—No sé por qué me sorprende que ya te hayas metido entre las piernas de la novata si es lo que siempre haces.
La voz de Jenn ni siquiera parece estar a mi lado.
Está más... ¿maduro? ¿serio? No sé cual sería la forma de describirlo. Han pasado tres años desde la última vez que lo vi. No ha vuelto a casa por vacaciones, ni siquiera por Navidad.
Se ha dejado crecer un poco el pelo y algunos mechones oscuros le caen por la frente. Recuerdo que antes lo llevaba ultra corto, rapado a estilo militar. Y no estaba tan fuerte, antes las camisetas no le apretaban los músculos de los brazos. Y antes, Jack jamás me hubiera mirado tanto tiempo sin hacer alguna broma. ¿Acaso es este el Jack que creo conocer? He vivido los últimos años con la seguridad de que parte de él también murió en aquel accidente.
Las cuatro personas que hay sentadas alrededor de la mesa nos miran. Jenn también, como si fuéramos un partido de tenis.
—¿Qué haces aquí?
Mentiría si dijera que su forma de hablarme no me molesta. Parece enfadado y a mi el corazón me va a toda velocidad en el pecho. No sabía que lo echaba tanto de menos. Me lanzaría sobre la mesa y sobre sus amigos solo por darle un abrazo, pero me contengo, no parece un movimiento acertado viendo su postura.
—He empezado primer año. Llegué ayer.
Se pasa la mano por el pelo en un gesto nervioso, intranquilo. Está más alto también, jugaba al baloncesto en el instituto y me pregunto si ahora lo sigue haciendo. Ha podido pasar tanto en estos tres años que ya no sé si lo conozco.
—¿Otra ex? —suelta uno de los chicos que hay sentados.
Todo este grupo es lo que espero de Jack. Siempre se ha juntado con capullos pero nunca he considerado que él sea así... hasta ahora. O quizás no lo sea, no lo sé. No llevo aquí ni tres minutos y ya puedo sentir la carga del ambiente. Jenn no es lo que espero como amiga, y por como me mira la otra chica que hay sentada en el regazo de un tipo, sé que ellas tampoco me ven como una posible amistad.
—Ven, Cee, siéntate aquí —me anima uno de los chicos que hay sentados en el sofá. Le da unos golpes al hueco que queda entre él y su amigo.
—Se llama Cece. Y no se va a sentar en ningún sitio —sentencia Jack y pasa por detrás del sofá a zancadas, hasta que su mano se envuelve alrededor de mi muñeca—. Vamos.
¿Vamos? ¿A dónde?
No tengo tiempo de abrir la boca cuando ya me está arrastrando fuera de la cafetería. Giro el cuello para echar un vistazo a sus amigos y me encuentro al grupito riéndose mientras nos miran. Definitivamente no hubiera sido parte de esto de todas formas.
Salir a la calle es un golpe de realidad, ahora sin la presión de su grupo de amigos ni de todo el barullo de la cafetería, soy capaz de reconocer que ¡Jack está aquí! Me hace girar la esquina del local y por fin me suelta.
—¿Qué haces...?
Vale, sí, lo he echado demasiado de menos y me da igual su actitud. A la mínima que puedo me dejo caer contra su pecho para darle un abrazo por todos los que no le he dado estos años. Me dolió que se marchara y no solo por el echo de que para entonces yo estaba enamoradísima de él, sino más bien porque consideraba que era el que más me podía entender. Pero se marchó y yo no tenía a nadie con quién hablar de como me sentía. Bueno, fui al psicólogo durante casi dos años pero no es lo mismo.
Le rodeo con más fuerza, no me importa que él no me devuelva el gesto
—Cece, quítate —me brama de mala gana. Sin duda este no es el Jack que conozco. No sé si ese chico sigue existiendo. Me empuja por los hombros y da un paso atrás—. No hagas eso.
—Lo siento, es que... —balbuceo, estoy algo anonadada por el simple echo de volver a verlo. Sus padres tampoco hablan mucho de él, parece que se marchó sin más—. Te he echado de menos y te fuiste tan de repente que...
—No quiero hablar de eso.
Cierro la boca de repente, lo entiendo. Pero...
—Me alegra volver a verte. Te he echado de menos —repito, esperando que me diga lo mismo porque hemos sido amigos o por lo menos vecinos durante toda la vida.
No lo hace. Desvía sus ojos oscuros, más oscuros de lo que creía que eran.
—¿Qué haces aquí?
—Llegué ayer. He empezado hoy las clases.
—No me refiero a eso, ¿por qué aquí?
La UM no ha sido mi primera opción, opté por la UCLA y la Universidad de Nueva Inglaterra, pero el folleto y las propuestas no eran comparables, y ninguna me ofreció una beca. E influye bastante el echo de que los Bennett me aconsejaran solicitar plaza aquí. Ahora lo entiendo.
—Tiene un buen programa estudiantil. Y hace buen tiempo.
Tampoco es tanto por eso. Quería salir de allí, cambiar de aires y alejarme de la misma gente y las mismas miradas de siempre. Ya no era Cece, era la chica que había perdido a su mejor amiga.
Jack me mira entre los mechones oscuros de pelo que le caen por la frente, seguramente intentando descifrar si digo la verdad o no. Han pasado tres años para mi también, no sé si cree que me sigue conociendo como antes.
—Yo no sabía que estabas aquí —aclaro.
—Ya, seguro que es así.
—Lo es. Si quieres podemos ir a...
Ya empieza a negar de lado a lado y no puedo evitar fijarme en cómo se le arruga la nariz cuando frunce el ceño.
—Las cosas no son como antes y no van a serlo —me corta y tengo que fingir que no me sorprende tanto a como lo hace que me hable así—. Estás aquí y todo lo que tú quieras, pero Jenn no va a ser tu amiga y yo tampoco. Así que si has venido pensando otras cosas estás equivocada.
No me puedo creer que me esté hablando así. ¿Cómo se ha vuelto tan capullo? Tiene razón, las cosas no son como antes. Nunca, nada, ha vuelto a ser lo mismo.
Me arrepiento de haber dicho que le echaba de menos. Echaba de menos a otro Jack, pero definitivamente no a este que tengo delante y que se porta como un capullo.
—¿De verdad crees que vendría hasta aquí sólo por ti? —replico y él resopla. Verdaderamente le da igual lo que tenga que decir.
¿Cómo puede ser así? ¿No me ha echado de menos? Antes nos veíamos todos los días, y ahora han pasado años. ¿Cómo ha podido deshacerse de ese vínculo? Yo no he sido capaz de dejar de pensar en él. Cada vez menos, sí, pero pensaba en él.
—Pues eso. —Me mira directamente a los ojos, el sentimiento de que me va a hacer llorar hace que quiera apartar la mirada, pero por suerte ya lo hace él. Me rodea por la derecha dispuesto a dejarme ahí, sola—. Haz tu vida aquí, pero yo ya tengo la mía.
<< Y yo no estoy en ella >> Ni siquiera iba a intentar ser parte de su grupo de amistades, pero teniendo en cuenta todo lo que hemos vivido... Pensaba que...
No me atrevo a girar para ver como se aleja, solo lo hago cuando no escucho sus pasos por el pavimento y entonces me permito respirar a gusto. Dios. ¿Qué acaba de pasar? ¿Saben los Bennett lo idiota que se ha vuelto su hijo? Seguro que no, o seguro que sí y por eso ya no va a verlos. << Jodido estúpido >>
Y me he quedado sin café, la idea de volver a entrar en la cafetería ya ni existe en mi cabeza. ¿Es que cómo ha...? << ¡Aaarrrg! >> No sé cómo pude estar enamorada de este... No, si lo sé. Es que no era este mismo chico. En el instituto también se juntaba con grupos populares, creídos y arrogantes, pero era divertido y al final del día Anna y yo siempre lo esperábamos para que nos llevara de vuelta a casa. Anna consiguió que tuviera una playlist de nuestras canciones favoritas en la radio de su coche. Fingía que las odiaba pero a veces las cantaba con nosotras.
Ni quiero pasar por el frente de la cafetería para no mirar tras los ventanales, no quiero enfadarme más hoy. Me queda solo una clase y doy rodeos por el lago del campus hasta entonces. Estaba teniendo un día bueno, hasta Jack. ¿Por qué me lo he tenido que encontrar? Desearía no haberlo hecho. El recuerdo que tenía de él era mucho mejor que esto. Y me molesta porque ni siquiera puedo centrarme al cien por cien en la clase, tengo la cabeza en otras cosas.
Mientras cruzo el campus de vuelta a la residencia, mis padres me llaman y sus dos voces me aturullan la cabeza.
—¿Qué tal tu primer día? —saltan con euforia.
Me alejo el teléfono de la oreja.
—Bien —me limito a decir—. Voy de camino a la residencia.
—Tenemos tu horario y el mapa de la zona, ¿irás a la playa? ¿Has hecho amigos? Estamos pensando en ir algún fin de semana.
—He conocido a mi compañera de cuarto —digo.
Dudo de si comentar que he visto a Jack, prefiero no hacerlo. Los Bennett saben que su hijo está aquí y por eso me animaron tanto a venir, pero el campus es muy grande. Fingiré que no me lo he encontrado.
Prefiero seguir echando de menos lo que recuerdo de él.
Kay sigue en la habitación cuando llego, con la ventana abierta y un no tan sutil olor a marihuana.
—¿Qué tal el primer día, novata?
Me encojo de hombros. Contarle a ella mi problema no es algo que me apetezca.
—Normal.
—¿Normal? ¿Y esa cara que traes?
—Mi cara.
Sisea algo y al bajarse de su cama toda la parafernalia de pulseras y cadenas que usa, tintinean.
—Tengo clase ahora, os dejo a tí y a tu cara rancia aquí solas. —Agarra su mochila negra del suelo y de las cremalleras cuelgan más llaveros punk—. No sé a que hora estaré de vuelta, pero ya sabes, no dejes la llave en la cerradura.
Supongo que lo dice porque posiblemente llegará de noche. Y no estoy equivocada, Kay tiene unos hábitos que no son nada compatibles conmigo. Rocío colonia por toda la habitación y abro más la ventana, todo lo que se puede hasta que topa con su cama.
No tengo hambre pero me obligo a bajar al comedor de la residencia y coger algo que subo a la habitación. Los Bennett me llaman a eso de las seis de la tarde.
—¿Qué tal el primer día? —me preguntan y me recuerdan a mis padres. Son mi segunda familia.
—Bastante bien —digo con mi mejor tono de felicidad algo fingido. No quiero decepcionarlos—. Esto es súper bonito y puede que mañana de un paseo hasta la playa después de clases. Hoy estoy algo... —decepcionada—, cansada. Muchas emociones el primer día y como llegué ayer estoy aún algo cansada. Con los nervios he descansado nada.
—¿Has conocido ya gente?
No creo que eso sea lo que quieren preguntarme.
—A mi compañera de habitación y una chica de clase. Hoy estábamos todos un poco a lo loco —bromeo aunque en parte es verdad—. Para finales de la semana estaré más acomodada.
—Estamos todos muy orgullosos de ti. —Es tan súbito que me pone los pelos de punta. No quiero decepcionarlos, ni a ellos, ni a mis padres, ni a nosotras—. Haz todo lo que teníais planeado.
—Lo haré —aseguro—. Ummm... Tengo que colgar, quiero ir a darme una ducha y... Los baños se llenan.
Quiero colgar.
El psicólogo decía que pasaría, pero es más que solo eso. Tampoco soy solo Cece, siento que el peso de ser Anna a veces también recae en mi. Por eso no quiero decepcionar a nadie, ni siquiera a ella misma.
—Te queremos, Cee —canturrean y me estrujan el corazón.
—Yo también os quiero —digo y cuelgo.
Después del incidente con Jack el lunes, no me apetece sentarme junto a Jenn en clase cuando llega el jueves, pero temo que cambiarme de asiento sea un movimiento tan cobarde. Cojo aire y me siento, y a los pocos minutos cuando el aula ya está a rebosar de alumnos, Jenn se deja caer en la silla a dos asientos. —Hola otra vez, novata —me saluda. No voy a corregirle que me llamo Cece, no "novata". No me apetece. —Hola. —Así que Jack y tú... —deja caer y se me levanta la ceja de la inquisición—. ¿Habéis tenido rollo o algo?Directa al grano. —¿Él te ha dicho algo? —¡Que va! —exclama y le quita hierro al asunto sacudiendo la mano. Sin embargo, está tan emocionada por el cotilleo como si fuéramos amigas del alma, que termina pasándose al asiento vacío a mi lado—. Venga, cuéntame, Jack es un capullo y no nos cuenta nada. ¿Sois exs?¿Ex pareja? > —Éramos amigos —respondo, no quiero darle más que esto.—Ah —dice. Está notablemente decepcionada—. Es Jack, no me sorprende que f
Pensaba que discutirían peor, pero la cosa se termina cuando Jack me arrastra como a una niña lejos de Jenn. Ella tampoco ha puesto de su parte para librarme de este secuestro tan fortuíto. —¿Qué crees que haces? Suéltame —me quejo. ¿A qué viene esto ahora? ¿Sus amigos tampoco pueden habalarme? Que.... > Lo peor es que yo no puedo fingir que lo odio. No lo hago. Lo he echado de menos y todavía tengo la espinita clavada porque no me lo repitiera el otro día.Me suelta cuando me ha alejado de la fiesta. La mayoría de las chicas están en el mar, divirtiéndose, chillando y disfrutando y...—Ya me darás las gracias. —¡¿Las gracias?! —lo enfrento como pocas veces lo he hecho, diría que nunca hemos discutido, salvo lo del lunes—. Me lo estaba pasando bien.Jack me mira. Es una mirada amenazante, de esas que da cuando sabe que es mejor que el resto. Me hace resoplar y me dan ganas de largarme y dejarlo aquí solo. Pero no puedo. Veo como sus ojos descienden por mi cuerpo hasta
—¿Qué crees que haces? Levántate, no tengo toda la noche para tus tonterías. —Puedes irte si quieres. Sé llegar desde aquí. —No voy a dejarte sola a estas horas. Levántate, Cece, no me jodas. Levanto los pies hasta apoyarlos en la madera del banco y me cubro sobre las rodillas con la falda de mi vestido. Ya no quedan farolas encendidas en el campus, la poca luz que llega a penas sirve para visulbrar bien los caminos o la silueta imponente de Jack en mitad del paseo. Gruñe y se acerca. Se lanza de mala gana a mi lado pero me niego a creer que es así. —¿Por qué quieres que crea que me odias? —me atrevo a preguntar, sabiendo que puede que su respuesta me derrumbe. Chasquea la lengua y se revuelve. —Joder, Cee —susurra y se pasa la mano por la cara y el pelo—. No te odio, ¿vale? Algo es algo. Cuando me atrevo a mirarlo me doy cuenta de que él ya tiene sus ojos puestos en mí. El corazón me salta en el pecho al ver un atisbo del Jack al que yo quería. Han pasado tres años y aún no lo
Por la mañana me despierto a una hora razonable, a las nueve, y Kay está tirada en su cama con el bikini puesto. Huele a playa, a que ha dejado tirados los pantalones mojados en el suelo junto con una camiseta y ahora hay una mezcla de arena y agua salada junto a su cama. Abro la ventana para que se airee el cuarto y cojo mi neceser y mis cosas para ir al baño. Aprovecho que no hay nadie para poder darme una ducha larga. Estoy sobreviviendo a esta primera semana en el campus no como lo esperaba. La experiencia universitaria no es tan increíble a como creía. No he hecho amigos, bueno aún no sé si Kay cuenta, casi me hacen una novatada bastante desagradable, y para colmo Jack está aquí. Anoche vi un atisbo de lo que era. Tampoco debería ser tan dura con lo que espero de él, ni siquiera sé como se sintió tras el accidente; nos vimos en el funeral pero no me dejó ni acercarme, ni a mi ni a nadie y se marchó en mitad de la ceremonia. Esa fue la última vez lo que vi, hasta el lunes pasado
El resto del fin de semana pasa rápido. Kay resulta ser una buena compañía y el domingo por la noche le acompaño a la residencia masculina, a la habitación de Lee a por marihuana. Es lo mismo que la residencia femenina pero hay puertas abiertas y gorilas en cuerpos de estudiantes que chocan sus pechos desnudos por conseguir darle un manotazo a la señal de EXIT.La habitación de Lee apesta a que se encierra a fumar, hay ropa tirada y su compañero está igual de colocado que él. Considero que lo diferentes que Kay y yo somos nos hace un mejor dúo. Así llega el lunes y la clase que comparto con Jenn, se sienta a mi lado y yo finjo no verla mientras organizo mis cosas.—Jack casi me arranca la cabeza—me dice y espero que no me esté echando la culpa.—Ya...—En fin. Que siento si te sentó mal la novatada. Pero no fue para tanto, luego las otras chicas se lo pasaron bien y la fiesta duró hasta el día.Todas las ganas que podía tener por ser su amiga se han desperdiciado, las ha arrastrado l
Los ojos de Jack parecen más oscuros. Está enfadado y ¿todo porque he invadido su casa? ¡Venga ya! hay cientos de personas más. ¿Es que nuestra charla nocturna de la semana pasada no sirvió de nada? —Porque estoy en una fiesta —respondo y echo un vistazo dentro de la habitación—. ¿Es aquí dónde vives? Nada hace que esto se asemeje con su antiguo cuarto en casa de sus padres. No hay posters de baloncesto, ni una ristra de trofeos sobre la estantería. Ni fotos con sus amigos, ni con su familia. Tampoco tiene colgado de la puerta un > que era advertencia para que Anna no entrara a molestarlo. —Vete de aquí, Cece. ¡Dios! ¿Cómo puede ser así? —Me parece que tú no decides quién hay en esta fiesta. —No me retes —me advierte, tenso, con la mandíbula apretada y el cuerpo rígido. Es imposible. Por mucho que quiera pensar en comprenderlo, me enfada que sea así. Aún si yo le recuerdo a Anna y a todo lo que pasó, a mi me pasa lo mismo con él pero no por eso soy una completa i
Puede que esto sea por la debilidad de la conversación, pero no puedo evitar olvidarme de todo. Sólo estamos Jack y yo aquí. Y el súbito impacto de sus labios contra los míos hace que me vuelva un torbellino de emociones. Sus labios saben incluso mejor de lo que pude llegar a imaginarme. Nunca nadie me ha besado tan bien, aunque no es que haya besado a muchos chicos. No tengo ni idea de qué estamos haciendo, pero me gusta demasiado. Y me gusta el triple porque es Jack. He soñado con esto una infinidad de veces, y creía tenerlo superado, pero ya siento que no. Dejo que me arrastre sobre él, me monto en su regazo y el vestido se me sube por los muslos. La piel arde allí dónde sus manos me tocan, dónde sus dedos se hunden en mis piernas para sujetar de alguna forma la falda de mi vestido. A él, el calor le traspasa la ropa y me envuelve con tanta fuerza que yo misma me aplasto contra él. Me empleo en dar uno de los mejores besos que jamás he dado. Entreabro los labios para coger aire y
Peter aparca delante de un centro deportivo, entre un monovolumen y una farola. Tengo que hacer malabares para salir sin rayar el otro coche pero lo consigo y camino atenta a su lado. Seattle no tiene ni punto de comparación con esto. Miami es más... amplio, huele a una playa más intensa y parece que la gente es más feliz. En casa está lloviendo ahora mismo y el clima hacía toda la situación aún más deprimente.Peter empuja la puerta por mí y avanzamos juntos por el pasillo del centro. Las gradas del pabellón ya están llenas de padres y otros niños y el corazón se me revuelve en el pecho. Antes solía ir a todos los partidos de baloncesto con Anna, ella lo hacía más bien porque yo le suplicaba ir a ver a Jack jugar. Después, fui un par de veces a ver a Roy cuando salíamos juntos, pero nada era lo mismo. Ahora me siento con Peter en la segunda fila de la grada a media altura de la cancha.—¿Sabes de baloncesto? —me pregunta.—Algo si sé —confieso—. Antes solía ir a muchos partidos en e