidad y nerviosismo por lo que estaba a punto de hacer.

—¿Te gustaría salir? —preguntó Matthew, acariciando su mejilla suavemente.

—¡Claro! —respondió ella con entusiasmo, antes de correr escaleras arriba para cambiarse. En su cuarto, se tomó unos minutos frente al espejo. Sabía que lo que estaba a punto de hacer no tenía vuelta atrás. Con manos temblorosas, metió la prueba de embarazo de Emma en su bolso y salió al encuentro de Matthew.

El restaurante al que la llevó estaba lleno de luces cálidas y suaves, el ambiente perfecto para la ocasión, aunque Emilia se sentía tensa. A cada minuto que pasaba, su nerviosismo crecía. Sabía que tenía que hacerlo, que este era el momento, pero las palabras parecían atascadas en su garganta.

Matthew también estaba inquieto, lo notaba en la forma en que jugaba con el borde de su copa, en cómo desviaba la mirada hacia la ventana y luego volvía a enfocarse en ella, como si también tuviera algo importante que decir. Emilia decidió tomar la iniciativa.

—¿Qué te pasa? —preguntó, tratando de sonar casual, pero su voz tembló un poco.

Matthew la miró, sorprendido, y luego sacudió la cabeza.

—Nada, ¿por qué lo preguntas?

Emilia tragó saliva y bajó la mirada hacia su bolso. Sabía que no podía dar marcha atrás. Con un gesto decidido, metió la mano en el interior y sacó la prueba de embarazo, colocándola frente a él en la mesa.

—Estoy embarazada —dijo en voz baja, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho—. Y... tengo miedo.

El mundo pareció detenerse por un segundo. Matthew la miró con los ojos muy abiertos, claramente sorprendido por lo que acababa de escuchar. Emilia, incapaz de soportar el silencio que se instaló entre ellos, se levantó de la mesa, con la intención de irse. No podía enfrentar lo que fuera que él estuviera pensando. Su miedo a la reacción de Matthew era demasiado fuerte.

Pero antes de que pudiera dar un paso más, Matthew saltó de su silla y la alcanzó. La abrazó por la espalda, inmovilizándola con ternura, pero con firmeza. Luego la giró suavemente para mirarla a los ojos.

—Emilia, no te vayas —le dijo, con una intensidad en su voz que la dejó sin aliento.

Antes de que pudiera decir algo más, Matthew la besó, un beso cargado de emoción, de promesas no dichas. Cuando se separaron, Matthew bajó lentamente, arrodillándose frente a ella, mientras sacaba un pequeño estuche de su bolsillo.

Emilia sintió cómo el aire le faltaba.

—Nuestro hijo... —dijo Matthew, abriendo el estuche para mostrarle un anillo reluciente— será solo una excusa para los demás. Para nosotros, solo será una gota más que aumentará nuestra felicidad.

La emoción en la voz de Matthew era inconfundible, y antes de que ella pudiera procesar lo que estaba sucediendo, él tomó su mano y le pidió:

—Emilia, ¿quieres casarte conmigo?

Emilia se quedó sin palabras. Todo lo que había planeado, toda la mentira que había tejido, la había llevado a este momento, pero lo que menos esperaba era la devoción sincera que veía en los ojos de Matthew. No podía creer que su plan estuviera funcionando tan bien, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentir un nudo en el estómago.

—Sí —dijo finalmente, con un hilo de voz, mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos—. Sí, quiero casarme contigo.

Matthew se levantó con una sonrisa de satisfacción, colocándole el anillo en el dedo. Después la besó de nuevo, pero esta vez, no había dudas ni miedos. Solo había emoción por lo que vendría.

Sin embargo, mientras lo abrazaba, con el anillo brillando en su mano, Emilia no pudo evitar sentir una punzada de culpa. Sabía que la mentira que acababa de contar no era una base sólida para su futuro, pero al menos, por ahora, Matthew no sospechaba nada.

Y mientras lo tenía a su lado, decidió no pensar en las consecuencias, sino en otra cosa. Cuando se apartó de ella, Emilia respiro profundo y antes de que él volviera a besarla, ella le dijo.

—Pero tengo una condición para nuestro matrimonio.

—Por supuesto, mi vida, la que tú quieras —Emilia lo vio con intensidad y le dijo.

—Yo seré tu esposa, solo si nos llevamos a mi hermana Emma a vivir con nosotros.

La condición dejó evidentemente aturdido a Matthew, sin embargo, Emilia no aflojó en su firmeza y se quedó esperando la respuesta, esperando que no dijera que no, porque si no tendría que pensar qué hacer, puesto que ella sí quería casarse con Matthew a pesar de todo.

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