Thalia fue vendida por su padre a Praxis Stratos para saldar la deuda de su hermano. Ella se entregó al griego no solo por obligación, sino porque en el fondo le gustaba, pero después de una noche de pasión él la echó a la calle y ella se marchó para no volver jamás. Praxis tenía un plan de venganza muy bien trazado, pero en cuanto conoció a Thalia se le derrumbó todo. Por eso tuvo que rechazarla. Sin embargo, cuando la encontró cinco años después con dos niños de la misma edad, el mundo se le puso de cabeza. Praxis no tuvo dudas, esos niños eran sus hijos y por tenerlos a su lado era capaz de lo que fuera. Incluso de convertir a su peor enemiga en su esposa.
Leer másCapítulo dos. ¿Por qué yo?El escalofrío que le provocó a Gael el roce de su mano lo pilló desprevenido… Y también a Oliva parecía haber sentido algo porque apartó la mano de inmediato. No importaba, se dijo Gael. Podía sentirse atraído por una mujer sin hacer nada al respecto. De hecho, no se dejaba llevar por su pene desde que tenía diecinueve años. — Al menos podrías escucharme — insistió Olivia. Frunciendo el ceño, Gael volvió a sentarse. No estaba interesado en lo que pudiera decir, ¿pero por qué arriesgarse a ofender a un miembro de la familia Stratos? —Muy bien, te escucho. —Quiero que te cases conmigo. —Sí, eso ya lo sé, ¿pero por qué? —Porque es lo más lógico. Gael seguía con la convicción de que a aquella señorita le faltaba un tornillo en el cerebro.—¿En qué universo? — Tú quieres la parcela para que tu primo construya un hotel y yo quiero un marido temporal. —¿Temporal? Ella rio suavemente, un sonido rico y musical, el pelo negro flotando alrededor d
Capítulo Uno: Deberíamos casarnos —Creo que deberíamos casarnos. Gael Rutherford se atragantó con la cerveza y, dejando la botella sobre la barra del bar, empezó a toser mientras miraba a la mujer que había estado a punto de matarlo con cuatro palabras. Aunque ella merecía la pena. Su pelo era casi tan negro como el de él, sus ojos de un azul más claro que el suyo. Tenía los pómulos altos, las cejas arqueadas y una expresión de fiera determinación. Llevaba un vestido de verano en color amarillo que dejaba al descubierto un par de piernas fabulosas y unas sandalias con florecitas blancas que mostraban unos dedos con las uñas pintadas de rojo. — ¿Casarnos? ¿No crees que antes deberíamos… no sé, ir a una cita o como mínimo cenar juntos? Ella miró al camarero, como para comprobar que no estaba escuchando la conversación. —Sé que debe sonar un poco raro… Gael soltó una carcajada. —Raro es decir poco. —No obstante, tengo mis razones. — Ah, me alegra saberlo —
Se suponía que aquel matrimonio era solo de apariencias… Lo único que Gael tenía que hacer era casarse con la hija de Praxis Stratos…, pero no podía tocar a su nueva y tentadora esposa. Olivia había impuesto las reglas, pero de repente su matrimonio le parecía demasiado práctico. El deseó ardió en él y entonces quiso convertir el acuerdo temporal en uno permanente. ****Ya comienza la última historia de esta saga. No te pierdas la oportunidad de conocer a la intrépida Olivia Stratos.****
Capítulo cuarenta y ocho. The End Cuando Britney se despertó estaba oscuro. Un pájaro cantaba no muy lejos. Movió la cabeza. Las cortinas de la habitación estaban cerradas, pero una intensa luz artificial se abría paso por una rendija. Debía de ser temprano por la mañana o tarde por la noche. Gradualmente se dio cuenta de que ya no le dolía nada. En medio de la oscuridad se pasó la mano por el vientre… Sus ligeros movimientos alertaron a la enfermera de guardia. La mujer se acercó con una sonrisa. —¿Quiere que llame a su marido? Está abajo con su hija. Britney frunció el ceño. Debía de ser un caso de confusión de identidades. —¿Mi hija? No, eso no es posible… Owen tiene un hijo, yo tuve un hijo. Se llama Adonis. ¿Dónde está? —Allí, allí — la enfermera calló a Britney poniéndole un termómetro bajo la lengua —. No hay por qué preocuparse, querida. La bebé había tragado un poco de líquido, así que está en observación. Su marido se ha dividido entre usted y la niña, pero le he
Capítulo cuarenta y siete. Te quiero demasiado.—Créeme — murmuró Owen —. Créeme, Britney. No te dejaré. Te amo. Te necesito. Todo lo que me importa ahora son el niño y tú.—Escúchame — susurró ella temerosa de que el dolor no le dejara hablar después— . Lo que sucedió antes, no va a volver a pasar. Nuestro hijo está bien alimentado y fuerte. Se parece a ti. Todo irá bien.Owen se inclinó y apoyó su frente en la de ella.—Y, ¿qué pasa contigo?La frente estaba fría como el hilo, debía de ser porque la de ella ardía. Trató de sonreír. Owen ni siquiera intentó hacer lo mismo. Estaba tan pálida que hasta los labios estaban perdiendo su color. Owen la agarró de la mano y se llevó los dedos a los labios para besarlos.—No puedo soportar que vuelvas a pasar por lo mismo otra vez — dijo ella intentando humedecerse los labios —. A lo mejor… quizá deberíamos pensar en irnos al hospital.—Pediré una ambulancia — dijo el doctor Cássio Kostovos sacando el móvil, pero Owen se puso en pie de un sal
Capítulo cuarenta y cinco. Estaré a tu lado cada minuto. Empezó a entrar y salir gente de la habitación de Britney llevando sábanas y noticias de que el doctor estaba a punto de llegar. Nonna Bacchari le puso hielo en los labios. La vida giraba alrededor de ella pero su mundo se circunscribía a los brazos de Owen. —Oh… Owen… esto se suponía que no debía suceder. Le he hecho algo terrible a Donatello, y tú ni siquiera me amas… — dijo la joven con debilidad. La abrazó más fuerte. —El trabajo y mi pasado no me han permitido admitirlo hasta ahora, Britney. Te amo. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que he estado al no comunicarte mis sentimientos. Por favor, perdóname… Déjame amarte, déjame mantenerte a salvo aquí, para siempre… El doctor irrumpió en medio de una oleada de aire frío. Una vez examinada, se llevó a Owen aparte. Britney quedó en manos de Nonna. La anciana le pasaba una esponja por la cara y le daba mas hielo para que chupara. —Oh, sería una pena que no llegara al h
Capítulo cuarenta y cuatro. Yo maté a mi novia.Owen tomó a Britney en brazos y se dirigió a la casa. —Hay algo que debo decirte, Britney — murmuró él entonces mientras subía las escaleras con cuidado —. Lo siento, pero no es una confesión fácil de hacer para mí… O para ti de escuchar…Su esposa iba a escuchar la verdad e iba a ser él quien se la dijera. Owen respiró hondo un par de veces, pero había llegado ya a la habitación y aún no había dicho nada. Entonces, pensando en que ella empezaría a preguntarle a causa de su silencio, liberó su pesadilla privada en cuanto llegaron al dormitorio.—Britney, el hecho es que yo maté a mi novia Sally. Fue culpa mía que muriera.Sintió que el cuerpo de ella se ponía rígido entre sus manos.—No puede ser.—Cómo me gustaría que no fuera así — dijo él dejándola suavemente en la cama.—¿Pero… cómo? — la voz de la joven era poco más que un susurro.Owen sentía la aprensión en la voz de Britney. Ya no había vuelta atrás. Tendría que escuchar la tris
Capítulo cuarenta y tres. Dos buenas razones.—No hace falta, sólo me he golpeado en la espalda. El bebé está bien — Britney volvió en sí y se soltó de las manos de Owen e intentó levantarse sin ayuda.—Pero, ¿cómo estás tú? — él le preguntó preocupado.La joven lo miró cortante. Había una auténtica preocupación en sus ojos y se reflejaba en su voz.—También estoy bien — ella sonrió aunque tenía la terrible sensación de que no era así, le seguía doliendo el golpe, pero si se lo decía la mandaría al hospital.—Entonces nos las podemos arreglar solos. Gracias a todo el mundo — Owen hizo un gesto en dirección al servicio que lo había seguido —. Vayan a preguntar a alguna de las chicas si está lista la habitación de la señora Stratos, por favor.Se quedaron los dos solos fuera de la casa. Britney miró la fachada norte. Desde allí aún parecía sombría y desnuda, pero dentro se había convertido en un hogar. Allí era donde quería que naciera su hijo.—No hace falta que te molestes por mí, Owe
Capítulo cuarenta y dos. Mi bebé no. Britney se puso en pie furiosa. —No. No, Owen — negó repetidamente una y otra vez —, eso no puede estar bien. El mayordomo se acercó. —¿Quiere que le traiga otra cosa, señora Stratos? —No. El desayuno está bien, Leo, gracias. Es mi vida la que no está bien — dijo ella sin importarle nada. Owen carraspeó con clara intención, pero Britney no hizo caso —. Gracias de nuevo, Leo, creo que nos arreglamos nosotros. El mayordomo se marchó del comedor. —Trata de no perder el control delante del servicio, Britney, les molesta — Owen bebió un sorbo de café. —Tenía que decirlo. —No veo por qué. ¿Qué te disgusta de tu vida? — Owen parecía de verdad sorprendido —. Tienes lo mejor de todo. Todos tus planes para la Villa se están realizando en los plazos previstos, ya no tienes nada que hacer más que ocuparte de mi hijo y asegurar su futuro. Por cierto, he llamado para organizar una visita al hospital y que lo conozcas. Creo que una visita previa te har