Deshacerme de él

Camila llegó a casa temprano, a las diez de la mañana, con el corazón apretado por la decisión que había tomado.

Al entrar, encontró a Ariadna sentada junto a la ventana, absorta en sus pensamientos. Su hija parecía quebradiza, con la mirada perdida hacia la calle y las manos entrelazadas, como si quisiera encontrar consuelo en el silencio. Camila se acercó a ella, dejando su bolso en la mesa, y le dio un beso en la mejilla. Luego tomó una silla del comedor y la arrastró para sentarse frente a ella.

—Has venido antes, ¿todo está bien? —pregunta Ariadna. Mira el rostro preocupado de su madre—. ¿Qué sucede?

—Ariadna, he llamado a tu padre —dijo con suavidad, aunque su tono llevaba el peso de la decisión.

Ariadna parpadeó y se giró hacia ella, claramente sorprendida. Sus ojos se llenaron de preguntas, pero su mirada se deslizó al suelo como si no supiera cómo reaccionar.

—Yo también iba a llamarlo… —murmuró finalmente, su voz apenas audible—. No puedo dejar que cargues conmigo… y ahora m
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