29

CECE

—¿A dónde vas? —me preguntan.

Me encojo de hombros. Sólo sé que quiero salir de casa y esperar a Jack fuera para que no haya más problemas.

—Ven, mira qué de regalos.

No tengo ganas de sentarme y abrir sorpresas, pero lo hago como si no pasara nada, en silencio. Son demasiados regalos: los míos y los que serían de Anne. El aire se me atasca en el cuello, me tiro del collar como si eso fuera a quitarme la soga.

Cuando abro el último regalo lo dejo en el suelo.

—¿Puedo salir ya? —pido, al borde de que me de algo otra vez.

—¿No te han gustado? —insiste mi madre.

Deberían gustarme porque por lo menos yo ahora recibo muchísimos. Asiento con la cabeza arrancándome las ganas de decir que no los quiero. No necesito tanta ropa ni accesorios decorativos. Yo no uso camisetas con estampados de animales marinos, Anna lo hacía, y teníamos quince años.

—Voy a salir —anuncio.

—Cee... —escucho a mi padre.

—Déjala. Lleva dos días encerrada —le frena mi madre.

JACK

Me cuesta un mundo coger el
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