CAPÍTULO 43

Carlo no era capaz de describir el terror que se había acendrado en su alma al ver a Aitana en aquella cornisa. Solo dio gracias a Dios que tuviera la entereza suficiente como para distraer a Hans. Le importó muy poco que lo besara, solo que le diera el tiempo para alcanzarla y ponerla a salvo.

Tampoco pudo describir la sensación de paz cuando la tuvo entre sus brazos, a salvo, con una barrera de hombres entre ellos y el psicópata de Hans. La dejó ocultar la cara en su pecho y la abrazó con fuerza mientras lo miraba. No iba a dejar que la tuviera nunca más, que la asustara nunca más.

Pudo ver la determinación en sus ojos, era un hombre enfermo después de todo, y ninguno de sus hombres logró alcanzarlo antes de que saltara. Cuando el cuerpo de Hans chocó contra una de las camionetas estacionadas abajo, Carlo sintió que el el cuerpo de Aitana se relajaba por completo.

Le ech

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