Serena caminaba por el lujoso despacho del abogado, sus tacones resonando en el suelo de mármol mientras observaba con detenimiento las paredes decoradas con diplomas y reconocimientos. Para ella, aquel lugar representaba poder, un poder que estaba decidida a usar para cumplir su objetivo, tener la custodia total de Eva. En su mente, aquella niña no podía crecer bajo el cuidado de Emma, una mujer que consideraba débil y sin recursos, incapaz de ofrecerle el futuro que su nieta merecía. Además de lo que representaba para su hijo, quien podría asegurar su herencia al tenerla bajo su cuidado.
—Señora Serena, tome asiento, por favor —le dijo el abogado, un hombre de mirada astuta y sonrisa calculadora, mientras señalaba una silla frente a su escritorio.
Ella se sentó, cruzando las piernas con elegancia, y colocó su bolso sobre la mesa.
—Quiero saber qué
La tensión era palpable en el aire mientras Oswald revisaba los últimos detalles con el abogado que había contratado, un hombre reconocido en la ciudad por su habilidad para ganar los casos más complicados. Se llamaba Héctor Salazar, un hombre de mediana edad, de mirada penetrante y voz firme, que había accedido a tomar el caso al escuchar la injusticia que Serena pretendía cometer.—Tenemos un caso sólido —dijo Héctor, acomodándose las gafas mientras repasaba los documentos que tenía frente a él—. Pero necesitamos testimonios que refuercen la estabilidad y el buen carácter de Emma. Será crucial demostrar que esta demanda es infundada y malintencionada.Oswald asintió, decidido.—No te preocupes por eso. Tenemos a las personas adecuadas para respaldarla. Emma es una madre increíble, y nadie puede poner eso en duda.
Evan sostenía el teléfono con fuerza mientras caminaba de un lado a otro en la sala de su casa. Los recientes acontecimientos lo tenían al borde del límite. Después de calmar a Emma y asegurarse de que descansara, no podía quedarse de brazos cruzados. Cuando Nathan respondió, su tono fue directo y sin rodeos.— Nathan, soy yo. Necesitamos hablar.Nathan, al otro lado de la línea, respondió con una mezcla de sorpresa y curiosidad.“¿Qué sucede, Evan?”—Nos vemos en la cafetería en la esquina de mi departamento. Te doy media hora para llegar o no tendrás idea de lo que sucederá en tu perfecta vida.Sin esperar una respuesta, Evan colgó y tomó las llaves del departamento. Antes de salir, se aseguró de que Emma estuviera dormida y de que Eva estuviera tranquila en su cuna. Con una última mir
Leonardo se acomodó en el estrado, visiblemente nervioso. Sus ojos se pasearon por la sala antes de fijarse en Emma, sentada junto a Evan y Héctor. La incomodidad en su postura era evidente, pero había un atisbo de determinación en su mirada, como si finalmente estuviera dispuesto a cargar con el peso de sus acciones.Héctor, siempre impecable en su labor, se levantó con calma y avanzó hacia el estrado. Su porte transmitía seguridad, cada paso medido. Se detuvo frente a Leonardo y, con una voz firme, pero sin hostilidad, inició su interrogatorio.—Señor McMillan, ¿podría explicarnos cuál era su relación con la señora Emma Williams?Leonardo tragó saliva, sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su chaqueta.—Emma y yo tuvimos... una relación —respondió, su voz temblorosa al principio, pero
Todos los contratiempos habían quedado en el pasado para todos. Las relaciones familiares se habían afianzado más y la presencia de Leonardo en la vida de la pequeña Eva se hizo más constante. A pesar de que el dolor que sentía Leonardo a veces era evidente, estar con su pequeña hija, la única que iba a tener, le permitía sentir que cada segundo con ella era único, especial e irrepetible.El primer cumpleaños de Eva se acercaba, y los días transcurrían llenos de emociones y cambios significativos para todos. La pequeña, con su risa contagiosa y su andar tambaleante, se había convertido en el centro de atención de la familia. Tanto Emma como Evan disfrutaban cada momento con su hija, y ahora Leonardo comenzaba a formar parte de esos recuerdos de manera constante.Desde que se le permitió visitar a Eva, Leonardo había demostrado un e
Los meses pasaron llenos de alegrías y cambios para la familia. Emma y Evan se encontraban en la cúspide de una etapa nueva y emocionante en sus vidas, especialmente con la llegada de su segundo hijo, un hermoso niño al que decidieron llamar Ian, un nombre que les pareció perfecto por su significado, «Dios es misericordioso», algo que habían sentido mucho desde que se conocieron.El nacimiento de Ian fue un momento lleno de emociones. Emma, aunque experimentó nervios al principio, encontró consuelo en el apoyo constante de Evan, quien no se separó de su lado ni un solo instante.—Es igual a ti —susurró Emma, sosteniendo al recién nacido en sus brazos mientras miraba a Evan con una sonrisa cansada pero plena.Evan, con los ojos llenos de lágrimas, acarició la cabecita del bebé.—Y también tiene tu fuerza, lo sé
Habían pasado cuatro años desde aquellos tiempos llenos de incertidumbre y dificultades, y ahora las vidas de todos parecían transitar un camino lleno de logros y felicidad. Las familias habían crecido, los sueños comenzaban a cumplirse y los lazos entre ellos se fortalecían cada día más.En el hogar de Matthew y Emilia, la espera de su segundo hijo era motivo de alegría constante. Emilia, a punto de graduarse como analista de sistemas, no podía estar más emocionada por incorporarse a trabajar junto a Matthew en la empresa de seguridad que él y Evan habían fundado años atrás. La idea de apoyarlo a que siguiera creciendo en el rubro le dio ánimo cada día para lograr su meta, después de todo, era por un futuro para ellos.—¿Te imaginas? —decía Emilia mientras acariciaba su creciente vientre—. Estaremos
La mansión de los tíos de Emma siempre había sido un lugar imponente, con sus paredes de mármol blanco y los vastos jardines perfectamente cuidados. A pesar de la majestuosidad del lugar, Emma, de diecinueve años, sentía que nunca había podido llamar a ese lugar su hogar. Desde la muerte de sus padres, la frialdad de sus tíos había sido su única compañía, excepto por su hermana, Emilia, que siempre estaba a su lado.Esa noche, sin embargo, Emma no estaba pensando en su hermana ni en sus tíos. Su mente estaba ocupada por una sola persona: Leonardo. El joven perteneciente a una de las familias más ricas de la ciudad había capturado su corazón desde el primer momento en que lo vio en una de las fiestas de sociedad que sus tíos organizaban regularmente.Acercarse a él no había sido sencillo, especialmente porque sus tíos no las trataban como iguales, sino como lastres de la sociedad por haber perdido todo con la muerte de sus progenitores. Pero con detalles simples, palabras sencillas y s
La casa estaba más resplandeciente que nunca esa noche, con un aire de celebración que no lograba disipar la tensión que Emma sentía en el ambiente. La velada prometía ser una de las más grandes del año, con invitados selectos de la alta sociedad y un aire de opulencia que flotaba entre las lámparas de araña y los arreglos florales.Los tíos de las chicas habían estado organizando esta fiesta por semanas, con el propósito no tan oculto de encontrar un pretendiente para Emilia, solo para deshacerse de una de sus sobrinas al menos. A sus veintitrés años, era el objetivo principal de los rumores de la familia, quienes no podían entender por qué no había aceptado a ninguno de los muchos pretendientes que la habían cortejado.Por otro lado, Emma observaba el salón desde una esquina, con las manos temblorosas y el corazón oprimido. Aunque llevaba puesta una de las hermosas joyas que le había prestado su tía, y un vestido lujoso que ocultaba su figura, se sentía más expuesta que nunca. Sabía