3

Después del incidente con Jack el lunes, no me apetece sentarme junto a Jenn en clase cuando llega el jueves, pero temo que cambiarme de asiento sea un movimiento tan cobarde. Cojo aire y me siento, y a los pocos minutos cuando el aula ya está a rebosar de alumnos, Jenn se deja caer en la silla a dos asientos. 

—Hola otra vez, novata —me saluda. 

No voy a corregirle que me llamo Cece, no "novata". No me apetece. 

—Hola. 

—Así que Jack y tú... —deja caer y se me levanta la ceja de la inquisición—. ¿Habéis tenido rollo o algo?

Directa al grano. 

—¿Él te ha dicho algo? 

—¡Que va! —exclama y le quita hierro al asunto sacudiendo la mano. Sin embargo, está tan emocionada por el cotilleo como si fuéramos amigas del alma, que termina pasándose al asiento vacío a mi lado—. Venga, cuéntame, Jack es un capullo y no nos cuenta nada. ¿Sois exs?

¿Ex pareja? << Ojalá >> 

—Éramos amigos —respondo, no quiero darle más que esto.

—Ah —dice. Está notablemente decepcionada—. Es Jack, no me sorprende que fuera un capullo, ya lo fue el otro día.

—Antes no era así.

¿Pero qué hago defendiéndolo?

Jenn parece hasta sorprendida de saber que antes del capullo había un chico normal. Normal normal del todo tampoco, pero era buen chico. Yo le quería.

—Estaremos mañana en la fogata, ¿por qué no vienes? Que Jack sea un idiota no quiere decir que no te puedas juntar con nosotros.

No sé si está siendo buena y quiere ser mi amiga de verdad, o si esta vez quiere juntarme con algún otro amigo. 

Diría que sí sólo por hacer algo, porque no quiero pasarme el sábado encerrada en la habitación o caminando sola por la ciudad; pero estará Jack y no quiero enfrentarme a su mala leche ni sentirme incómoda.

Justo cuando creo que estoy a punto de librarme de buscar una excusa cualquiera porque la clase empieza, Jenn me da un ligero toque con su mano y me mira con sus ojos azules esperando que le de una respuesta.

—Vente —me insiste con la voz cargada de entusiasmo—. Lo pasaremos bien y no tendrás ni que acercarte a Jack, seguro que estará buscando dónde meterla y ni se enterará de estás allí. Tírate el rollo. 

Hay algo en su tono de voz y en cómo me mira, que hace que me sienta un poco mal por haberla juzgado tan rápido, a ella y a su grupo. Sin embargo, no es lo suficiente como para que me den ganas de ir con ellos. Jack volverá a hacerme sentir mal y no me apetece recordar que existe esta versión de él tan capulla.

—Todavía no sé que haré el fin de semana. Si voy quizás nos veamos —respondo con total sinceridad.

Aunque no parece del todo feliz por mi contestación, intercambiámos números y quedamos en vernos en la fogata que no sé dónde es, ni a que hora, ni si apareceré, pero le digo que sí, que le avisaré, y lo hago solo para que me deje prestar atención en clase. 

Todas mis tardes están siendo igual de aburridas y he revisado el programa estudiantil para apuntarme a algún taller. He llegado a pensar que me he equivocado de universidad. Miami no es para mi. Quiero echarle toda la culpa a Jack porque me fastidió el lunes, pero ya es viernes y tampoco he puesto de mi parte en hacer mucho más. 

Navego por mis contactos hasta el número de Jenn, hoy me ha recordado lo de la fogata y dudo en si mandarle un mensaje para cuando Kay entra en la habitación sin miramientos.

—Hola, novata —me saluda como lo hace siempre. Se echa en su silla del escritorio y me mira por el pequeño espejo que tiene—. ¿Hoy tampoco sales? Hay fiesta de bienvenida en la playa.

—No sé... ¿Tu irás? 

Se deshace la coleta que recoge su pelo negro y se pasa el cepillo casi con violencia

—Es casi obligatorio ir a la fogata cada año —dice. 

—Ya...

Veo como se peina, ayer se repasó el rapado del lateral y no le queda nada mal, pega mucho con su estética y con la música rock que pone mientras se prepara.

—No puedes quedarte ahí un viernes por la noche. Venga, arréglate, te vienes conmigo.

¿Qué? 

—¿Qué? —En parte, que me invite a ir con ella es lo mejor que me puede pasar.

No es que hayamos hablado mucho ni hayamos hecho el intento de conocernos, pero hemos visto alguna que otra película juntas cuando le da por venir a una hora razonable por la noche. 

—Que te prepares. No quiero aguantar el verte aquí encerrada todo el curso y ese es el paso al que vas. Ponte un bikini. —Da unos golpes en mi cama y me mira a través de todo el maquillaje que tiene—. Venga, levanta de ahí. Tenemos que salir en una hora.

Me deja poner algo de música, así probamos los gustos de la otra. Yo opino que su música es estruendosa y ella que la mía es demasiado ñoña.

Saco uno de los dos bikinis que tengo (me recuerdo que tengo que ir a comprar), y me cambio haciéndo malabares. La escucho reírse mientras me estoy atando la parte superior al cuello.

—Podrías haberte quitado el pijama. Me gustan las tías pero no tú. 

Oh. ¿Así que es lesbiana? 

Kay se ríe más fuerte y se dobla por la mitad. Parece más vivaz de lo que se hace ver con todas esas capas de eyeliner negro y los piercings de la ceja y el labio.

—Deberías ver qué cara se te ha quedado —se burla y vuelve a coger un lápiz de ojos—. Tranquila, no eres mi tipo. Te sobran colores, novata.

—Oh... —no sé muy bien qué decir a eso. ¿Es un halago o un insulto?—. Es que... Ha sido repentino.

—Ya como sea, a ti se te nota la heterosexualidad en la cara —bromea y zarandea uno de sus lápices de ojos en el aire— ¿Te vas a maquillar?

—Un poco.

—Ya, como yo. 

Espero que lo diga de broma porque de lo contrario, el término "un poco" ha cambiado un montón en este lado del país. Un poco, para mi, significa no complicarme la vida: rimel, algo de base y brillo labial rosaado. De todas formas mis dotes artísticos para el maquillaje no dan ni de lejos para hacerme lo que ella puede.

Con el pelo corto siento que todos los rasgos de mi cara se aprecian mejor, como mi nariz puntiaguda o el echo de que mis ojos están ligeramente rasgados. De pequeña quería usar gafas para que se vieran más grandes de lo que son.

Yo no tengo ropa como la suya. Mientras que yo encuentro un vestido blanco a juego con mi bikini y un bolso pequeño y súper cuqui para meter todo lo que necesito, Kay saca unos pantalones cortos con cadenas colgantes y va solo con la parte superior del bikini y unas zapatillas negras con plataforma todo el camino andando hasta la playa. 

Ir caminando solas nos da una media hora para conocernos algo más. Kay estudia artes plásticas, viene de Orlando y jamás ha pisado DinseyWorld. Yo le digo que eso es imposible, un crimen, y ella me dice que el rollo Disney no es lo suyo (no lo tiene que jurar).

—Tengo planeado tatuarme el brazo entero para Navidad.

—Me sorprende que no tengas ya —digo.

—Soy una caja de sorpresas, novata.

—¿No crees que ya puedes llamarme Cece?

Entre risas suelta el humo de su cigarro.

—No, novata. Dímelo dentro de un par de meses. 

El camino a la playa hasta se me hace más corto de lo que tenía en mente. Kay es mejor compañía de lo que esperaba, para casi no haber compartido palabras toda esta semana, resulta que tiene frases para todo. 

—Pues esto es la fogata —dice cuando los pies ya se nos hunden en la arena—. Hay mucha gente pero no seremos las últimas. Vamos. 

La playa no tiene ni comparación con la de Seattle. Aquí se respira diferente, el clima, el color del mar, la textura de la arena... 

—¡Novata! ¿Vienes o qué? 

Acelero por la arena para pillarle el paso. 

La fogata no es más que eso, una fogata en mitad de la arena con el peligro de un centenar de universitarios bebiendo a su alrededor. Sigo a Kay atravesando la marea hasta una red de voleibol atada a dos palos. Allí nos esperan los que supongo que son sus amigos: un grupo igual de monocromático que ella.

—Chicos —canturrea y me señala con la mano pasando de largo a una nevera que tienen apoyada contra el palo de la red—. Esta es Cece, mi compañera de cuarto. Cece, estos son mis amigos. 

Son un grupo de no más de tres personas, y Kay es la única chica. Los otros dos chicos me miran como si una mujer fuera lo más raro que Kay pudiese traer. Levanto la mano y doy mi mejor sonrisa amigable.

Me esperaba más personas.

—Hola —les saludo.

Uno por uno me saludan con un gesto de cabeza y una sonrisa sin dejar de sujetar sus cervezas y cigarros entre las manos. Uno de ellos, Lee, que es medio asiático, larguirucho, con tatuajes por el pecho y las puntas del pelo teñidas de azul verdoso, abre con el pie la nevera y me ofrece una cerveza. Me agacho para coger una de las latas frías aunque el hielo ya es casi agua.

—Quién diría que la novata sabe abrir una lata de cerveza —bromea Kay.

Sí, me arrepiento de haber pensado que era una gótica-emo-punk con un caracter de m****a. Es bastante entretenida.

—¿Tienes pensado meterte en el agua? Cuidado con las novatadas —me advierte Peter, el otro chico. Es como Lee pero sin ser asiático y con más músculos, pero en características generales son lo mismo. 

—Tendré cuidado —advierto. 

Un par de cervezas después, la fogata ya está a rebosar de gente. He dejado mis zapatillas junto a las de Kay. La he perdido y encontrado ya diez veces, está bailando o más bien restregándose entre besos con dos chicas más junto a la orilla. Espero que no tenga pensado llevarse a ninguna a la residencia, o peor, a las dos. 

—Solo se están besando —dice Lee y suelta una risa cortada por el humo.

—Se están comiendo —rectifico y me llevo la lata a los labios para no hacer una mueca—. Voy a dar una vuelta.

El ambiente de la fiesta me marea un poco, también debo echarle la culpa a que me he bebido tres cervezas y estoy envuelta en una nube de humo de marihuana de la que no he salido en horas. Convivir un semana con Kay no da inmunidad.

—¿Quieres que te acompañe? —se ofrece. 

Niego con la cabeza y los pies se me hunden en la arena al girar sobre mis propios talones para caminar a la orilla. Por fin cuando el agua fría me rebosa por los tobillos siento que respiro mejor. Hace una noche espectacular como para terminar haciéndo el ridículo por beber más de lo que sé. No quiero fastidiarme mi primera fiesta universitaria. 

No he caminado ni diez pasos cuando una chica de pelo rubio me asalta y casi hace que me vaya de bruces al agua.

—¡Novata! —chilla y me envuelve con sus brazs delgados. Sus grandes pechos enfundados en un mini bikini rosa se aplastan contra los míos mucho más diminutos. No es un compeljo que tenga ni mucho menos, peeeero...

—Hola, Jenn.

—Te he mandado un par de mensajes para saber si estabas por aquí. Ven conmigo, hay unas amigas esperando a meternos en la playa. Te encantará la experiencia. 

No me deja ni hablar. Me sujeta por la muñeca sin dejarme opción a huir y prácticamente me arrastra hasta un grupo de chicas bastante grande que hay esperando a unos metros. Parte de estas chicas son lo que me espero de las amigas de Jenn: chicas super guapas mostrando sus cuerpos bronceados y perfectos de la costa. Otra parte de las chicas son como yo: normales, aún vestidas con nuestros harapos e ilusionadas por la experiencia. Y eso no quita que me sienta como un perro arrastrada por ella sin poder soltarme de sus dedos flacos y sus uñas largas perfectamente pintadas de morado. 

—¡Ya está! —exclama—. ¡Mi novata! 

¿Su qué? 

—Venga —dice otra chica, tiene tanto maquillaje que dudo que se atreva a meter la cara en el agua—. ¡Quitáos la ropa!

Echo un vistazo atrás, la fogata sigue pero hay gente mirándonos y el pudor no me deja reaccionar pese a que ellas ya se están deshaciendo de sus prendas. Jenn me anima a quitarme el vestido y por fin me suelta. La playa se llena de gritos de ánimos y veo un bulto de ropa en la arena de las chicas que empiezan a meterse en el agua, que no son todas. Se me taponan los oídos y alguien sube la música aún más. Noto los dedos de Jenn tironear del tirante de mi vestido y consigue bajármelo por el hombro.

—¡Cece!

Reconocería su voz en cualquier parte y el cuello se me gira solo. Jenn resopla. 

—Pasa de él, ya viene a joder. Vamos al agua.

¿Qué quiere ahora? No puede estar llamándome a gritos como un animal salvaje cuando el lunes me dejó con ganas de llorar porque "no soy parte de su vida". Tremendo idiota. 

—¡Cece! —vuelve a gritar y levanta arena con los pies a medida que se acerca—. ¿Qué coño crees que haces, Jenn?

—¿Qué crees que haces tú? —replica ella a mala gana. 

¿Se van a poner a discutir aquí a lo parejita?

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