Madre Rechazada. Un padre para mi hija.
Madre Rechazada. Un padre para mi hija.
Por: Lyrda Alaz
Capítulo 1: Secreto revelado

La mansión de los tíos de Emma siempre había sido un lugar imponente, con sus paredes de mármol blanco y los vastos jardines perfectamente cuidados. A pesar de la majestuosidad del lugar, Emma, de diecinueve años, sentía que nunca había podido llamar a ese lugar su hogar. Desde la muerte de sus padres, la frialdad de sus tíos había sido su única compañía, excepto por su hermana, Emilia, que siempre estaba a su lado.

Esa noche, sin embargo, Emma no estaba pensando en su hermana ni en sus tíos. Su mente estaba ocupada por una sola persona: Leonardo. El joven perteneciente a una de las familias más ricas de la ciudad había capturado su corazón desde el primer momento en que lo vio en una de las fiestas de sociedad que sus tíos organizaban regularmente.

Acercarse a él no había sido sencillo, especialmente porque sus tíos no las trataban como iguales, sino como lastres de la sociedad por haber perdido todo con la muerte de sus progenitores. Pero con detalles simples, palabras sencillas y sonrisas inocentes, logró quedarse a su lado, cautivando su imponente imagen y su serio corazón.

Ambos se entregaron en aquel amor con todo el fuego que la juventud permite, sin temor a las consecuencias ni mucho menos al rechazo de los padres de Leonardo, quien se preparaba para ser el heredero perfecto de la familia McMillan.

Escondida entre las sombras del jardín, Emma esperaba ansiosamente a su enamorado. Había enviado una nota a Leonardo pidiéndole que se encontraran en su lugar secreto, un rincón apartado del jardín donde habían compartido muchos momentos a escondidas. Su corazón latía con fuerza, no solo por la emoción de verlo, sino también por el temor de lo que tenía que decirle.

El peso del silencio fue sustituido por el crujido de las hojas que anunció la llegada de Leonardo. Su figura alta y esbelta se recortaba contra la luz de la luna, y Emma sintió un nudo en el estómago al verlo acercarse. Sus ojos brillaban con la misma chispa de siempre, y su sonrisa despreocupada la hizo dudar por un momento de la seriedad de su situación.

—Emma, mi amor —dijo Leonardo, abrazándola y besándola en la frente—. ¿Por qué tanto misterio? ¿Por qué querías verme aquí tan tarde?

Emma se apartó ligeramente, tomando aire para armarse de valor. Sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo. Pero no podía acobardarse ahora, ya estaban allí y tenía que decirle la verdad de sus intenciones.

—Leonardo, necesito hablar contigo —dijo, su voz temblando ligeramente—. Es... es algo muy importante.

Leonardo levantó una ceja, pero su expresión seguía siendo relajada.

—¿Qué sucede, Emma? Puedes decirme lo que sea.

Emma tragó saliva y cerró los ojos por un momento antes de hablar.

—Estoy embarazada, Leonardo.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Emma abrió los ojos para ver la reacción de Leonardo. La sonrisa en su rostro se desvaneció, y su expresión se volvió seria, casi incrédula, hasta transformarse en una fría y oscura.

—¿Embarazada? —siseó él, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo—. ¿Estás segura?

Emma asintió, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos.

—Sí, estoy segura. He hecho varias pruebas y todas han dado positivo.

Leonardo dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello.

—Esto... esto no me puede estar pasando —dijo en voz baja, más para sí mismo que para ella—. ¡Maldición!

Emma sintió cómo la desesperación la envolvía. Había esperado que Leonardo reaccionara con más comprensión, que le ofreciera su apoyo. Pero ahora, viendo su expresión de pánico, o rabia, se dio cuenta de que estaba sola en esto.

—Necesito saber qué piensas hacer, Leonardo —dijo, su voz firme a pesar de su miedo—. No puedo enfrentar esto sola.

Leonardo la miró, sus ojos llenos de un odio profundo que nunca pensó ver en ellos, menos dirigido a ella. Después de un largo momento de silencio, habló sin contener aquel oscuro sentimiento que iba creciendo en su interior.

—No creas que me haré cargo de eso —dijo apuntando el vientre de la chica como si fuera un monstruo en lugar de un ser humano, lo que llevó a Emma a proteger su vientre por instinto—. Mi familia nunca lo aceptaría. Esto arruinaría todo mi futuro.

Las palabras de Leonardo fueron como una daga en el corazón de Emma. Sintió cómo las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas mientras él daba un paso atrás, alejándose de ella.

—¡No puedes dejarme así! ¡Esto lo hicimos los dos! ¡¡Pensé que me amabas!!

—¿Amarte? ¡No seas ilusa, Emma! —se rio con una frialdad que la congeló en un segundo—. Lo pasamos bien, si tú te formaste otra imagen, no es mi culpa.

—No puedes decirme eso… ¡Leonardo! —el hombre se giró y la tomó por los brazos con brusquedad.

—Ni se te ocurra decir que ese hijo es mío, porque lo negaré. Y si le haces una prueba, mandaré a que la cambien… ese bastardo no es mío y, si eres inteligente… te desharás de él, porque si ya tus tíos te desprecian, imagina lo que pasará cuando sepan que te embarazaste quién sabe de qué imbécil.

Antes de que ella pudiera decir algo más, Leonardo la soltó sin ni un cuidado, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Emma sola en la oscuridad del jardín, solo con la tenue luz de la luna dándole algo de calor, completamente insuficiente para sobrevivir a aquel rechazo. Las lágrimas brotaban libremente, y Emma se dejó caer al suelo, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor al igual que su cuerpo.

Cuando el silencio de la noche le llegó a los oídos y su peso la hundió más en el lugar secreto de su amor, solo en ese momento, se dio cuenta de que tendría que enfrentar su embarazo sola, y que su vida nunca volvería a ser la misma.

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