Después del incidente con Jack el lunes, no me apetece sentarme junto a Jenn en clase cuando llega el jueves, pero temo que cambiarme de asiento sea un movimiento tan cobarde. Cojo aire y me siento, y a los pocos minutos cuando el aula ya está a rebosar de alumnos, Jenn se deja caer en la silla a dos asientos.
—Hola otra vez, novata —me saluda.
No voy a corregirle que me llamo Cece, no "novata". No me apetece.
—Hola.
—Así que Jack y tú... —deja caer y se me levanta la ceja de la inquisición—. ¿Habéis tenido rollo o algo?
Directa al grano.
—¿Él te ha dicho algo?
—¡Que va! —exclama y le quita hierro al asunto sacudiendo la mano. Sin embargo, está tan emocionada por el cotilleo como si fuéramos amigas del alma, que termina pasándose al asiento vacío a mi lado—. Venga, cuéntame, Jack es un capullo y no nos cuenta nada. ¿Sois exs?
¿Ex pareja? << Ojalá >>
—Éramos amigos —respondo, no quiero darle más que esto.
—Ah —dice. Está notablemente decepcionada—. Es Jack, no me sorprende que fuera un capullo, ya lo fue el otro día.
—Antes no era así.
¿Pero qué hago defendiéndolo?
Jenn parece hasta sorprendida de saber que antes del capullo había un chico normal. Normal normal del todo tampoco, pero era buen chico. Yo le quería.
—Estaremos mañana en la fogata, ¿por qué no vienes? Que Jack sea un idiota no quiere decir que no te puedas juntar con nosotros.
No sé si está siendo buena y quiere ser mi amiga de verdad, o si esta vez quiere juntarme con algún otro amigo.
Diría que sí sólo por hacer algo, porque no quiero pasarme el sábado encerrada en la habitación o caminando sola por la ciudad; pero estará Jack y no quiero enfrentarme a su mala leche ni sentirme incómoda.
Justo cuando creo que estoy a punto de librarme de buscar una excusa cualquiera porque la clase empieza, Jenn me da un ligero toque con su mano y me mira con sus ojos azules esperando que le de una respuesta.
—Vente —me insiste con la voz cargada de entusiasmo—. Lo pasaremos bien y no tendrás ni que acercarte a Jack, seguro que estará buscando dónde meterla y ni se enterará de estás allí. Tírate el rollo.
Hay algo en su tono de voz y en cómo me mira, que hace que me sienta un poco mal por haberla juzgado tan rápido, a ella y a su grupo. Sin embargo, no es lo suficiente como para que me den ganas de ir con ellos. Jack volverá a hacerme sentir mal y no me apetece recordar que existe esta versión de él tan capulla.
—Todavía no sé que haré el fin de semana. Si voy quizás nos veamos —respondo con total sinceridad.
Aunque no parece del todo feliz por mi contestación, intercambiámos números y quedamos en vernos en la fogata que no sé dónde es, ni a que hora, ni si apareceré, pero le digo que sí, que le avisaré, y lo hago solo para que me deje prestar atención en clase.
Todas mis tardes están siendo igual de aburridas y he revisado el programa estudiantil para apuntarme a algún taller. He llegado a pensar que me he equivocado de universidad. Miami no es para mi. Quiero echarle toda la culpa a Jack porque me fastidió el lunes, pero ya es viernes y tampoco he puesto de mi parte en hacer mucho más.
Navego por mis contactos hasta el número de Jenn, hoy me ha recordado lo de la fogata y dudo en si mandarle un mensaje para cuando Kay entra en la habitación sin miramientos.
—Hola, novata —me saluda como lo hace siempre. Se echa en su silla del escritorio y me mira por el pequeño espejo que tiene—. ¿Hoy tampoco sales? Hay fiesta de bienvenida en la playa.
—No sé... ¿Tu irás?
Se deshace la coleta que recoge su pelo negro y se pasa el cepillo casi con violencia
—Es casi obligatorio ir a la fogata cada año —dice.
—Ya...
Veo como se peina, ayer se repasó el rapado del lateral y no le queda nada mal, pega mucho con su estética y con la música rock que pone mientras se prepara.
—No puedes quedarte ahí un viernes por la noche. Venga, arréglate, te vienes conmigo.
¿Qué?
—¿Qué? —En parte, que me invite a ir con ella es lo mejor que me puede pasar.
No es que hayamos hablado mucho ni hayamos hecho el intento de conocernos, pero hemos visto alguna que otra película juntas cuando le da por venir a una hora razonable por la noche.
—Que te prepares. No quiero aguantar el verte aquí encerrada todo el curso y ese es el paso al que vas. Ponte un bikini. —Da unos golpes en mi cama y me mira a través de todo el maquillaje que tiene—. Venga, levanta de ahí. Tenemos que salir en una hora.
Me deja poner algo de música, así probamos los gustos de la otra. Yo opino que su música es estruendosa y ella que la mía es demasiado ñoña.
Saco uno de los dos bikinis que tengo (me recuerdo que tengo que ir a comprar), y me cambio haciéndo malabares. La escucho reírse mientras me estoy atando la parte superior al cuello.
—Podrías haberte quitado el pijama. Me gustan las tías pero no tú.
Oh. ¿Así que es lesbiana?
Kay se ríe más fuerte y se dobla por la mitad. Parece más vivaz de lo que se hace ver con todas esas capas de eyeliner negro y los piercings de la ceja y el labio.
—Deberías ver qué cara se te ha quedado —se burla y vuelve a coger un lápiz de ojos—. Tranquila, no eres mi tipo. Te sobran colores, novata.
—Oh... —no sé muy bien qué decir a eso. ¿Es un halago o un insulto?—. Es que... Ha sido repentino.
—Ya como sea, a ti se te nota la heterosexualidad en la cara —bromea y zarandea uno de sus lápices de ojos en el aire— ¿Te vas a maquillar?
—Un poco.
—Ya, como yo.
Espero que lo diga de broma porque de lo contrario, el término "un poco" ha cambiado un montón en este lado del país. Un poco, para mi, significa no complicarme la vida: rimel, algo de base y brillo labial rosaado. De todas formas mis dotes artísticos para el maquillaje no dan ni de lejos para hacerme lo que ella puede.
Con el pelo corto siento que todos los rasgos de mi cara se aprecian mejor, como mi nariz puntiaguda o el echo de que mis ojos están ligeramente rasgados. De pequeña quería usar gafas para que se vieran más grandes de lo que son.
Yo no tengo ropa como la suya. Mientras que yo encuentro un vestido blanco a juego con mi bikini y un bolso pequeño y súper cuqui para meter todo lo que necesito, Kay saca unos pantalones cortos con cadenas colgantes y va solo con la parte superior del bikini y unas zapatillas negras con plataforma todo el camino andando hasta la playa.
Ir caminando solas nos da una media hora para conocernos algo más. Kay estudia artes plásticas, viene de Orlando y jamás ha pisado DinseyWorld. Yo le digo que eso es imposible, un crimen, y ella me dice que el rollo Disney no es lo suyo (no lo tiene que jurar).
—Tengo planeado tatuarme el brazo entero para Navidad.
—Me sorprende que no tengas ya —digo.
—Soy una caja de sorpresas, novata.
—¿No crees que ya puedes llamarme Cece?
Entre risas suelta el humo de su cigarro.
—No, novata. Dímelo dentro de un par de meses.
El camino a la playa hasta se me hace más corto de lo que tenía en mente. Kay es mejor compañía de lo que esperaba, para casi no haber compartido palabras toda esta semana, resulta que tiene frases para todo.
—Pues esto es la fogata —dice cuando los pies ya se nos hunden en la arena—. Hay mucha gente pero no seremos las últimas. Vamos.
La playa no tiene ni comparación con la de Seattle. Aquí se respira diferente, el clima, el color del mar, la textura de la arena...
—¡Novata! ¿Vienes o qué?
Acelero por la arena para pillarle el paso.
La fogata no es más que eso, una fogata en mitad de la arena con el peligro de un centenar de universitarios bebiendo a su alrededor. Sigo a Kay atravesando la marea hasta una red de voleibol atada a dos palos. Allí nos esperan los que supongo que son sus amigos: un grupo igual de monocromático que ella.
—Chicos —canturrea y me señala con la mano pasando de largo a una nevera que tienen apoyada contra el palo de la red—. Esta es Cece, mi compañera de cuarto. Cece, estos son mis amigos.
Son un grupo de no más de tres personas, y Kay es la única chica. Los otros dos chicos me miran como si una mujer fuera lo más raro que Kay pudiese traer. Levanto la mano y doy mi mejor sonrisa amigable.
Me esperaba más personas.
—Hola —les saludo.
Uno por uno me saludan con un gesto de cabeza y una sonrisa sin dejar de sujetar sus cervezas y cigarros entre las manos. Uno de ellos, Lee, que es medio asiático, larguirucho, con tatuajes por el pecho y las puntas del pelo teñidas de azul verdoso, abre con el pie la nevera y me ofrece una cerveza. Me agacho para coger una de las latas frías aunque el hielo ya es casi agua.
—Quién diría que la novata sabe abrir una lata de cerveza —bromea Kay.
Sí, me arrepiento de haber pensado que era una gótica-emo-punk con un caracter de m****a. Es bastante entretenida.
—¿Tienes pensado meterte en el agua? Cuidado con las novatadas —me advierte Peter, el otro chico. Es como Lee pero sin ser asiático y con más músculos, pero en características generales son lo mismo.
—Tendré cuidado —advierto.
Un par de cervezas después, la fogata ya está a rebosar de gente. He dejado mis zapatillas junto a las de Kay. La he perdido y encontrado ya diez veces, está bailando o más bien restregándose entre besos con dos chicas más junto a la orilla. Espero que no tenga pensado llevarse a ninguna a la residencia, o peor, a las dos.
—Solo se están besando —dice Lee y suelta una risa cortada por el humo.
—Se están comiendo —rectifico y me llevo la lata a los labios para no hacer una mueca—. Voy a dar una vuelta.
El ambiente de la fiesta me marea un poco, también debo echarle la culpa a que me he bebido tres cervezas y estoy envuelta en una nube de humo de marihuana de la que no he salido en horas. Convivir un semana con Kay no da inmunidad.
—¿Quieres que te acompañe? —se ofrece.
Niego con la cabeza y los pies se me hunden en la arena al girar sobre mis propios talones para caminar a la orilla. Por fin cuando el agua fría me rebosa por los tobillos siento que respiro mejor. Hace una noche espectacular como para terminar haciéndo el ridículo por beber más de lo que sé. No quiero fastidiarme mi primera fiesta universitaria.
No he caminado ni diez pasos cuando una chica de pelo rubio me asalta y casi hace que me vaya de bruces al agua.
—¡Novata! —chilla y me envuelve con sus brazs delgados. Sus grandes pechos enfundados en un mini bikini rosa se aplastan contra los míos mucho más diminutos. No es un compeljo que tenga ni mucho menos, peeeero...
—Hola, Jenn.
—Te he mandado un par de mensajes para saber si estabas por aquí. Ven conmigo, hay unas amigas esperando a meternos en la playa. Te encantará la experiencia.
No me deja ni hablar. Me sujeta por la muñeca sin dejarme opción a huir y prácticamente me arrastra hasta un grupo de chicas bastante grande que hay esperando a unos metros. Parte de estas chicas son lo que me espero de las amigas de Jenn: chicas super guapas mostrando sus cuerpos bronceados y perfectos de la costa. Otra parte de las chicas son como yo: normales, aún vestidas con nuestros harapos e ilusionadas por la experiencia. Y eso no quita que me sienta como un perro arrastrada por ella sin poder soltarme de sus dedos flacos y sus uñas largas perfectamente pintadas de morado.
—¡Ya está! —exclama—. ¡Mi novata!
¿Su qué?
—Venga —dice otra chica, tiene tanto maquillaje que dudo que se atreva a meter la cara en el agua—. ¡Quitáos la ropa!
Echo un vistazo atrás, la fogata sigue pero hay gente mirándonos y el pudor no me deja reaccionar pese a que ellas ya se están deshaciendo de sus prendas. Jenn me anima a quitarme el vestido y por fin me suelta. La playa se llena de gritos de ánimos y veo un bulto de ropa en la arena de las chicas que empiezan a meterse en el agua, que no son todas. Se me taponan los oídos y alguien sube la música aún más. Noto los dedos de Jenn tironear del tirante de mi vestido y consigue bajármelo por el hombro.
—¡Cece!
Reconocería su voz en cualquier parte y el cuello se me gira solo. Jenn resopla.
—Pasa de él, ya viene a joder. Vamos al agua.
¿Qué quiere ahora? No puede estar llamándome a gritos como un animal salvaje cuando el lunes me dejó con ganas de llorar porque "no soy parte de su vida". Tremendo idiota.
—¡Cece! —vuelve a gritar y levanta arena con los pies a medida que se acerca—. ¿Qué coño crees que haces, Jenn?
—¿Qué crees que haces tú? —replica ella a mala gana.
¿Se van a poner a discutir aquí a lo parejita?
Pensaba que discutirían peor, pero la cosa se termina cuando Jack me arrastra como a una niña lejos de Jenn. Ella tampoco ha puesto de su parte para librarme de este secuestro tan fortuíto. —¿Qué crees que haces? Suéltame —me quejo. ¿A qué viene esto ahora? ¿Sus amigos tampoco pueden habalarme? Que.... > Lo peor es que yo no puedo fingir que lo odio. No lo hago. Lo he echado de menos y todavía tengo la espinita clavada porque no me lo repitiera el otro día.Me suelta cuando me ha alejado de la fiesta. La mayoría de las chicas están en el mar, divirtiéndose, chillando y disfrutando y...—Ya me darás las gracias. —¡¿Las gracias?! —lo enfrento como pocas veces lo he hecho, diría que nunca hemos discutido, salvo lo del lunes—. Me lo estaba pasando bien.Jack me mira. Es una mirada amenazante, de esas que da cuando sabe que es mejor que el resto. Me hace resoplar y me dan ganas de largarme y dejarlo aquí solo. Pero no puedo. Veo como sus ojos descienden por mi cuerpo hasta
—¿Qué crees que haces? Levántate, no tengo toda la noche para tus tonterías. —Puedes irte si quieres. Sé llegar desde aquí. —No voy a dejarte sola a estas horas. Levántate, Cece, no me jodas. Levanto los pies hasta apoyarlos en la madera del banco y me cubro sobre las rodillas con la falda de mi vestido. Ya no quedan farolas encendidas en el campus, la poca luz que llega a penas sirve para visulbrar bien los caminos o la silueta imponente de Jack en mitad del paseo. Gruñe y se acerca. Se lanza de mala gana a mi lado pero me niego a creer que es así. —¿Por qué quieres que crea que me odias? —me atrevo a preguntar, sabiendo que puede que su respuesta me derrumbe. Chasquea la lengua y se revuelve. —Joder, Cee —susurra y se pasa la mano por la cara y el pelo—. No te odio, ¿vale? Algo es algo. Cuando me atrevo a mirarlo me doy cuenta de que él ya tiene sus ojos puestos en mí. El corazón me salta en el pecho al ver un atisbo del Jack al que yo quería. Han pasado tres años y aún no lo
Por la mañana me despierto a una hora razonable, a las nueve, y Kay está tirada en su cama con el bikini puesto. Huele a playa, a que ha dejado tirados los pantalones mojados en el suelo junto con una camiseta y ahora hay una mezcla de arena y agua salada junto a su cama. Abro la ventana para que se airee el cuarto y cojo mi neceser y mis cosas para ir al baño. Aprovecho que no hay nadie para poder darme una ducha larga. Estoy sobreviviendo a esta primera semana en el campus no como lo esperaba. La experiencia universitaria no es tan increíble a como creía. No he hecho amigos, bueno aún no sé si Kay cuenta, casi me hacen una novatada bastante desagradable, y para colmo Jack está aquí. Anoche vi un atisbo de lo que era. Tampoco debería ser tan dura con lo que espero de él, ni siquiera sé como se sintió tras el accidente; nos vimos en el funeral pero no me dejó ni acercarme, ni a mi ni a nadie y se marchó en mitad de la ceremonia. Esa fue la última vez lo que vi, hasta el lunes pasado
El resto del fin de semana pasa rápido. Kay resulta ser una buena compañía y el domingo por la noche le acompaño a la residencia masculina, a la habitación de Lee a por marihuana. Es lo mismo que la residencia femenina pero hay puertas abiertas y gorilas en cuerpos de estudiantes que chocan sus pechos desnudos por conseguir darle un manotazo a la señal de EXIT.La habitación de Lee apesta a que se encierra a fumar, hay ropa tirada y su compañero está igual de colocado que él. Considero que lo diferentes que Kay y yo somos nos hace un mejor dúo. Así llega el lunes y la clase que comparto con Jenn, se sienta a mi lado y yo finjo no verla mientras organizo mis cosas.—Jack casi me arranca la cabeza—me dice y espero que no me esté echando la culpa.—Ya...—En fin. Que siento si te sentó mal la novatada. Pero no fue para tanto, luego las otras chicas se lo pasaron bien y la fiesta duró hasta el día.Todas las ganas que podía tener por ser su amiga se han desperdiciado, las ha arrastrado l
Los ojos de Jack parecen más oscuros. Está enfadado y ¿todo porque he invadido su casa? ¡Venga ya! hay cientos de personas más. ¿Es que nuestra charla nocturna de la semana pasada no sirvió de nada? —Porque estoy en una fiesta —respondo y echo un vistazo dentro de la habitación—. ¿Es aquí dónde vives? Nada hace que esto se asemeje con su antiguo cuarto en casa de sus padres. No hay posters de baloncesto, ni una ristra de trofeos sobre la estantería. Ni fotos con sus amigos, ni con su familia. Tampoco tiene colgado de la puerta un > que era advertencia para que Anna no entrara a molestarlo. —Vete de aquí, Cece. ¡Dios! ¿Cómo puede ser así? —Me parece que tú no decides quién hay en esta fiesta. —No me retes —me advierte, tenso, con la mandíbula apretada y el cuerpo rígido. Es imposible. Por mucho que quiera pensar en comprenderlo, me enfada que sea así. Aún si yo le recuerdo a Anna y a todo lo que pasó, a mi me pasa lo mismo con él pero no por eso soy una completa i
Puede que esto sea por la debilidad de la conversación, pero no puedo evitar olvidarme de todo. Sólo estamos Jack y yo aquí. Y el súbito impacto de sus labios contra los míos hace que me vuelva un torbellino de emociones. Sus labios saben incluso mejor de lo que pude llegar a imaginarme. Nunca nadie me ha besado tan bien, aunque no es que haya besado a muchos chicos. No tengo ni idea de qué estamos haciendo, pero me gusta demasiado. Y me gusta el triple porque es Jack. He soñado con esto una infinidad de veces, y creía tenerlo superado, pero ya siento que no. Dejo que me arrastre sobre él, me monto en su regazo y el vestido se me sube por los muslos. La piel arde allí dónde sus manos me tocan, dónde sus dedos se hunden en mis piernas para sujetar de alguna forma la falda de mi vestido. A él, el calor le traspasa la ropa y me envuelve con tanta fuerza que yo misma me aplasto contra él. Me empleo en dar uno de los mejores besos que jamás he dado. Entreabro los labios para coger aire y
Peter aparca delante de un centro deportivo, entre un monovolumen y una farola. Tengo que hacer malabares para salir sin rayar el otro coche pero lo consigo y camino atenta a su lado. Seattle no tiene ni punto de comparación con esto. Miami es más... amplio, huele a una playa más intensa y parece que la gente es más feliz. En casa está lloviendo ahora mismo y el clima hacía toda la situación aún más deprimente.Peter empuja la puerta por mí y avanzamos juntos por el pasillo del centro. Las gradas del pabellón ya están llenas de padres y otros niños y el corazón se me revuelve en el pecho. Antes solía ir a todos los partidos de baloncesto con Anna, ella lo hacía más bien porque yo le suplicaba ir a ver a Jack jugar. Después, fui un par de veces a ver a Roy cuando salíamos juntos, pero nada era lo mismo. Ahora me siento con Peter en la segunda fila de la grada a media altura de la cancha.—¿Sabes de baloncesto? —me pregunta.—Algo si sé —confieso—. Antes solía ir a muchos partidos en e
A medida que avanza la semana, mi ánimo decae un poco. Es el cumpleaños de Anna y la foto enmarcada que tengo de las dos parece que resplandece más. El jueves cuando me despierto no tengo ganas de hacer mucho, si estuviera en casa iría al cementerio con los Bennett y me quedaría sentada en el suelo junto a su tumba aunque estuviera lloviendo. Hoy me siento rara, como si estuviera fallando a todo el mundo por no estar allí, incluso a mí misma.Antes de que Kay se despierte de mal humor por mi alarma (o por la suya) yo ya estoy en la calle deambulando por la ciudad hasta la playa. Los primeros en llamarme son mis padres. Se preocupan.—¿Estás bien allí? —me preguntan, y se refieren a si ya he empezado a lamentarme. —Sí.Estoy bien, estoy mejor que en casa.Me siento en el muro de piedra que delimita la playa, me cuelgan los pies y no puedo hacerme una coleta que recoja mi pelo para que no me moleste. Está muy animado todo, sé que a nadie le importa este día.—¿Has hablado ya con los B