EMOCIONES CONTRADICTORIAS

MILA

Mi corazón late con fuerza y mi apetito se desvanece de repente. Me levanto de la silla y rodeo la encimera, acercándome a él con preocupación.

—Estás herido —le digo, mi voz llena de inquietud.

Maximiliano me mira con una sonrisa leve, como si no fuera nada importante.

—No es nada —me dice.

Pero yo no me creo. Me acerco más a él y agarro su muñeca, revisando su brazo con cuidado. El calor de su piel me estremece pero me concentro en lo importante. La herida es más profunda de lo que pensaba, y puedo ver la sangre que sigue saliendo de ella.

—Tenemos que limpiar esta herida —le digo, mi voz firme.

Maximiliano me mira con una mirada intensa, como si estuviera evaluando mi reacción.

—Estoy bien —me dice—es normal.

Pero yo no me rindo. Me dirijo al botiquín que está en la cocina y lo abro, buscando los suministros necesarios para limpiar y vendar la herida. Mientras busco, puedo sentir la mirada de Maximiliano sobre mí, como si estuviera estudiando mi reacción.

—¿Qué pasó? —le pregu
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