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Miraba por la ventana del auto mientras lágrimas frías bajaban por mis mejillas, los recuerdos abrumaban mi mente, no podía creer lo que estaba sucediendo. Mi propio padre, el que me creo, el que se supone que debía siempre cuidar de mí y querer lo mejor para mí, me había entregado como si fuera un objeto a un desconocido. A alguien extranjero, sin saber nada de él. ¿Por qué me tocó vivir esto a mí? Esa pregunta retumba en mi cabeza, no puedo pensar claramente, pues nunca creí que mi vida podía ser peor. Creí ver luz, al final del túnel, que al fin sería libre y ya no estaría en casa de los Bell. ¿Pero esto? Esto jamás se cruzó por mi mente, no sé a dónde me llevan ni quien es este chico. No sé qué quieren de mi o que harán conmigo. La angustia invade todo mi ser, mientras sólo pienso en que esto acabe ya. He dejado de ver el asfalto, ahora vamos por un camino verde, de tierra. Al fondo del camino se ve una verja muy grande negra con cables eléctricos y muchos hombres vestidos de traje. ¿Pero qué es esto? La verja se abre dándonos espacio para continuar. Los autos se detienen y me abren la puerta.

—Hemos llegado, aquí vivirás. —explica el rubio, mientras me bajo y acomodo mi ropa.

—¿Qué harás conmigo? —preguntó temblorosa, mi labio se mueve por inercia y no sé qué me aterra más, vivir un infierno o morir. Al no recibir respuesta insisto. .—, ¿Al menos puedo saber cuales son tus planes conmigo?

Él se ríe en seco, mientras me mira con lo que parece que es compasión o algo similar. Aunque hay que tener una vida muy miserable como para aceptar de pago a una chica que no tiene la culpa del vicio de su padre.

—No te mataré, si es lo que te preocupa. Necesito una esposa como dijo tu padre, solo eso. —Me consola o eso quiero creer. —, Rob, llévala a la habitación que preparo Margaret.—ordena al tipo que le dio esa paliza a Lauro.

El intenta tomarme de los brazos nuevamente, pero me safo de su agarre y le indicó que se mover mis pies por mi propia cuenta y no necesito que me hale. Sigo al hombre gigante, todo es en exceso lujoso y no entiendo como ese chico puede ser dueño de semejante mansión. ¿Padres ricos? Si eso debe ser. Todos visten de traje, hay varias personas que deduzco que son del servicio por el bonito uniforme que utilizan, pasamos por el comedor o eso creo y le veo a los otros 2 chicos que estuvieron también en el café. Así que han sido familia. No me equivoque.

—Aquí es, entra. En el armario tienes ropa limpia, al fondo está el baño.—Me indica el grandulón, asiento y entró.

Es una habitación muy amplia, nada que ver con mi antigua habitación está al menos le dobla el tamaño. La cama es muy grande y esponjosa, tiene cubiertas muy suaves, hay una tv del tamaño de la pared, unos cuadros con hermosos paisajes del país, un armario color blanco bastante grande y a su lado una puerta que imagino es el baño. Hay una repisa con muchos libros en ella, A lado de la cama hay un velador, dos ventanas de fondo y una puerta de cristal corrediza, a su lado también hay un escritorio color blanco. Toda la habitación está perfectamente decorada, haciendo contrastes de colores. Entre vino y blanco. Muy bonito todo, la verdad, me acerco al armario y lo abro lentamente.

En la parte inferior hay zapatos, muy bonitos. Los armadores tienen ropa colgada, blusas muy elegantes, faldas muy bonitas, pantalones holgados, pero con bastante clase y muchos vestidos. También hay cajones, reviso uno y hay ropa íntima, muy suave y delicada.

¿Pero de quién es está habitación? ¿Y si se molesta por tocar sus cosas? El grandulón dijo que podía usar algo de aquí para cambiarme, pero todo se ve tan pulcro, limpio y elegante que me siento poco digna de usar semejante vestuario. Al ya anochecer decido tomar una ducha, ha sido un día bastante largo. Abro la puerta del baño y me quedo tan admirada como cuando abrí el armario. Es un baño muy grande, tiene una ducha con puertas de cristal, una tina, el inodoro, un lavamanos y un estante con esencias para la tina, shampoo, tratamientos para el cabello y maquillaje. Toallas y sandalias de baño. Me da un poco de temor usar algo de aquí y que este mal, pero necesito asearme y lo necesito urgente.

Tomo unas toallas y las sandalias, me saco la ropa y la dobló perfectamente dejándola sobre la tapa del inodoro. Entró a la ducha y disfruto del agua tibia que abraza mi cuerpo, la tensión del día se va con el jabón. Acabo pronto de bañarme y salgo de la ducha para tomar la toalla, cuándo lo veo mirándome fijamente.

—Aquí has estado.—dice mientras se recuesta en el umbral de la puerta.

Tomo rápidamente la toalla y la coloco por debajo de mis brazos cubriendo lo más que puedo.

—Has tenido pudor, nada que ver con lo que me ha dicho tu padre sobre ti.—dice con ese tono burlón que tanto fastidio me causa.—, Vístete, ya te van a traer la cena. Puedes usar lo que está en el armario, es tuyo.

Su voz indica mandato, asiento y él se da media vuelta y sale de la habitación. Cierra la puerta y escucho como coloca seguro. ¿Cree que me voy a escapar? Aunque quisiera hacerlo ¿A dónde me iría? No tengo nada ni a nadie. Busco algo que sea digno de mí y encuentro especies de pijamas, constan de Short y blusa de tiras de seda. Son suaves y muy descubiertas. ¿Cómo alguien puede dormir con esto? Yo amo dormir con camisetas anchas y grandes, busco un par de calcetines. Y me recuesto en la enorme cama. Muchos pensamientos vienen a mi cabeza, se juntan uno a uno y me llenó de intrigas y dudas. ¿Acaso todo esto estaba perfectamente planeado? ¿Por qué el ruso dijo que todo era mío? ¿Esperaba mi llegada? ¿Acaso mi padre me había vendido desde antes y yo no lo sabía? Me sentía desdichada y poca cosa. Quería llorar mucho, pero no podía ser débil. Estaba en una especie de prueba del destino y debía ser fuerte. El sonido de la cerradura de la puerta me saca de mis pensamientos y veo entrar a una señora algo mayor con una bandeja de plata en sus manos.

—Buenas noches, señorita. Mi nombre es Margaret, soy ama de llaves. Aquí está su cena.—dice dulcemente mientras coloca la bandeja en el velador.

—Buenas noches y mucho gusto. Mi nombre es...

—Ginebra, lo sé.—Me interrumpe mientras me regala una sonrisa bastante sincera y dulce.—, Todos en esta casa lo sabemos, no es casual que vengan visitas ni mucho menos jovencitas.

Me da escalofríos escucharla, ¿Acaso es una broma de mal gusto? ¿Realmente me quiere como esposa? Eso repite mi subconsciente una y otra vez.

—¿Acaso sabe cuándo será la boda? Tengo mucha angustia.—le pregunto y suplico, porque los nervios me están carcomiendo.

—Por mucho que deseará decirle, no sé qué planes tenga el señor. —responde cortésmente y se retira.

Le echo una mirada a la bandeja y es tan elegante que siento que no puedo comerlo. Una especie de pescado ahumado, con ensalada y arroz. Una copa de vino blanco y tantos cubiertos. ¿Para qué se usan? Tomo el tenedor más grande y comienzo a comer. Tomo poco vino, se me hace amargo, pero luego exquisito.

Después de acabar semejante banquete para mi solita, tomó un libro del estante, veo el título "Cumbres Borrascosas" y me recuesto en la enorme cama a leer un poco. Me gusta disfrutar de un buen libro siempre que tengo tiempo, la historia está increíble y me atrapa de una manera tan drástica. Que no me percató de como paso el tiempo tan rápido. Salgo del mundo en el que me sumergí al escuchar gritos de la habitación contigua.

—¿¡En qué estabas pensando, Piero!?—grita una voz femenina, que si no mal recuerdo es la chica de la cafetería.

Tomo la copa ya vacía y le doy vuelta colocándola entre la pared y yo, así se amplía el sonido de las voces. Sigo escuchando una conversación, que claramente podría tratarse de mi presencia en esta casa.

—¡Respóndeme! Esa pobre muchacha no tiene nada que ver con tus negocios, ¿Por qué preferiste a la chica que la casa de ese hombre? Todo esto es por la herencia, ¿verdad? —Está muy enojada y sus gritos perturban mi mente.

—¡Cálmate, mujer! Ya deja de gritarme que el papel de madre no te queda. —le grita de vuelta el rubio, raramente hablan en francés y no en italiano que ahora sé que es su lengua. —, Además es mi problema, por algo Adriano me dejó a cargo a mí y no a ti.

Se escucha el eco de la puerta al ser cerrada con tanta fuerza. Rápidamente vuelvo a la cama y escucho el sonido de la llave. Entra con sus mejillas color carmesí y me mira fijamente.

—¿Te puedo hacer una pregunta?—inquiere mientras se presiona contra el marco de la puerta.

—De hecho, ya la hiciste. Pero sí.—uso el mismo tono burlón de él y parece relajarse y se ríe de medio lado.

—Pero que divertida—burla un poco Y ruedo mis ojos.—, ¿Por qué no te resististe a venir conmigo, si no estabas de acuerdo con tú padre?

—Porque sabía que perderíamos la casa, me han tomado por sorpresa, yo no tenía idea de nada de esto. De tu acuerdo con Lauro, yo sólo iba por mis pocas cosas.—respondo y me encojo de hombros.

—¿Acaso no te lo dijo antes? ¿Si quiera te lo pregunto?—pregunta sorprendido y alza su ceja de izquierda.

—Nunca me dijo nada al respecto, tampoco es como que tengamos una excelente relación.—afirmó y mi voz de quebró un poco. Por lo que carraspeé mi garganta.—, Además, nada puede ser peor que seguir viviendo allí. La verdadera pregunta es, ¿por qué querrías que fuese tu esposa?

El me mira perplejo y veo sus ojos sin vida, sin emoción alguna, sin brillo. Son unos ojos vacíos y tristes. Y creo firmemente en que los ojos son las ventanas del alma, que alma tan podrida tiene este chico. Es una pena.

—Lo sabrás después, adiós.—dice rápidamente para salir como flash de la habitación.

Pero que hombre para más extraño, ¿A qué podría referirse? ¿Quizá a que fue solo suerte? ¿Justo necesita una esposa y aparece la oferta de mi padre? No sé con exactitud, pero algo no está bien con él ni con esta casa. Claramente sí es apostador, como mi padre. Y si tiene tanto dinero y matones a su lado, en algo turbio debe estar incluido. Y yo en mis tiempos libres me creo Sherlock Holmes.

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