Son alrededor de las tres de la mañana y no logro conciliar el sueño, me remuevo en mi cama una y otra vez. Pensando que hacer con mi vida, peor no podría estar. Hago comparaciones tontas de mi situación, es decir mi vida parece un cubo de Rubik, cuando por fin logro acomodar una parte, la otra se descuadra. Y así sucesivamente. ¿Por qué de todos los vicios del mundo, mi fulano padre tenía que caer en las apuestas?, no es que diga que los demás vicios están bien, pero detesto que sea apostador y que no le importe su familia. Entiendo que la muerte de Gisselle nos jodio la vida a todos, la echaba tanto de menos como ellos, pero era imposible seguir varados en la misma situación y luto, teníamos que seguir, estaba segura que ella así lo hubiese deseado. Dios esto no podría estar peor, perderemos la casa, perderemos las pocas cosas que nos quedan y todo gracias a Lauro. Mi vida cada vez se agrava más, creo firmemente en la reencarnación e imagino que en alguna vida fui una terrible persona y por eso ahora debo pagar el karma. Solo que no lo merezco. Estoy tan harta de esta vida, bueno de la vida que me tocó vivir. Escucho ruidos en el piso de abajo y mis alertas mentales se encienden, ¿Y si son esos hombres de nuevo? ¿Y si vienen para sacarnos de la casa? Rápidamente me pongo de pie, salgo de mi habitación y vuelvo a posicionarme en las escaleras. Ya es de día, amaneció y perdí la noción del tiempo. El ruido ha sido Lauro rebuscando entre los cajones alguna botella de licor supongo. Hago caso omiso y sigo mi camino, me alisto para irme a trabajar y olvidarme de todo lo que me está ocurriendo. Tomo el autobús y admiro a través de la ventana los hermosos paisajes que tenemos en Paris, la imponente torre Eiffel, acompaña cada paisaje digno de fotografiar. Me siento orgullosa de ser parisina, de tener al menos el placer de vivir en esta hermosa tierra.
Llego a la cafetería, me coloco el uniforme y comienzo mi jornada diaria.
—¡Hola Ginebra!—saluda enérgica, Paris—, Buenos días.
—¿Qué tienen de buenos?—inquiero de mal humor.
—¡Uy que humor!—burla un poco, Paris siempre tiene buen ánimo, muy pocas veces le veo con desánimo como el día de ayer por ejemplo.—, ¿Qué te ocurre hoy?
—Tengo que buscarme una habitación en renta, Lauro perdió la casa.—digo con el mismo desgano de siempre.—, Además que ya estoy harta de vivir así, Paris, quiero vivir de verdad.
—¡Ese estúpido! ¿Cómo se atreve?—inquiere ahora con furia.—, Que clase de padre tienes Ginebra, no puedo creerlo.
Ignoro la molestia de Paris, la cual entiendo porque siempre me escucha, es una buena amiga. Pero el deber llama y debo atender mis mesas.
—Buenos días, ¿Qué desean que les sirva?—intento sonar amable y con ánimo.
Pero mi intento es fallido, sé ve claramente que no estoy para nada bien, mis ojeras son enormes y mi palidez es más notoria aún. ¿Que haré? Esa pregunta retumba mis oídos una y otra vez.
—¡Ginebra! Te llama la jefa.—grita Paris desde la cocina.
Me pongo un poco nerviosa, ya que casi nunca me llama la señora Bond. Sólo cuándo es día de paga o cuándo me felicita por ser la empleada "del mes". Camino como borrego yendo al matadero por el pasillo hasta su oficina.
Tocó la puerta y escucho un suave "pase".—Buenos días, Señora Bond. ¿Me mando a llamar?—pregunto con nerviosismo.
—Hola, Ginebra. Sabes que no me gusta que me digan señora, me hacen sentir vieja.—divierte un poco y agradezco al cielo que este de buen humor.—, Si te he llamado, ¿Qué te ocurre hoy Ginebra?
Hasta mi jefa se ha dado cuenta de mi terrible estado de ánimo. Qué vergüenza.
—Oh eso, tengo algunos problemas, señ...digo Bond.—me corrijo rápidamente.
—Puedo saber, ¿Qué clase de problemas?—inquiere amablemente.
Me debato internamente en contarle o no, pero sé bien que la vida personal y la laboral no se pueden mezclar.
—Problemas familiares, Bond.—respondo inmediatamente. —, Ya sabe, los típicos problemas de padres e hijos.
Trato de sonar casual, lo cual creo que no funciona muy bien porque frunce un poco su ceño. Luego se relaja y parece entender que no me gusta mucho hablar de ello.
—Bien, comprendo. Ginebra tienes el día libre, aun así, será pagado. Pero debes despejar tu mente, necesito a la enérgica y amable mesera de siempre— exclama comprensiva.
Asiento, le doy las gracias y me retiro. Voy a quitarme el uniforme y me coloco mi ropa del día.
—¿Y bien? ¿Qué ha querido la jefa?—pregunta como cotilla Paris..
—Me ha dado el día libre, dice que estoy con mucho desánimo.—Me limito a decir.
—Puff, si tan sólo supiera todo lo que vives a diario, pequeña.—suspira Paris mientras me mira con preocupación.—, Tranquila Ginebra, vendrán mejores días.
Asiento y me retiro del café. Divago por las calles de París, una pareja de gringos me pide que les tome una fotografía y lo hago gustosa. Quisiera tener una vida así, viajar con quien amo y me ama por el mundo, conocer otras raíces y costumbres. No tener el asco de vida que me tocó, muchos pensamientos y preguntas invaden mi mente. Las rentas en París son muy costosas, al ser tan turística y concurrida se eleva el costo de vida también. Veo algunos anuncios y pregunto por ellos, mudarme me costaría casi todo mi ahorro para estudiar. Estoy pérdida.
Me tocará perder mi sueño de graduarme como ingeniera química, por vivir dignamente. Sé mucho de química, he aprendido por mi cuenta, tratando de prepararme lo más que puedo, para cuando ingrese a la universidad estar al tanto. Pero ahora ese sueño se esfumó. Debo centrarme en sacar mis cosas y mudarme sola. Lauro y Carolina deberán valerse por sí mismos. Ya no quiero verlos nunca más, no después de tanto daño. Regreso a mi casa, si es que podría llamarse así. Para recoger lo poco que tengo, pero al hacerlo veo estacionados autos lujosos en la vereda. La puerta está abierta y me da escalofríos. ¿Ya tan rápido nos quitan la casa?
Entro rápidamente y encuentro a Lauro golpeado y ensangrentado en el suelo. Los mismos hombres de ayer y un chico rubio, sentados en el sofá.
—Te estábamos esperando querida. —dice con ese característico acento italiano.
Inmediatamente un Flashback, invade mi mente, es el chico del café ese que me molestaba por no entender su acento.
—¿Tú?—inquiero reprochadamente. Su sonrisa se ensancha y luego me da una mirada divertida.
—¿Tú, mesera?—responde divertido.
—¿Quién eres? ¿y qué haces aquí?—pregunto algo incómoda.
—Eso te lo responderá tu maravilloso padre.—responde sarcástico.
Ruedo mis ojos, sin darme cuenta. Y mi padre se levanta con la poca fuerza que puede. Su mirada es cínica, así como él día que abuso de mí y sólo dijo "El deber de las niñas es complacer a los hombres".
—Querida, necesitamos de ti. Sólo tú puedes salvar la casa.— dice mientras los tipos de traje lo sientan de un golpe en el sofá de enfrente.
—Ya te dije que no te daré mi dinero.—digo algo alterada.
—Creo que no me estás entendiendo querida, Tú serás el pago de mi deuda con ellos.—exclama con su cinismo característico. —, el joven necesita una esposa para acceder a una herencia, por lo que le servirás…
La perplejidad inunda mi ser, ¿Escuché bien? ¿Me está entregando a cambio de la casa? Mis ojos pican con mucha intensidad.
—Es todo, vámonos.—ordena el rubio de tatuajes.
En seguida sus hombres me toman a la fuerza y me arrastran al auto.
—Suéltenme, yo puedo caminar sola.—Me safo de sus agarres y camino por voluntad propia, ¿Qué puede ser peor que vivir con un padre alcohólico y una madre esquizofrénica?
Miraba por la ventana del auto mientras lágrimas frías bajaban por mis mejillas, los recuerdos abrumaban mi mente, no podía creer lo que estaba sucediendo. Mi propio padre, el que me creo, el que se supone que debía siempre cuidar de mí y querer lo mejor para mí, me había entregado como si fuera un objeto a un desconocido. A alguien extranjero, sin saber nada de él. ¿Por qué me tocó vivir esto a mí? Esa pregunta retumba en mi cabeza, no puedo pensar claramente, pues nunca creí que mi vida podía ser peor. Creí ver luz, al final del túnel, que al fin sería libre y ya no estaría en casa de los Bell. ¿Pero esto? Esto jamás se cruzó por mi mente, no sé a dónde me llevan ni quien es este chico. No sé qué quieren de mi o que harán conmigo. La angustia invade todo mi ser, mientras sólo pienso en que esto acabe ya. He dejado de ver el asfalto, ahora vamos por un camino verde, de tierra. Al fondo del camino se ve una verja muy grande negra con cables eléctricos y muchos hombres vestidos de traj
Desperté al escuchar el sonido de las llaves quitando el seguro de la puerta. Seguido entró la dulce señora del día anterior. —Buenos días, señorita Ginebra. Aquí tiene su desayuno, dice el joven que hoy puede salir de su habitación, ya no tendrá seguro. Sólo que si intenta escapar no le irá nada bien.—dice en tono amenazador, pero sé que son palabras de su jefe. No de ella. Asiento tranquilamente.¿Escaparme? ¿Para volver a dónde? ¿A dónde el padre que me vendió? Ya no tengo ni mis ahorros. No tengo nada, ¿A dónde me escaparía? Recibo la bandeja que me ofrece y se lleva la de la noche anterior. Veo un desayuno digno de otro banquete como la cena, wafles recién hechos, con mucha mantequilla y queso. Fruta picada en cuadritos, café caliente como me gusta y un rico jugo de naranja. Ni en mis mejores años comía así de bien, sólo a veces que comía en la cafetería. Luego de irse Margaret como me dijo que se llamaba, intento abrir la puerta y el picaporte gira sin problemas, ya no estoy e
El insomnio parecía ser mi acompañante cada noche, ¿A qué planes sé refería? ¿Qué era lo que deseaba hacer conmigo? ¿Por qué debía acostumbrarme a este lugar? Algo faltaba, no encajaba nada. ¿Qué podría haberle dicho Lauro al italiano? ¿Qué abuso de mí y por eso no valgo la pena? ¿Y ahora? En que estoy inmiscuida, definitivamente si hay algo peor que vivir con los Torres. Vivir con la angustia de no saber que esperar, de que sucederá al siguiente día. Tomé mis apuntes del escritorio y los repasé una y otra vez hasta memorizarlos. Me gustaba aprender cosas nuevas y sobre todo de química. Soñaba con hacer algún avance químico en la historia, crear algún medicamento milagroso o algo por el estilo. Poco a poco me comienza a dar sueño, hasta que ya no siento mi cuerpo. El fuerte ruido de la puerta abriéndose de golpe me despierta. Le veo entrar al rubio y me desperezo un poco. Lo miro con duda.—Buenos días, dormilona. ¿Sabes qué hora es?—pregunta, mientras se apoya en el marco de la puert
—No estaba escuchando, solo pasaba por aquí—digo y continuó mi camino, pero en un movimiento rápido atrapa mi codo en su mano.—¿Qué escuchaste, Ginebra?—inquiere, mientras aprieta un poco más fuerte mi brazo.—¡Suéltame, me estás lastimando! —le aviso. —, No escuche nada, solo pasaba por aquí.—¡Mentirosa!—ejerció más fuerza, mi brazo quemaba.—, Dime la verdad o no te soltaré.—¡Déjame en paz!—volví a gritarle, en eso la puerta se abre. —¿Qué está pasando aquí?—habla Piero con ese carácter característico que tiene.—Tenemos una entrometida—dijo por fin soltándome. —, Ha estado espiándote. —¡Que no soy una entrometida! No escuchaba nada, solo venía pasando por aquí—digo mientras me cruzo de brazos. —Piero, no sé de qué hablabas por teléfono, pero ella ha estado escuchándolo todo. A través de la puerta.—le cuenta. ¿Por qué tanta angustia de que escuche sus conversaciones? No digo que este bien escuchar conversaciones ajenas, es solo que ellos son un enigma y yo necesito resolverlo.
Miraba más atenta que nunca por la ventana, era un camino totalmente diferente al que iba directo a la mansión, quería creer que solo se había desviado para confundir a esos hombres. Pero pasaba minuto a minuto y no había ningún cambio de ruta, estaba asustada y Pierina igual, nos carcomían los nervios. Con el alboroto que se armó; Pierina había dejado su cartera en la mesa. Por lo que no llevaba su teléfono consigo. Le hacíamos preguntas y ninguno de los hombres contestaban, mis nervios estaban a mil y todas mis alertas mentales igual, por alguna razón la puerta solo se abría de afuera, ¿Y si nos estaban secuestrando? ¡Ni siquiera podemos saltar del auto! Luego de un largo camino, estábamos parando, habíamos llegado a una cabaña muy escondida, tenía verjas por todo lado y cercas eléctricas. Definitivamente estábamos secuestradas, mis piernas temblaban y Pierina estaba pálida. Los dos grandulones se bajaron y nos abrieron ambas puertas. Pensé en correr, hasta que lo escuché hablar.—S
Por un momento disocié la realidad, de mis pensamientos, estaba sumergida en un trance, acababa de escuchar y resolver el enigma que ellos eran. ¿Cómo no me di cuenta antes? Estaba corriendo mucho riesgo, demasiado me atrevería a decir, ahora ¿Qué iba a hacer? No podía salir de aquí. Y sé que si huyera me seguirían, contando con que tienen el poder y el dinero necesario para encontrarme en un abrir y cerrar de ojos. Pierina me miraba fijamente esperando una respuesta, pero yo solo repetía una y otra vez en mi mente: "Son mafiosos", “Mafia” “peligro”, “drogas”, “trata de personas”, “armas”, “ilegal”.—¡Ya mujer, di algo!—exclama asustada.—, me tienes nerviosa, no sé ni porque te lo dije. Piero dijo que no estabas lista y al parecer no se equivocó. No respondí, solo escuchaba sus lamentos, pero muy lejana su voz. Sentía mucha pesadez en mis ojos y logré quedarme dormida. Me desperté gritando, tenía mis ojos humedecidos y es que no era para menos había soñado muchas cosas feas, además
El destino es tan incierto, pero a la vez tan acertado. Su fin es hacernos cuestionar lo que somos, lo que queremos y lo que hacemos por conseguirlo. Quizás creemos saber las respuestas de todas las preguntas que encontramos a lo largo de nuestra vida, pero cuando pensamos que por fin las resolvimos, la vida nos cambia esas preguntas por otras nuevas. Y así vamos al diario, aprendiendo, fallando y siguiendo, la cuestión es no rendirnos nunca, porque debemos saber que siempre por más oscura que sea la noche, al siguiente día el sol nos iluminará con su perfecto resplandor. Nunca entendí porque me tocó vivir tantas cosas a mi corta edad, siempre pensé que el destino estaba en mi contra, que me odiaba y por eso me maldijo. Pero ahora me siento poderosa, quizá no vaya a contribuir al mundo con una medicina milagrosa como lo quise desde un principio, o quizá lo haga más adelante, pero de momento contribuiría al contrabando de sustancias ilícitas, no me sentía orgullosa de ello, pero sería
Estaba admirada y sorprendida de la rapidez de los hermanos para negociar y moverse en esto de la mafia. Habían pasado quizá unos tres meses, todo había tomado su curso. Estábamos de regreso a la mansión, doblaron la seguridad. Sucedieron muchas cosas, había aprendido clases de defensa personal y manejo de armas. Me faltaban dos meses para graduarme como Química, todo gracias al profesor Albert. Había conseguido un convenio con la Universidad estatal, donde el expuso que "era un genio". Me dieron muchos puntajes y logré eximir más de la mitad de semestres, por lo que iba a tener mi preciado título. Tampoco es como que fue tan fácil, hubo muchas noches que no dormí por estar estudiando para pruebas y debates. Piero uso una de sus propiedades para crear los laboratorios donde estábamos produciendo la nueva droga. Tenían varios trabajadores, yo iba a su cabecilla. Dirigiendo y controlando que todo marchará de la mejor manera. Los niveles de producción aumentaron un 7% más este mes. La