Capítulo treinta y cuatro: Ya no vale esconderse Lo había intentado antes… ¿Eso qué significaba? ¿Gael ya había estado casado? ¿Y por qué sus hermanos no sabían nada al respecto?—¿Qué? — exclamaron sus hermanos a la vez. —¿De qué estás hablando? — le preguntó Dorian. — Estuve casado una vez, pero no se lo conté a nadie porque me sentía como un idiota. Su nombre era Nancy y nos conocimos durante el primer año de carrera. Salimos juntos durante un tiempo y luego rompimos — Gael hizo una pausa para tomar un trago de cerveza —. Ocho meses después, Nancy apareció embarazada. Llorando, me dijo que iba a tener un hijo mío y que estaba asustada… — Y te casaste con ella, claro — murmuró Dorian. — No quería ser como nuestro padre, de modo que me casé con ella, sí. —¿Y qué pasó? Gael se encogió de hombros, pensando que contar la historia no era tan terrible como había imaginado. De hecho, se sentía aliviado. — El niño tenía dos semanas cuando Nancy me confesó que no era mío sino de
Capítulo treinta y cinco. No me gustan los secretos.—Estás enamorada de él, ¿verdad? —¿Qué? — exclamó Olivia, mirando a Katie con cara de sorpresa. —Estás enamorada de Gael. —No digas tonterías. —Tiene razón — intervino la mujer de su otro cuñado —. Se te ve en la cara. Olivia miró de una a otra y suspiró, angustiada. — No puedo estar enamorada de él. Ustedes saben que este matrimonio es un acuerdo… —Sí, Dorian y Hans nos lo contaron — asintió Katie. — Pero las cosas han cambiado, ¿no? — su cuñada se colocó a Danny al hombro y empezó a darle golpecitos en la espalda. Olivia podría mentir, pero no se le daba bien. Y, además, no tenía sentido hacerlo. Britney y Katie eran demasiado listas como para creer una mentira. —Sí, ha cambiado. Para mí, al menos. — Los Rutherford no son los hombres más fáciles del universo, pero merecen la pena — dijo Katie. —Desde luego — asintió Britney. — Pero debes decidir si estás dispuesta a luchar por él. Porque vas a tener qu
Capítulo treinta y seis. Este matrimonio se ha terminado. — ¿Qué? — Olivia dio un paso atrás, sorprendida. — Que el maravilloso Camilo era un estafador que había robado a docenas de mujeres. —Estás mintiendo — dijo ella, sintiendo como si una garra apretase su pecho, impidiéndole respirar. — Yo no miento. Bueno, supongo que sí porque conozco la verdad sobre tu prometido desde hace días y no te he dicho nada. —¿Cómo? ¿Por qué? — Le pedí a mi primo Billy que investigase la vida de Camilo — le confesó Gael, pasándose una mano por la cara, como si así pudiese borrar aquel día. No obstante, no sirvió de nada. Maldito fuera Dorian y sus consejos, pensó. Porque estaba frente a la mujer a la que amaba, destruyendo todo aquello en lo que había creído. —Te equivocas. Camilo no haría eso — dijo Olivia, con expresión angustiada —. Él nunca robaría a mi padre. — Es la verdad — insistió él —. Camilo era un ladrón y un mentiroso. Su intención era robarte el dinero del fideic
Capítulo treinta y siete. Los dos nos mentimos. — Los dos hemos conseguido lo que queríamos y no tiene sentido que sigamos juntos — dijo Olivia —. Terminemos está farsa Gael. Un puño frío apretó el corazón de Gael. —Olivia… — No quiero seguir hablando contigo — lo interrumpió ella, volviéndose hacia el coche. Gael la vio alejarse y un pedazo de su corazón se fue con ella. Gael se marchó de la suite en cuanto volvieron al hotel y Olivia no se despidió de él. No creía que pudiera soportarlo. Desolada, fue a hablar con su padre. También estaba enfadada con él, pero no tanto como con Gael porque su padre había querido protegerla, aunque estuviese equivocado. Praxis Stratos siempre la vería como una niña; la niña a la que solo él podía proteger. No obstante, Gael, se dijo Olivia a sí misma durante días, debería haberla tratado como a una adulta. Ella tenía derecho a saber lo que había averiguado sobre Camilo. Tenía derecho a saber que el hombre por el que había llorado
Capítulo treinta y ocho: Te quiero y no te dejaré. Gael no podía dejar de dar vueltas en la habitación. Se estaba volviendo loco y no era dueño de sus actos. Algo que lo asustó muchísimo, porque en aquellas condiciones, era capaz de cometer cualquier locura. —¡Ve a hablar con ella! Gael estuvo a punto de tirar el móvil, airado. — ¿Sabes una cosa, Dorian? Estoy harto de tus consejos. Iré a ver a Olivia cuando yo decida que ha llegado el momento. —Siempre serás un cabezota — protestó su hermano. —Yo también me alegro de hablar contigo — Gael cortó la comunicación y tiró el móvil sobre la mesa. Llevaba tres días sin hablar con Olivia y le habían parecido tres años. El hotel donde se alojaban los trabajadores de la empresa Rutherford estaba a unos kilómetros del hotel Stratos, pero parecía como si estuviera al otro lado de la luna. No ver a Olivia lo estaba matando. Gael se pasó una mano por el pecho, un gesto que se había convertido en una costumbre, pero el dolor que s
Capítulo treinta y nueve. Sin ti no tengo nada. —A partir de ahora, solo la verdad — estableció Gael —. Empezando ahora mismo: te quiero tanto que voy a necesitar una extensión de nuestro acuerdo matrimonial. Olivia sonrió. —¿Durante cuánto tiempo? —Creo que para siempre. —¿Eso es todo? — bromeó ella. —Para siempre y dos meses más — dijo Gael —. ¿Qué tal suena eso? — Suena maravilloso — respondió Olivia —. Y ya que estamos siendo sinceros: te quiero, Gael Rutherford. Más de lo que había creído posible amar a nadie. Y no voy a dejar que te eches atrás. Tenemos un acuerdo y hay que cumplirlo. — Es la mejor noticia que podrías darme — asintió Gael, apretándola con tanta fuerza que podía notar los latidos de su corazón. Se sentía entero por primera vez en su vida y debía darle las gracias a aquella mujer asombrosa —. Sin embargo, hay algo que quiero enseñarte. Sin soltarla, abrió un cajón del escritorio del que sacó unos bocetos. —¿Qué es esto? —Nuestra nueva casa —
Epílogo. Seguir escribiendo nuestra historia.*Cinco años después*La Isla Real había cambiado con los años, pero seguía siendo un lugar mágico. El mar seguía rompiendo contra las rocas con la misma fuerza de siempre, las gaviotas seguían anunciando las mañanas con sus gritos agudos, y el viento olía a sal, a jazmín y a hogar.La casa que Gael construyó para Olivia se alzaba ahora como un símbolo del amor que había transformado sus vidas. Blanca, luminosa, con ventanales que dejaban entrar el sol desde el amanecer hasta el atardecer. Alrededor, jardines silvestres llenos de color, un pequeño invernadero que Olivia había pedido y un taller que parecía sacado de un sueño: con estanterías repletas de pinceles, telas, bocetos y cuadros a medio terminar.Aquella mañana, Olivia se despertó con el murmullo del mar filtrándose por la ventana abierta. Al girarse, encontró la cama vacía. Sonrió. Gael solía levantarse temprano, especialmente en días como aquel. Había aprendido a apreciar los rit
Capítulo extra. One shots de Olivia y Gael.1. Un nuevo comienzo.El otoño llegó temprano ese año en la Isla Real. Las hojas de los árboles, escasas pero orgullosas, se tornaron ámbar y rojizas. Olivia, ya con algunos mechones plateados en el cabello, caminaba descalza por la playa. Iba más despacio de lo habitual, una mano sobre su vientre abultado. A su lado, Gael sostenía un pequeño bolso con un libro, una manta y dos termos con té.—¿Estás segura de que quieres hacerlo aquí? —preguntó él, con esa mezcla de sobreprotección y ternura que lo caracterizaba.—Aquí empezó todo, ¿recuerdas? No hay mejor lugar para anunciarlo.Gael sonrió mientras extendía la manta sobre la arena. Olivia se sentó con cuidado y lo miró con una sonrisa cómplice.—Es una niña —dijo.Él parpadeó, sorprendido. Durante meses, habían decidido esperar para saber el sexo del bebé.—¿Cómo lo sabes?—Una madre lo sabe. Y ella… ya se mueve como su hermana.Gael soltó una carcajada y la besó en la frente.—Dos hijas.