Epílogo
—¿Estás lista para esto? —preguntó Carlo dos días después, tomando la mano de Aitana mientras entraban en la estación de policía.
—Sí. Tengo que terminar con esto de una vez —declaró Aitana armándose de valor.
Hans había sobrevivido a la caída, pero por más que los médicos habían intentado ayudarlo, había quedado inválido. Ya no sería una amenaza para ellos, pero Carlo había preferido que se quedara en una institución donde pudieran cuidar de él como lo necesitaba.
Por otro lado, solo por estar en un escándalo que involucraba a los Di Sávallo, el Colegio de abogados le había retirado la licencia para practicar, pero lo que sucediera con él, dependía de lo que Aitana quisiera hacer.
El jefe de la estación,
Florencia era un sitio espectacular, pero lo mismo podía decir de Milán o de Roma. Había amado Italia desde el primer día que había puesto los ojos en aquella tierra, dos semanas atrás, y aunque no había tenido mucho tiempo para disfrutar cada ciudad, estaba decidida a aprovechar al máximo sus vacaciones, las primeras que se tomaba en cuatro años.No podía decir que trabajaba tanto porque viviera mal, seguía ocupando la ca
Se inclinó despacio y besó los pequeños dedos del niño dormido. Era su sobrino y sin embargo no se parecía a ella, o a Lianna, mejor dicho. No había tenido que abrir la boca desde que llegaran al hospital, todos parecían conocerla y lo único que le habían preguntado era si quería que avisaran al señor Di Sávallo.— ¿Está ocupado ahora mismo?— Está en medio de una operación, deben
Aitana no cometió la estupidez de cerrar la puerta, sabía que Carlo la echaría abajo de un puntapié solo de imaginar que intentaba separarlo de su hijo, pero algo le decía que debía mantenerse lo más lejos posible de él. Se sentó al borde de la cama intentando recuperar el aliento, luchando contra lo que parecía una verdad obvia.Pero no podía ser… Lianna no podía haber hecho algo así… &iques
Carlo metió la cabeza bajo la ducha y apoyó las manos sobre los azulejos fríos, como si eso pudiera darle un poco más de perspectiva a las muchas inquietudes que le rondaban la mente. El juego que su mujer estaba jugando le era completamente desconocido y precisamente por eso tenía que permanecer en guardia. Había sido distinto siete años atrás, ella era una coqueta estudiante universitaria y él un idiota que la había embaraz
— ¿Tienes un minuto?Aitana estaba sentada en el patio trasero, acomodada en una de las mecedoras, con una copa de vino en la mano y la mirada perdida en alguna onda del lago.— Por supuesto, ¿qué necesitas?Carlo dio algunas vueltas frente a ella sin llegar a mirarla, y terminó sentándose e
Pasó todo el día siguiente con los niños, intentando que su corazón no se entristeciera al comprobar que el pequeño Stefano, aunque hacía lo posible por ocultar sus recelos, respiraba ansioso cada vez que la veía salir de la habitación. Le dolía que Carlo tuviera razón, y que los hijos de Lianna estuvieran abandonados al cuidado de niñeras o institutrices; podrían ser las mejores, pero no eran su madre.— &
La noche le pareció terriblemente larga, tan larga que la salida del sol fue una bendición que le permitió parar de pensar en Aitana, en aquel beso y en la respuesta de aquella mujer. Había bajado varias veces en la madrugada y se la había encontrado durmiendo al lado de Stefano, luego de varias horas encerrada con él, el niño había vuelto a hablarle y le había pedido perdón por su comportamiento.Después de eso pareci&
El enorme lobo color arena levantó las orejas somnoliento y miró a todos lados. Debía ser la hora de la comida porque de lo contrario nadie se acercaba a la glorieta desde hacía días.— Es el perro de Stefano. En realidad es Fao Jr, el hijo de uno de los lobos de mi hermano Ian, y es la adoración de tu hijo.— ¿Y por qué no está en la casa, con él? ¿Por qué lo tienen encerrado aquí? — le dijo co