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Frente a frente con su viejo amor.

Esa noche el millonario CEO Rafael Mendoza se quedó dormido en el sofá de la sala de su amigo observando a su antiguo amor. No fue hasta que el sol les dió a ambos en el rostro que despertaron.

— ¡Carajo, me duele mucho la cabeza...! — La pelirroja se llevó las manos a la cabeza intentando atenuar el dolor. ¿En... dónde estoy? No conozco este lugar. — La jóven se puso de pie con dificultad, temía haber despertado con algún desconocido y haber hecho algo inapropiado, más cuando lo vió frente a ella, era él... Su amor de adolescencia, el hombre dormía en el sofá, Emma apenas alcanzó a ahogar un grito con su mano.

El corazón de Emma parecía que se le iba a salir del pecho, ¿Qué diablos hacía su ex novio ahí? ¿Acaso él la había traído a su villa? El hombre que quiso con locura, Rafael Mendoza, yacía ahí dormido cubriéndose con su fino saco del frío. Estaba más apuesto de lo que lo recordaba, cabello oscuro, ojos verdes esmeralda tan profundos como el mar, sus gruesos y carnosos labios que le robaron su primer beso. Esto no le podía estar pasando, necesitaba salir de ahí de inmediato.

La pelirroja buscó con la mirada su bolso y sus zapatillas, se movía de un lado a otro con nerviosismo y ni siquiera sabía por qué. Con los tacones en la mano estaba a punto de salir de la casa en la que se encontraba cuando se tropezó un mueble haciendo tanto ruido que despertó al hombre dormido.

— ¡Auch... Auch... — La mujer se sobaba la espinilla.

El CEO mendoza al escucharla abrió los ojos y pudo darse cuenta de que la mujercita estaba a punto de huir.

— ¿Cómo, te vas así sin siquiera despedirte? Me he quedado a cuidarte toda la noche y ni siquiera merezco un gracias, ¿Eh? — La mirada profunda del hombre parecía traspasar los pensamientos de la chica.

Por unos momentos Emma se sintió desnuda ante la mirada esmeralda del apuesto hombre.

— ¡No, yo... Es que... No sé que estoy haciendo aquí...! ¿Acaso está es tu casa? ¿Por qué me has traído aquí? Rafael... Tú, ¿Me hiciste algo? Habla, si me hiciste algo yo...

— ¿Por quién me tomas? Soy un caballero, Emma, jamás me atrevería a tocar a una mujer en estado incoveniente. Mucho menos a ti.

La pelirroja enarcó una ceja, ¿Qué había querido decir con mucho menos a ella?

— A bueno, no me tocarías porque te parezco fea, ¿Eh? Pues... Es un alivio que no pasara nada. Me alegro de que opines así, de esa manera no despierto bajos pensamientos de hombres depravados.

— ¿Me estás diciendo depravado? — El CEO levantó una de sus perfectas cejas. Se había olvidado de lo osada y audaz que era esa chica.

— Yo... — Emma movió las manos en negación. — Ya tengo que irme, no tengo tiempo para quedarme a hablar contigo. — Emma no quería ni ver al chico que ahora era todo un hombre porque lo había amado como a nadie. Más ahora era cosa del pasado y no se iba a permitir volver a esos tiempos. El que se marchara a Europa le había roto el corazón.

— Por supuesto que no te irás así nada más. — El hombre caminó hasta llegar a la chica, la tomó de los hombros y la llevó de nuevo al sofá. — ¿Vas a decirme que hacías en ese bar bebiendo hasta quedar casi inconsciente? De lo contrario no te vas a marchar de aquí.

La seriedad del hombre y su intensa mirada tenían a Emma muy complicada. Si solo toque le erizó la piel. Algo que nunca había sentido con el traidor de Ethan.

— No hay nada que decir. Es solo que una amiga la está pasando muy mal, me sentí triste por ella... Su esposo la ha engañado, no tiene trabajo, y él muy miserable la está amenazando con quitarle la custodia de su hija si le pide el divorcio. Rafael, ¿Puedes ayudarme a darle trabajo a mi amiga, también conseguirle a un buen abogado? — Emma no quiso contarle lo de su fallida relación con ese mismo hombre. Se moriría de la vergüenza y humillación.

— Nos acabamos de reencontrar después de años de no vernos y tú en lugar de ponerte al día conmigo me estás pidiendo las perlas de la virgen para... tú amiga ¿Te parece correcto eso, Emma?

El CEO veía como su viejo amor se frotaba las manos. Ella se veía adorable, Pero también se veía algo conflictuada, quería leerla pero ella de alguna manera lo bloqueaba.

— Bueno... ¡Puede que no sea muy correcto, pero las cosas apremian, mi amiga ya no soporta más vivir con ese traidor, más no quiere perder a su querida hija, por favor ayúdale!

Los hermosos ojos azules suplicantes de la chica fueron suficientes para que el CEO decidiera ayudarla, pero... No se lo dejaría tan sencillo.

— Acepto ayudarla, pero eso será con una condición. — La imponencia del hombre estaba de pie frente a la bella pelirroja. La mujercita había dejado de respirar por unos segundos.

— ¿Qué...? ¿Qué es lo que quieres a cambio? — Emma preguntó tartamudeando un poco. Ella no se podía ver la expresión de susto que tenía en el rostro. Parecía la de un conejito a punto de ser comido por un feroz lobo.

— Quiero que seas mi asistente personal. El puesto está disponible y necesito a alguien que comience de inmediato. La decisión es tuya ahora, querida. — El CEO se había puesto serio, su rostro estaba ilegible y en modo profesional.

— ¿Asistente dices? — Emma había estado trabajando los últimos tres años precisamente de asistente de su ex novio, por supuesto que no quería regresar a lo mismo, pero había prometido ayudar a su amiga, pedir ayuda a su familia no pensarlo, ella no quería saber nada de su padre, era por eso que se había marchado de casa pocos años atrás.

— Demonios... Está bien, acepto ser tu asistente. Pero también tengo mis condiciones.

— ¿Condiciones? — El CEO no esperaba tales cuestiones. Consideraba que el que le estaba haciendo el favor era él.

— Si, quedará estrictamente prohibido que haya otro tipo de relación entre nosotros que no sea profesional. No me gusta que mis jefes se piensen que pueden seducirme.

Rafael enarcó una ceja. Esa condición era bastante extraña. El no tenía pensado seducirla, siempre había sido un hombre que controlaba sus pasiones. Estaba seguro de poderse contener ante la belleza de la chica.

— ¡Hecho, no te seduciré...!

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