Lejos de casa
Lejos de casa
Por: HET
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Sabía que tenía pocas cosas, pero esperaba que fueran más, por lo menos para llenar mi mitad de la habitación como la tiene mi compañera a la que, aún, no he conocido. Empujo la maleta debajo de la cama individual y cojo aire. La habitación no es grande, está bien para dos personas y ya he vivido con mucha más gente antes, estoy acostumbrada a compartir.

¿Y ahora qué? Podría dar una vuelta por el campus, o repasar mi nuevo horario de clases que he colgado de un corcho sobre mi escritorio; pero decido cotillear un poco sobre los posters punk que tiene mi compañera empapelando su pared. Parece un poco gótica o emo, no solo por la estética de su lado derecho, o por todo el maquillaje desparramado en su escritorio que ha manchado de negro la madera, ni por las botas negras tiradas en el suelo o el collar de pinchos que cuelga del borde de su joyero... Es el conjunto de todo ello.

Cuando considero que ya he fisgoneado suficiente y estoy por meterme en mis asuntos, la puerta de la habitación se abre y una chica que es todo lo que me esperaba, entra. Con sus botas negras punk y un corte de pelo peculiarmente oscuro con el lateral rapado. 

—Cece, ¿no? ¿La nueva? —suelta, parece que no tiene ganas de hablar. 

—Sí —sonrío y doy un paso atrás cuando me pasa por delante para colgar sus pulseras tintineantes de la esquina de la estantería sobre su cama.

—Qué bien —murmura—. Yo me llamo Kay. ¿Fumas? 

Veo que me extinde un cigarro, "cigarro" porque aunque nunca me he envuelto en las drogas, sé lo que es eso. 

—Mmm... No.

Se encoge de hombros sin más y vuelve a guardárselo en uno de los tantos bolsillos de su cazadora con parches. No hablamos mucho más, veo como se mira en el espejo y se coloca un poco el flequillo antes de caminar a la puerta. << Podría ser peor compañera —me animo >> 

—No dejes la llave en la cerradura, vendré de madrugada. 

Y así como está, se va. No es la compañera que esperaba tener, pero dentro de lo que cabe, tampoco es la peor situación en la que me había imaginado. 

Aún es pronto aunque está anocheciendo, pero hace buen clima, mejor del que tendría en Seattle. La UM, Universidad de Miami, tenía un buen folleto y un buen Stand durante la semana de elecciones estudiantiles. Espero que estar aquí, lejos de casa, me sirva de algo. 

Lo dudo un poco antes de coger una chaqueta de tela fina de mi armario, las llaves y la cartera. He arrastrado el venir aquí hasta el último momento para despedirme de mi familia, mañana empiezan las clases y quiero poder madrugar, pero tampoco quiero estar encerrada a las ocho de la noche en una habitación que apesta un poco a marihuana. Según el mapa mental que he memorizado del campus y un poco de la ciudad, la facultad de ciencias no puede estar lejos.

Está bien respirar aire diferente, vivir en un lugar dónde no siempre llueve. Tenía ganas de vivir esto, de estar en la universidad. Anna estaría contenta de ver lo bonito que es esto. El campus es precioso, ya lo vi por el tour virtual: todo es verde, hay palmeras, árboles, un gran lago por el que cruza un puente... Si no tuviera media beca sería imposible estar aquí, he trabajado muy duro por esto. 

Cruzo el puente sobre el lago, no es muy grande y la fuente está apagada, pero he visto videos y mañana cuando me despierte y pase por aquí para ir a clase estará encendida y será alucinante. Hay gente paseando por el campus y logro ver un par de coches de vigilancia por el campus que me hacen sentir mejor sobre mi exploración nocturna y a solas a pesar de que las farolas iluminan bastante bien los caminos. Tampoco estoy mucho más dándo vueltas, localizo mi facultad de ciencias como un edificio blanco, de por lo menos cinco plantas y ultra moderno, con grandes cristaleras que reflejan el agua del lago y las luces del campus. Es súper grande y estoy súper ilusionada por empezar mañana. 

De vuelta a en la habitación, Kay no está y mientras me pongo el pijama tengo una charla amena con mis padres por teléfono sobre cómo ha sido instalarme.

—¿Y tu compañera? ¿Ya tienes una amiguita? —me pregunta mi madre con su típica voz dulce. 

—Bueno, hemos hablado un poco pero se ha tenido que ir. Parece maja —respondo.

—Con lo que sea que pase tú nos llamas —insiste mi padre. 

—Que sí, papá —insisto con mi respuesta.

No mucho más tarde me despido de ambos y me tumbo en mi cama individual. No tiene nada que envidiar a la de casa, pero es a lo que me tengo que acostumbrar. Y no está tan mal. 

Por la mañana me despierto con la alarma. Kay está tumbada en su cama tapada hasta la cabeza, debió llegar muy tarde. Aunque intento no hacer ruido al entrar y salir para ir al baño y mientras me arreglo para ir a clase, me pregunto si es que ella no tiene intención de levantarse hoy. Su horario no está colgado de ninguna parte así que quizás entre más tarde, o quizás no le importe. 

Me decido por unos vaqueros negros y una camiseta de tinrantes azul clara. El clima aquí, en Miami, ha favorecido a la capacidad de ropa que he podido traer en mi maleta. El día hoy pinta bien. Tampoco quiero maquillarme mucho, pero sí lo suficiente como para quitarme la cara de novata algo perdida. Estar aquí es un nuevo comienzo.

Cuando me aseguro de que llevo todo lo necesario en mi mochila, me miro una última vez al espejo antes de salir. El reflejo que me da es bastante contrario a la chica que era hace unos años, incluso hace pocos meses. Mi pelo negro y liso cae hasta tocarme los hombros, me lo corté no hace mucho, y antes no me maquillaba, ahora he aprendido un poco. 

—Apaga la luz.

Me sobresalto, pero alargo la mano y de un manotazo la apago. << Buenos días >> Con un poco de suerte no nos encontraremos tanto y la convivencia del primer año no se me hará cuesta arriba. De echo, creo, que este año se me va a pasar volando. 

Con la luz que ya entra del día veo el cuadro enmarcado que he traído: somos Anna y yo. Deberíamos estar juntas. << Nuestro primer día de universidad >> Me toco el colgante que compartimos: una cadena de plata con nuestras iniciales, yo tengo la suya y ella tiene la mía. 

Hago el amago de despedirme de Kay, pero ha vuelto a cubrirse hasta la coronilla. Cierro la puerta detrás de mi y en el pasillo casi me arrasan un par de chicas. Ayer no había este movimiento, ni en la residencia ni en el campus. Me anima ver tanta gente en un día tan bueno como hoy. ¡Primer día de universitaria!

Se siente diferente caminar ahora por el campus, nada comparado a mi caminata de anoche. La fuente del lago está encendida, me quedo unos segundos de más viendo el espectáculo desde el puente como el resto de novatos de primer año. Acaba de empezar esto y la vida universitaria ya me encanta. 

Siento que, en parte, voy como un pollo sin cabeza durante el día, pero ya cogeré el ritmo. Me alivia ver que todos mis compañeros están igual que yo.

—Joder —escucho que murmuran.

Una libreta se me cae cerca del pie y la chica que hay sentada a dos asientos estira el brazo para recogerla, no llega así que lo hago yo. Me da una sonrisa de dientes perfectamente blanquecinos.

—Gracias, no sé a dónde llegaría si perdiera lo único que tengo para apuntar las increíbles notas de esta clase —suelta con gracia.

—¿No es tu primer año?

Ella se sacude, su melena rubia, lisa y larga como la de la Babrie le cubre la cara hasta que se aparta los mechones tras la oreja decorada por varios pendientes. 

—Que va, estoy repitiendo esta clase del año pasado.

—Oh.

La puerta del aula se cierra y entra el profesor. De repente todo se queda en silencio, la mayoría (porque veo que no todos) somos los novatos que no queremos perdernos nada de este día.

—No es tan interesante como para estar en silencio —vuelvo a escuchar que murmura, giro la cabeza y ella se encoge de hombros.

Estoy por decirle que yo soy nueva, que no sé nada de esto así que estar en silencio es lo más inteligente para enterarme de todo. Yo en silencio y ella parlotea un poco durante toda la clase pero hago oídos sordos.

Para cuando la clase termina, recojo mis cosas y tengo que esperar a que la fila se vacíe para poder salir. 

—¿Qué tal la clase, novata?

De pie, esperando también para salir, ella es más alta que yo y parece una Barbie de verdad con sus ojos azules y ese pelo...

—Bien —digo sin más—. Es mi primer día, así que... 

—Ya, estás acostumbrándote. No se tarda mucho, Miami acoge muy bien.

—Eso espero. Es un lugar bonito así que... no será difícil, espero. 

La gente se esparce y por fin podemos salir del pasillo de escaleras que suben las gradas. Le adelanto porque tengo cuarenta minutos libres hasta mi próxima clase y quiero pasarme por la cafetería del campus a comprarme un café y ver un poco más de vida estudiantil.

—¿Tienes clase ahora?

¿Es que me va a perseguir? 

—Mmmm... Tengo cuarenta minutos libres, iba a ir a...

—Genial, novata. Porque he quedado con unos amigos en vernos en la cafetería, ¿te vienes?

Lo dudo un poco, pero dudo que Kay me invite algún día con sus amigos y no quiero volver a ser la chica solitaria y apenada que he sido estos tres últimos años. Además, voy a la cafetería también y decirle que no y encontrarnos después allí sería raro.

—Vale —acepto. 

En el camino a la cafetería conozco más de ella. Se llama Jenn, Jennyfer pero ese nombre no le gusta mucho. Estudia biología genérica aunque por lo poco y lo mucho que dice, creo que terminará trabajando para su padre. Es una de esas chicas presumidas, no es mi tipo de amistades pero dentro de lo que cabe no apesta a fumar hierba ni me mira como si fuera de otro mundo. Con un poco de suerte en su grupo de amistades habrá alguien con quien encaje mejor.

Y no podía tener más razón. 

—¿Algún chico al que hayas dejado en Seattle? —curiosea.

Puede que alguien se me venga a la cabeza.

—No —respondo.

—Mejor, porque se pondría celoso al ver los tíos que tenemos por aquí.

Se ríe. 

El tintineo de la puerta de la cafetería no alerta a nadie, está a rebosar de gente usando las mesas y los sofás, y hay una fila de gente tan larga que me quita las ganas de pedir un café. Jenn entrelaza su brazo con el mío y me arrastra a través de las mesas y la gente hasta una zona dónde hay dos sillones enfrentados y un par de sillas de madera. 

—¡Traigo una nueva amiga! Mira, Jack, a ver si esta te gusta y dejas de ser tan capullo. 

¿Disculpa? Sin embargo no puedo increparle el echo de que me haya traído como ganado para sus amigos. No puedo dejar de mirar al chico que tengo delante. ¡Dios! 

—¿Jack? 

—¿Cee? 

¿Ha estado aquí todo este tiempo?

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