Capítulo treinta y tres. No puedo ser el marido de nadie.—¿Qué te pasa? — le preguntó Gael a su esposa —. Te has puesto muy pálida. Olivia trató de sonreír. —Estoy bien. Un poco nerviosa. ¿Nerviosa? Aterrorizada más bien. Gael la abrazó, inclinando la cabeza para darle un beso. —No lo estés. Después de enseñarles la parcela iremos a cenar y poco después volverán a casa. — A California — murmuró ella, pensando que en unas semanas también Gael volvería a Sunset Beach, con su familia. Y ella se quedaría allí, en Isla Real. Sola con sus recuerdos.—No hay tiempo para nerviosismos, ya están aquí. Olivia giró la cabeza para ver la lancha de Isla Real dirigiéndose al muelle. — ¡Mi cocina era perfecta! — exclamó Katie —. Te pagué para que la reformaras, ¿y qué hiciste? — sin esperar respuesta, se volvió hacia Olivia —. En cuanto nos casamos decidió reformar toda la casa, así que tiró la pared de la cocina. —Así es más grande y da al cuarto de estar — se defendió Dorian
Capítulo treinta y cuatro: Ya no vale esconderse Lo había intentado antes… ¿Eso qué significaba? ¿Gael ya había estado casado? ¿Y por qué sus hermanos no sabían nada al respecto?—¿Qué? — exclamaron sus hermanos a la vez. —¿De qué estás hablando? — le preguntó Dorian. — Estuve casado una vez, pero no se lo conté a nadie porque me sentía como un idiota. Su nombre era Nancy y nos conocimos durante el primer año de carrera. Salimos juntos durante un tiempo y luego rompimos — Gael hizo una pausa para tomar un trago de cerveza —. Ocho meses después, Nancy apareció embarazada. Llorando, me dijo que iba a tener un hijo mío y que estaba asustada… — Y te casaste con ella, claro — murmuró Dorian. — No quería ser como nuestro padre, de modo que me casé con ella, sí. —¿Y qué pasó? Gael se encogió de hombros, pensando que contar la historia no era tan terrible como había imaginado. De hecho, se sentía aliviado. — El niño tenía dos semanas cuando Nancy me confesó que no era mío sino de
Capítulo treinta y cinco. No me gustan los secretos.—Estás enamorada de él, ¿verdad? —¿Qué? — exclamó Olivia, mirando a Katie con cara de sorpresa. —Estás enamorada de Gael. —No digas tonterías. —Tiene razón — intervino la mujer de su otro cuñado —. Se te ve en la cara. Olivia miró de una a otra y suspiró, angustiada. — No puedo estar enamorada de él. Ustedes saben que este matrimonio es un acuerdo… —Sí, Dorian y Hans nos lo contaron — asintió Katie. — Pero las cosas han cambiado, ¿no? — su cuñada se colocó a Danny al hombro y empezó a darle golpecitos en la espalda. Olivia podría mentir, pero no se le daba bien. Y, además, no tenía sentido hacerlo. Britney y Katie eran demasiado listas como para creer una mentira. —Sí, ha cambiado. Para mí, al menos. — Los Rutherford no son los hombres más fáciles del universo, pero merecen la pena — dijo Katie. —Desde luego — asintió Britney. — Pero debes decidir si estás dispuesta a luchar por él. Porque vas a tener qu
Capítulo treinta y seis. Este matrimonio se ha terminado. — ¿Qué? — Olivia dio un paso atrás, sorprendida. — Que el maravilloso Camilo era un estafador que había robado a docenas de mujeres. —Estás mintiendo — dijo ella, sintiendo como si una garra apretase su pecho, impidiéndole respirar. — Yo no miento. Bueno, supongo que sí porque conozco la verdad sobre tu prometido desde hace días y no te he dicho nada. —¿Cómo? ¿Por qué? — Le pedí a mi primo Billy que investigase la vida de Camilo — le confesó Gael, pasándose una mano por la cara, como si así pudiese borrar aquel día. No obstante, no sirvió de nada. Maldito fuera Dorian y sus consejos, pensó. Porque estaba frente a la mujer a la que amaba, destruyendo todo aquello en lo que había creído. —Te equivocas. Camilo no haría eso — dijo Olivia, con expresión angustiada —. Él nunca robaría a mi padre. — Es la verdad — insistió él —. Camilo era un ladrón y un mentiroso. Su intención era robarte el dinero del fideic
Capítulo treinta y siete. Los dos nos mentimos. — Los dos hemos conseguido lo que queríamos y no tiene sentido que sigamos juntos — dijo Olivia —. Terminemos está farsa Gael. Un puño frío apretó el corazón de Gael. —Olivia… — No quiero seguir hablando contigo — lo interrumpió ella, volviéndose hacia el coche. Gael la vio alejarse y un pedazo de su corazón se fue con ella. Gael se marchó de la suite en cuanto volvieron al hotel y Olivia no se despidió de él. No creía que pudiera soportarlo. Desolada, fue a hablar con su padre. También estaba enfadada con él, pero no tanto como con Gael porque su padre había querido protegerla, aunque estuviese equivocado. Praxis Stratos siempre la vería como una niña; la niña a la que solo él podía proteger. No obstante, Gael, se dijo Olivia a sí misma durante días, debería haberla tratado como a una adulta. Ella tenía derecho a saber lo que había averiguado sobre Camilo. Tenía derecho a saber que el hombre por el que había llorado
Capítulo treinta y ocho: Te quiero y no te dejaré. Gael no podía dejar de dar vueltas en la habitación. Se estaba volviendo loco y no era dueño de sus actos. Algo que lo asustó muchísimo, porque en aquellas condiciones, era capaz de cometer cualquier locura. —¡Ve a hablar con ella! Gael estuvo a punto de tirar el móvil, airado. — ¿Sabes una cosa, Dorian? Estoy harto de tus consejos. Iré a ver a Olivia cuando yo decida que ha llegado el momento. —Siempre serás un cabezota — protestó su hermano. —Yo también me alegro de hablar contigo — Gael cortó la comunicación y tiró el móvil sobre la mesa. Llevaba tres días sin hablar con Olivia y le habían parecido tres años. El hotel donde se alojaban los trabajadores de la empresa Rutherford estaba a unos kilómetros del hotel Stratos, pero parecía como si estuviera al otro lado de la luna. No ver a Olivia lo estaba matando. Gael se pasó una mano por el pecho, un gesto que se había convertido en una costumbre, pero el dolor que s
Capítulo treinta y nueve. Sin ti no tengo nada. —A partir de ahora, solo la verdad — estableció Gael —. Empezando ahora mismo: te quiero tanto que voy a necesitar una extensión de nuestro acuerdo matrimonial. Olivia sonrió. —¿Durante cuánto tiempo? —Creo que para siempre. —¿Eso es todo? — bromeó ella. —Para siempre y dos meses más — dijo Gael —. ¿Qué tal suena eso? — Suena maravilloso — respondió Olivia —. Y ya que estamos siendo sinceros: te quiero, Gael Rutherford. Más de lo que había creído posible amar a nadie. Y no voy a dejar que te eches atrás. Tenemos un acuerdo y hay que cumplirlo. — Es la mejor noticia que podrías darme — asintió Gael, apretándola con tanta fuerza que podía notar los latidos de su corazón. Se sentía entero por primera vez en su vida y debía darle las gracias a aquella mujer asombrosa —. Sin embargo, hay algo que quiero enseñarte. Sin soltarla, abrió un cajón del escritorio del que sacó unos bocetos. —¿Qué es esto? —Nuestra nueva casa —
Capítulo 1. El Precio de la libertadThalía no dejaba de observar la ciudad de Londres por la ventanilla del auto a medida que el mismo avanzaba. No quería hacerlo, pero no tenía otra opción. Su hermano estaba en problemas y como era habitual, su padre la había obligado a limpiar el desastre. Sin embargo, Christian West había llegado demasiado lejos. —Tienes que convencer a Praxis de que retire los cargos contra tu hermano —le había exigido su padre—, a como de lugar. Su destino estaba cada vez más cerca. El reloj seguía avanzando. El servicio de seguridad de Stratos había inspeccionado su coche y su persona, y enviado una foto suya a la planta ejecutiva donde, según le habían informado, la esperaban. Tenía diez minutos antes de ser considerada un riesgo para la seguridad.Había creído que jamás volvería a encontrarse con Praxis Stratos.Se alisó la falda lápiz y evitó asomarse al espejo del coche para comprobar su maquillaje por enésima vez. No tenía sentido. Iba a enfrentarse a é