CAPÍTULO 31

Carlo no estaba muy seguro de qué pensar sobre aquel exabrupto emocional de Aitana. No era muy propio de ella dejarse sacar de sus casillas, pero ya las cosas con su madre estaban pasándose de la raya. No era el tipo de hombre que acostumbrara a espiar detrás de las puertas, pero tenía demasiado fresco el recuerdo de los engaños de su primera esposa, así que era casi imposible no hacerlo.

Finalmente, cuando ella salió del baño enfundada en una bata y tratando de forzar una sonrisa, se cuestionó si debía o no preguntarle por la llamada… pero no tuvo que hacerlo. En cuanto sirvió el champán y levantaron las copas para brindar, Aitana dejó escapar un suspiro y su rostro se ensombreció.

—Lo siento… —murmuró mientras se dejaba caer en el sofá de la suite—. Lo siento, amor, pero mi cabeza no está para celebraciones ahora mismo

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