¿Dime dónde la tienes?

Rafael viajó a aquellos tiempos cuando Emma, él y los gemelos Lombardi estudiaban en la misma escuela. Ella estaba dos grados menos que ellos pero eso no impedía su amistad. Aunque el CEO siempre la había visto con otros ojos. El cabello Rojizo de ella le gustaba muchísimo. Emma era muy linda y adorable.

— ¿Dónde está ella? ¿Qué le pasó? — Escribía en su celular y lo enviaba a su amigo.

— La encontré en un exclusivo bar del sur. Un tipo la estaba molestando. Seguro quería aprovecharse de su estado de ebriedad.

— ¿Lo mataste? — Preguntaba el CEO fríamente.

— ¡Diablos no...! Solo lo amenacé para que la dejara en paz y se largara. ¿Te sigue gustando, eh?

— Sabes que tengo una prometida.

— No fue eso lo que pregunté. Tu relación absurda no es el punto aquí.

— ¿Para donde la llevas? No te atrevas a tocarle uno solo de sus cabellos, Domenico.

— Ella es soltera, tú tienes novia. ¿Qué me lo impide? Ya te has decidido casar con Joana. Por cierto suerte con eso. Se sabe que solo se casa contigo por tu posición y lo que representas, y no por el hombre que eres.

Domenico Lombardi en verdad apreciaba a su amigo como un hermano más. Sabía que se estaba equivocando con ese matrimonio sin sentido.

— No te hagas el idiota conmigo. ¿Dime qué harás con ella? Te veo en tu casa, salgo para allá de inmediato. — El hombre cerró su laptop, tomó su saco del espaldar de su silla y salió de su oficina a paso apresurado.

— !Espera, espera, la llevo a casa de mis padres... Rafael!

Domenico quiso aclarar la situación pero su mal humorado amigo ya no lo escuchaba.

(....)

— ¿Entonces que opina usted, CEO Mendoza? ¿CEO Mendoza, sigue con nosotros? — Uno de los socios alemanes llamaba a su socio Estadounidense pero este ya no le respondió. — Oh... Quizás le falló el internet. — El empresario nunca solía dejar una junta o una reunión a la mitad por nada ni por nadie.

En la mansión del CEO Lombardi. El ya había bajado de su coche a Emma, y la había acostado en el sofá.

Pronto escuchó el timbre de su puerta repiquetear una y otra vez. Apenas abrió el entrajado hombre entró como un huracán.

— ¡¿Dónde la tienes?!

— Wow... Calmemonos un poco, ella está bien, ¿Qué tipo de hombre crees que soy? Soy un caballero. Está acá en mi sala.

Ambos caminaron hasta llegar al sillón. Hacía tanto tiempo que no la veía. Después de que él se fue a estudiar a Europa, perdieron contacto y cada quien tomó caminos diferentes.

— Emma... ¿Por qué estás así? — El CEO se acercó a ella, pasó sus nudillos por el bello rostro de la mujer pelirroja. Pudo darse cuenta que tenía su cara manchada por las lágrimas que había derramado. Sin duda estaba sufriendo por algún motivo.

— Evidentemente algo le sucedió. Tuve que luchar con ella para que accediera salir del bar. Dijo que no quería ir a casa.

— ¡Maldición! — Masculló el hombre. Quería saber que le había pasado a su viejo amor pero evidentemente esa noche no sería posible.

En ese momento recibió un mensaje de su prometida. Ella lo había estado tratando de localizar todo el día, pero el la había pasado ignorandola.

— "Amor, ¿Estás desocupado? No me has enviado un mensaje en todo el día*

El CEO lo leyó sin abrirlo y después se guardó el teléfono.

Domenico trajo una frazada para cubrir a la jóven, pero Rafael se la quitó.

— Dame acá, yo la cubro.

— ¿Posesivo...? — Murmuró Domenico, más Rafael no se inmutó por eso.

— Puedes irte a dormir, yo me quedaré a cuidarla.

— Está bien. Estás en tu casa, iré a dormir que ya es bastante tarde. — Doménico fue echado de su propia sala de estar esa noche.

Sentado en un sillón frente a Emma. Rafael Mendoza la observaba fijamente. Ella estaba tan hermosa. Mucho más que antes cuando estaban en la escuela, todo de ella le llamaba como la más fuerte gravedad. Poco le importaron los mensajes que seguían llegando a su celular, no los atendió porque ya sabía que se trataba de Joana.

(...)

En su departamento el asistente Ricardo dormía plácidamente después de un arduo día de trabajo cuándo escuchó timbrar su teléfono.

Al checar la pantalla pudo leer que se trataba de su tirano jefe.

— CEO Mendoza, ¿Necesita algo? — El hombre tenía la voz adormilada.

— Ricardo, contacta al detective privado que trabaja para la familia Mendoza. Necesito que investigues todo de los últimos tres años de la vida de la señorita Emma De León. Quiero esa información lo antes posible.

Rafael quería saber que había sido de la vida de la jóven desde que había dejado de verla.

— Señor, a esta hora el detective seguro que está dormido.

— ¡Pues despiertalo, quiero ese informe a primeras horas del día de mañana! — Apenas colgó la llamada se dijo así mismo. — ¡Voy a averiguar por quién demonios lloraste, Emma!

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