CAPÍTULO 34

Aitana retrocedió vivamente, girándose hacia su madre.

—¿Qué es esto? —preguntó mientras veía que el rostro de Ilenia se transformaba en una máscara de satisfacción.

Pero aquel pequeño momento de distracción fue suficiente para verse rodeada por los brazos de Hans, que la hicieron volverse, forcejeando, pero era difícil luchar contra él.

Hans era un hombre alto, y aunque estaba visiblemente delgado, había algo mucho más peligroso que animaba cada uno de sus movimientos. Había una oscuridad en sus ojos, o mejor dicho, una niebla instaurada en ellos, como si no estuviera muy consciente de su realidad.

­—¡Amor, cómo te extrañé! —susurró en su oído, abrazándola con fuerza, a tal punto que en cierto momento Aitana luchaba más por respirar que por liberarse—. ¡No s

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