MI MAFIOSO COMPULSIVO
MI MAFIOSO COMPULSIVO
Por: MaikBa
1. PRIMERA PARTE

1.

Desde pequeña siempre me sentí querida y afortunada, mi madre cuidaba de mi hermana y de mi con tanta paciencia, cariño y amor como le era prudente, nos dedicaba todo el tiempo, siempre me dijo que seria alguien grande e importante, que era inteligente y amable, claro que, a veces era muy notoria su preferencia por mi hermana gemela, Giselle. A veces quisiera devolver el tiempo a cuando todo marchaba mejor, cuando la empresa de mi padre estaba en el ápice del éxito, tenía una empresa de perfumes, creaba las mejores fragancias a nivel mundial. Cuando era una niña feliz, alegre, que veía la vida con ojos de colores e inocencia, jugaba junto a mi hermana, siendo siempre atendidas. De la empresa de mi padre aprendí que los sentimientos, objetos, situaciones y lugares tienen su propio olor. Tan sencillo como el olor del café recién hecho por las mañanas que, hacia mi madre, el olor a romero y tabaco que impregnaba la ropa del abuelo, el olor a tierra mojada del jardín de mi abuelita que cultivaba con tanto amor. Así que si, los olores tienen un poder especial en cada uno de nosotros, para bien o para mal, siempre están allí presentes. El olor a lluvia, café y tierra mojada siempre serán mis favoritos.

El olor del hogar el cual debería ser el más preciado por todos, para mi es una pesadilla entera, quisiera no tener que regresar allí jamás, pero el solo hecho de no tener donde pasar la noche, me hace sentir escalofríos, el pensar lo que podría pasarme si tan solo me quedo una noche en la calle sola, que podría repetirse lo de aquella vez, me abruma.

—¡Hola Ginebra!—saludo mi castaña amiga y compañera de trabajo, Paris.

—Hola, Paris—le respondo. —, ¿Qué hay de nuevo?

—Nada lo mismo de siempre. —responde con desgano. —, ¿Y tú?       

—Lo mismo, nada bueno, realmente. —dije con el mismo desgano.

La jornada laboral comenzó con la misma rapidez de todos los días, trabajaba en una cafetería como mesera, que atendía las 24h, así que tenía turnos rotativos de 8h y a veces de 12h para ganar dinero extra. Llevaba un año de haberme graduado del instituto, pero no pude estudiar en la universidad debido a la falta de dinero. Así que para poder mantenerme me tocaba trabajar a diario. Después de todo me gustaba mi trabajo, atender personas era divertido, cada una tenía un olor característico que siempre lograba recordar.    

—Buenos días, ¿Qué les gustaría ordenar?—le pregunto a los señores de tercera edad, mientras me piden sus hotcakes, de avena y banana. Su café con crema sin azúcar y leche, su fruta picada y yogurt.

Después de llevarles el pedido completo a su mesa, atendí las demás mesas y ayudé un poco a la cocinera la cual es mi amiga Paris, con la limpieza y los platos sucios. Tiempo después ya eran casi las 2 de la tarde, tome mi descanso y almuerzo. 

—¡Ginebra, te toca una mesa nueva!—grita Paris.

—¡Ya voy!—grito devuelta mientras camino en busca de mi delantal y libreta.

Veo la mesa del fondo, son 3 personas, un chico bastante alto rubio y blanco, con muchos tatuajes. Otro es igualmente rubio, blanco, pero sin tatuajes, la otra es una chica bastante bonita, diría que es modelo, la misma tez, y rasgos por lo que fácilmente podrían ser hermanos. 

—Buenas tardes, ¿Ya les gustaría ordenar?

— Ciao buon giorno. —responde el chico, alto.

Mi cara se desencaja al escuchar el acento y rara lengua, ¿Qué idioma era? No podía descifrarlo, los 3 se ríen al ver mi expresión al no entender nada, ruedo los ojos sin que se den cuenta.

—Disculpa al tonto de mi hermano, a veces no se sabe comportar. —indica entonces la chica rubia.—, Yo quiero un combo de hotcakes, con café con crema y mucha vainilla.        

Asiento mientras anoto en mi libreta, mientras ella mira a su hermano que sigue con esa expresión burlona.

 —Yo quiero una hamburguesa con doble queso y tocino. —dice el chico más bajito con una sonrisa amable. —, Ah y una coca cola bien fría.

— Voglio una colazione completa, per favore. —repite el chico más alto, ruedo los ojos con imprudencia, mientras el solo ríe.

—Discúlpalo otra vez, a veces es más idiota de lo normal—, defiende con fastidio la chica nuevamente. — dice que quiere un desayuno completo, por favor.

Asiento, anoto y me retiro, que tipo tan pesado. Muchas veces he atendido a personas extranjeras, pero esa lengua desconozco, podría ser de tipo europeo. Le paso el pedido a Paris y me voy a trapear el baño, luego lavo mis manos y les paso el pedido a la mesa.

— grazie mille, gentile signora —dice el chico y vuelve a reírse. Bufo internamente. 

—Gracias, ten—dice la chica ofreciéndome un billete de 20, como propina.

Les agradezco y me retiro de la mesa, vuelvo a la cocina a ayudar a Paris, mientras pienso en que ya casi es hora de volver a mi casa, la cual es una pesadilla viviente. Atiendo once mesas más y mi turno termina. Me quito el uniforme, lo guardo en mi casillero y me visto con mi ropa. Saco mi cartera y mi celular. Guardo todo y me voy a la parada del autobús. Me quedo a dos cuadras de donde vivo para mi desgracia, entro y cierro la puerta. Subo a mi habitación y paso por la de mis padres. Mi madre está hablando sola, mientras hace señales con sus manos indescifrables, escucho como menciona a mi hermana y siento doler mi corazón. Lo mismo de hace tiempo, desde que comenzó a tomar esos medicamentos tan fuertes siempre vive alucinando. Sigo mi camino hasta mi habitación y me recuesto en mi cama quedándome profundamente dormida. 

                                                                                             

Me despierto escuchando gritos de mi padre, en la planta de abajo. Me asomo por las escaleras y escucho.

—Bell, Bell. Los días siguen pasando y tu atrasándote. —Escucho una voz bastante viril, ¿Quiénes son? ¿Por qué lo buscan de nuevo? ¿Acaso debe dinero otra vez?—, El jefe se está hartando de tu lentitud para pagarle lo que le corresponde, así que muy pronto tendrás noticias suyas.

—No por favor, solo necesito un par de días más. —dice Lauro, mi padre—, Ya estoy juntando el dinero, solo me falta poco más de la mitad, lo juro, lo juro. Me está yendo bien en las cartas.

—No me pagan por perder el tiempo escuchando tonterías, mi jefe quiere su dinero y lo quiere ya.—Advierte el otro tipo, uno más musculoso. 

El otro le da un rápido golpe en el abdomen, seguido de uno en la entrepierna y finalmente uno en la cara. Cierro mis ojos con fuerza, pues ya estoy acostumbrada a ello. Lauro es un hombre adicto, al alcohol y las apuestas, perdió la empresa de sus sueños en una apuesta de casino, luego perdió los autos.  Tiempo después perdió el dinero que mi madre ahorro para mi universidad, luego los ahorros de la vida de ellos dos, hasta que perdió absolutamente todo. Menos la casa. La cual no me sorprende que haya apostado y ahora esos tipos quieran, ¿Y si la perdió? seria el fin de esta asquerosa familia. Regreso a mi habitación y me recuesto nuevamente, mi puerta la cual siempre dejo con cerrojo es tocada. 

—¿Qué quieres, Bell?—grito con desprecio. Ni loca le abriría la puerta.

—Ginebrita, necesito dinero. —dice con tono fingido de cariño.

—¡No me vuelvas a decir así jamás! —le grito con asco.—, No pienso darte nada.

—Pues entonces te quedaras en la calle, nos quedaremos en la calle, porque ya no tengo nada que pueda perder, solo esta antigua casa. —dice con desprecio mientras escucho como llora.

Suspiro y vuelvo a recostarme, miro al techo en busca de alguna respuesta. Si hasta ahora no me ido a vivir sola, es porque necesito ahorrar mucho dinero para estudiar. Pero ¿y ahora que hago? La vida parece ponerse dura cada vez que pienso que todo podría mejorar...          

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